lunes, 30 de julio de 2007

Papeles y cenizas - Silencio, murió Bergman - R. Bussero y S. Llopart

El silencio, sólo el silencio
RB

Tenía 17 años, sólo 17, y eso no calificaba para ser socio del viejísimo Cine Club, que ocupaba parte del antiguo Hotel Nogaró, donde hoy está el Mtop, en Rincón e Ituzaingó.
En pleno verano, ciclo de cine suego, 18 películas, la mayoría de Bergman. Los amigos no entendían, jugaban con la figura del onanismo y los verdes nórdicos, la fantasía rubia y los rumores acerca de el silencio y la fuente (Manantial) de la doncella.

Yo llegaba temprano, sobre las cuatro de la tarde. Unos minutos en la plaza, un café hirviendo en el barcito del CC, esa era mi aventura estival, el sudor corriendo hacia la desvencijada butaca, ya apropiada. Una amiga de mi tía Olga había prohijado la violación de la regla, y yo me metía a fondo en ese mundo fascinante, a caballo de los programas apenas legibles, letra negra sobre hojas marrones. Casi una adivinanza.

Bergman me fascinó. Las imágenes multiplicando palabras, los diálogos enseñando mundos; y, sobre todo, los silencios. Las miradas reflejando intensos mundos interiores, en plano de moraleja, de pura eticidad, de absoluto logro estético.
Con la partida de ajedrez del séptimo sello llegué al éxtasis, la muerte y la vida nunca mejor retratadas, y más silencios, los que unen todo, y la trampa final, que elude lo que nunca se puede eludir.

Y el resto, incluso gritos, susurros y otros fantoches, también fue parte del gran silencio, que ya nunca otro podrá captar.

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Fallece Ingmar Bergman, maestro del séptimo arte

El director de cine sueco Ingmar Bergman murió ayer a los 89 años de edad en su residencia de la isla sueca de Faro, al norte de la turística isla de Gotland, en el Mar Báltico, según informó su hija Eva Bergman. Nacido el 14 de julio de 1918 en Upsala, entre 1946 y 1982 dirigió más de 40 películas, entre las que destacan 'El séptimo sello', 'Fresas salvajes', 'Persona' y 'Fanny y Alexander'.

Bergman falleció "en paz" en su residencia del islote de Faro, según declaró su hija Eva -el director tenía nueve hijos- a la agencia sueca de noticias TT. Todavía no se ha anunciado la fecha del funeral, pero sí se ha advertido de estará restringido a su reducido círculo de amigos y familiares.

Nació el 14 de julio de 1918 en Upsala, localidad a 70 kilómetros al norte de Estocolmo, su padre fue un pastor protestante del que recibió un estricta educación, que marcó su vida y obra caracterizada, salvo excepciones, por la inclusión de connotaciones metafísicas y un universo de problemas humanos fundamentales, como la incomunicación de la pareja, la soledad, Dios o la muerte.

Cursó estudios secundarios en Estocolmo, donde también se licenció en Arte y Literatura. Apasionado por el teatro, sobre todo el clásico, ya en la universidad dirigió una compañía de estudiantes. Acabados los estudios, centró su actividad en la escena, como autor y director.

Tras ser ayudante de dirección en el Real Teatro de la Ópera de Estocolmo, estuvo al frente del Teatro Municipal de Helsinborg (1944-1946), del Goteborg (1946-1949), del Malmoe (1954-1963) y del Real Teatro Dramático de Estocolmo (1963-1966 y 1985-1995).

En 1976 trasladó su residencia a Munich (Alemania), donde igualmente desarrolló su talento creativo, y en 1985 regresó a Suecia como director del Real Teatro Dramático de Estocolmo.

En esta etapa hizo montajes en 1986 como 'Señorita Julia' y 'El sueño', ambos de Strindberg, el 'Hamlet' (1987) de Shakespeare; el 'Largo viaje a la noche' (1988) de Eugene O'Neill; 'Casa de muñecas' (1990) y 'Peer Gynt' (1992), ambos de Ibsen; o 'Cuento de invierno' (1995), de Shakespeare.

A finales de 1995 dejó el Teatro Dramático para encargarse de los espacios escénicos de la televisión pública sueca STV donde, entre otras obras, se emitieron la bergmaniana 'Ruidos y remilgos' y la de Per Olov 'Creadores de imágenes'.
Según el principal diario sueco, el Dagens Nyeter, Bergman murió por la mañana hacia las 07:00 locales (02:00 hora argentina).

Nacido el 14 de julio de 1918 en Uppsala, al norte de Estocolmo, Ingmar Bergman realizó más de 40 películas en el transcurso de su larga y prolífica carrera, entre ellas "El séptimo sello" (1957) "Gritos y susurros" (1972), "Escenas de la vida conyugal" (1974), "Sonata de otoño" (1978) o "Fanny y Alexandre" (1982).

El funeral se llevará a cabo en presencia de sus amigos y familiares en una fecha aún no precisada.

Desde hace varios meses corrían insistentes rumores sobre la delicada salud del cineasta. En octubre de 2006 fue sometido a una operación de cadera de la que, al parecer, no logró recuperarse totalmente.

Vivía solo y retirado del mundo, la mayor parte del tiempo en su casa de la isla de Faaro, inconsolable tras la muerte de su última esposa, Ingrid von Rosen, en 1995.

"Faaro fue mi amor secreto", escribió Bergman en su autobiografía "Linterna Mágica" al hablar del flechazo que sintió en la década del 60' por esa isla de plano perfil donde se funden el cielo y el mar.

Allí hizo construir la casa donde murió, que también se convirtió en estudio de rodaje para dos de sus producciones: "Como en un espejo" (titulada en Argentina "Detrás de un vidrio oscuro", de 1961) y "El silencio" (1963).

La carrera de Bergman empezó precisamente en el teatro en los años Cuarenta, con la realización de una producción en la Opera de Estocolmo. Posteriormente, en 1960 volvió a sus orígenes teatrales al ser contratado como director del prestigioso Dramaten, el teatro real de arte dramático.

Asimismo, a lo largo de su carrera se distinguió en numerosas ocasiones como director de numerosas piezas teatrales de importantes autores como, por ejemplo, su ídolo de juventud, el escritor August Strindberg.

Sin embargo, la decisión de dedicarse al cine la tomó en 1945, cuando se dio cuenta de que, para él, el único medio moderno para expresarse era la gran pantalla.

"Hacer películas es para mí un instinto, una necesidad como comer, beber o amar", declaró Bergman en una ocasión.

Gran cinéfilo, le gustaba mucho el cine estadounidense de los años Cuarenta y también los filmes franceses de esa década y de los años Treinta.

En su extensa carrera cinematográfica, que se extendió durante la segunda mitad del siglo XX, fue contemporáneo de maestros como el italiano Federico Fellini, el español nacionalizado mexicano Luis Buñuel y el japonés Akira Kurosawa.

Su obra marcó también a numerosas generaciones de cineastas como el estadounidense Woody Allen, un auténtico adorador de Bergman.

En 1955 obtuvo su primer éxito internacional con la comedia "Sonrisas de una noche de verano". A partir de finales de los años cincuenta sus películas se harán cada vez más oscuras, centradas en parejas en crisis y en seres desgarrados por la constatación de un Dios ausente.

Considerado como un director de actrices, dio sus mejores papeles a intérpretes como Maj Britt Nilsson, Harriett Andersson, Eva Dahlbeck, Ulla Jacobsson y Liv Ullmann.

Bergman vivió aventuras amorosas con algunas de esas actrices. Se casó cinco veces y tuvo nueve hijos, si bien en una ocasión afirmó no ser demasiado paternal.

Ignorado durante mucho tiempo en su país natal, Suecia sólo le rindió recientemente ese reconocimiento de gran maestro del cine que fue.

"Ningún otro artista sueco logró el mismo reconocimiento y el mismo éxito", declaró la ex directora de la Academia Cinematográfica Sueca.

Actualmente se concede también un Premio Bergman a los jóvenes talentos del cine sueco, que son como los 'Oscar' de ese país nórdico.

Según la agencia sueca TT, el cine y el teatro suecos perdieron a su "estrella más brillante de todos los tiempos".

'Crisis', su ópera prima en 1945

En el cine sus comienzos arrancaron de los guiones que escribió para proyectos propios y ajenos, casos de los directores Gustav Molander, Alf Kjellin, Lars Erik Kjellgren y Alf Sjorberg.

Ingmar Bergman, uno de los fundadores de la Academia Europea de Cine en 1988, se estrenó en la dirección con el largometraje 'Crisis' (1945), al que siguieron 'Llueve sobre nuestro amor' (1946), 'Noche eterna' (1947), 'Ciudad portuaria' (1948), 'Prisión' (1948), 'La sed' (1949), 'Juegos de verano' (1951), 'Tres mujeres' (1952), 'Un verano con Mónica' (1952), 'Noche de circo' (1953), 'Una lección de amor' (1954), 'Sueños' (1955), 'Sonrisas de una noche de verano' (1955) y 'El séptimo sello' (1956).

Bergman empezaba a ser conocido internacionalmente como un autor complicado, atormentado y oscuro.

Destacan en su trayectoria, asimismo, las películas 'Fresas salvajes' (1957) -premio a la mejor dirección del Festival de Cannes de 1958-, 'En el umbral de la vida' (1957), 'El manantial de la doncella' (1959) -Oscar a la mejor película extranjera y Premio Fipresci de Cannes-, 'El ojo del diablo' (1960), 'Como en un espejo' (1961) -Oscar a la mejor película extranjera y galardonada en el Festival de Berlín-, 'El silencio' (1963), 'Esas mujeres' (1964), 'La vergüenza' (1968), 'La carcoma' (1971), 'Secretos de un matrimonio' (1973), 'El huevo de la serpiente' (1977), 'Sonata de otoño' (1978) y 'Fanny y Alexander' (1983).

Fructífera etapa televisiva

Tras esta última, premiada con cuatro Oscar (película en lengua no inglesa, fotografía, decorados y vestuario), puso fin a la realización para la gran pantalla e inició un ciclo de telefilmes, como 'Después del ensayo' (1984), 'Los dos bienaventurados' (1986) o 'En presencia de un payaso' (1997).

Sus guiones posteriores fueron llevados al cine por otros realizadores. Fue el caso del danés Bille August ('Las mejores intenciones', 1990, Palma de Oro de Cannes en 1992), de su hijo Daniel Bergman ('Niños del domingo', 1992) y de su actriz favorita y ex compañera sentimental Liv Ullman ('Confesiones privadas', 1996, 'Infiel', 2000, y 'Saraband', 2003). Su última obra para televisión fue como guionista de 'Bergmanova sonata' en 2005.

En 2004, la televisión sueca SVT emitió un documental de 180 minutos, a cargo de la periodista Marie Nyreroed, sobre la vida y obra de Bergman en su retiro en la isla de Faro.

Y el 18 de julio siguiente, Bergman hizo un último relato público, de hora y media, sobre su vida personal y artística en un programa en directo de la Radio Nacional de Suecia.

Entre otras distinciones Bergman está en posesión de los Premios Erasmus (1965), Internacional de Teatro Luigi Pirandello (1971) y Goethe (1976), la Medalla de Oro de la Academia Sueca (1977), el título de Comendador de la Legión de Honor francesa (1985) y la Palma de Oro a su carrera del Festival de Cannes (1997).

Es autor de sus memorias, tituladas 'La linterna mágica' (1987), y de los libros 'Imágenes' (1990), el autobiográfico 'La buena voluntad' (1991), la novela 'El quinto acto' (1994) y 'Conversaciones privadas' (1996).

Se consideraba a sí mismo como un hombre de teatro: "Es toda mi vida". Mientras que el cine es para él "un trauma y una pasión", según sus palabras.

Padre de ocho hijos, Bergman estuvo casado cinco veces. La primera con Elsie Fischer, con quien tuvo una hija. Luego con Ellen Lundstrom, que le dio cuatro hijos (entre ellos una actriz, Anna).

Su tercera y cuarta esposas fueron, respectivamente, Gun Hagberg, con la que tuvo un hijo, y la pianista finlandesa Kabi Laretei, madre de su hijo Daniel, también director de cine. Su quinta esposa, Ingrid Karlebo von Rosen, falleció en 1995.

Al margen de estos matrimonios, Ingmar Bergman vivió relaciones sentimentales con las actrices Harriet Andersson y Liv Ullman. Con ésta tuvo a su hija Linn, periodista.
Ingmar Bergman dirigió más de 60 películas (incluyendo títulos para televisión) y más de cien obras de teatro.
Bergman, considerado uno de los realizadores más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, fue uno de los fundadores de la Academia Europea de Cine en 1988 y durante su carrera recibió cuatro premios Oscar.

Según sus palabras, se consideraba a sí mismo como un hombre de Teatro: "Es toda mi vida". Mientras que el cine era para él "un trauma y una pasión" que quedó plasmada, entre otros, en estos títulos:

1945.- Crisis
1946.- Llueve sobre nuestro amor
1947.- Noche eterna
1948.- Ciudad portuaria y Prisión
1949.- La sed
1951.- Juegos de verano
1952.- Tres mujeres y Un verano con Mónica
1953.- Noche de circo
1954.- Una lección de amor
1955.- Sueños y Sonrisas de una noche de verano
1956.- El séptimo sello
1957.- Fresas salvajes
1958.- En el umbral de la vida y El rostro
1959.- El manantial de la doncella
1960.- El ojo del diablo
1961.- Como en un espejo
1963.- El silencio
1964.- Esas mujeres
1968.- La vergüenza y El rito
1969.- Pasión
1971.- La carcoma
1972.- Gritos y susurros
1973.- Secretos de un matrimonio
1974.- La flauta mágica
1975.- Cara a cara
1977.- El huevo de la serpiente
1978.- Sonata de otoño
1980.- De la vida de las marionetas
1983.- Fanny y Alexander
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Sin gritos ni susurros en la muerte de Bergman
SL

Conservo dos recuerdos del viejo cine Catalunya, aquel cine de la plaza Catalunya que se llevó por delante el edificio que ahora acoge una de las tiendas Fnac de Barcelona. El primero es la comodidad de sus butacas. En mi memoria aquellas butacas amplias, inacabables, ¿de cuero?, siguen siendo imbatibles después de tantos años.

El segundo recuerdo es la proyección en aquella sala de "Gritos y susurros" (1971), de Ingmar Bergman.

He olvidado la trama exacta de la película, pero la experiencia de la visión de aquel drama de mujeres y sobre mujeres permanece tan imborrable como la exuberante comodidad de aquel cine desaparecido. Quizá por contraposición, porque "Gritos y susurros" es la quintaesencia de la película incómoda, de esas que te remueven por dentro y que ya nunca te abandonan. La verdad, nunca la he vuelto a ver. Me he resistido. De sus imágenes se me han quedado grabadas a fuego los gritos de dolor de sus protagonistas, y unas paredes de un rojo sangre subido que, para mí, todavía, son la mejor encarnación de la impotencia del ser humano ante su destino último.

Acaba de fallecer Bergman, y su muerte me ha hecho pensar en "Gritos y susurros" como en tantas otras películas del director sueco. La que más me impresionó al principio, por su cualidad casi épica, tan del gusto adolescente incluso hoy, fue "El séptimo sello" (1957), una alegoría de carácter religioso de una potencia visual insuperable en su divino blanco y negro. En la que, sin embargo, bajo una superficie ordenada y civilizada –¿qué hay más ordenado que el caballero jugando al ajedrez con su propia muerte?- subyacía un mundo terrible, hecho de dolor, sufrimiento y desdicha. Uno diría que ahí se descubre la quintaesencia del propio Bergman como creador.

¿Recuerdan "Escenas de matrimonio" (1973)? ¡Qué violencia, que amargura tras la inicial apariencia de apacible estabilidad conyugal! Y así en tantas otras de las más de cuarenta que llevan su firma. En la trilogía de "Los cumulgantes" (1963), "El silencio" (1963) y "La hora del lobo" (1968); en las crípticas imágenes de "Persona" (1966); incluso en las más apacibles y casi bucólicas de "Un verano con Mónica" (1953)… En todas ellas se intuye un fondo de violencia y de descontento vital evidente.

No fue Bergman un cineasta feliz, no. Era demasiado lúcido para serlo. Pero supo revestir ese poso de sufrimiento inevitable a la condición humana con el talento de aquel que sabe encontrar la verdad en la mentira del cine, al igual que la ostra sabe sacar la belleza de la perla de la simiente de arena dolorosamente incrustada en su interior. Uno de los protagonistas de "La alegría" (1950), una de las primeras películas de Bergman, asegura en un momento dado: "Te confesaré en sentido del verdadero arte. El verdadero arte surge de la infelicidad. Yo prefiero ser infeliz. ¡Dios sabe que es el estado habitual en mí!", y en esas palabras adivina uno el propio credo del Bergman como director de cine.

Lo cierto es que Begman luchó toda su vida contra los demonios de una educación extremadamente irracional y severa. Sólo hay que leer su libro de memorias "Linterna mágica" (Tusquets) para darse cuenta de la magnitud de la tragedia. El resultado de esa batalla interminable, contra el mundo, contra sí mismo, quedó reflejado en sus películas, nada cómodas ni complacientes. Bergman fue un revulsivo para su época, porque llevó más lejos que nadie las posibilidades del cine para explorar los rincones oscuros del alma humana, aún a costa de dejar jirones de sí mismo en el camino.

Seguro que hay otro Bergman más complaciente, más a gusto en su propia piel, como el Bergman de "Fanny & Alexander", por ejemplo, y de otras tantas películas suyas. Pero ese no es el mío. Mi Bergman siempre será aquel director que supo extraer de la belleza de unas paredes rojas y del dolor de unas mujeres, a veces gritando, y otras tan sólo susurrando su dolor, la poesía seca, abrasiva y cruda de la vida sin mistificar.

Descanse en paz. Y gracias por todo.

En su honor volveré a ver -uno de estos días de verano, no sé cuándo- "Gritos y susurros".

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