jueves, 5 de julio de 2007

Papeles y Cenizas - Los diez filósofos mas ilustres de la historia - Alejandro Piscitelli

Se trata de despreciar lo que hay, en nombre de lo que puede haber". El filosofo Alain Badiou
Todavía me acuerdo la risa que me dio la tapa de esa revista Noticias de hace unos años atrás que sostenía oronda (¿o patéticamente?) en la tapa, acompañando una foto de Mario Bunge, que se trataba del hombre mas inteligente de la Argentina.
No se porque, y a pesar de esa inocultable risa, también a mi siempre se me ocurre hacer rankings semejantes. Y puesto que me dedico -en actividad o en retiro efectivo (RE) a la filosofía- durante mas de 3 décadas, constantemente me he preguntado quien es el filosofo (argentino, latinoamericano o mundial) que podría aspirar -como se dice en el tennis- a uno de los 10 mejores lugares en un ficticio e injustificablemente ranking.

Encima en el ultimo cuarto de siglo con la muerte de luminarias de quienes alguna vez pudieron ocupar ese lugar, en el firmamento internacional, como fue el caso de Michel Foucault o Jean Paul Sartre, de Gilles Deleuze o de Felix Guattari, de Martín Heidegger o de Gregory Bateson -para mezclar la Biblia con el calefón-, el listado se esta volviendo peligrosamente vacío.
Pero si de algo no hay ninguna duda es de que en el caso argentino Mario Bunge nunca pudo ni debió ocuparlo, ni siquiera en el décimo lugar, y difícilmente algún connacional merezca estar en este tinglado, ni siquiera Tomas Abraham o Juan Pablo Feinman, que sin ninguna dificultad son mas anti- o post- filosofos que filosofos en el sentido mas convencional (y apropiado) de la palabra.

Por supuesto que hay nombres que deberían estar en este listado como como es el caso de los norteamericanos Hillary Putnam y Richard Rorty, o de los italianos Giorgio Agemben o Massimo Cacciari o de los franceses Jacques Bouveresse y Dominique Lecourt, o del aleman Peter Sloterdijk o del eslavo Slavoj Zizek.

Alain Badiou ama pasearse por Buenos Aires

Pues bien alguien a quien fácilmente deberíamos añadir a esos retraídos o retacones listados, es sin lugar a duda Alain Badiou quien muchas veces en estos últimos años se pase-o alegremente por Buenos Aires.
Alain fue profesor mío en Vincennes en esos años espléndidos y fascinantes de fines de los 60 cuando sobre las ruinas del Mayo francés se tejió la utopía de una universidad liberada de las cadenas de las credenciales, los estamentos, las edades y las restricciones.
En esa época era uno de los discípulos mas afamados de Louis Althusser y ante su ausencia en ese experimento de inmediación social, fue su mas ferviente apóstol y primer espadachín.
Es cierto que también tuvimos como maestros a Etienne Balibar y a Jacques Ranciere entre los principales alumnos del gran Althusser pero ninguno de ellos demostraba la profundidad y el exquisito detalle, la versatilidad en la escritura -que le permitía pasar sin dificultades de la filosofía de las matemáticas al teatro y a la novela, de la lógica simbólica ala filosofìa de la historia, de la ontología a la mitologìa- como Alain Badiou.
Leímos aun con la tinta fresca ensayos inolvidables como El recomienzo del materialismo histórico (1968) publicado en la no menos mítica Critique. Revue Revue Generale de Publications francaises e etrangers" y el incomprensible manifiesto (un dialogo mano a mano con el análisis no estandar de Abraham Robinson) "La subversión infinitesimal" (1968) aparecido en Cahiers pour l'analyse nº 9 Genealogie des sciences, junto con la memorable respuesta de Michel Foucault al Circulo de Epistemologie sobre la arqueología de las ciencias que terminaría en la maravillosa "Arqueología del Saber" del año siguiente,
Pues bien para nuestra inmensa alegría Alain hizo circular en nuestro idioma a partir del año 2000 (gentileza infinita de la editorial Manantiales) una obra mayuscula de casi 600 páginas publicada originalmente en francés hace 10 años titulada "El ser y el conocimiento".

El ser y el acontecimiento en versión Badiou

Alain esta contento de que el tiempo no haya mellado tanto sus intuiciones originales y que su proyecto de desarrollo de una filosofía a la vez personal y colectiva este tan vivo como hace 15 años cuando empezó a sistematizarlo, o como hace 35 cuando empezaba a burilar, en las clases en donde lo tuve como profesor en Vincennes, muchas de las ideas que recién se deshojarían como margaritas en la casi decena de obras que desde 1990 terminarían de contribuir a su decidida consagración como uno de los obligados filósofos de mis ranking personales.
Badiou sabe que ninguna escritura -especialmente si tiene por destino a una entidad de la magnitud del ser- puede subsistir incólume al terrible desgranamiento del tiempo. Además, con justo criterio, insiste en que las lagunas de un dispositivo de pensamiento se ven menos en el estudio directo de su composición que cuando nos esforzamos por extraer sus consecuencias.

Por ello Badiou nos pide que antes de juzgar inclementemente -con la ayuda de ese desagradecido tiempo- a su obra maticemos nuestros comentarios poniéndolos en resonancia con los dominios de aplicación en las que él mismo las sometió a intenso escrutinio.,
Así en obras como La ética, o San Pablo se ocupo de desbrozar sus ideas a la luz de las normas del compromiso subjetivo en un procedimiento de verdad.
También en Le Nombre et les Nombres hizo lo propio con diversas partes del pensamiento ontológico (matemático). Las preocupaciones regionales de Badiou son tan variadas como la que uno esperaría de un filosofo en la mejor tradición clásica. Porque sometió a critica sus afirmaciones enfocándolas en dirección del psicoanálisis en Conditions, a la política en Abregé de metapolitique e incluso animándose a medirse (o a valorizarse) en función de un colega de armas de la critica tomar cual fue el desaparecido Gilles Deleuze.

Después de haber vivido y pensado 10 años a la vera de su propia escritura Badiou se vio compelido a aggiornar su reflexión/acción en al menos tres direcciones-.
Para Alain la filosofía no es mas que un recurso entre otros para intervenir en lo real. Por lo tanto su función es la de fortalecer la potencia del espíritu sobre la materia, la afición de la voluntad, pero sobretodo a partir de la certeza de que el tratamiento de los posibles por el pensamiento forma una unidad con su advenimiento.
Para Badiou la única función de la filosofía es la de despreciar lo que hay en nombre de lo que puede haber, de preferir cualquier verdad a las enciclopedias del saber.
Badiou igual que Thomas Abraham en filosofía, que Rodolfo Walsh en periodismo, que Arturo Jauretche en critica cultural no está en el consenso académico. Badiou está en contra de la perpetuación del mundo que nos rodea sea en su vertiente filosófica o epistemológica, económica o ideológica, cultural o tecnológica.

Un acontecimiento abre un espacio subjetivo que se puebla de tres figuras posibles (aparte del sujeto fiel, hay un sujeto reactivo y un sujeto oscuro). Ha establecido asimismo cuáles son las operaciones del sujeto, que en ese libro teórico solo se limitan a la indagación.
Para quienes quieren inmiscuirse en estos conceptos densos y al mismo tiempo tan subjetivos convendría darse una vuelta por una de las obras mas recientes de Badiou a saber El corto tratado de ontología transitoria.
Para el la rectificación esta casi lista y de lo que se ocupaáa de ahora en mas (en una obra a publicar que se llamara Ser, Parecer, verdades) es del análisis formal de los procedimientos de verdad (arte, política, ciencia y amor).

Imposible resumir nada cuando de Badiou se trata. Imposible inmovilizar nada cuando lo que esta frente a nosotros es una teoría del ser y del acontecimiento. Pero aun así Badiou nos invita a compartir con el su descubrimiento de que toda fidelidad verdadera es una invención, que depende además (contradictoria, inevitablemente) de la fecundidad del azar.
Con una gentileza rara vez presente entre nuestros conciudadanos Badiou le rinde homenaje a Raul Cerdeiras, un argentino entreverado con la filosofía y con Badiou desde hace años. Badiou extrañamente se declara feliz de estar en Buenos Aires, de ver traducida su obra, de estar produciendo obra y sobretodo de sentirse coperteneciente a una verdad que para el es la misma que la dicha que Spinoza asociaba a la palabra (éxtasis) denominado beatitud.

Badiou y la eterna crisis argentina. La filosofía como teoría de verdad y no teoría del ser.

Cuando Badiou visito nuevamente nuestro país hace al filo de la caída de la convertibilidad, con motivo de la Feria del Libro, tuvo un enorme éxito de público y de crítica, y atribuyó este reflujo de la atención a que el período de deconstrucción, el período de escepticismo acerca de las posibilidades de la filosofía estaría debilitándose y que esto llevaría a que la gente se interesase por una filosofía más afirmativa, más racionalista, capaz de proponerle al pensamiento, a la acción, algo distinto de una resignación ante el mundo tal cual es.
Badiou se define a sí mismo como un luchador contra el nihilismo y la especialización contemporáneos. Su esfuerzo se orienta hacia la búsqueda de una verdad entendida como singularidad universal. Esa verdad que, originada en el acontecimiento y en la labor del sujeto, adquiere valor universal, se relaciona tanto con el rigor de la ciencia como con la sensibilidad poética y amorosa.

Badiou no se anda con chiquitas y sus comentarios mas que cripticos en los Cahiers pour l´Analyse de hace tres décadas, explotaron en forma provocativa en su libro mayor, al insistir en que la matemática es el pensamiento del ser indeterminado, es decir, del ser sin cualidades, sin sus predicados particulares. Cuando se reduce lo que es a la pura propiedad de ser, se encuentra una especie de abstracción pura que no se distingue de aquélla de la que hablan las matemáticas. Y en ese sentido afirma muy sueltito de cuerpo, que la matemática es la ontología.

Esto no quiere decir que el ser sea matemático, sino que las matemáticas son la escritura apropiada para el pensamiento del ser. Esto indica, al mismo tiempo, una suerte de depuración de la filosofía. La filosofía va a ocuparse de algo diferente de la cuestión del ser, pero teniendo en cuenta el hecho de que el pensamiento del ser es matemático. La filosofía será, entonces, teoría de verdad y no teoría del ser.
Aquí interviene el concepto de acontecimiento porque, si la verdad no es una estricta consecuencia del ser, es preciso que entre el ser y la verdad haya algo, algo que no sea el ser, y que sea más bien como una suerte de desaparecer. Una aparición-desaparición. Es lo que Badiou llama acontecimiento. Es una suerte de azar que viene además del ser y que va a estar en el origen de toda verdad. De ahí el título de su libro El Ser y el Acontecimiento, que quiere decir, también, "el ser y la verdad", y "la matemática y la filosofía".

El dialecto filosófico

En un lenguaje densamente filosófico del que felizmente ya me había olvidado -pero que a veces es divertido retomar despues de tanta economía, tecnologìa y otras pavadas afines-, Badiou insiste en que la relación entre universalidad y singularidad es esencial para entender qué es la verdad. Si en el origen de lo que llamamos verdad está el azar de un acontecimiento, entonces toda verdad es absolutamente singular. Y los sujetos de esta verdad, los sujetos que son fieles al acontecimiento, son también sujetos singulares que trabajan en situaciones particulares.
Pero, al mismo tiempo, no tendría ningún sentido hablar de verdad si esta fidelidad al acontecimiento fuera estrictamente singular. Si no le interesara a nadie más que a los que están en esa cuestión, tendríamos, no una verdad sino, simplemente, una realidad particular. Entonces, hay que pensar que esta fidelidad singular al acontecimiento construye algo que tiene un valor universal. Y los conceptos más importantes de El Ser y el Acontecimiento pretenden mostrar que puede existir algo asi como una singularidad universal.
Eso es una verdad: algo singular del lado del acontecimiento y universal del lado de las consecuencias. Lo importante es entender bien cómo, a partir de un acontecimiento absolutamente singular (la Revolución Francesa de 1789, por ejemplo), en una situación particular (en este caso, la Francia de fines del siglo XVIII), fue construido algo que es universal porque involucra a la humanidad en su historia completa.
Para Badiou uno de los aspectos mas pobres de las distintas corrientes filosóficas del siglo XX fue su vagancia y jactancia, caracterizada por el intento desde distintos ángulos de decretar a mandobles el fin de la filosofía .
Tanto el positivismo lógico como la filosofía analítica sostuvieron que el juicio metafísico estaba desprovisto de sentido y que la filosofía en su forma tradicional debía ser reemplazada por un análisis lógico de las posibilidades del lenguaje. Heidegger mismo anunció que estábamos en el período del fin de la metafísica y que se debía esperar el paso hacia lo que él llamaba "un pensamiento".
El marxismo, por su parte, proclamó rápidamente que la filosofía había sido una interpretación del mundo y que debía ser reemplazada por la transformación revolucionaria de ese mismo mundo. Y, en los umbrales del siglo, hemos tenido a Nietzsche que también anunció, según su propia expresión, que la historia del mundo va a romperse en dos y que la vieja complicidad entre la metafísica y la religión cristiana va a quebrarse.
Para Badiou es muy llamativo que corrientes tan opuestas entre sí hayan puesto por delante, casi todas, la cuestión de un fin de la filosofía, es decir, de un fin de lo que había empezado con Platón. Y en ese sentido, el siglo ha sido antiplatónico de manera esencial.
Según Badiou al comenzar un nuevos siglo habría que volver sobe ese voluntad de decretar de los fines y considerarlo como una suerte de síntoma apocalíptico del siglo XX. La idea de que el siglo XX ponía fin a un gran período histórico fue muy poderosa, pero Badiou piensa que ahora está saturada y que es improductiva. Si queremos mantener la filosofía con vida y hacer de ella algo más que una especialidad universitaria, debemos asumir el riesgo de ir más allá de ese nihilismo que celebra la impotencia del pensamiento, y atrevernos a proponer, atendiendo a las condiciones de nuestro tiempo, una nueva idea de la verdad.
¿Badiou vs Deleuze?
El anoticiamiento de una compilación de lass entrevistas a Badiou en el libro Condiciones, (Siglo XXI, 2003) con un prologo del siempre recomendado François Wahl nos devuelve siempre al rol estelar de Badiou en la filosofìa del siglo XX.
En ese prologo que luce casi tan difícil como el propio libro François Wahl insiste en que hay dos estilos de definición de la filosofía: uno es descriptivo, el otro fundador.
A su entender Gilles Deleuze dio un ejemplo del primero en ¿Qué es la filosofía? , mediante una suerte de puesta al desnudo del trabajo filosófico de donde se hace derivar los rasgos específicos de la filosofía misma.
En cambio según Wahl, Badiou asumió en "El ser y el acontecimiento" todos los riesgos del segundo: sólo hay filosofía bajo la condición de un pensamiento del ser, construido según un proceso sistemático, que toma a su cargo las refundiciones contemporáneas de la racionalidad, y que permite pronunciar, a su término, lo que es hoy la verdad.
Para Wahl, Deleuze y Badiou proceden a primera vista sobre vías paralelas, oponiéndose explícitamente a lo que es un truismo contemporáneo, a saber que estamos asistiendo a un “fin” de la filosofía.
Pero hay distintas maneras de salvar o de encarnar a la filosofía. Deleuze es mas modesto y prescindente, para el ésta es solo y nada mas, pero tampoco nada menos, que “el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos”.
Badiou es cambio mucho mas arriesgado y ambicioso, el le asigna a la filosofía asegurar de modo exclusivo la posibilidad de componer las verdades producidas por los cuatro procedimientos genéricos de la filosofía, los únicos capaces de producir verdades: procedimientos que son entonces otras tantas “condiciones” para la filosofía (el matema, el poema, la invención política y el amor).
En un lenguaje tan filosófico como profesional, Wahl dice que para Badiou la filosofía no existe bajo la condición de la lengua como trascendental para el pensamiento: el filósofo pasa por la lengua, pero la desplaza cada vez por el golpe de suerte de una nominación indeducible. En fin, no es cierto que lo Verdadero tenga algo que ver con la referencia, objeto del saber: procede de una decisión, hecho acontecimiento, acto lanzado, suplementario, pero también (dirá Badiou) sustractivo por lo que descuenta.
La irrenunciable vocacion de verdad
Para Badiou la palabra clave es Verdad porque para Badiou el objetivo es determinar los procedimientos racionales para un enunciado de verdad que no le deba ya nada a las categorías de la epistemología.
Los escritos reunidos en Condiciones –sobre Lacan, Platón, Beckett, Mallarmé, Rimbaud, el amor y las matemáticas (varias de las obsesiones “históricas” de Badiou)– son aquellos que exhiben con fuerza y claridad (como resumimos mas arriba) las cuatro condiciones o procedimientos genéricos de la filosofía.
En un tiempo que declaró unánimemente su desprecio hacia la metafísica (por la vía de la hermenéutica heideggeriana, el positivismo marxista o la analítica gramatical anglosajona), la recuperación del impulso ontológico (en la versión antiplatónica de Deleuze o en la neoplatonizante de Badiou) no puede sino constituir un gesto novedoso y desentumecedor.
Algo que no nos podíamos haber imaginado jamas cuando a finales de los años 60 compartíamos las clases con un Badiou pegado a la pollera de Althusser que recitaba en el recomienzo del materialismo histórico una versión mucho mas atinada e interesante que la vulgata de Marta Harneker que intoxico con sus 60 ediciones de marxuismo aguachento a generaciones y generaciones de latinoamericanos.
Pero Badiou nos engaño fácilmente con ese alineamiento, porque en seguida demostró ser mucho mas amplio y ajeno al althusserianismo que otros compañeros de ruta como Jacques Ranciere y Etienne Balibar.
Hoy por hoy en que al antimetafisica naufraga en la hipocresía o el deshilachamiento estas propuestas -.no menos que el nomadismo de Deleuze que abrazamos entusiasmados en la década del 70- refrescan la discusión y nos dan mucho para roer y desandar. Gracias Alain
¿Hay filosofìa despues de Jacques Derrida?
Muerto Derrida, Alain queda como uno de los pocos filósofos con agallas y background. Cuando lo conocí hace 35 años ya era un personaje portentoso. Con todo lo que aprendió en estos años y como se la ha venido jugando, cada día crece mas en mi estima y admiración.
Porque el hombre no deja pasar una y mientras muchos se callan y musitan el nos canta cuatro frescas sin inmutarse por el que dirán ni desde donde se lo dirán.
Nuevamente acaba de sacar un librito breve tachonado por tres ensayos pero que pegan fuerte y nos salta a la yugular como pocos autores de estas y otras orillas pueden jactarse de poder hacer lo todavía.
En Circunstancias (Libros del Zorzal) reivindica el papel que le cabe al filósofo para el análisis coyuntural de la globalidad, sus devenires y también de la situación francesa frente a un acto eleccionario decisivo.
Usando un lenguaje que en boca y tiempos de Sartre (digamos entre 30 y 50 años atrás) parecía politicamente correcto, en estos momentos sorprende a mas de uno al insistir en que el intelectual contemporáneo debe ser un militante de la verdad, un combatiente
Como habíamos visto en ocasiones anteriores para Badiou hay tres conceptos nodales que son el ser, la verdad y el sujeto y ninguno de ellos puede soltarse de la mano si queremos seguir haciendo filosofía
Se considera un pensador posmarxista que no ha abandonado la idea de una política de liberación y emancipación de los hombres y que lleva en su escritura y en su pensamiento la marca y la "huella" de tres maestros fundamentales como lo han sido Jean-Paul Sartre, Louis Althusser y el "antifilósofo" Jacques Lacan.
Contrariamente a lo que sostenía Adorno para quien filosofar después de Auschwitz no tenia sentido, Badiou insiste en que la filosofía existe porque hay crisis, guerras, revoluciones y catástrofes. La filosofía existe siempre en condiciones más o menos dramáticas. Se trata, precisamente, de pensar el drama, el horror, al mismo tiempo que la paz y la alegría. La filosofía no tiene límites. Su único tema es la verdad, y ese tema no admite límite alguno.
Diciéndole no a la ideología del "espectador"
Badiou rechaza la ideología del "espectador", que se encuentra en la filosofía política de Hannah Arendt. Porque para el no somos testigos del mundo; tenemos que incorporarnos al devenir, con frecuencia paradójico y violento, de las verdades, ya sea que esas verdades sean políticas, artísticas, amorosas o científicas.
Los intelectuales -y probablemente Tomas Abraham sea uno de los poco entre nosotros que esta sintonizado en esta longitud de onda, sin ser precisamente marxista- no tenemos que "calcular" nuestro público, como lo hace la televisión. No somos comerciantes de ideas.
Como marxista consumado que es para Badiou las "democracias" como la de los Estados Unidos o la de Gran Bretaña, o también las de otros países europeos, son los regímenes políticos del imperialismo contemporáneo. No se puede esperar nada de la forma "democrática" de esos Estados que practican la invasión, el bombardeo, el crimen de masas. En realidad, en la actualidad las "democracias" organizan una guerra implacable contra todos los pobres del planeta.
El camino es según el crear una política completamente ajena a esa presunta "democracia". Al ver la propaganda que hace el Estado de Israel, a todas luces colonial y militarista, que se presenta como "el único Estado democrático de Medio Oriente", la única idea posible es criticar a fondo semejante "democracia".
Para Badiou existe una nueva política, y también existe el pensamiento de esa política. La palabra "revolución" no es más que una de las palabras de la política. Lo que importa es la unión de las masas, la organización de las fuerzas populares en torno de principios, la independencia total del pensamiento, lo que llamamos política sin partido, y una acción política prolongada, paciente, completamente ajena a los mecanismos oficiales de la democracia.
Ninguna política de liberación puede ni debe definirse por la negativa. No le gusta la palabra resistencia. Para el los movimientos "altermundialistas", la visión de Negri es muy débil en términos políticos. Es la vieja idea de los movimientos de revuelta. Ni siquiera son capaces de generar sus propios encuentros. ¡Van adonde se reúnen los poderosos para protestar! ¡Todo eso es viejo y no tiene verdadera poesía!
Badiou le pega una y otras vez a todas esta manifestaciones de baja intensidad que creen que protestar contra el capitalismo provocando choques anti-Logo hará algo mas que sacarle chispazos al poder - Para el toda invención política nunca es "global" sino que, por el contrario, está situada, es local, experimental. Hay que proteger y profundizar constantemente su exterioridad a las leyes "democráticas". Dado que es la esencia de la política de liberación, no es del todo "la vida"; es un pensamiento que toma un cuerpo popular. En realidad, toda invención política es una ruptura subjetiva.
La verdad es que coincidimos con el en muchas cosas aunque su postmarxismo sigue sin seducirnos, suapuesta al proletariado como sujeto de la historia nos parece mas que nada una cuestión de elección de vida y su parousia a largo plazo no difiere mucho de una teología secular.
Lo que si es impresionante es la consistencia de sus reflexiones, la densidad de sus argumentos el valor paras seguir profesando tesis e ideas que hoy en día parece acartonadas y que resbalan frente al hiperconsumismo y la frialdad del pensamiento light.
¿Qué es un siglo?
Encima su reciente El siglo (Manantial, 2005) nos desarma con su acuidad y lucidez.. El libro, resultado de un seminario de trece clases dictado por el filósofo en el Collège international de philosophie durante los ciclos lectivos de 1998 a 2001, Alain Badiou se abre con una pregunta capital: ¿Qué es el siglo? Para luego proponer varias maneras de contarlo.
Una es el siglo que comienza con la guerra del 14, incluida la revolución del 17, y concluye con el derrumbe de la URSS. Es “el Siglo Soviético”, dirá Badiou, el siglo de la guerra y la revolución.
Otra manera es ver al siglo como el lugar de las atrocidades, sobre todo las stalinistas y nazis. Es el “Siglo Maldito”, caracterizado por los “campos de exterminio, las cámaras de gas, las masacres, la tortura, el crimen estatal organizado”.
Pero también puede pensárselo como el siglo del triunfo capitalista y el mercado mundial. La victoria de la economía. “El Siglo Liberal”, arrimará Badiou.
El mayor mérito de esta relectura no es contar lo que paso (aburrimiento al que nos vienen sometiendo desde tiempo inmemorial los cientìficos sociales -con excepciones contadas como Pierre Bourdieu, Bruno Latour o Immanuel Wallerstein, sino que se pensó (antes, mientras y despué) para que lo que paso, pasara. Aqui hay una vacío que en el caso argentino llega al escándalo. Badiou nos insta a llenarlo. A ver quien se anima.

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