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miércoles, 27 de mayo de 2009

651 42-09 - Papeles y cenizas - Poetas y poesía - José Saramago

* imperdible, piensen en mario - no
vamos a publicar nada de/sobre él que la
siguiente nota de daniel -.aprovecho para
declarar eliminado sección
cuentos y poemas, irán en alkimia, red---
No será con todos ni será siempre, pero a veces ocurre lo que estamos viendo estos días: que, porque ha muerto un poeta, aparecen en todo el mundo lectores de poesía que se declaran devotos de Mario Benedetti, que necesitan un poema que exprese su desconsuelo y tal vez también para recordar un pasado en que la poesía tuvo un lugar permanente, cuando hoy es la economía la que nos impide dormir.
Así, vemos que de repente se establece un tráfico de poesía que habrá dejado perplejos los medidores oficiales, porque de un continente a otro saltan mensajes extraños, de factura original, líneas cortas que parecen decir más de lo que a primera vista se cree.Los descifradores de códigos no dan abasto, demasiadas enigmas para descodificar, demasiados abrazos y demasiada música acompañando sentimientos que son demasiados: el mundo no podría soportar muchos días de esta intensidad emocional, pero tampoco, sin la poesía que hoy se expresa, seríamos enteramente humanos.
Y esto, en pocas líneas, es lo que está sucediendo: murió Mario Benedetti en Montevideo y el planeta se hizo pequeño para albergar la emoción de las personas. De súbito los libros se abrieron y comenzaron a expandirse en versos, versos de despedida, versos de militancia, versos de amor, las constantes de la vida de Benedetti, junto a su patria, sus amigos, el fútbol y algunos boliches de trago largo y noches todavía más largas.Murió Benedetti, ese poeta que supo hacernos revivir nuestros momentos más íntimos y nuestras rabias menos ocultas. Si con sus poemas salimos a la calle - codo a codo somos mucho más que dos -, si leyendo "Geografías", por ejemplo, aprendimos a amar un país pequeño y un continente grande, ahora, según las cartas que llegan a la Fundación, se recuperan momentos de amor que dieron sentido a tiempos pasados, y quién sabe si presentes. Eso también se lo debemos a Benedetti, el poeta que al morir hizo de nosotros herederos del bagaje de una vida fuera de lo común.Tania y Mario: la libertadNo es verdad que el mundo está todo descubierto. El mundo no es sólo la geografía con sus valles y montañas, sus ríos y sus lagos, sus planicies, los grandes mares, las ciudades y las calles, los desiertos que ven pasar el tiempo, el tiempo que nos ve pasar a todos. El mundo es también las voces humanas, ese milagro de la palabra que se repite todos los días, como un corona de sonidos viajando en el espacio. Muchas de esas voces cantan, algunas cantan verdaderamente. La primera vez que oí cantar a Tania Libertad tuve la revelación de las alturas de la emoción a que puede llevarnos una voz desnuda, sola delante del mundo, sin ningún instrumento que la acompañara. Tania cantaba a capella "La paloma" de Rafael Alberti, y cada nota acariciaba una cuerda de mi sensibilidad hasta el deslumbramiento.Ahora Tania Libertad canta a Mario Benedetti, ese gran poeta a quien tan bien le sentaría el nombre de Mario Libertad...Son dos voces humanas, profundamente humanas, que la música de la poesía y la poesía de la música han reunido. De él la palabras, de ella la voz.Oyéndolas estamos más cerca del mundo, más cerca de la libertad, más cerca de nosotros mismos.(*) Escritor portugués. Premio Nobel de Literatura 1998.

650 41-09 - Papeles y cenizas -Llamale H - Gustavo Wojciechowski

* un texto que puede parecer extraño,
pero ubica, red.
EXISTEN TRES grandes revoluciones en la historia de la tipografía. La primera fue 1500 años antes de Cristo, cuando un pueblo semita, los fenicios, crean el primer alfabeto, es decir: la construcción de un sistema donde cada signo representa cada uno de los sonidos consonantes. Antes de esto teníamos pictogramas, figuras o dibujos que representaban cosas o situaciones.
De aquellos primarios 22 signos que guardaban cierta similitud con la escritura hierática egipcia, se pasa por vía comercial a los griegos, y de estos a los etruscos, hasta desembocar en el imperio romano y la columna trajana. Y si bien todavía quedan por aparecer algunos signos y las minúsculas, ya está la base de lo que es la representación gráfica del lenguaje.
La segunda revolución se produjo en Maguncia, Italia, a mediados de la década de 1450. Se trata de la impresión de la llamada Biblia de 42 líneas del orfebre Johannes Gutenberg y con ello la invención de los tipos móviles (al menos para Occidente, ya que en China se había trabajado con los tipos móviles de cerámica desde el siglo XI).
Dicho invento posibilitó el inicio de la popularización del material impreso y por consiguiente del libro. La humanidad entra en una nueva dimensión.
Finalmente, en 1984 sale al mercado la primera computadora Apple Maccintosh. La creación de una nueva tecnología cambia radicalmente el desarrollo de la tipografía.
Esta nueva herramienta hizo mucho más rápido y accesible el trabajo con las letras, ya sea en la utilización o manejo de los textos, como en la creación de fuentes. Deja de ser exclusiva de unos pocos conocedores del oficio (tipógrafos, diseñadores e imprenteros) y pasa a ser una cosa mucho más cotidiana. Cualquiera desde su casa puede escribir un texto y adjudicarle una fuente, un tamaño (cuerpo) y hasta un ancho (condensar y expandir), con todos los beneficios y problemas o atentados que se puedan cometer a la forma de las letras.
Posiblemente todavía estemos en medio de las ondas expansivas de esa explosión, como para poder calibrar su alcance. Pero es notorio que desde mediados de la década del 80 a la fecha se diseñaron muchísimas más fuentes tipográficas que a lo largo del resto de la historia de la humanidad.
En medio de esos estertores -con muchísimas personas interesadas en las letras, transformándose en un mercado posible- el año pasado se cumplieron 50 años de la creación de la Helvética y como nunca antes el cumpleaños de una tipografía ocupó la atención de medios de prensa.
Para la ocasión el MoMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York) realizó una exposición monográfica en su homenaje y adquirió para su colección permanente un juego original de tipos de plomo de 36 puntos, con su correspondiente caja de madera. Exposiciones similares se realizaron en Europa y en el resto del mundo. Se estrenó el documental Helvetica (www.helveticafilm.com) de Gary Hustwit, impecablemente realizado, con muchísima información, buen ritmo y bellísima fotografía. Incluye además entrevistas a algunos de los más prestigiosos diseñadores como Massimo Vignelli (quien diseñó la señalización del Metro de Nueva York utilizando esta tipografía), o maestros tipógrafos como Hermann Zapf y Matthew Carter.
A todo esto habría que agregar infinidad de artículos periodísticos y de merchandising: lapiceras, gorritos, camisetas, bolsos, paraguas, etc.
GÉNESIS DE UNA TIPOGRAFÍA. La Helvética nace a partir de un encargo realizado por Edouard Hoffmann, de la Fundición Hass (Muenchenstein, Suiza), para modernizar la tipografía Haas Grotesk (una tipografía de estilo "lineal", grotesca).
Se denomina "lineal" (o "palo seco" o "sans serif" ) al estilo de las tipografías que no tienen remate o serif. El otro gran grupo es el de las tipografías serifadas, entre las que se encuentran todas las llamadas romanas, como por ejemplo Times New Roman, la tipografía que el lector está leyendo en este momento.
Las tipografías de estilo lineal a su vez se subdividen en grotescas, geométricas y humanísticas. El auge de estas tipografías en el siglo XX surge a partir de la Underground, diseñada por el maragato Edward Johnston para el logotipo del Metro de Londres. Y tiene un desarrollo importante a partir de los años veinte, con tipógrafos como Eric Gill (creador de la Gill Sans), Paul Renner (Futura) y Jan Tschichold, entre otros. Se las llamó "la nueva tipografía" y se hizo un paralelismo con la nueva arquitectura (Le Corbusier, Walter Gropius y la Bauhaus), el Constructivismo ruso, De Stijl y todo el espíritu de las vanguardias. Esquemáticamente, las tipografías lineales simbolizaron lo "moderno" mientras que las romanas el mundo clásico.
En un principio la Helvética (de formas bastante redondeadas, de buena legibilidad y contundencia para títulos e imagen institucional o corporativa) se llamó "Neue Haas Grotesk", nombre que mantuvo hasta 1961 cuando la Fundición Stempel (de Alemania) adquiere los derechos de los diseños originales y amplía la familia incluyendo una serie más completa de pesos y anchos.
El primer nombre no resultaba muy apropiado para ingresar al mercado norteamericano y se propuso en principio sustituirlo por "Helvetia" (nombre latino de Suiza), pero tampoco parece oportuno nombrar una tipografía con el nombre de un país, aunque se intentaba asociar la tipografía al promocionado "Diseño suizo u objetivo"; y al final se resolvió por el actual Helvética.
El éxito de esta tipografía es tal que la transforma en una de las más utilizadas. Incluso durante la década del 60 fue la única usada por el movimiento tipográfico suizo, argumentando que todo se podía diseñar con una única tipografía. Esta imposición un poco dogmática generó tanto adeptos como detractores.
Parmalat y Nestlé; American Airlines, Lufthansa y la vieja PanAm; BMW y GM; Toyota y Kawasaki; Olympus, AGFA, Panasonic, Samsung, Sanyo, EMI, Basf, 3M y Bayer. Todos estos logotipos están compuestos con esta tipografía. Como una H está ahí, en todas partes, sin que se note demasiado. Esa, una de sus mayores virtudes, es también el punto más criticado: su falta de carácter, o mejor dicho, la austeridad de su carácter.
Una tipografía representa una época, un espíritu determinado, una necesidad de representar el mundo y las cosas. Y la Helvética vino a ocupar ese espacio que estaba en el aire, que muchos estaban buscando o necesitando en momentos en que otros tipógrafos buscaban caminos similares, como el también suizo Adrian Frutigen con la Univers.
UN NUEVO LIBRO. Un año más tarde del promocionado cumpleaños se edita el libro Helvetica forever (Story of a Typeface) publicado por Victor Malsy y Lars Müller, con tapa dura forrada en tela y un diseño limpio y depurado propio de un homenaje a la tipografía.
Esta misma editorial ya había publicado otro libro, de un formato más pequeño (12 x 16 cm), HELVETICA. Homage to a typeface, que tiene la particularidad de estar dividido en dos partes: por un lado ejemplos de piezas diseñadas con esta tipografía por algunos popes del diseño: Otl Aicher, Ikko Tanaka, Paul Rand, Emil Ruder, Josef Müller-Brukmann y Alan Fletcher entre otros; y por otro lado tomas fotográficas de la calle o circunstanciales donde aparece la tipografía en diversos usos y abusos.
Uno de los puntos altos del nuevo libro -más allá de un encuadre referencial de la época y una interesante tabla de comparación con otras tipografías- es la reproducción facsimilar y completa del primer cuaderno de la tipografía. En él se visualiza el proceso de gestación, varias pruebas y anotaciones o correcciones de Edouard Hoffmann de puño y letra: "La Y mayúscula es muy estrecha", "la A mayúscula también es muy delgada". Lo cual evidencia la importancia de Hoffmann en el desarrollo del proyecto y la claridad con respecto a lo que pretendía de la tipografía.
Además, indirectamente pone en tela de juicio el concepto de "originalidad" vinculado al diseño y más concretamente al diseño tipográfico, donde interviene una larga cadena de involucrados hasta llegar al resultado final. Casi como una carrera de postas.
La creación de una fuente tipográfica no es un acto solitario y personal. Es un arduo trabajo, con muchísimas condicionantes y con muy poco margen para caprichos, máxime si se pretende componer algo más que el nombre propio de la tipografía. La Helvética sobrepasó ampliamente ese límite y sigue tan campante.

miércoles, 20 de mayo de 2009

629 19-09 - Papeles y cenizas - Ni olvido - Rodrigo Fresán-

* contento, no se si del olvido, no se si de resignación,
contento de estar vivo y de creer con empecinada
tosudez que aún hay soluciones - y también nuevas
problematicidades, que son más que problemas, red.
+++++++++++
desde Barcelona
UNO Leo que se está desarrollando una píldora para el olvido. Un medicamento que no sirve para no olvidarse de las cosas sino para todo lo contrario: para olvidarse de todo lo desagradable. El producto ha sido llamado ZIP y funciona como inhibidor de la enzima cerebral llamada PKM Zeta. Y el asunto –digno de ficción de ese escritor cada vez más realista llamado Philip K. Dick– ya despierta polémicas. De acuerdo, uno borraría una violación pero... ¿borraría el recuerdo del dolor producido por una muerte? Y mientras tanto y hasta entonces: ¿hay alguien aquí que pueda explicarnos por qué siempre se nos olvidan los mejores chistes, los chistes que nos parecen inolvidables? ¿Cuándo sacan a la venta un medicamento llamado Funex, otro producto estrella de Laboratorios Borges?
DOS El dibujo de El Roto en El País del último miércoles. Allí, un hipnotizador dice: “Contaré hasta tres y cuando despertéis no recordaréis nada de lo que ha pasado y volveréis a comprar casas e invertir en bolsa”. Eso.
TRES Una de las noticias de la semana pasada –no nos detengamos aquí en el constante duelo sin fondo ni forma entre Zapatero y Rajoy a la hora del debates sobre el estado de la nación; olvidémonos de la amnesia voluntaria de políticos que se olvidan de que lo que están diciendo es lo contrario de lo que alguna vez dijeron– fue la de que la píldora post-coital (o “la del día después”) se venderá libremente en farmacias, sin receta y sin pedirles el documento a menores de edad. Así, podrá haber olvido, pero –por más que los inevitables “sectores conservadores” hayan puesto el grito en el cielo– no habrá más penas.
CUATRO La otra noticia de la semana pasada fue la muerte –a los 51 años– de Antonio Vega. No sorprendió a nadie y dolió a todos. Y es que 30 años de adicciones dan para muchos malos presagios y, desde hacía tiempo, Vega era para muchos un fósil en vida, una necrológica en compás de espera. Un tipo melancólico al que le dolía que las canciones ya no le salieran, pero que se conformaba reinventando las de otros (estremecerse con lo que le hizo y deshizo al “Romance de Curro el Palmo” en aquel disco de homenaje a Serrat) y revisitando las propias. Antes, Vega –quien para sus colegas estaba a la altura del autor de “Penélope” y “Mediterráneo” como letrista– había descollado en tiempos de la Movida con su banda Nacha Pop. Y escrito la que, para mí, es una de las dos canciones (la otra es “Cuatro Rosas”, de Gabinete Caligari) más emocionantes y perfectas del rock español: “Chica de ayer”. “Chica de ayer” –como “Cuatro Rosas”– es una de esas enormes canciones de Amor con mayúsculas que se ocupa de la descripción de un momento íntimo, intransferible pero súbitamente universal, con la música y versos justos. Tal vez la escucharon (hace un tiempo Enrique Iglesias la destrozó; los royalties no le habrán venido nada mal a Vega) y, si no, escúchenla. O, mejor, escúchenla y véanla –seguro que está en YouTube– despojada de todo prolijo resplandor pop de finales de los ‘70, en la versión en vivo del 2001 que figura en el imprescindible cd/dvd Básico (2002). Allí, Vega parece tambalearse por el peso de esa letra y melodía legendarias y, también, ser alzado y sostenido por el amor agradecido de su público que lo alentó hasta el último concierto, apenas unos días antes de morir en un hospital. “Chica de ayer” no sólo es uno de esos grandes títulos que, enseguida, crecen a lugares comunes que todos frecuentamos sino que, además, es un pequeño y perfecto ensayo sobre el pasado inmediato al que se querría olvidar pero, claro, no se puede, no se deja. Insisto: escuchar y ver lo que hace Vega allí arriba, en el escenario de su tristeza, cuando canta aquello de “Me asomo a la ventana, eres la chica de ayer / Demasiado tarde para comprender / Mi cabeza da vueltas persiguiéndote / Mi cabeza da vueltas...”. Y la canción que no para de girar y girar y que –inolvidable– seguirá dando vueltas, siempre.
La chica de ayer es, también, el título de la serie de TV recién estrenada –versión española de la británica Life On Mars– donde la canción de Vega suplanta a la canción de Bowie como leit-motiv sónico-temporal y mantra que te devuelve al pasado, que te obliga a hacer memoria y, sí, a comprarte el casi instantáneo grandes éxitos que salió a la venta apenas cuatro días después de un fin que no es final.
CINCO “La memoria es como un obrero que trabaja para establecer cimientos duraderos en medio de las olas”, apuntó Marcel Proust. Y –en el centro del océano, hace tantos años– Millvina Dean fue una “chica de ayer” que bailó en el “Titanic” y vivió para contarlo. Y no lo olvida. Y sigue viva. Y es la última de los que no se ahogaron aquella noche. Hace poco, se supo que Millvina –97 años de edad– no tenía más dinero para pagarse el asilo en el que vive desde hace un tiempo. James Cameron y Kate Winslet y Leonardo Di Caprio –quienes ganaron mucho dinero con el naufragio en cuestión– acudieron en su ayuda y donaron dinero. Lo justo, lo calculado para tirar hasta el último aliento, exigió Millvina, quien ya no tenía fuerzas para seguir vendiendo autógrafos. Millvina no quiera caridad, sólo quiere pagar sus deudas. Se supo que Celine Dion se olvidó de enviar su parte. Está claro que la memoria de Celine Dion tiene malos cimientos. Cualquier día de estos se le va a hundir mientras suena esa canción que la hizo multimillonaria, que no se parece en nada a “La chica de ayer” y que, me dicen, desde el estreno de la película es número 1 en el hit-parade para entierros y funerales.
SEIS La amnesia –motor de tantos policiales– no es más que el olvido en cámara rápida. Y el ritmo al que olvidamos está directamente relacionado con el volumen de conocimientos aprendidos. Paradoja: los que más saben son los que menos acaban sabiendo. Los que saben muy poco terminan sabiendo más o menos lo mismo de siempre. Así que mucho cuidado con esos que se enorgullecen de su memoria perfecta: muchos serán ignorantes inolvidables.
Y recuerden: podemos olvidarnos de lo que pasó pero no podemos olvidarnos de lo que –seguro, inevitablemente– nos va a terminar pasando. Y roguemos por que en nuestros adioses suene la cálida “Chica de ayer” y no la frígida “My Heart Will Go On”.
Falta menos, no se olviden.
Mientras tanto y hasta entonces, recuerden: no hagan olas.

viernes, 13 de febrero de 2009

611 - 00-09 - Papeles y cenizas - robi - red

tiene razón fernando c., es una lástima - sería - abandonar esta personal y nada solitaria empresa, ¡entusiasmate!..., repitió varias veces, dejándome saborear la pequeña dosis de acentillo mexicano que habíasumado a su señorial y perfecto decir,
después fue yoatí s., bonita como siempre, trenzas de veterana, decir agallegado..., ¿qué te cuesta?, ¿vale?, tenés que seguir..., imperativo sin orden, pura sal e ideología, algún día caerá el capitalismo.
también santiago v, los e la raba, el chiquito almanzor, irene t, tulio mauro y los demás miembros de la antigua barra lechugona raneja de guanajuato, ¡qué gente veriguá'!
bué..., empiezo con fer
veremos,
¿y si contamos de nuevo, reanudamos, segunda -realmente segunda - era, época bis, llamémosla 09. ¿qué talco ché?
c. serás 01-09 y siguientes, con alguna interrupción mía y de la raneja,
veremos,
robi
gurú

viernes, 24 de octubre de 2008

605 - Escenarios, Papelesy cenizas - Que digo yo - RB

- leo un pirulo de página, MAPUCHES - Los cineastas Mariana Aiello y Kristina Hille, directores del film Awka Liwen, de Osvaldo Bayer, llegaron al museo Leleque del Chubut, del empresario Luciano Benetton, para rodar unas escenas. La filmación había sido autorizada y el horario coordinado previamente. Pero mientras eran desplegadas las cámaras, irrumpió a los gritos el responsable del lugar. “Deben ser los mapuches”, infirió. “Tengo un arma para utilizarla”, siguió. Y en medio de insultos echó a todo el equipo. En lugar de rodaje, todo terminó con una denuncia por amenazas en la comisaría 1ª de Esquel.
* digo, el significado del ser discriminatorio insignifica,es anti semántico,o asemántico,queda en oprobiosaarticulación sintáctica, de alguna manera, sintaxis sin semántica es nazismo - no fascismo, que concuerda con una ideologización,más que con una ideología, de los deseos de clases dominates u sus seudópodas clases dominantes y lumprenazgos -.
* presentaron, Hay una laguna en el epílogo de la Segunda Guerra Mundial: si bien los Aliados condujeron una guerra clásica, heroica y victoriosa contra la Alemania expansionista, la guerra contra el nazismo jamás tuvo lugar. El fenómeno del racismo, que estuvo en la base de la guerra, no fue resuelto: fue considerado en sus formas más siniestras y reparado en sus consecuencias extremas pero no en su sustancia ni en sus orígenes.Aunque durante las décadas de 1930 y 1940 las democracias occidentales se opusieron por principio a la ideología de la Alemania nazi, eso no se tradujo en una reacción seria y concreta de rechazo y oposición contra los maltratos y las persecuciones a los judíos. Una documentación precisa e irrefutable revela las dimensiones trágicas del abandono de los judíos europeos por Occidente durante el Tercer Reich.Viviane Forrester desarrolla un enfoque novedoso acerca de la génesis del conflicto en Oriente Próximo y demuestra hasta qué punto los israelíes y los palestinos no son víctimas unos de los otros, sino que unos y otros lo son de una larga historia europea que los condujo a un conflicto artificial e interminable. En tal sentido, sostiene: "Una historia europea en la que ninguno de los dos fue el verdugo ni el culpable. Los árabes reciben el lastre, el castigo de un desastre al que son totalmente ajenos; los judíos, víctimas de este desastre, incitados, cuando no acorralados en un papel de intrusos, y sin poder ver que, aunque voluntariosos, aunque vencedores, se los había puesto en cuarentena".El crimen occidental presenta un punto de vista nuevo e inesperado acerca de la tragedia que atraviesa Oriente Próximo y permite pensar desde otra perspectiva las responsabilidades de un conflicto que parece inexorable. EL CRIMEN OCCIDENTAL, VIVIENNE FORRESTER.
* DIGO, de esos crimenes que la autora denuncia está llena la civilización incultural del neoimperialismo última etapa del capitalismo. no es el choque civilizatorio que zorramente arguyen algunos, ni una mera liquidez que necesite de freezer. es parte del principio del final, pero lo que viene no está claro, hay que construirlo deconstruyendo dialécticamente la realidad de encierro, que denunciara foucault, pero que es más amplia aún.
* dice couriel, lo escribe: LA CUESTION DE LA PROPIEDAD - En las ciencias sociales hay viejos temas que vuelven a tener vigencia, pero no hay estudios en profundidad que ayuden a comprender sus nuevas facetas y formas de funcionamiento. Son temas que en general a la derecha no le interesan, pero hacen a la historia de la izquierda. Entre ellos se destacan el de la propiedad, el de las relaciones de poder y el de la distribución del ingreso, muy estrechamente enlazados entre sí. Sobre la distribución del ingreso hay estudios empíricos descriptivos, pero faltan análisis más profundos para conocer sus causas, lo que limita la capacidad de propuestas para mejorar la justicia social. En materia de relaciones de poder hay muy pocos avances en la literatura de las ciencias sociales. Ayuda el trabajo del PNUD "La democracia en América Latina" en el que, a través de encuestas a personalidades de la política, intelectuales, gremialistas empresariales y obreros, permite abrir ventanas sobre el tema.
El tema de la propiedad es propio de la izquierda pero, con el derrumbe de la URSS, pasó a un segundo plano. Ya no están arriba de la mesa los procesos de estatizaciones y nacionalizaciones de décadas atrás aunque aparecen nuevos esfuerzos en los procesos de cambio de los actuales gobiernos de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Tampoco surgen con nitidez las fuertes modificaciones a la propiedad del régimen peruano de Velazco Alvarado con las cooperativas agropecuarias, la propiedad social y la participación de los trabajadores en el capital, la gestión y utilidades de las empresas. Probablemente el avance tecnológico le otorgue mayor relevancia a los cambios en la gestión de las empresas que a la propia propiedad de los medios de producción. Las empresas transnacionales cumplen un papel de extraordinaria influencia en el mundo de la globalización. Sus filiales expandidas por el mundo pueden tener en ocasiones cierto grado de autonomía, pero también dependen de sus casas matrices instaladas en el mundo desarrollado. Las experiencias de China, Japón y Corea del Sur, que regularon la inversión directa extranjera con el objetivo de compatibilizar los intereses de las empresas transnacionales con sus objetivos nacionales, pueden ser de mucha ayuda para las políticas con respecto al capital extranjero de los países de la región.
Para el caso de Uruguay la inversión directa extranjera puede ser positiva, sobre todo si genera nuevas actividades productivas y no son una simple transferencia de propiedad de empresas ya instaladas. Es importante asegurar que dichas empresas aporten tecnologías nuevas, capitales, mejoras en la capacidad de gestión y mercados externos para colocar rubros con el mayor agregado posible y el mayor contenido tecnológico. También es muy importante su grado de relacionamiento con el conjunto de la actividad económica a través de vínculos directos con proveedores nacionales, con el pago de impuestos al Estado, con el aprovechamiento de personal nacional de las distintas mejoras tecnológicas que contribuyen al desarrollo nacional.
Para Uruguay no hay estudios descriptivos ni interpretativos sobre la propiedad, pero el tema adquiere vigencia por una serie de indicadores de cambios de propiedad e inclusive de nuevas formas de extranjerización. Hoy aparecen indicadores que muestran que un tercio de la propiedad de la tierra ha cambiado de manos, que hay procesos de extranjerización en la industria frigorífica, en el arroz, en los lácteos, en la soja, en el sistema financiero, en la industria del papel y celulosa ­nueva y antigua­ entre otros sectores. Son elementos que muestran cambios en la propiedad, pero no necesariamente son indicadores de concentración, que seguramente pueden estar influyendo sobre la distribución del ingreso y mañana pueden ser determinantes en las relaciones de poder. Los beneficios enviados al exterior por estas empresas actualmente no son significativos, pero en una coyuntura con escasez en el mercado financiero internacional, pueden pesar si superan a las entradas de capital, como empieza a ocurrir en Brasil y Chile donde son mayores que los superávits de balanza comercial. Históricamente la presencia de estas grandes empresas transnacionales fueron determinantes de los estilos de desarrollo de los países de la región, de la composición de sus estructuras productivas, de las características de país productivo. Por ello es vital la necesidad de elaborar Proyectos Nacionales que se compatibilicen y coordinen con proyectos regionales. Resulta central la elaboración e implementación de lineamientos estratégicos abiertos y flexibles por la volatilidad de los precios internacionales y la velocidad de los cambios tecnológicos. Estos lineamientos deberán centrar la atención de una estructura productiva para la competitividad y el empleo, con una inserción internacional con rubros de mayor valor agregado y contenido tecnológico. De esta manera se conforma un país productivo, gran desafío para el próximo gobierno, en el que la presencia de empresarios nacionales es central. No hay proyecto nacional sin empresarios propietarios nacionales. Pero en la actualidad parecería que los propietarios nacionales están más preocupados por sus rentas financieras que por su contribución al desarrollo nacional. Es lo que surge de las continuas ventas de empresas nacionales.
En este contexto de proyecto nacional, de existencia de lineamientos estratégicos que marquen el futuro del país productivo, se inscribe la inversión directa extranjera y la política a desarrollar con respecto a la misma. Para recibirla y para controlarla. Para compatibilizar sus lógicos objetivos de ganancia con los intereses nacionales. Para que del accionar de las empresas transnacionales no surjan las características de la estrategia económica nacional ni nuestro estilo de desarrollo.
Este también puede ser un tema del Mercosur, para definir políticas comunes con respecto al capital extranjero que ayuden a mejorar las asimetrías actuales. También para hacer efectivas negociaciones comunes y conjuntas con dichas empresas. Inclusive, como lo propusimos en el año 2005, para que todos los países del Mercosur adopten tratados de inversión similares con los países desarrollados. En esencia, sin proyecto nacional, sin estrategias nacionales se limitan las posibilidades y, sobre todo, la efectividad de políticas con respecto a la inversión directa extranjera.
Otras formas de propiedad social, inclusive las cooperativas, siempre están presentes en el pensamiento de la izquierda pero no han alcanzado avances significativos.
* una perspectiva que, por lo menos, abre dos tareas inmediatas. una, resolver de una vez por todas el carácter social de la propiedad. dos, considerar el papel cultural de la redistribución, asignación y posesión de la propiedad edilicia, domiciliar, y la de la tierra, agropecuaria y extractiva, bajo dependencia de un estado socialista, no burocrático, eficiente, eficaz y dinámico en sus estructuras, toma de decisiones y rotación de dirigentes y mandos, sin que se constituyan en escenarios de clases ocupantes ni de inteligentzias iluminadas, propensas a fundar mesianismos desreguladores.

604 - Papeles y cenizas - Lo eterno del fútbol - Fernando Caputi

El arco sigue fijo donde siempre estuvo

En el avión con destino a México ‘70, mi vecino de asiento se declaraba encantado de hablar sobre fútbol, confiando su admiración por los uruguayos Andreolo, “gran jugador” (campeón del mundo con la selección de su país, Italia) “a quien una vez tuve que expulsar en el torneo local por protestar”, y Ghiggia (“¿Cubilla es mejor?” preguntaba, incrédulo ante una posible respuesta afirmativa).
Giuseppe Fois, árbitro de alto prestigio internacional entre 1927/47, no afirmó expresamente que Schiaffino fuese el mejor del mundo –”tenía mucho acá”, adujo, señalando la zona cerebral–, pero lo dio a entender.
Yo sabía lo suficiente del ex notable estratega por haberlo visto jugar en el Centenario con aquella máquina del Peñarol ‘49 y en el Milan del ‘58, amén de vivir, gracias al milagro de la radio, la gloria de Maracaná ‘50 y el luto nacional de Suiza ‘54, cuando, en el alargue del partido del siglo ante Hungría, cayera por 4-2 el invicto de tres décadas mantenido por Uruguay en juegos olímpicos y mundiales, competencias supremas exactamente equivalentes.
Mi duda era saber si en el túnel del tiempo Pepe –del que incluso se comentaba que el hermano Pedro era superior– compitió en categoría con Héctor Scarone, para muchos de mis mayores el mejor de la historia (yo, chiquilín, jugué informalmente con él, veterano, en el Club Nacional de Regatas, y doy fe de su infalible sapiencia) o el Walter Gómez de pasmosa etapa con River Plate argentino, preguntándome si Omar Oscar Míguez pudo haber disputado el oro en ese podio de no incurrir, a intervalos regulares que lo mostraban irregular, en excesos de su exclusivo malabarismo peloteril.
Pero, entre los que vi, el por lejos mayor crack de todos los tiempos fue Rinaldo Martino, ex San Lorenzo, en su pasaje por Nacional al comenzar la segunda mitad del siglo XX, transformando en scorerers a cuanto delantero jugó a su lado, dando vuelta una derrota clásica con tres inolvidables goles de autoría directa que en el entretiempo condicionó a recibir –y por cierto recibió– la fortuna extra de $ 200 o, simplemente, como “nueve y diez” a la vez, dedicado a arrancar desde su defensa para armar un juego total avasallante, revolución que por deliberado error años después se atribuyera a su compatriota Alfredo Di Stéfano en el mucho más publicitado Real Madrid que compartían nuestros conocidos Santamaría, Rial y Rogelio Domínguez, Kopa, Puskas, Gento y otros fenómenos reunidos en un dream team cuyo único antecedente era, a la fecha, el Millonarios colombiano de Raúl Pini y Bibiano Zapirain.
A posteriori, también pude admirar en directo a Pelé (él mismo me reconocía que las defensas uruguayas en general lo anulaban marcando encima pero sin fouls, quedando en México a cargo de Gerson, más que él, la decisiva gravitación para que Brasil obtuviera ese mundial) y al no menos virtuoso pero más combativo Maradona, insuperables para quienes, más jóvenes, no vieron a Martino.
Por todo esto, hoy soy escéptico, porque sumado el nuevo milagro de la TV que permite viajar sin salir de casa y así ensanchar el espectro, aunque la modalidad de cable la dominan y manejan los argentinos, si bien a menudo me aburren y/o adormecen mejor que cualquier pastilla los cuchus, brujitas y otras infladas estrellas que no pasan de caricatura o remedo de aquellos sus coterráneos que en los 40, 50, 60 y algo los 70, aún sin pasar de campeonas morales (tiempo del manido “Ataca Argentina, gol uruguayo”), por su técnica maravillaban.
En el fútbol local también son históricas las vacantes para quienes le peguen con talento a la pelota o, mientras amagan a su alrededor, conciban genialidades. Ahora, el mayor protagonismo radica en empresarios 4x4 (todo terreno); árbitros im-prudentes o los de figuración continental, servidores de la pretendida supremacía de dos países grandes; un comentarista que interpreta la ley del offside y otras polémicas a su antojo sin advertir que la imagen denuncia cuál es el equipo de sus fanáticos amores que busca beneficiar; relatores que parecen nunca haber pisado una cancha como jugadores (buenos, regulares o pataduras), pues el “gran pase a la punta” que describen se pierde irremediablemente afuera, “peligrosos centros” rara vez caen en la olla como antiguamente, y el “notable remate desde lejos” en verdad termina dirigido a un quinto piso con respecto al arco, que, sin embargo, sigue fijo, inamovible, en la planta baja.
Después de las correspondientes recorridas in situ, también defiendo mi berretín de afirmar que por la pródiga cantidad de títulos, canchas y campitos en función de escuetas superficie y población, el verdadero país del fútbol no es, como tanto se oye invocar, uno de ambos inmensos territorios contiguos sino, en rigor, esta tan planita y humilde república celestona, cuya única culpa está en demorar demasiado su simple retorno a las raíces.

lunes, 15 de septiembre de 2008

594 - Papeles y cenizas - “Collas de mierda” - Sandra Russo

* los ecos que llegan desde Bolivia: de 

un racismo inadmisible e implacable.

* más Morales - Juan Sasturain

El excelente documental de Emilio Cartoy Díaz, Bolivia para todos, que sigue circulando en debates y encuentros para analizar la crisis que se agudizó radicalmente esta semana, permite tomar nota sensible de lo que las palabras y las fotos no llegan a transmitir. Las notas de la televisión tampoco. Cabe preguntarse ahora que las papas queman y hay muertos, desde dónde se mira la crisis boliviana. Los noticieros hablan del tema de una manera pasteurizada, como si se tratara de “querer” o “no querer” a Evo Morales, presidente legítimo y relegitimado.

Uno de los hallazgos del documental es haber registrado no sólo el aquelarre del racismo más repugnante, sino la manera en que la propia televisión boliviana fue adaptándose para informar sobre la rebelión de los departamentos “blancos”. Un docente que vio el documental me decía el sábado que se había sentido estúpido de pronto, al advertir que había “comprado” la información en sachet que dan los grandes medios: se había hecho la idea de que Santa Cruz, Pando, Beni, Cochabamba, en fin, los lugares desde los que se reclama la autonomía, eran “opositores en bloque”, territorios ficticios en los que el rechazo a Morales brotaba de mayorías con otras ideas e intereses. Y precisamente porque en cada uno de esos departamentos hay miles y miles de partidarios de Evo Morales que están siendo censurados, perseguidos, amenazados y ahora asesinados, como los militantes de Pando, es que la crisis tiene otra cara, una mueca monstruosa que sin embargo no sale por tevé.

En el trabajo de Cartoy Díaz también se puede ver cómo la pantalla partida de la televisión boliviana comenzó a producir un efecto erosionante del poder presidencial. Normalmente, cuando habla un presidente su investidura reclama la pantalla entera. No fue eso lo que le cedió la televisión, que comenzó a dividir los planos y a incluir ventanas en las que, al mismo tiempo que se veía a Morales, se veía también a los prefectos de Santa Cruz o Cochabamba diciendo lo suyo. La pantalla se desmembró antes que el país. La pantalla fue la primera en bajar la estatura presidencial. Y esa pantalla nos recuerda otras pantallas partidas. Que cada cual recuerde.

El desprecio sin fondo que los bolivianos blancos sienten por los collas y por las diferentes etnias originarias del país es una herramienta política que tiene como objetivo y presa el capital. En ese sentido, no hay desprecio histórico sin botín en el medio. Los sentimientos colectivos de manipulación, doblegación y exterminio siempre han servido de impulso para que los portadores del odio puedan quedarse con todo. El racismo, en fin, es apenas un instrumento económico. Pero sostenerlo, sentirlo, experimentarlo, demanda una preparación de siglos que permanece intacta. Las que hoy tratan de imponerse en Bolivia son subjetividades melladas en su forma y fondo por una visión del Otro Degradado, expropiado de sus derechos y reivindicaciones. ¿La democracia? Una excusa reemplazable por alguna otra forma de gobierno que deje cada cosa en su lugar.

“Fuera collas de mierda”, rezaba una pared en Santa Cruz. No era sólo una pared. Eran muchas paredes. Eran gritos también. Mucha gente como la gente gritando “fuera collas de mierda”. Lo que se cocina en Bolivia no es sólo un golpe de Estado en alguna de sus formas posibles. No es sólo un intento desesperado de los dueños del dinero por retener sus privilegios y su statu quo. Es un extracto de infamia, una muestra del veneno histórico inoculado año tras año en un país que hasta hace poco tenía un presidente que no hablaba bien el castellano, y no porque fuera colla.

La cocina ideológica y emocional de la reacción contra Evo Morales hace pensar en que cada crimen que tuvo o tenga lugar en Bolivia es de lesa humanidad

Morales - Juan Sasturain

El caso de Bolivia nos plantea

lo que se dicen cuestiones morales:

quedarse sota, mirar neutrales

o abrir la boca, optar en la pelea.

El caso de Morales nos recrea

el de Allende, porque son iguales

causas, métodos y hasta los rivales:

es gente linda contra gente fea.

Que si Evo cae –digo, es un decir–

qué historia nueva con qué verso viejo.

Que si Bolivia –digo, es un sentir–

cae negra, tropieza en su pellejo,

chola, pelada por filo de sufrir...

Qué vergüenza en el verso de Vallejo.

lunes, 8 de septiembre de 2008

578- Papeles y cenizas - El rescate de Julius Fucik, una figura olvidada - Facundo García

El alegato de un idealista
Capturado por los nazis, el militante checo
escribió en cautiverio un texto estremecedor
y emblemático: Reportaje desde el patíbulo.

Hoy se cumplen 65 años del asesinato de Fucik.
Fue en Berlín, hace hoy exactamente sesenta y cinco años. En medio de la noche y el silencio de la cárcel, el prisionero checo Julius Fucik entonaba a los gritos “La Internacional” mientras esperaba su ejecución. Dicen que los nazis tuvieron que amordazarlo para que se callara. Cuando salió el sol se cumplió la sentencia, y en el suelo quedaron los restos de lo que había sido un idealista. Fucik, sin embargo, ya vivía en otra parte: las torturas y el cautiverio no le habían impedido escribir uno de los textos más potentes que puedan leerse sobre la resistencia al autoritarismo, su olvidado Reportaje desde el patíbulo.
Esas páginas rescatadas de celdas mugrosas –que no hace mucho fueron reeditadas en Argentina por Punto Crítico– se fusionaron de tal manera con el recuerdo de su creador que es imposible separar sus historias. En 1939, Hitler ordenó la invasión de Checoslovaquia ante la indiferencia de las potencias occidentales. Por entonces Fucik –de origen obrero– ya era un intelectual comprometido, y la descripción que hacía sobre el despertar de su vocación se confirmaría luego en Reportaje desde el patíbulo: “Me di cuenta de que había libros que hablaban y otros que eran mudos. Decidí, por consiguiente, que debía luchar porque no existieran libros mudos o mentirosos. Me lo propuse como mi tarea en la batalla por un mundo mejor”, contaba el escritor y periodista.
A dos años de la ocupación, casi todo el Comité Central del Partido Comunista Checoslovaco había caído en manos de la Gestapo. A Fucik lo capturaron poco después, y lo encerraron en la cárcel de Pánkrac. Ahí se enfrentó a los dilemas de la tortura y la ambivalencia de los guardias, y de hecho fue gracias a uno de ellos –un tal Adolf Kolinsky– que consiguió papel y lápiz. Equipo mínimo contra el aparato que desgajaba su cuerpo, y sin embargo suficiente para repetir las palabras que lo harían célebre: “He vivido por la alegría, por la alegría he ido al combate y por la alegría muero. Que la tristeza no sea nunca unida a mi nombre”.
A lo largo del siglo lo siguieron lectores ilustres. Carlos Bermúdez Rodríguez, uno de los guerrilleros que desembarcaron en Cuba en 1956, cuenta que poco antes de abordar el Granma acompañó al Che a una librería y que éste le regaló el famoso Reportaje como una forma de introducirlo a los tiempos que vendrían. Por otro lado, Pablo Neruda no llegó a conocer a Fucik, pero lo admiró y compartió con él las mismas dosis de idealismo e ingenuidad frente a la dictadura estalinista. En el quinto libro de Las uvas y el viento (1954) lo retrató: “el clandestino de la medianoche/ y el alba organizada/ la circular que mancha/ con su tinta fresca/ y así calle tras calle/ Fucik, con tus consignas/ Fucik, con tus folletos/ con tu viejo sombrero/ sin orgullo/ ni humildad”.
Por aquí también prendió la semilla. Eduardo Luis Duhalde ha apuntado que “Reportaje fue libro de lectura casi obligatoria para los jóvenes argentinos de los sesenta y los setenta”, incluidos aquellos que perdieron la vida y sufrieron en carne propia la locura genocida.
Sólo en idioma checo se publicaron un millón de ejemplares de la obra, y eso trajo sus consecuencias. Manipulada como modelo durante la guerra fría, la figura de Fucik fue progresivamente bastardeada a medida que se desmoronaba el bloque socialista. A Daniel Silber, docente y presidente de la Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina, no le sorprende ese ensañamiento. “Tras el proceso de retorno al capitalismo ocurrido en los países de Europa central y oriental, difícilmente los ámbitos oficiales promuevan una figura tan definida –analiza–. Sería muy contraproducente mostrar a un comunista como un patriota de cabo a rabo, sin dobleces, firme en sus convicciones e invencible ante el enemigo.”
La última tanda de reflexiones que alcanzó a garabatear Fucik data del 9 de junio de 1943. Ese día se despachó con dieciséis carillas. “Un cinturón cuelga ante mi celda. Mi propio cinturón. El signo de la partida”, observó. Sus hojas salieron de la prisión a escondidas y él fue conducido a Berlín para enfrentar un juicio en el que –según el historiador inglés John Callow– hasta su propia defensa pidió la pena máxima.
Terminada la Segunda Guerra, el guardia Kolinsky buscó a Augustina –la viuda del autor, que acababa de salir de un campo de concentración– y le entregó los manuscritos. Al ordenarlos cronológicamente leyó la última oración que habían trazado las manos de su esposo: “Hombres, yo los amé ¡Estén alertas!”.

577 - Papeles y cenizas - Pino Solanas, un aguafuerte - Horacio González

* pido perdón a página por el exceso, y a mis
pequeños docentes de cursillo - gonzález y
pino -, en épocas del reduccionismo
menemcavallista, y gracias por contribuir
a un innoto hombre nuevo, que en algún
lado está creciendo, red
En el bar Gandini de Olivos –creo que aún sigue allí, en una de las esquinas de la plaza—, el joven hijo de un médico del barrio, Fernando Solanas, a quien ya le decían Pino, escuchaba a Raúl Scalabrini Ortiz, que vivía a media cuadra. Difícil imaginar hoy esa escena. Ha pasado más de medio siglo. Seguramente, desfilaban las historias del ferrocarril argentino y de los planes para generar un ámbito emancipado para las políticas petrolíferas del país. Scalabrini era un intelectual que deseaba revelar las formas soterradas y reprimidas de la vida nacional, encubiertas por un conjunto de relaciones de dominación que generaba una cultura tan poderosa como falsa. Había que denunciarla. En su estilo atormentado, Scalabrini se colocaba como uno de los máximos exponentes de la figura del paladín que cargaba sobre sus hombros la tarea de una gran denuncia, tanto frente a los impostores como frente a los que aún no sabían o no se animaban a ver. Lugones, Walsh, Viñas, Cooke, Bayer, Martínez Estrada, Jauretche, Carlos Astrada, Fermín Chávez, Scalabrini, Rozitchner, Galasso y públicamente el primer Borges –aunque secretamente, y si se lo consulta en profundidad, todo Borges—, cada uno en su estilo, con su gracejo peculiar y en su propio ámbito, expresaron y expresan al adalid solitario que sabe pararse frente a una cohibición, una injusticia o un descarrío para alertar al común, emprender la patriada e imaginar la reparación.
Pino Solanas recoge en el cine este diversificado legado, que al cabo es el que tiene la nación argentina contemporánea para reconocerse en sus luchas. Primero, se había propuesto el cine publicitario, y ya con una suficiente dosis de experiencia a cuestas se internó, para no abandonarlo nunca, en el cine político. Muchos vieron en La hora de los hornos, el film por el cual lo llevan en andas, junto a Gettino, en la ciudad de Pesaro, Italia, donde se realiza el festival internacional de 1967, una influencia de Eisenstein; otros, de los estilos publicitarios. Bruscos choques de planos, pasajes inesperados de lo épico a lo emotivo, utilización del sarcasmo y el contraste irónico, apelación existencialista al espectador, eran los recursos del film. En esa agitación subyacían las extrañas simetrías que había inventado el autor del Potemkim. Las sigilosas proyecciones del film organizadas por militantes en todo el país ponían al cine en la historia, no solo por su tema, su método o su estética, sino por su apuesta a construir una mirada colectiva y un compromiso con el acto mismo que protagonizaba el espectador. Con los años, las retóricas publicitarias podían ser interpretadas con autonomía de los signos fetichistas del mercado, y suministraban apoyatura a la lengua política de reparación nacional.
Los audaces contrapuntos de La hora de los hornos –de montaje, de sonido, de aceleración y inmovilidad, de borrosos enfoques generales y primeros planos, de gravedad y de ironía—, pusieron a Solanas en los rumbos del cine militante mundial, lo que Pino refrenda pocos años después con Los hijos de Fierro, una historia épica de cuño martinfierresco pero ambientada en una desvanecida ciudad industrial. El tono de payada se fusionaba con los signos de la resistencia peronista. El uso arriesgado de alegorías gauchescas en ámbitos dislocados históricamente suponía la invocación del relato hernandiano en el seno de una épica de modernos luchadores sociales. Estos surgían metafóricamente de los libros de historia y filosofía. Solanas había consultado al gran filósofo Carlos Astrada para avalar su coincidente interpretación del mito gaucho. Así, la apelación a una picaresca popular como sostén de modernas y ancestrales insurgencias colectivas, colocaba a Los hijos de Fierro como un film sostenido en esteticismos de vanguardia y a la vez en una historicidad que retomaba la elevada herencia populista de la historia nacional.
Solanas acompañó todo el ciclo de la historia argentina contemporánea con otros films insinuantes, en paralelismo sugerente con los avatares nacionales. El exilio de Gardel trató la cuestión de los argentinos en el exterior con los utensilios de una leyenda sanmartiniana mirada con un envío coreográfico de evocación tanguera; Sur trató la cuestión de la vida resistente en tiempos de cierre político, mostrando a personajes de ensueño tejiendo su escarpada vida emotiva en el seno de las acechanzas dictatoriales; El viaje se adentró en las tribulaciones latinoamericanas de un joven en viaje iniciático, que encarnaba un arquetipo social en busca de un tesoro perdido, familiar y redencionista; La nube trató la idea de un sujeto nacional dramático encarnado en personajes teatrales que buscan su identidad expresiva al mismo tiempo que combatían contra las políticas privatizadoras reinantes.
Mientras estaba filmando El viaje –en 1992– a la salida del estudio de filmación Cinecolor, Solanas es baleado por sicarios que disparan a las piernas, en una clara advertencia de índole mafiosa y que seguramente estaba decretada desde las tinieblas de esos mundos políticos sobre los que era fácil imaginar su irrevocable catadura. Ingresará Solanas a la política como denuncista calificado de las artes menemistas –a Menem lo había pintado como el “Doctor Rana” de una de sus películas—, y desde entonces traza su itinerario vital entre el cine de fuertes arquetipos sociales y la creación de personajes redentistas –los “nadies”—, un testimonialismo extraído de las pasiones purificadoras de las pequeñas criaturas carentes de recursos pero que son simbólicos reservorios de dignidad social. Como se sabe, también cultiva Solanas una visión heroica de la construcción científica nacional. En Argentina latente, el ideal científico se confunde con la herencia de las épicas nacionales, en cuyos pliegues internos conviven los tonos sacrificiales del intelectual scalabriniano y desde luego, la gesta de los saberes técnicos necesarios también para redimir la materia nacional enclaustrada: el petróleo, los minerales, el gas, los ferrocarriles desmantelados.
Solanas es el portaestandarte de una vieja pasión nacional, el hombre que da testimonio y ejerce en la puntualidad dramática de la política, el papel de representante del agonismo que considera formativo de la raíz misma de la vida nacional. Ese agonismo legendario sería el que hay que suscitar en los nuevos ciclos históricos resquebrajados, y de cuya reparación anunciada depende el curso futuro de una historia. Con estas elaboraciones, Pino Solanas se convierte en el ícono patrimonial del intelectual que agoniza en el mundo de la ideas reparadoras y resurge con su destino anímico asociado al de las condiciones realizadoras del “sueño nacional”. Pino, con su Argentina latente –y ahora con La última estación– encarna la promesa irrupcional scalabriniana, los sueños escuchados en aquel bar de su juventud. Lo hace de un modo que hoy reconocemos como único, pues sus películas de artesano de la épica colectiva y su propia historia personal mantienen el punto de conjunción de una rara historicidad. Muchas cosas que le pasan son las que filma y viceversa. Sé que todos saben esto y no habría sido necesario escribir estas líneas –digamos: un aguafuerte—, si el encrespado oleaje de la política nacional no olvidase demasiadas veces la manera digna en que los estimables nombres del via crucis argentino exponen sus rasgos pasionales y la honorabilidad de su arte.
el autor es sociólogo, director de la Biblioteca Nacional

miércoles, 3 de septiembre de 2008

558 - Papeles y cenizas - De rostros y avisos - Daniel Goldman

* ningún duelo es un acto privado. Siempre es público y revela la condición social que también nos constituye como personas en cuanto a nuestra calidad humana y en nuestro vínculo con las memorias individuales y colectivas, como así también con nuestros olvidos intencionales y de los otros, advierte el rabino autor de esta imperdible, dudé en ubicarla en alkimia o polis, me decidi por p&c, red

Entre otras, la tarea pastoral me conduce a diario a la ecuación de la muerte como vicisitud de despojo ante las pérdidas y la gente que ama. La vulnerabilidad a la que el deudo queda sometido y el abandono que se produce es bien traducido por Freud al decir que cuando perdemos a alguien no siempre sabemos qué es lo que perdimos en esa persona. El dolor del duelo implica reconocer que algo se extravió y ya no todo es lo mismo, ni lo será. Fue desde ese espacio de pérdida pero fundamentalmente amalgamada con esperanza que, en su momento, una de las cosas que me condujeron a PáginaI12 tuvo que ver con los avisos diarios sobre los desaparecidos, de modo tal que el esfuerzo de familiares y amigos por mostrar el rostro de la denuncia de un duelo sin cuerpo, hecho de manera gráfica, fuera uno de los modos de sacudir a nuestra sociedad para no olvidar la tragedia que la asoló. En este sentido, la memoria es un vehículo de articulación con la lucha por la reivindicación del profundo derecho humano de la vida, siendo que toda ética social se basa en la memoria, y de manera inversa, toda memoria se basa en una ética social. Veinte años, en su cotidianidad confrontándonos con las caras de quienes fueron los contemporáneos de nuestro ayer, y que hoy se asemejan de modo etéreo, en la tersura de la piel, a los rostros de nuestros hijos, me sigue proponiendo cada día una sensación de escándalo interior en el devenir de una historia que no puede vacilar en su relato objetivo en cuanto al papel de la responsabilidad del Estado. Fundamentalmente el lugar de los organismos de derechos humanos tuvo y sigue teniendo que ver con el señalamiento de la culpabilidad del Estado en la tarea de la desaparición. Esta premisa básica no puede ser sometida a ningún debate, ni a ninguna forma de revisión subjetiva u objetiva de la historia, ya que gobernar, entre otras cosas, significa legitimar el derecho y sus instituciones, preservando la vida de quienes participan de la sociedad. Quien no lo hizo debe ser condenado, si es que la Justicia así lo entiende luego de un juicio previo y justo, oportunidad que no tuvo el desaparecido en su garantía como sujeto de derecho. Y alrededor de esto no existen dos relatos. Este principio se vincula con la ética a la que hacía referencia anteriormente.
Volviendo de modo genérico al tema de los avisos gráficos, en materia de recuerdos cotidianos, los de Página no son fúnebres, ya que esta categoría está vinculada con la muerte y no con la desaparición. Por lo tanto queda claro que la intención de honrar en los avisos creados por Página converge con el acto de seguir estremeciendo sin abandonar la denuncia.
Retomando lo fúnebre, distinto y tradicional es el caso de la mayoría de los periódicos que, en un lugar disipado de las últimas hojas, reservan un espacio para esos avisos como forma de enlazar la muerte con la vida, con la única intención explícita de asignar subjetivamente la honra del fallecido en principio, sin ningún tipo de demanda social. Quienes, por curiosidad o por otras razones (hasta inclusive morbosas), leemos diariamente los nombres de quienes fallecieron con los detalles de quienes se solidarizan con su familia, podemos descubrir en esa forma pública de expresión una red de sentimientos, amistades y obligaciones.
Y si bien el aviso fúnebre no es lo mismo que la necrológica, que hasta desarrolló una suerte de género literario por sí mismo, se emparienta de alguna manera y se cruza con ella. El bien recordado Pereira, protagonista de la novela de Antonio Tabucchi, es un escritor de obituarios, que contrata a Monteiro Ro-ssi para que lo acompañe en su tarea periodística. El primer artículo escrito por Monteiro trata sobre la muerte de García Lorca, sobre el cual Pereira muestra insatisfacción ya que entiende que no les corresponde a los diarios relatar cómo ha muerto y en qué circunstancias, sino simplemente decir que murió. Pero Monteiro Rossi es un hombre comprometido políticamente y ve las cosas de un modo diferente de como las ve Pereira.
Yendo más atrás, en el idioma hebreo, la palabra “hesped” caracteriza a toda una manera laudatoria de dirigir a los vivos la memoria del muerto con las más conmovedoras palabras con las que cada uno de nosotros nos sentiríamos agradados para superar nuestro propio olvido. Esto mismo se repite en casi todas las culturas.
Volviendo a los avisos fúnebres, me atrevería a sostener que colocarlo en un diario implica la expresión por el lamento de la pérdida, al que se le añaden otras dos categorías: la publicitación en sociedad y la condolencia con los deudos.
La condolencia resulta una categoría sumamente profunda, porque significa establecer un lazo existencial de sintonía en el mismo rango de dolor con un otro. “Condoler” es “doler con”. Es decir, la expresión ontológica que, más allá de un sufrimiento, genuinamente grita mi “yo” con “otro” por la misma causa. Por eso la acción de condoler resulta uno de los mayores actos de sinceridad. Con alguien con quien me enfrento de manera raigal desde mis sentimientos e ideológicamente, no me puedo condoler, y sí puedo hacerlo con quien no me quiero diferenciar. Todorov decía que la memoria ejemplar no hace desaparecer la identidad de los hechos, sino que los pone en relación unos con otros, establece comparaciones que permiten distinguir las similitudes y las diferencias. La memoria expresiva de con-dolencia hace que me una al otro, y es su ausencia la que puede diferenciarme radicalmente de ese otro. Valga como ejemplo el viernes pasado, en el que algunos avisos fúnebres consignaban el fallecimiento de la esposa de José Martínez de Hoz. Más allá de esta costumbre que también demuestra un carácter de piedad que puede no reivindicar a otro sino a uno mismo, en esta suerte de redes condolientes se podrían comprender lazos, vínculos, afinidades y la trama de una historia que sigue estando presente. Tal vez cometa una equivocación conceptual, ya que desde el lugar espiritual puedo apelar al sentimiento religioso de misericordia “por” la muerte de la esposa, pero no podría condolerme “con” un personaje como Martínez de Hoz. Humildemente, invocando la coherencia entre sentimientos y conductas, considero que condolerse con Martínez de Hoz es incompatible con el ser democrático. Expresar de manera pública esa condolencia dice mucho del quién es quién y en qué lugar se ubica cada uno. Obviamente ningún duelo es un acto privado. Siempre es público y revela la condición social que también nos constituye como personas en cuanto a nuestra calidad humana y en nuestro vínculo con las memorias individuales y colectivas, como así también con nuestros olvidos intencionales y de los otros.

lunes, 25 de agosto de 2008

544 Papeles y cenizas - El nazi sudaca - Rodolfo Omar Serio

* un personaje grotesco que sin embargo aflora junto con otros racismos.

Figurita repetida en el álbum del realismo mágico, el nazi sudaca es el arquetipo de la barbarie que pide a gritos “civilización” y escupe un poco. La historia del nazismo en Sudamérica es corta: en las épocas en que Hitler gobernaba Alemania, el nacionalsocialismo no suscitaba grandes simpatías en nuestra región, a excepción de los ejércitos, su institución por excelencia. Durante los largos años ’40, la Argentina se debatía entre declararse a favor del Eje (posición sostenida por la mayoría de los generales) o continuar con la exportación de carne a Inglaterra, tal como lo requerían los terratenientes. En parte, gracias al ingenio y la influencia de Roberto Noble –estanciero, político y fundador del Gran Diario– la situación se resolvió en la neutralidad hasta casi finales de la guerra, posición que no terminó de convencer a nadie. Desde entonces, el nazismo ha abandonado la impostura de elite y se ha diseminado, atomizado, con adaptaciones locales tan particulares como absurdas.
El nazi sudaca es digno del Manual de Zonceras de Jauretche. Desconoce los principios básicos de la ideología que se supone sustenta sus pensamientos: la revancha de lo particular contra lo universal, de lo nacional contra lo internacional. Por el contrario, no se le puede atribuir con mucho acierto el adjetivo nacionalista: históricamente se ha sentido identificado con los países del Primer Mundo más que con su propia nación. Su definición de lo propio lleva la impronta del deseo de ser lo otro; es ultranacionalista, pero de países que no son el suyo.
A partir de entonces, las contradicciones y los delirios de su componente sudaca comienzan a aflorar: si el nacionalsocialismo surge como un numeroso movimiento de masas antiburgués, el nazi sudaca ve al número y a la masa como el origen de su frustración, al tiempo que es burgués o anhela serlo. Si, como sostiene el historiador Furet, el fascismo surge como la revancha del pueblo contra la clase, el nazi sudaca tiene aspiraciones de clase aunque provenga del pueblo. Suma a su escuela del horror su admiración incondicional por los EE.UU. y su política exterior: gran condimento para la cocina del ridículo, si se tiene en cuenta que su aporte fue determinante para destruir al régimen.
El nazi alemán sustenta su particularidad en una idea fundante: la raza. Admira la raza aria, a la cual pertenece. Al nazi sudaca le alcanza con comprarse un ovejero alemán para su quinta. Los ojos profundamente azules de su gato siamés lo miran con asombro: en el mejor de los casos, proviene de las “familias patricias”, invento local para renombrar a los viejos contrabandistas que comerciaban con Inglaterra a escondidas durante el Virreinato.
En ojos europeos, el nazi sudaca es un subproducto de sus desechos migratorios, apenas un sucedáneo, una destilación exótica de sus lacras sociales. No proviene de un gran imperio, no ha asolado continentes enteros en su vieja historia, ni siquiera posee un idioma propio. En palabras de Hegel, es reflejo de vida ajena. Su canciller Bismarck es Roca, y su Tercer Reich, el menemismo (y sus equivalentes a lo largo de la región).
El nazi alemán se une a las SS, sale y mata. El nazi sudaca pide ayuda: picanas locales o CIA, lo mismo da. El nazi alemán cita, orgulloso, a Goethe. El nazi sudaca siempre responde “Borges” cuando le preguntan qué lee, aunque no lea. El nacionalsocialismo alemán ha contado en sus filas con pensadores de la talla de Martin Heidegger, rector de la Universidad de Friburgo durante el régimen. El nazi sudaca funda su escuela ideológica en el taxi. Su Leni Riefenstahl es Cecilia Pando.
Negros de alma
El nazi alemán centra su odio en el judío, y en forma secundaria, el negro, a quien considera con inferioridad intelectual, pero admira por la pureza de su raza. El nazi sudaca “tiene amigos judíos” y se jacta en afirmar que no tiene nada en contra de los negros “de raza”. De aquí que, en ausencia de negros “de raza” –que “felizmente las continuas guerras han exterminado”, como afirma Sarmiento en su Facundo–, se las arregle para inventar una nueva categoría sociológica: el negro “de alma”.
La idea original que insufla fundamentos al nazismo es sustituida por un ingenio casi goebbeliano: si para los nazis la impureza de raza era una cuestión genética, biológica y objetiva, para el nazi sudaca el negro “de alma” es sartreano: producto y sujeto de sus elecciones, es así porque quiere, elige con cada acto su barbarie.
La veneración nacionalista de un Otro extranjero y un odio copiado a su Otro local lo constituyen. Lo ridículo de su patetismo es el único elemento que aglutina la legión de nazis sudacas. Eterno generador de déficit económico y simbólico, el nazi sudaca toma prestado hasta su odio. Tristemente, aún no ha entendido que si Hitler tuviera la oportunidad, no dudaría en matarlo.
Mientras tanto, desairado hasta por Mengele, el nazi sudaca tiene problemas para comprender que tal como está planteada la ideología que embandera, se es de la raza superior o no se es. No se puede ser nazi por opción, y menos, fuera de Europa. Sólo quedan entradas para el concierto del resentimiento: las de Wagner se agotaron.
* Lic. en Comunicación / Posgrado en Gestión Cultural.

lunes, 11 de agosto de 2008

534 - Papeles y cenizas - Pide Paul Newman que lo dejen morir en casa - redacción crónica de hoy, méxico df

A sus 83 años, Paul Newman ve cómo su vida se acerca al final, después de que un cáncer de pulmón le ganara la batalla. Y para cuando llegue ese momento, en unas semanas, según los médicos, el actor quiere que todo sea en la intimidad de su hogar y no en la fría habitación de un hospital. Así, hace unos días salió acompañado de su mujer y sus hijas del Weill Cornell Medical Centre en Nueva York, en donde permanecía ingresado, visiblemente delgado, frágil y en silla de ruedas. “Paul no quería morir en el hospital y su mujer Joanne y sus hijas están a su lado”, señaló una fuente al periódico británico Daily Mail. Según esta misma fuente, Newman creyó que éste era el mejor momento de regresar a su hogar, después de haber organizado todos sus asuntos antes de morir. Reportes de la prensa estadunidense, aseguran que fue fumador consuetudinario y esa afición muchas veces la explotó en la pantalla grande, pero le fue diagnosticado, en junio pasado, cáncer pulmonar terminal, aunque su representante negó esas versiones.Se ha hablado mucho sobre cuáles serían las últimas voluntades del galardonado actor, ya que se dijo que hubo tensión entre sus hijas en torno a la herencia de su gran fortuna. Además, se hizo público que Newman donó su Ferrari de competición con el número 82 a un viejo amigo, algo que no sentó bien a su familia. Sin embargo, el conquistador de los años 60 estuvo en todo momento arropado por su mujer y sus hijas en su dura decisión de volver a casa en estos momentos y parece que su relación es cordial, a pesar de los rumores. Una leyenda indomable. Newman se casó por segunda vez con su actual esposa antes de convertirse en una estrella, en 1958, con la que tuvo tres hijas (tiene otras dos de su primer matrimonio).Su consagración definitiva como estrella de Hollywood se da en 1966 con su participación en una superproducción de cine negro que hace historia: Harper, detective privado, de Jack Smight, la cual provoca una renovación en un género que ya estaba en decadencia, pero con este filme se actualiza y se reinventa, y es así como se inicia un subgénero en el que también participa Frank Sinatra.A partir de entonces Newman comenzó su andadura en la industria hollywoodense, tras su gran éxito con la película La gata sobre el tejado de zinc, una trayectoria que culminaría en 1985 tras ganar el Oscar Honorífico, a pesar de que continuaría con su carrera unos cuantos años más.Fué Nueve veces nominado al oscarPaul Newman ha sido nueve veces nominado al Oscar de la Academia como actor.Su debut como director fue con el corto On the harmfulness of tobacco en 1961.Se le concedió el premio especial de la Academia, Premio Humanitario Jean Hersholt, en 1994.También fue nominado en 2003 al Emmy por su interpretación en Our town.En 2005 ganó el Premio Emmy al mejor actor de reparto por su papel en la lujosa miniserie Empire falls.En 2006 ganó el Globo de Oro como mejor actor de reparto por la misma actuación.El histrión impulsó en memoria de su hijo la Fundación Scott Newman, destinada a auxiliar y proteger a personas víctimas de la droga.Fundó la compañía de alimentos Newman’s Own, que ofrece aderezo para ensaladas y salsa para espagueti y cuyos ingresos, que se estima han superado los 220 millones de dólares desde su creación, son canalizados a acciones de caridad.También forma parte de la junta directiva para The hole in the wall gang camp, organización que crea campos de asistencia para niños con enfermedades terminales.Su afición fue el automovilismo. En los años 70 se convirtió en un piloto destacado

viernes, 8 de agosto de 2008

527 - Papeles y cenizas - El Progreso canta el himno entre bolas de fraile - Martín Caparrós

* una apostilla no menor de un
escritor casi mayor, y no sólo por
su bigotón y su ser meditativo,
reflexivo y polemos, pero ¿usted no
se aburrió durante su mañana televisiva
olímpica?, red
Hacía años que don Tucho no abría tan temprano.–Pero por la Argentina, vos sabés, acá hacemos cualquier cosa…La Argentina, esta mañana, son once muchachos de pantalones cortos musitando el himno con cara de yo no fui en la pantalla del televisor grandote y viejo; once que se creen –los creemos– mejores que ninguno; once que, dicen, valen 450 millones –pero hay más de uno que vale sólo tres o cuatro, así que habrá que aplicar retenciones.–A estos pibes los bancamos a muerte, se ve que tienen ganas.Dice don Tucho, susurrando oíd mortales de pie, la pelada brillante, la legaña impetuosa, el pulóver azul tejido en casa. En los buenos tiempos –que parecen tan viejos–, el café bar El Progreso, primor de Villa Crespo, trabajaba desde las siete de la mañana, cuando los primeros laburantes pasaban a desayunar, hasta tarde a la noche, cuando se iban los últimos borrachos. Pero, dice don Tucho, en los ochenta, cuando cerraron los talleres, empezó a caer la clientela, y a fines de los noventa quedaban tan pocos que decidieron poner un parripollo, y durante un par de años les dio buena plata, hasta que se arruinó también. Y que ahora zafan con el delivery de empanadas y pizza pero que eso, claro, empieza al mediodía: que estos días va a abrir solamente para los amigos, la familia.–Callate, viejo, que ya empiezan.Le grita su hijo Ricky, saco oscuro, barba prolija de tres días, la corbata floja. En la pantalla, los argentinos juegan como si no tuvieran que hacer ningún esfuerzo. Gago, Riquelme, Agüero, Messi toquetean bonito y tratan de entrar por donde no se puede: por el medio.–Apagá, dale, que los negros ni nos hacen partido. Dice el Facha Balordi, pelo lacio canoso, cadenón plateado sobre chomba negra, un vaso de cerveza que no toma. El Facha ya pasó los cuarenta, siempre tan atildado, y nadie sabe de qué vive. Grace –o Greis– lo mira como para que él la mire, y él ni bola. El juego viene lento, pesado, muy pensado: Argentina se mueve como si el partido fuera eterno. Quizá sea una virtud, pero las virtudes suelen ser desesperantes. Los marfiles empiezan a entender que en el mundo globalizado ya no hay nada imposible, y se sueltan, atacan. El 14 es un firulete indescifrable.–Che, otra que Messi. El verdadero Messi es ese Gervinho.Dice el Facha, y Ricky le dice que lo que pasa es que al pendejo le falta sangre, se nota que es gallina.–¿Cómo gallina, si salió de Ñuls?–¿Y qué te dije yo? Gallina.Cada tanto, el interfecto desaparece un rato; después, cuando vuelve, quiere hacer tres o cuatro jugadas en una, como para recuperar el tiempo perdido. Un poco más atrás, Riquelme insiste con su parsimonia preincaica, majestuosa: Riquelme es un viejo curaca, el tesoro de una edad perdida. Agüero, en cambio, es una gran promesa: no sólo le prometió matrimonio a la hija del Prócer sino que en cada jugada promete algo que nunca realiza. Estacionado entre los dos marcadores centrales, en un lugar donde no hay lugar para moverse, trata de zigzaguear muy play hasta que se la sacan o se la da a un contrario. Lavezzi rota, busca, pero tampoco acaba nada. Y siempre por adentro; va media hora de partido y ni un ataque por afuera: todos al embudo. La ofensiva argentina no funciona o, mejor: se va en amagues distinguidos. Y para colmo se vienen los morenos: Monzón, a punto de volverse alemán, ha abierto una autopista por su punta.–¡Qué negocio que hicimos con éste! Dice don Tucho, y su hijo le pregunta vos y cuántos más.–No jodas, Rirrí, vos me entendés lo que te digo: nosotros los bosteros. Lo vendimos por un paquete de guita y me parece que al final va a salir rana. Hace frío. Don Tucho dice que claro, como todavía no prendimos el horno. Pero lo que no se calienta es la pantalla, la tele sobre el mostrador del café bar vuelto delivery: El Progreso. Nadie hace caso al cartel de prohibido fumar. El partido se estanca.–No te calentés, Ricky, es la selección.–¿Cómo que es la selección, Facha? ¿Que me querés decir?–Lo que te digo, boludo: que es la selección. Yo soy del rojo.Termina de decir el Facha justo antes del salto: Riquelme recibió una pelota en media cancha y de espaldas y, entre catorce piernas negras, inventó un camino para ponérsela a Messi en la entrada del área: el Sportivo Messi la paró, desparramó al arquero y la mandó a guardar. El arte, a veces, fructifica. Pero los gritos son menguados: se ve que es muy temprano –en la mañana y en el campeonato.–Esto es lo que me gusta del fútbol: cuando estábamos jugando peor los vacunamos. ¡Qué lindo que ahí no haya justicia!Dice Greis, voz cascada, y nadie le contesta. Greis no está acostumbrada y se enfurruña. En cualquier caso, meses de discusiones y de chismes se borran de un plumazo: Riquelme y Messi, el abrazo de foto. Después se acaba el primer tiempo. Maruja, la esposa de don Tucho, reparte bolas de fraile y cafés con leche en tazas desparejas.–¿Por qué será que los africanos parecen tan buenos pero nunca ganan? Pregunta Beto, colorado pura peca, en la mesa con Ricky y otro que parece dormido o resacoso.–Porque les faltan huevos, no son como nosotros. Le dice el Facha, la sonrisa orgullosa. Ricky lo mira de costado, el Facha insiste:–No, en serio, boludo, todos los técnicos lo dicen, en Italia, en Europa: si querés ganar comprate un argentino.Ricky considera la posibilidad de discutirle pero se aburre de antemano. El segundo tiempo empieza triste: los nuestros parecen convencidos de que ya han hecho lo necesario y los marfil se envalentonan. El mediocampo argentino para poco, a Mascherano lo dejan hacer todos los fouls y Monzón sigue siendo una beca. Por suerte hay un muchacho ignoto, un tal Pareja, que va de último hombre y barre y barre. Pero llega un centro –otro– desde el costado monzonero, un negro cabecea y Ustari no considera que sea su problema –hasta que tiene que ir a buscarla al fondo.–Éstos son como todos nosotros: siempre parece que van a hacer grandes cosas y después se desinflan. Dice Greis, sonrisa muy pintada, y el Facha pasa del desdén al medio odio. Don Tucho también amaga con decirle algo pero su señora lo mira, y se lo calla. Argentina sigue jugando con una idea excluyente: tocar y tocar para atrás y los costados, trotandito, hasta que llegue el momento de la revelación, que debería sucederle a Riquelme –pero a menudo no sucede. Marfil no se descuida, amontona ñatos atrás, y el partido se hace casi irritante.–Vamos, che, no puede ser que no le pongan un poco más de sangre.Ya van veinte minutos cuando Batista decide simular que dirige un equipo y mete a Di Maria –por Lavezzi– para que abra la cancha: en dos o tres jugadas, el rosarino demuestra que es dueño de un gran desborde y un centro sin destino. De pronto, tras cinco toques prístinos, Agüero la mete pero estaba offside: la gran promesa. Cuando se olvidan de las ideas y tocan sin pensar, acelerando, cuando se dejan guiar por el instinto, los argentinos son fantásticos: sucede poco.Los africanos empiezan a cansarse. Argentina desea: Mascherano patrulla, Gago la toca más y permite que Riquelme juegue más adelante. Hasta que, a los cuarenta, mientras la televisión repite un foul africano cerca de su área, el locutor grita un gol invisible: todos nos miramos despistados. La incredulidad nos dura poco: gritamos, saltamos, no hay abrazos. Después vemos que fue, una vez más, una maniobra entre Riquelme y Messi: un tiro libre rápido, una pared, un rebote y un Acosta, que acababa de entrar, la mandó adentro. La avivada criolla ya tiene rango olímpico.–Viste que les íbamos a ganar. Yo te dije que con Messi y Riquelme no nos para nadie. Dice el Facha y Ricky le dice sí, claro, somos una masa, y se ajusta la corbata, que va a llegar tarde al trabajo.

lunes, 4 de agosto de 2008

518 - Papeles y cenizas - Elogio de las malas palabras - Eduardo Dermardirossian

* Hoy vengo a hacer el elogio de las malas palabras. O, cuando menos, a aligerar su carga ominosa. Vengo a levantar la bandera de la libertad de palabra más alto que Mendieta, el ilustre perro de Inodoro Pereyra, a celebrar la libertad de expresión en la más espontánea de sus formas: irrumpir desde las entrañas del hablante y dar con estrépito en el rostro del oyente.
Hoy quiero cobrar venganza por la gazmoñería de mis maestros que, no contentos con amonestarme cuando apostrofaba a mis compañeros de banco, fastidiaban a mis padres con malas anotaciones en mi cuaderno. Quiero ejercer mi derecho de hablar como mejor convenga a mi ánimo, variable como el viento, espiralado unas veces hacia arriba y otras hacia abajo, y casi siempre desafiando las reglas RAE. Pero antes de iniciar esta alabanza debo reconocer el territorio enemigo para después transgredir sus límites. El diccionario de la Real Academia Española no incluye la expresión mala palabra; sí incluye otras como palabra gruesa (dicho inconveniente u obsceno) y palabra picante (la que hiere o mortifica a la persona a quien se dice). Y enseña que las buenas palabras son las expresiones o promesas corteses dichas con intención de agradar y convencer. Va de suyo que esos doctos señores nos quieren corteses y adulones. No les importa la salud personal de los hablantes que sufragan sus enconos en las arcas de los psicoanalistas, no les importa la salud social de las multitudes, que unas veces quieren vomitar su descontento con los gobernantes y otras quieren ser obsequiosos con los árbitros del fútbol. No saben los mandamases de la lengua que una gresca matrimonial puede saldarse con una palabrota a cambio de un trompis o de un descuartizamiento. Ellos te dicen que debes agradar y convencer, nunca utilizar la mala palabra, calmante y sanadora. Para mi consuelo he sabido que la Academia Argentina de Letras, desoyendo los consejos de aquellos capitanes de la lengua, inició una campaña de desobediencia filológica*. En su catálogo de argentinismos incluyó unas voces que no encontrarás en el mataburros oficial de la lengua, entre ellas, algunos de los más lucidos improperios que se recitan en el Río de la Plata y sus arrabales. Fontanarrosa El empeño de este disparatador rosarino, amigo del fútbol y de las malas palabras, merece un lugar en estas columnas. Corría la primavera argentina de 2004 y a orillas del Paraná se celebraba el III Congreso de la Lengua. Junto a los más ilustres cultores del buen hablar, ocupaba un sitio el benemérito humorista y hombre de malas letras que titula este capítulo. Y fue precisamente su discurso, dicho en la sesión de cierre, el que quedó en la memoria de todos, de los ilustres académicos y de los curiosos, de los escritores afamados y de los cagatintas. “Yo, dijo Fontanarrosa, como casi siempre hablo desde el desconocimiento, me pregunto por qué son malas las malas palabras, quién las define como tales y por qué […] ¿O es que acaso las malas palabras les pegan a las buenas? ¿Son malas porque son de mala calidad, cuando uno las pronuncia se deterioran?” Y cuando el auditorio –jocundos unos por el dislate e iracundos otros por la blasfemia- parecía recuperar su compostura, el disertante arrojó el guante: “Yo pido que atendamos a la condición terapéutica de las malas palabras. Mi psicoanalista dice que es imprescindible para descargarse, para dejar de lado el estrés y todo ese tipo de cosas. Lo único que yo pido (no quiero hacer una teoría) es reconsiderar la situación de estas palabras. Pido una amnistía para la mayoría de ellas […] Integrémoslas al lenguaje, que las vamos a necesitar”. En este punto no puedo dejar de preguntarme por qué los hombres habíamos de necesitar las malas palabras. Porque son terapéuticas, en opinión del psicoanalista mentado, porque son un tesoro filológico que no puede ser reemplazado: “no es lo mismo decir que una persona es tonta o zonza que decir que es un pelotudo”. Y porque admite una estructura logarítmica rigurosa, al igual que los más precisos conceptos de la lógica. Dice un autor anónimo que profundos estudios lingüísticos y filológicos han revelado que ciertos giros populares del Idioma castellano siguen una rigurosa estructura matemática. El lector podrá verlo en el cuadro adjunto. La familia rioplatense Así como el maledicente rioplatense ha acuñado el verbo putear para nombrar los numerosos exabruptos soeces derivados en un sustantivo que suele aplicarse a la rama materna del oponente, también ha creado un ámbito amable para reunir a quienes merecen su afecto. Con ese propósito los ha designado con el patronímico bolú, que vale ora como sustantivo común, ora como sustantivo propio, como apellido familiar. Este es un caso en el que la palabra, ese atributo humano que unas veces elogié y otras desdeñé, abandona su significado literal para, primero, adquirir un sentido insultante, y después designar a quienes merecen afecto. Una familia que más allá de su origen diverso ha encontrado una palabra que reúne a sus miembros y los remite a Adán, ese padre común que, por haber sido amasado en la antigüedad, sólo ha conocido la carga ominosa del sustantivo en cuestión. Algo más hay que decir a este respecto, y es que los argentinos somos generosos. Hemos salido al mundo para enseñarles a todos los hombres, a todas las naciones, el efecto sanador de las palabras malas. Quizá un gremio se sienta afectado por tamaña generosidad, el de los psicoterapeutas. Pero ellos buscarán otros modos de subsistencia, lejos del diván y de sus lucubraciones y requiebros porque, como se dijo, las malas palabras sanan por sí, sin el auxilio de Freud, de Lacán y de sus acólitos. Sanan a muchos a expensas de pocos. Malhablantes o malvivientes Además, el uso de las malas palabras tiene ventajas que no han sido dichas todavía. Ellas permiten una gradación hacia lo más y lo menos que es compatible con las sutilezas del espíritu. Permiten recorrer la genealogía materna, fraterna y conyugal hasta el cuarto grado de consanguinidad, tercero de colateralidad y primero de afinidad. Madres, abuelas, trasabuelas, tías, hermanas y esposas suelen ser ornadas con ajustados epítetos. Medias tintas justicieras que no caen en la chocantería bocayriverista. Esa cualidad de nombrar lo sutil, de hurgar en la genealogía y establecer el lugar justo que le corresponde a cada quien, es propia de quienes saben distinguir lo uno de lo otro. Los malhablantes son personas que, más allá de las mandas académicas, califican con precisión al oponente y conocen las más finas diferencias, lo que escapa al rigor libresco. Son diestros puteadores que iluminan la verdad sin vueltas ni remilgos, sin tardanza, así, con un solo haz de luz, con la palabra justa. Cuestión de género Lo he dicho: la mala palabra rioplatense siempre alude al género femenino. No existen, que yo sepa, malas palabras que se atribuyan al padre, al hermano o al tío del otro. Este talante discriminatorio me puso en aprietos y estuve a punto de desistir de escribir esta alabanza. Pensé que en este tiempo de igualamiento de los géneros no se justifica excluir a la ascendencia masculina de la nomenclatura prosaica, que así como las mujeres ahora votan y gobiernan y trabajan y escriben y van al fútbol y a los bares, también los varones deberían ser sujetos pasivos de los calificativos procaces, la ascendencia masculina del oponente también debería merecer las mil y una sutilezas de que es capaz la maledicencia femenina. Y entonces decidí acometer la obra. Porque las malas palabras que generosamente se prodigan en ambas costas del Río de la Plata son el producto del machismo inveterado que cultivamos y nos empeñamos en sostener, porque los varones hemos agotado el repertorio de las malas palabras atribuidas a las mujeres. Entonces ¿no es llegado el tiempo de que las congéneres de Eva fatiguen su mollera para decir qué galas ornarán a los hombres y a sus ascendientes y colaterales masculinos? Este no es un manifiesto feminista. Es la reflexión de alguien que, afecto al mal hablar, debe sufragar su gazmoñería en la prisión que la Real Academia Española construyó con 87.000 palabras solventadas por un banco de datos de 400 millones de registros sincrónicos y diacrónicos y un fichero de 14 millones de papeletas léxicas y lexicográficas. Estos datos, recogidos a comienzos de 2008, no alcanzan para disuadirme de escribir este elogio de las malas palabras.