jueves, 5 de julio de 2007

Ponencia - Sobre, arte, artista y gestión cultural - Por Roberto Bussero

Participando en cierto foro, abstrayéndome de discusiones intrascendentes, apunté, a modo de conclusión, que “la cultura es el ámbito y el arte el instrumento generador de símbolos, aquellos que reflejan los deseos, carencias, virtudes, ventajas y desventajas de un grupo. Por lo tanto, como ámbito, la cultura se administra y a su gestión compete el encauce, la provocación y el estímulo desde el plano estratégico y hacia el puntual – fáctico y cotidiano – de las actividades sociales.

Otro problema es quién gestiona (ba) en los tiempos de la postmodernidad y, si esta definitivamente falleció - ¡las “épocas” duran, resisten, tan poco en estos tiempos! – quién lo hará en lo que se está gestando – postpostmodernidad, hipermodernidad, cibercultura, nueva barbarie -.
Menudo problema, porque si el Estado se decreta incapaz de gestionarlo todo y abandona sitios, se repliega en ancas del desguace de las grandes utopías, también es cierto que la privatización, a veces confundida con una privacía gorda, muy obesa, es doblemente inepta para asumir ciertos necesarios liderazgos culturales: porque no quiere – no le conviene – o porque no sabe – no tiene experiencia y, por otro lado, multiplica los vicios de lo público, y todavía sin controles -.
Así, sigo recordando aquel foro a través de mis apuntes “post”, creo que es verdad que con un contexto de postmodernidad cansada, pero con una postura artística (instrumento, herramienta) establecida en un marco cultural que la reconoce y la siente propia, es posible ambientar un nuevo renacimiento, pero "otro” Renacimiento.

FIGURAS

Esto necesita de la figura de la gestión cultural como generadora de oportunidades y de comunicadora en la red de actores de la comunidad, con lo que podemos establecer un camino de posibles tareas para el desarrollo de las actividades sociales.

arte es la actividad humana de expresión sensible, que se materializa desde la visión interior en la obra, con el fin de estremecer y estimular a quienes la contemplan. (18)
En ese sentido, coincido con quienes afirman que la naturaleza esencial del arte no reside ni en la producción para satisfacer “unas” necesidades prácticas, ni en la expresión de “unas” ideas religiosas o filosóficas, sino en la capacidad del artista de crear un mundo sintetizado y consciente de sí, el cual no es ni el mundo de los deseos y necesidades prácticos, ni el de los sueños y la fantasía, sino un mundo compuesto de estas contradicciones, es decir, una representación convincente de la totalidad de la experiencia.
Entonces, día de coincidencias, con Herbert Read (querido y espléndido Arte y Sociedad, aunque a mí me gusta más Imagen e Idea) el arte es una manera de afrontar la percepción que el individuo tiene de algún aspecto de la verdad universal, que es múltiple, variada, pues es social y, por supuesto, societaria.
Por cierto esas actividades deben estar enmarcadas en la comunidad, en sus diversos círculos concéntricos desde el individuo – persona, nunca “solo” y cada vez menos “único”, a pesar de su irreductibilidad.
En esa dirección, el arte instrumento refleja las preferencias, destruye los miedos y los prejuicios, crea libre pensadores y libres obradores, y debe sensibilizar acerca de los temas que más afectan simbólicamente a la sociedad. Y cuando digo “simbólicamente” refiero a la repercusión, más o menos mediata de los hechos que rodean a la sociedad – comunidad – cultura.
He ahí la importancia pre, intra y post simbólica del tema ambiental y hoy, especialmente, del calentamiento global, como creador de miedos, prejuicios, cambios de hábitos, generador de acciones y relanzador del muy ancestral asunto del advenimiento de múltiples terribles catástrofes yla posible reducción o eliminación de la humanidad, superando la hipótesis científica de que a fines de la década de 2030 un asteroide impactará nuestro planeta con efectos devastadores.
En ese plano, siempre la actividad artística encontrará el primer modo de redención de lo humano, la estirpe salvadora que encuentra el camino del Sol, representante eterno de la trilogía Bueno, Verdad y Bello, delegados moral, cognitivo y estético de las necesidades sociocomunitarias.

BUSQUEMOS…

Si intentamos profundizar, que no siempre es dificultar, el tema, el hombre no se puede considerar – pensar – si no está inmerso en la Cultura y en una de sus expresiones, que es su cultura inmediata. Tan inmediata, como cercana, que tiende a lo mediato, a expandirse. En ese sentido, toda cultura es conquistadora y su gestión debe prepararse a ser relativamente, pero en alto grado, conquistadora.
Allí está jugando un papel fundamental la actividad artística, ya que es ésta la que estipula, a través de su lenguaje simbólico, la representación de los significados de la simbología que forma la cultura de una nación, zona, comunidad.
Como el hombre no puede pensarse sin sociedad, y toda sociedad practica – estructura y desestructura – una cultura, toda cultura expresa sus necesidades a través de variadas formas de hacer, todas ellas con un acervo estético en desarrollo. En ontras palabras: los miembros de una cultura “hacen” arte, son “artistas”.
El paulatino reconocimiento de nuevas “disciplinas artísticas” no hace más que avalar esa continuidad.

Decía uno de mis mentores en este tema que situarse en el plano de las artes desde una perspectiva organizativa es de una gran complejidad, existe una constante lucha entre las sensibilidades humanas, generalmente llenas de vida y conflictos.
Es que para el artista el concebir una obra implica un desmembramiento interior, es una suerte de parto intelectual y espiritual, aunque no se considere artista y no califique como arte su tarea.
En esos términos, se dificulta aún más tratar de iniciar, desde un enfoque científico, un estudio de características de objetividad, donde precisamente se vive en la subjetividad. El problema es que esas dos dimensiones, eliminadas las pretensiones del yo absoluto y de la verdad, y sobreviviendo el plano de la hipótesis – teoría, formas una continuidad “agradable”, donde los diversos puntos viven in – cómodamente su irrealizable e inevitable dialéctica, que, en definitiva, lo es entre lo inmanente – hacia el sujeto – y lo trascendente – hacia el objeto, no la “cosa”, lo noumenal -.

ACCIONES

Esa actividad, que va de la gestión, pasando por la confección hasta la apreciación, requiere un aprendizaje y puede limitarse a una simple habilidad técnica o ampliarse hasta el punto de englobar la expresión de una visión particular del mundo.
El término arte deriva del latín ars, que significa habilidad y hace referencia a la realización de acciones que requieren una especialización, como por ejemplo el arte de la jardinería o el arte de jugar al ajedrez. Hoy se habla de arte refiriéndose a lo gastronómico, el diseño y hasta el fútbol.
Todo eso es arte, es problema es su graduación interna y qué capacidad tiene una cultura, desde su gestión y desde su teoría del gusto, para establecer capas y repliegues, separando y gozando lo sublime, reconociendo lo renovador, lo revulsivo y aún lo repugnante, pero aún arte, y descartando lo no-arte, pero igual actividad cultural, que puede ser indoloro para la sociedad o constituir una sub o anti cultura muy peligrosa.

Por otro lado, en un sentido más amplio, el concepto de arte – e incluso el de su gestión y concreción - hace referencia tanto a la habilidad técnica como al talento creativo en un contexto musical, literario, visual o de puesta en escena. El arte procura a la persona o personas que lo practican y a quienes lo observan una experiencia que puede ser de orden estético, emocional, intelectual o bien combinar todas esas cualidades.
De todos modos, existen transformaciones importantes en la dimensión cultural que insinúan la búsqueda de una expresión próxima a la actual praxis cultural, pero en una especie de “tire-y-afloje” que no sólo contiene las dimensiones “inventadas – apropiadas” por el hombre, como las más elementales tiempo y espacio, subjetividad y objetividad, inmanencia y trascendencia, sino que busca cierta generación ideativa, que en términos constantes llamamos “creación”.

Advirtiendo en todo momento que lo gestionable en la cultura sólo puede entenderse a la luz de lo no gestionable, ya que la libertad, la autonomía y la independencia de los procesos culturales no lo son, “hacer arte” aparece como otra dialéctica de la praxis, tendiente a lo bello pero abarcativa de todo lo humano.

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