lunes, 27 de agosto de 2007

173/Actuales - El socialismo del siglo 21 - Por Joseph Choonara

Hugo Chávez apareció en la escena mundial en Abril de 2002 cuando los empresarios venezolanos y los generales conservadores del ejército, apoyados por el gobierno de Estados Unidos, lanzaron un golpe de estado militar en su contra. La derrota de estos abrió una nueva etapa.
Después de la tormenta llega la calma “Venezuela es una bomba a punto de explotar y yo he sido elegido para desactivarla”. (Palabras de Hugo Chávez después de haber sido elegido como presidente. Mayo de 2003).

El intento de golpe reveló todo el odio de clase que la élite más rica del país había acumulado desde la elección de Chávez como presidente en diciembre de 1998. También reveló el origen de su apoyo. Miles de pobres bajaron de los barrios de las colinas de la capital, Caracas, y rodeando las cercanías del Palacio Presidencial, demandaron la vuelta del Presidente que ellos habían elegido. En tres días el Golpe había fracasado.


La revuelta de Caracas fue uno de los puntos álgidos de la lucha en un continente que está en la primera línea del movimiento anticapitalista a nivel mundial. Junto con Bolivia, donde en las revueltas de 2003 y 2005 pudimos observar a los más oprimidos de la sociedad debatiendo cómo tomar del poder por ellos mismos, Venezuela ha puesto la cuestión del socialismo y la fuerza de los trabajadores en la agenda. Chávez dice que él está haciendo una revolución, la Revolución bolivariana. Este proceso se llama así por Simón Bolívar, líder de un ejército que luchó para liberar América Latina de España hace 200 años. El proceso se ha radicalizado en los años posteriores al intento de Golpe de Estado y ha conseguido la

Los debates sobre la Revolución bolivariana normalmente se centran en la personalidad de Chávez y en el programa del gobierno que él dirige. De hecho, Chávez es una figura inspiradora. Sus frecuentes ataques en contra del imperialismo norteamericano y contra del neoliberalismo han ganado un enorme respeto. De manera importante, especialmente para aquellos que salieron en su defensa durante el intento de golpe, Chávez ha establecido una conexión con los pobres y los excluidos de Venezuela. Además, cuenta con un pasado modesto y un origen mestizo, descendiente en forma parcial de las poblaciones indígenas que habitaron el continente antes de la llegada de los conquistadores españoles y que se han enfrentado a la exclusión y la opresión desde entonces.

Sin embargo, comprender lo que está ocurriendo en Venezuela requiere traspasar el carácter o las políticas centradas en una sola figura. De hecho, se están desarrollando otros procesos más profundos de la mano de fuerzas sociales que tienen cada día más poder en Venezuela. El propósito de este trabajo es doble. Primero, mostrar como cada fase del proceso revolucionario ha sido impulsada por un crecimiento del conflicto de clase en Venezuela y, en particular, las movilizaciones que se han sucedido para impedir el derrocamiento de Chávez. Segundo, argumentar que el proceso revolucionario no ha terminado. Aquellos en la sombra de la sociedad venezolana son quienes tendrán que dar los siguientes pasos. Se necesitará una transformación más profunda, fundamental, para acabar con el capitalismo y hacer realidad el socialismo del siglo XXI.

La Revolución bolivariana

El efecto de la lucha contra el golpe fue radicalizar a aquellos que habían ayudado a derrotarlo. Sin embargo, justo después de éste, la respuesta de Chávez fue buscar la reconciliación con aquellos que habían intentado derrocarlo. ¿Fue una táctica correcta?

El primer programa económico de Chávez fue sorprendentemente suave. En su primer discurso como presidente, prometió que el nuevo gobierno “no sería ni intervencionista ni neoliberal” y que habría tanto estado necesario como mercado posible”. De hecho, dejó a la antigua ministra de finanzas, Maritza Aguirre, quien había dirigido el plan de privatizaciones y de recortes de presupuestos públicos en la legislatura de Caldera. El presidente mantuvo la popularidad con los pobres que le habían elegido denunciando a la “rancia oligarquía” que había saqueado el país. Pero, como el Internacional Herald Tribune dijo, “ante los empresarios el Sr. Chávez se pone el traje de negocios para guardar apariencias y habla de manera medida”. Mientras Chávez paraba planes de privatización de las compañías públicas de electricidad, aluminio e industrias petroquímicas, su gobierno no expropió compañías domésticas o extranjeras, y en algunas áreas, como la minería, se propició la inversión extranjera. Mientras la crisis económica empeoraba en la mayor parte de América Latina, el bajo precio del petróleo dio lugar a que también empeorase en Venezuela.
La preocupación de Chávez y de aquellos a su alrededor era cumplir con una de las demandas más antiguas: organizar una Asamblea Constitucional y escribir una nueva Constitución. El referéndum de abril de 1999 aprobó el proyecto de la nueva Constitución con un 88% de los votos. Las elecciones para la Asamblea se celebraron en julio cuando 121 candidatos partidarios de Chávez fueron elegidos del total de 131 asientos. Y en otro referéndum celebrado en diciembre consiguió el 71% de los votos. Una vez que la Constitución bolivariana fue aprobada, se convocaron elecciones para julio de 2000 con el objetivo de renovar el mandato de los políticos elegidos previamente. Esta vez Chávez consiguió el 59% de los votos, 21% más que su más cercano rival, lo cual le aseguró la mayoría en la nueva asamblea legislativa. El entusiasmo continuado por la Revolución bolivariana se reflejó en la creciente aprobación del sistema político, del 35% en 1998 hasta el 55% en el 2000 de acuerdo con el Financial Times. Esta situación impulsó esta tendencia en el resto del continente.
La Constitución, un pequeño libro azul que contiene más de 300 artículos, se envió a cada hogar del país. Ha jugado un papel simbólico en cada fase de la lucha y se ha estudiado en los “Círculos Bolivarianos”, los grupos de vecinos creados por Chávez a finales de 2001. Cuando Chávez fue detenido en el intento de golpe de estado durante 2002, él mismo sacó una copia del documento de su bolsillo y mostrándosela a sus secuestradores les acusó de violar la Constitución. Este gesto fue imitado por los cientos de ciudadanos que pedían su regreso rodeando el palacio presidencial.
La misma Constitución recoge las contradicciones de este periodo y muestra cómo Chávez intenta satisfacer las demandas de las diferentes y opuestas clases en la sociedad venezolana. Combina un número de medidas destinadas a defender los derechos de los trabajadores y elogia la cooperación y la solidaridad social. Por otra parte, otros artículos defienden la libre empresa y el papel del mercado. El Artículo 229 señala que “el régimen económico de la República Bolivariana de Venezuela está basado en los principios de la justicia social, la democratización, eficiencia, libre competencia, protección del medioambiente, productividad y solidaridad… el Estado, junto con la iniciativa privada debe promover el desarrollo armonioso de la economía nacional”.
La lucha desde abajo. El intento de golpe de Estado
“Trotski dijo que cada revolución necesita el látigo de una contrarrevolución, y la contrarrevolución nos latigó fuertemente. Con el sabotaje económico, mediático y social, el terrorismo, las bombas, la violencia, la sangre y la muerte, el golpe de estado, la manipulación institucional, la presión institucional, ellos intentaron convertir a Venezuela en un país superviviente… Pero el pueblo de Venezuela demostró a la oligarquía que ellos nunca se rendirían”. Chávez, Enero de 2005 (citado en Znet, 10 de Abril de 2005).


Las reformas moderadas realizadas por Chávez durante los dos primeros años en el gobierno fueron demasiado para el estómago de las élites venezolanas. Su rabia explotó cuando en noviembre de 2001, Chávez hizo uso de una serie de derechos ratificados por la Asamblea Constitucional para crear 49 leyes nuevas por decreto presidencial. Fueron dos leyes en particular las que enfadaron a los gobernantes tradicionales del país. Por un lado, se introdujo una reforma de la propiedad de la tierra. Aunque Venezuela es el país más urbanizado de América Latina, con sólo el 10% de la población viviendo fuera de las ciudades, la tierra tiene una gran importancia simbólica. Un pequeño número de propietarios, como el aristócrata inglés Lord Vesty, poseían un gran número de hectáreas improductivas, algunas de la cuales se redistribuirían entre aquellos que estaban dispuestos a trabajarlas.


Aún así, los ricos estaban más aterrorizados por la segunda reforma legal. Una nueva ley de hidrocarburos que supondría la regulación estatal de la compañía de petróleo PDVSA.


La ley permitía la inversión de empresas extranjeras con la condición de que el Estado controlara el 51% de las acciones. Además, la nueva ley amenazaba con parar el uso de la PDVSA que actuaba como un “Estado dentro de un Estado”. Los proyectos y pactos creados por la PDVSA serían puestos ante el escrutinio público, permitiendo al gobierno el control del dinero generado.
Las nuevas reformas movilizaron a las élites. Uno de los primeros actos que se organizaron en contra del gobierno de Chávez fue una huelga de un día que tomó lugar el 10 de diciembre de 2001. Aunque se calificó como una huelga es importante subrayar que esta acción fue un “despido por un día” en el que los jefes, apoyados por algunos líderes de los sindicatos, forzaron a los trabajadores a no asistir al trabajo. Los actores más importantes de esta acción fueron la federación de la patronal, Fedecámaras, y los líderes de la corrupta Unión Federativa, controlada por el Partido de Acción Democrática.


Importantes hombres de negocios, miembros de las élites de la clase media, obispos católicos y militares de derecha apoyaron un creciente complot, por medios violentos si hubiese sido necesario, para derrocar a Chávez. Convocaron una nueva “huelga” para el 9 de abril, la cual fue declarada indefinida el día 11 del mismo mes, suponiendo un antecedente para el futuro intento de golpe en contra de Chávez. El seguimiento a esta huelga fue bastante limitada aunque contaba con el apoyo de la patronal y los líderes de los sindicatos. Muchos trabajadores del transporte, del sector público y la industria continuaban trabajando. La oposición también buscó aumentar la tensión movilizando a los sectores más ricos de Venezuela en las calles. El choque violento entre defensores y detractores de Chávez fuera del palacio presidencial se utilizó como un pretexto por parte de un sector del ejército para pedir al presidente que dimitiera. La mañana del 12 de abril Chávez fue detenido por un grupo de oficiales del ejército de derecha y Pedro Carmona, cabeza de las Fedecámaras, juró la Presidencia.


Una de las primeras acciones llevadas a cabo por el nuevo gobierno golpista fue suspender los 49 decretos firmados por Chávez. La respuesta de la mayoría de la gente, en especial de los suburbios de la ciudad y los trabajadores del sector informal de Caracas, fue un factor crucial en la derrota del golpe.
Mientras que los medios de comunicación daban la noticia de que Chávez había renunciado, los rumores que anunciaban lo contrario comenzaban a filtrarse. Las protestas llenaron las calles de Caracas. Una masa de gente, estimada entre 100.000 y medio millón de personas, realizó una asamblea a las puertas del palacio presidencial a pesar del temor a que Carmona y sus oficiales tomaran represalias violentas y se repitiera la masacre perpetrada durante el ‘Caracazo’ diez años antes. A la vez que aquellos que habían votado a Chávez tomaban las calles, la confianza de los golpistas comenzaba a desvanecerse. La coalición de fuerzas que había echado a Chávez comenzó a romperse cuando a los militares, los líderes de la CTV y a Carmona les entró el pánico y se separaron entre ellos. La guardia presidencial que había permanecido leal a Chávez reconoció que el poder recaía en aquellos que habían tomado las calles y apuntó con sus armas a los golpistas. El 14 de abril Chávez volvió al palacio presidencial. La lucha de clases desde abajo había golpeado, por el momento, a aquellos que querían restaurar el viejo orden.


Aunque el complot golpista fue llevado a cabo por la élite venezolana, ésta disfrutó de un considerable apoyo por parte de los gobiernos de Estados Unidos, Inglaterra y el Estado español, con Aznar al frente. De hecho, el ministro de asuntos exteriores del gobierno de Tony Blair, Denis McShane, declaró la bienvenida por parte de su gobierno al intento de golpe, describiendo a Chávez como un “demagogo populista”.


La lucha desde abajo. Una huelga forzada

El efecto de la lucha contra el golpe fue radicalizar a aquellos que habían ayudado a derrotarlo. Sin embargo, justo después de éste, la respuesta de Chávez fue buscar la reconciliación con aquellos que habían intentado derrocarlo. A su regreso al palacio presidencial declaró a quienes se habían movilizado para salvarle: “vamos a volver a casa y reflexionemos sobre estos eventos”. Chávez también preparó un debate nacional que incluyó a líderes religiosos, empresarios, viejos partidos políticos, medios de comunicación y sindicatos de trabajadores.


El programa económico que dio lugar al intento de golpe se aplazó y los antiguos jefes volvieron a sus puestos en la compañía estatal de petróleos, PDVSA. A los militares de derecha que participaron en el golpe se les dejó en libertad y la corte suprema sentenció que lo ocurrido fue un “vacío de poder” y no un golpe de estado. Este periodo de retroceso causó un gran descontento entre los más desfavorecidos del país. Mientras, encubiertos por el proyecto de reconciliación nacional, aquellos en los peldaños más altos de la sociedad venezolana comenzaron a planificar otro complot.


Así, en octubre, un grupo de oficiales retirados del ejército anunciaron el derrocamiento militar del gobierno. El segundo mayor intento para derrocar el gobierno chavista comenzó el 2 de diciembre. Mientras el golpe de abril de 2002 duro tres días, este nuevo intento tardó tres meses. Los capitalistas venezolanos intentaron cerrar la industria organizando una nueva huelga forzada. El liderazgo corrupto de la CTV apoyó de nuevo a la patronal. Sin embargo, muchos miembros de la central se opusieron a la colaboración dirigida por sus líderes. La lucha en contra del golpe de abril había estado mayormente apoyada por los trabajadores del sector informal, sin embargo, la oposición a esta huelga forzada, que duró hasta el 2 de febrero de 2003, también contó con la movilización de muchos trabajadores organizados.
Las protestas para defender a Chávez comenzaron casi a la par que la huelga forzada. Mientras en Caracas los negocios de la parte este permanecían cerrados, en las zonas más pobres de los barrios del oeste estaban abiertos. A lo largo y ancho del país, la mayoría de los trabajadores de los transportes públicos de metro y autobús, así como los taxistas, seguían trabajando. En algunas áreas habían formado comités para asegurar un buen funcionamiento del transporte público. Se instalaron mercados para distribuir comida barata y se reabrieron las escuelas controladas en muchos casos por la gente de la comunidad.


Los trabajadores se manifestaron en las puertas de las fábricas forzando a los patrones a abrirlas. Según los activistas, el eslogan, “si los jefes cierran las fábricas, los trabajadores las expropiarán bajo su control”, fue llevado a amplios sectores del movimiento. La naturaleza de clase de la parada se resumía en las declaraciones de un defensor de Chávez: “Cuanto peor sea su aspecto, más sabemos que son los defensores de Chávez. Me refiero a que no tengan ni dientes”. Una vez más el color de la piel era un buen distintivo para los defensores de Chávez, en un país donde raza y clase están profundamente relacionados.
La batalla crucial fue la de la industria petrolera, la cual supone el 80% de los beneficios estatales. Solo uno de cada diez trabajadores de la industria de todo el país se unió a la “huelga”. Sin embargo, los jefes de la PDVSA y un grupo de técnicos consiguió mantenerla cerrada. La respuesta de Chávez fue confiar en el ejército para mantener el funcionamiento de la industria; una estrategia peligrosa dado que el ejército estaba enormemente dividido. Los trabajadores, sin embargo, tenían otras ideas y comenzaron a organizarse desde abajo. En algunas áreas el control pasó de nuevo a manos del gobierno, sin embargo, en otras, fueron los trabajadores los que organizaron la industria. Algunos enfrentamientos tuvieron lugar en la refinería de “El Palito” donde los trabajadores lucharon con éxito para reabrir la planta. Los trabajadores de la industria del petróleo también tomaron el poder en las plantas de Yagua, Carenero, Puerto La Cruz y Guatire. En el área industrial de Valencia los trabajadores tomaron el control de las estaciones de servicio y comenzaron a distribuir combustible. Por su parte, los trabajadores del metal en la ciudad de Guayana viajaron hasta la cercana estación de servicio para manifestarse demandando que el combustible estuviera a disposición.


Una vez más fueron la movilización masiva y la participación de la clase obrera organizada las que salvaron al gobierno chavista. La ruptura entre los líderes de la CTV y la gente de la base tuvo un impacto duradero. Los activistas ya habían comenzado a organizarse independientemente del liderazgo de la CTV. Esta iniciativa dio lugar más tarde a la creación de una nueva central sindical, la UNT. Orlando Chirino, uno de los fundadores de la UNT describió lo sucedido durante la huelga forzada de la siguiente forma: “Nosotros decidimos luchar por una defensa incondicional del presidente legítimo, la continuación del proceso revolucionario y el encarcelamiento de aquellos que encabezaron el golpe. Nosotros fuimos capaces de confrontar el sabotaje de la industria petrolera. Los trabajadores pudieron poner en funcionamiento la industria sin los jefes y los directores. Esto fue una revolución, una lucha de una clase en contra de otra clase. Llegamos a la conclusión de que teníamos que construir una nueva central. Así que la UNT nació como consecuencia del éxito de la lucha revolucionaria” (entrevista publicada en el Socialist Worker del 24 de septiembre de 2005).


La revolución bolivariana se acelera

Cuando la huelga forzada de la patronal terminó en febrero de 2003, Chávez anunció que estaba “preparando la ofensiva”. La guerra contra Irak de los Estados Unidos e Inglaterra dio lugar a una subida dramática de los precios del petróleo. Además, la economía venezolana se recuperó a finales de 2003. Ambos fenómenos dieron lugar a un gran flujo de dinero en el país. Un abanico de oportunidades se había abierto. La clase dominante venezolana había entrado en una gran contradicción debido a las consecuencias de la movilización desde abajo. Sus aliados en el gobierno estadounidense permanecían fijados en Irak. La resistencia a la ocupación después de la invasión hizo imposible que la administración de Bush contemplara la posibilidad de intervenir contra Chávez. El gobierno de Estados Unidos se había distanciado efectivamente de la oposición contra Chávez durante la “huelga” debido al miedo a perder el 15% de las importaciones de petróleo antes de embarcarse en una guerra en Oriente Medio.
Como consecuencia de la subida de los beneficios provenientes del petróleo, el estado aumentó el gasto público de un 24% del Producto Bruto Interno (PBI) en 1999 al 34% en 2004. Gran parte del dinero extra se invirtió en ambiciosos programas sociales. Estos proyectos, conocidos como las “misiones”, fueron dirigidos para proveer a la población de una sanidad básica, educación y empleo. A decenas de miles de niños que vivían en los suburbios se les dio la posibilidad de estudiar en niveles medios y universitarios. El programa de alfabetización, conocido como Misión Robinson (el nombre del que fuera profesor de Simón Bolívar) involucró a más de un millón de personas en el primer año. La Misión Barrio Adentro, dirigida por doctores cubanos, tuvo un impacto dramático en la salud de la población, afectando a más de 18 millones de personas de acuerdo con las cifras oficiales. Por otra parte, la Misión Mercal distribuyó comida barata a 45% de la población a través de 14.000 comercios públicos. Estas misiones representan proyectos innovadores comparados con las políticas neoliberales aplicadas en la mayor parte de América Latina.
El apoyo a estas reformas se ha visto reflejado en una mejora creciente de la opinión sobre Chávez. Ésta se puso de nuevo en cuestión cuando en 2004 la élite venezolana planeó un nuevo complot para derrocar al presidente a través de los canales legales. La constitución venezolana permitía llamar a referéndum y convocar nuevas elecciones si la oposición conseguía el 20% de las firmas. El referéndum fue convocado en agosto de 2004. Éste no era precisamente el escenario deseado por aquellos partidarios de la Revolución bolivariana para luchar. Aún así, la organización desde abajo ganó una vez más y el recuento mostró un abrumador apoyo a Chávez. El 70% de la población participó en el referéndum y el 58% votó a favor de Chávez.
Dos miembros del partido radical de izquierdas PSOL de Brasil, Luciana Genro y Roberta Robaina, presenciaron el referéndum y escribieron en el periódico Socialist Worker:
“La heroica resistencia armada en Irak y el aumento del precio del petróleo determina que Estados Unidos no estuviera en posición de desafiar este voto. El objetivo principal de la derecha fue hacer retroceder el proceso revolucionario y mantener su dominación económica. Pero aunque Chávez sea partidario de la reconciliación con algunos sectores de la oposición y no ha declarado ninguna intención de expropiar a los grandes grupos capitalistas, tampoco desea desperdiciar los logros obtenidos”.
“El gobierno es más fuerte ahora y Chávez representa las voces de la calle que demandan que el cambio debe continuar e ir más lejos. No podemos adivinar cuando será la próxima confrontación. Tampoco podemos predecir hasta donde llegarán las negociaciones realizadas por Chávez… la gente es paciente pero espera de una manera activa. Están tranquilos pero precavidos, conscientes de la necesidad de consolidar la derrota de la derecha y de aquellos en contra de Chávez. Al mismo tiempo la gente es consciente de la necesidad de cambio en el mismo régimen… en las colinas de Caracas se pueden oír a los activistas preguntar: ¿Es este el momento de una revolución dentro de la revolución?” (Socialist Worker, 4 de septiembre de 2005).
El nuevo plan para derrocar a Chávez había fallado y había radicalizado, de nuevo, a los participantes de este proceso irresuelto. El nuevo radicalismo se reflejaba en los propios discursos de Chávez que tras el referéndum comenzó a hablar de socialismo. En la manifestación del Primero de Mayo de 2005 donde participaron un millón de personas y que fue convocada por la nueva central, UNT, Chávez dijo: “Debemos construir un nuevo socialismo del siglo XXI”.


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