jueves, 23 de agosto de 2007

153/Papeles y cenizas - El poder de la risa - Juan Martín Castellonese

No se trata de un texto de autoayuda. No mencionaré la cantidad exacta de músculos que se usan para reír, ni ninguna otra estadística gardstyled (¡ah pícaro numerólogo que balconeas las matemáticas, siempre a punto de caer –?–).

Se trata del Humor, y de cierto poder, sí, que se oculta en su seno; un poder más… siniestro… que el de la autoayuda. La expresión más concreta del humor es la Comedia, opuesta a la Tragedia y compañera inseparable de ésta, tal como nos vienen mostrando desde hace miles de años las máscaras de Talia y Melpomene (que recuerdo más que nada al comienzo de Los 3 stooges –al escribir esto suena en mi cabeza la cortina musical, c’est inévitable).Sin embargo, sostendré hasta el final –el final de este texto– que se trata de fenómenos esencialmente distintos.La primera gran diferencia que aparece, es la universalidad de la Tragedia frente al carácter local de la Comedia.Y ya que nos tomamos el trabajo de ir dos mil y pico de años para atrás a buscar a Talia, quedémonos por allá, al menos un par de párrafos. La Tragedia de Aristóteles (preciosamente condensada en «El superhombre de masas» de Umberto Eco) mantiene su vigencia hasta el presente.

La Comedia (de autor homónimo, u homohomínido, o como se diga) probablemente ni siquiera fue escrita (aunque Aristóteles la mencione al final de la Tragedia, y aunque Umberto Eco nos haya tenido convencidos de que una copia estaba oculta en una abadía italiana). Aristóteles jamás habría escrito una obra con tantas chances de quedar obsoleta en poco tiempo. Después de todo, un tipo que escribe para la posteridad no va a estar perdiendo el tiempo en chimangos. Pero heme convencido de que aún cuando la obra hubiera existido y hubiera llegado hasta el presente, no tendría la vigencia de la Tragedia.Como demostración ad-exemplum de estas afirmaciones voy a decir que las tragedias de Shakespeare no pierden vigencia con el tiempo, mientras que las novelitas picarescas de Cervantes no tienen gracia ninguna.

Podemos también leer a Imre Kertész traducido del húngaro –previo pasaje por el francés, acaso– y supongo que continúa siendo eficaz (e incluso debería ocurrir con Shusai-san), pero es inútil traducir Inodoro Pereyra a un dialecto pakistaní. Un monólogo de Landrisina doblado al ainglés debe resultar tan poco gracioso como una comedia bosquimana.En definitiva, que la tragedia es fácilmente exportable y la comedia, no. Y pondré como último example las telenovelas centroamericanas que tanto nos hacen llorar, y los programas cómicos del Canal de las Estrellas. Punto.¿Por qué pasa esto? Alors –ergo, para los ígnaros– la segunda diferencia: al intentar analizar lo trágico y lo cómico, vemos que lo primero se presta a tal estudio, mientras que lo segundo no soporta la disección. Al menos no sin pudrirse en manos del disector, y exhibir unas entrañas pestilentes. Los componentes de la Tragedia, siguen siendo trágicos (el llanto está lleno de lágrimas, que son llantos chiquititos; pero así, todos juntos, a rastras por tu carita, ¡qué tristeza!).

La comedia, en cambio, no está compuesta por cosas cómicas, sino por cosas –aún trágicas– sacadas de contexto. El humor es eso: sacar algo de contexto. Al analizar lo cómico y volver sus componentes al contexto que naturalmente tienen, estos pierden toda comicidad (incluso causa rechazo comprobar de qué nos estábamos riendo). No existen hechos cómicos. Sí existen hechos trágicos (no digo que sean los únicos, que eso lo analice Rodion, asesino). Me gusta creer que, eligiendo el contexto adecuado, se puede encarar todo con humor.Pero lleguemos rápido (antes de que os empantanéis, con esas patas descalzas, sin cerdas, sin cascos, gastadas de patear tecnodances) a la tercera diferencia: lo trágico parece operar sobre la naturaleza humana (a corazón abierto), mientras que lo cómico, por depender puramente del contexto, sobre lo social; o lo que es lo mismo, sobre lo cultural. Resumiendo (que te tengo ley): La Tragedia opera sobre centros emocionales, intrínsecamente humanos, y la Comedia sobre complejos culturales.

Tan claro como las aguas de Glen-Car (que así caen in pools among the rushes, that scarce could bathe a star; there we seek for slumbering trout & whispering in their ears, give them unquiet dreams),así de claro digo, surge el poder de la risa. El poder colonizador de la risa. Si podemos hacer que una sociedad aprenda a disfrutar de nuestra comedia, la estaremos invadiendo y conquistando por imposición de nuestros contextos. El día que miremos las comedias de SONY y nos sonriamos –tan sólo eso, no pido más– conjuntamente con las risas de los claques, habremos sido conquistados. El rico patrimonio estará vendido al alto precio de la Tvcable.Aplaudo, desde aquí, las versiones argentinas de comedias yankees, aplaudo a Francella y a Frorencia Peña, porque mirándolos a ellos sólo corro el riesgo de transformarme en argentino –shit!– cosa por demás inevitable –¡requetechanfle! –y no en norteamericano (aunque a punto estuve de escribir "americano").

Y dos cosas más. No, tres; tres cosas más: no existe (1) un modelo que permita obtener el perfil cultural de una sociedad a partir de su comedia y creo que es posible hacerlo y es an earnishious idea (always remember the importance of being earnest); la cosa número 2 es que la Comedia de Aristóteles permitiría unamejor comprensión de la cultura griega; por lo menos sabríamos cuándo hablan en serio y cuando están jorobando; y lo tercero (3): desconfíe, siempre, de un claque; mire con recelo a ese soldado invasor que tiene la misión de meterse en su cabeza y cambiar todas las conexiones; y téngalo siempre presente, manténgalo de este lado de la conciencia, no lo deje entrar en su subconciente.(Su-subconciente suena bárbaro!).

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