miércoles, 29 de agosto de 2007

182/Polis - Turbulencias y vulnerabilidades - Por Javier de Haedo

Las turbulencias que se registraron en los mercados financieros internacionales desde mediados de julio, nos permitieron verificar lo acertado de la política que en materia de deuda pública se viene llevando adelante. Al mismo tiempo, nos ratificaron en la idea de afinar el manejo fiscal.
La sucesiva emisión de títulos públicos en los mercados internacionales permitió primero reperfilar los vencimientos de la deuda, cancelando anticipadamente créditos del FMI y los bancos multilaterales, y sustituyendo otras deudas con vencimientos en el mediano plazo, por nuevas, con maduración en el largo plazo. Luego, permitió acumular un colchón de activos externos que ahora permiten enfrentar la coyuntura con la tranquilidad de no tener que salir a las corridas a emitir deuda. De hecho, se podría no emitir nuevas series de títulos hasta finales de 2008. Esta "comodidad", sin embargo, no debe llamar a engaño en las filas oficialistas ávidas de seguir gastando. Esta situación holgada es el resultado de buena conducta y mejor reputación y cualquier cosa que se haga en el sentido de afectarla puede pagarse muy cara.
A modo de ejemplo, cabe comparar lo sucedido con el riesgo país de Uruguay versus Argentina en este año. Al cierre de 2006, el riesgo argentino superaba en 23% al uruguayo, mientras que actualmente lo supera en 120%.
La necesidad de afinar el manejo fiscal es urgente. El comportamiento verificado hasta 2006, cambió este año. Hasta el año pasado, con la inflación dentro del rango objetivo, el gasto primario no subía en términos reales más allá de lo que lo hacía el producto, lo que parece ser una regla razonable, en la medida en que permite ir atenuando, al mismo tiempo, las vulnerabilidades sociales y financieras, máxime con el PIB creciendo a buen ritmo.
Este año la situación es bien diferente: el gasto primario real sube más que el producto, a pesar de que también sube la tasa de inflación, que se esperaba que bajara.
La variable que considero relevante para el análisis es el gasto primario (excluidos los pagos de intereses) del sector público no financiero, ajustado por la variación del stock de petróleo de Ancap, a la que, de aquí en más, me referiré como "gasto". En el promedio de 2006, el gasto subió 13,7% en términos nominales, con una inflación de 6,4% y, por lo tanto, con un aumento del gasto en términos reales de 6,8%. Ese año, el PIB subió 7,0%.
¿Qué es lo que se había previsto para 2007? El comunicado del Comité de Coordinación Macroeconómica (CCM) del 27 de diciembre pasado, preveía un alza del producto de 4,5% y al IPC dentro del rango de 4,5% a 6,5%.
Se proyectaba un crecimiento de 6,0% para el deflactor implícito en el PIB, cifra que era una razonable estimación de la inflación promedio anual, siempre que el IPC se mantuviera dentro del rango proyectado. Con un crecimiento de la economía al 4,5% y de los precios al 6,0%, el gasto no debía subir más de 10,8% en términos nominales. Esto significa que debería haberse dado un descenso en el ritmo de crecimiento nominal del gasto por las desaceleraciones previstas tanto en la actividad económica como en el crecimiento de los precios.
Veamos ahora qué sucedió en los doce meses finalizados en junio.
El gasto, en vez de desacelerarse, se aceleró, creciendo 14,1% (un 3,0% más que el 10,8% antes referido, es decir unos 150 millones de dólares anuales). Lo mismo sucedió con la inflación, que en vez de bajar, subió al 7,0%. Y, si bien no están todavía los números del PIB del segundo trimestre, parece razonable estimar en el orden de 6% su crecimiento promedio en el período considerado. Entonces el gasto real sube al 6,7%, o sea más de lo que crece la economía, y eso a pesar de la aceleración de la inflación. Con la inflación en el rango previsto, la brecha entre crecimiento del gasto real y del producto sería aún mayor.
Si ahora proyectamos el año calendario 2007, las cifras se vuelven aún más claras: el PIB crecerá alrededor de 5%, la inflación promedio anual estará en el 7,5%, y supongamos que el gasto crecerá el referido 14,1% en términos nominales y 6,1% en términos reales. Si la inflación hubiera sido la prevista por el Gobierno, el aumento del gasto real estaría en el 7,6%, frente al 4,5% previsto de crecimiento económico.
Una fracción menor de esta brecha se diluirá con un poco más de crecimiento y una fracción mayor, por más inflación.
La aceleración de la inflación, al licuar parcialmente el aumento del gasto, resulta funcional a los propósitos fiscales. Como en los viejos tiempos, aunque en mucha menor medida, se recurre a la inflación para atenuar desvíos fiscales.
Recurriendo nuevamente a los comunicados del CCM, esta vez el último hasta el presente, del 3 de julio, encontramos las pautas para 2008 y 2009. Allí se prevé un crecimiento del PIB de 3,8% el año próximo y de 3,2% el siguiente. Mientras tanto, para 2008 se espera que el IPC quede dentro del rango de 4% a 6%. Asumamos entonces que se procura que la inflación promedio de los próximos dos años sea de 5% anual. Por lo tanto, el gasto nominal no debería crecer más de 9,0% en 2008 y de 8,4% en 2009, lo que permitiría mantener constante al gasto como proporción del PIB.
Sin embargo, esto no ocurrirá así, en la medida en que en la exposición de motivos de la Rendición de Cuentas se proyecta al gasto creciendo como porcentaje del PIB para el próximo bienio. Basta con pensar en el aumento que tendrán las pasividades en 2008, en función del aumento del IMS en 2007 (13%), y del proyectado aumento real de los salarios públicos de 4,7% en 2008 y 3,8% en 2009, por encima del crecimiento económico. Y con recordar los publicitados aumentos del gasto en educación hasta el final del período. Resulta evidente que el gasto nominal seguirá creciendo a más de 10% interanual y posiblemente más cerca de 15% en 2008 y 2009. Al menos eso es lo previsto hasta este momento.
Por lo tanto, se seguirá echando leña al fuego del lado del gasto público, lo que contribuirá a mantener las presiones inflacionarias. O bien seguirá la inflación por encima de lo previsto, licuando parte del mayor gasto como está ocurriendo en 2007, o bien se validará un mayor nivel de gasto con uno también superior de impuestos como porcentaje del PIB. No hay otra posibilidad.
El sector privado pagará la cuenta, ya sea con pérdida de competitividad, ya sea con mayores impuestos, que es casi lo mismo.
De este modo, no sólo no hay un comportamiento anticíclico sino que se actúa en forma procíclica. Desde el MEF se dice que si se hubieran seguido políticas anticíclicas no se podrían haber realizado tantos avances en lo social. Pero el mismo MEF nos dijo desde 2005 que debían cuidarse simultáneamente los dos factores de vulnerabilidad heredados, los sociales y los financieros, y hasta 2006 se actuó en consecuencia. Venía a ser como una frazada corta, si se tapan los hombros se destapan los pies y viceversa.
Ahora se nos dice que, o bien la frazada es larga, o bien que si se destapa un extremo ya no importa tanto. Siguiendo con el ejemplo, es cierto que la frazada es más larga que hace dos años y medio y eso se debe a que se ha tejido muy bien, cuidando lo macro, estirando los vencimientos de la deuda y aprovechando el viento de cola que vino desde afuera. Es más larga, pero no lo suficiente, todavía, como para dormir tranquilos. Y las turbulencias como la de las últimas semanas deberían servir para recordárnoslo. Pero la realidad es que atrás quedaron los tiempos técnicos y ahora estamos en los tiempos políticos.
¿De qué lado está el MEF? Una cosa es que pierda la batalla interna contra los que quieren gastar más. Otra cosa es que se ponga de ese lado y lo justifique.
El problema es que el presupuesto para 2008 y 2009 ya está aprobado. Quizá la única solución sea, también como en el pasado, imponer topes por decreto a la ejecución presupuestal. Y, por sobre todo, no abrir la próxima Rendición que, también desde el MEF, se dice que se adelantará para aprobar más gastos, antes del período de 12 meses previos a las próximas elecciones en el que está vedado hacerlo. Si políticamente no se puede mostrar un mejor resultado fiscal que el programado, lo que es entendible, que se usen los excedentes fiscales en bajar impuestos, que nunca como ahora hubo ambiente para ello. Pero si se sigue subiendo el gasto al ritmo actual y previsto, estaremos vulnerables ante las turbulencias que habrá en el barrio o pasarán por él, más allá del muy buen contexto internacional.

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