miércoles, 18 de junio de 2008

434 - Dialéctica - Hacia un sistema socialista - Julio A. Louis

* columnas de Louis, ejemplo de rigor, red

El sistema capitalista no es el único habido en la historia. Han existido otros sistemas. Todos se basan en una concepción determinada para la búsqueda del equilibrio económico. Los hay de economía cerrada en los que el equilibrio se busca en el seno de un grupo estrecho (familia, dominio rural, comunidad); en ellos los productores tratan sólo de asegurar la satisfacción de sus necesidades engendrando todo lo que necesitan, sin vender sus productos elaborados fuera del grupo ni comprar otros. Las decisiones se adoptan por la vía de una autoridad que interpreta las necesidades, elige los bienes a producir y atribuye tareas a cada uno. Esos sistemas han existido durante milenios.
Hay otros sistemas de economía de intercambio en los que se procura la adaptación de la producción a necesidades más abarcadoras que los componentes de un grupo cerrado. Los productores se especializan en ciertas actividades creando mercancías para el intercambio, además de las que consumen ellos. Con el excedente producido se procuran los otros objetos que necesitan.
Un sistema de intercambio es el capitalista, en el que las necesidades pueden expresarse en el mercado bajo la forma de una cierta demanda que, por su presión sobre los precios, orienta la oferta. Pero también hay sistemas de intercambio basados en el mecanismo de una planificación económica, en el cual las necesidades de la colectividad son estimadas por una autoridad central que establece cierta jerarquía de necesidades y decide los bienes que han de producirse. Es un mecanismo similar al de la economía doméstica, pero en una escala mayor. Los sistemas tributarios -por ejemplo, el incaico- pertenecen a este tipo.
Los sistemas no existen en estado puro. Todos conllevan elementos de épocas y tipos diversos, que son supervivencias del sistema anterior o anuncios del siguiente.
El denominado "sistema socialista" es el primer intento de superar al capitalista en escala mundial. Marx y Engels imaginaron una sociedad en la que la propiedad privada burguesa sería abolida, los medios de producción socializados y transferidos al Estado, quien planificaría la producción de acuerdo a las necesidades del consumo. Pero ellos pensaron que se instauraría en sociedades capitalistas industrializadas. Sin embargo, esas condiciones no se han dado en el siglo pasado. El "sistema socialista" integrado por una gran mayoría de países de inferior capacidad productiva a los capitalistas desarrollados, no pudo alcanzar al centro del sistema capitalista, ni escapar de la escasez, del desarrollo desigual, de las diferencias sociales y fue superado por éste.
Así, el sistema capitalista ha sobrevivido al mayor reto histórico enfrentado. ¿De esto se concluye que no es dable vencerlo? En la medida que el sistema capitalista domina al mundo ­salvo algunos países con modos de producción diferentes al capitalista pero obligados a aceptar sus reglas, y que a la vez, dialécticamente, lo resisten y niegan (Cuba es el mejor ejemplo)­ y en la medida que se demostró, primero teórica y luego prácticamente, la inviabilidad de la construcción del socialismo en países aislados, hay que asumir que el proceso de transformación se gesta en los marcos del sistema capitalista.
Además, que el potencial revolucionario reside en la periferia y no en el centro, aunque ambos a la larga, compartirán la necesidad socialista. Pero aunque gestada inevitablemente en las entrañas del sistema capitalista, la política socialista se diferencia en que no se somete a sus reglas, como el monitoreo de las organizaciones internacionales de crédito, y crea las herramientas económicas, políticas, sociales, militares, etc. que lo derroten.
Fidel anticipa las grandes líneas para superar al sistema: "¿Qué tipo de globalización tenemos hoy? ¿Una globalización neoliberal [...] ¿es sostenible? No. ¿Podría subsistir mucho tiempo? Absolutamente no. ¿Cuestión de siglos? Categóricamente no. ¿Durará sólo décadas? Sí, solo décadas. Pero más temprano que tarde tendrá que dejar de existir [...] ¿cómo se va a producir la transición? No lo sabemos. ¿Mediante amplias revoluciones violentas o grandes guerras? Parece improbable, irracional y suicida. ¿Mediante profundas y catastróficas crisis? Desgraciadamente es lo más probable, casi casi inevitable, y transcurrirá por muy diversas vías y formas de lucha. ¿Qué tipo de globalización será? No podrá
ser otra que solidaria, socialista, comunista, o como ustedes quieran llamarla."("Fidel: su visión del mundo actual". 1999)

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La enfermedad senil

La ideología burguesa, pasada su juventud revolucionaria, con sus diversos matices, se ha vuelto reaccionaria y autoritaria. Y las fuerzas políticas de izquierda no son inmunes a su contagio.

Las visiones ideológicas correspondientes a las clases populares, también con matices, primero deliberan, aprueban y después, eligen a sus mejores defensores, o en el plano político-electoral, a sus candidatos. A contrapelo de lo que sucede en las filas del tradicionalismo reaccionario, donde `servidores` del bien público se despiden de sus colectividades políticas para postularse por cuenta propia, sin que ni ellos ni nadie sepan cuales son las diferencias.

El Congreso del Frente Amplio -que ha pasado a cuarto intermedio- ha ratificado posiciones antiimperialistas. De indudable trascendencia es lo resuelto, primero por la comisión de inserción internacional y luego por el mismo Congreso: no al TLC, sí al Mercosur, no al ambiguo `regionalismo abierto' , sí apoyo a las experiencias de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba.

El Frente Amplio debe terminar estas deliberaciones y aprontar concienzudamente el debate programático. Si, como es dable espera, el Congreso mantiene pronunciamientos antiimperialistas, cae de maduro que los candidatos para un futuro gobierno deben ser dignos defensores de esas posiciones.

Pero la enfermedad senil del autoritarismo coloca al carro delante de los bueyes. Es lógico: el Congreso del Frente rechazará la postulación de candidatos defensores de un TLC con EEUU, 'amigos' del imperialismo, que hacen buena letra frente al bloque de poder del gran capital.

La prensa de derecha alienta la danza de nombres. Es una manera disimulada de restar entidad al programa, a la participación de los frenteamplistas en su elaboración y aprobación, y por la vía de ignorar su importancia, de dar pie para que los candidatos ignoren también al programa, al mejor estilo de los partidos tradicionales. Es la vía que tienen para inventar nombres y fórmulas alejados del sentir de los delegados al Congreso.

El Frente Amplio tiene abundancia de buenos candidatos. Adelantarse a quienes lo serán, continuar largando nombres, es la expresión más acabada de decadentismo. Por eso, tan saludable como precaverse de la enfermedad infantil del `izquierdismo' -que confunde gobierno y poder, que no analiza ni clases sociales ni sus correlaciones- es preciso precaverse también de la enfermedad senil del autoritarismo, tan opuesta de las mejores tradiciones del movimiento obrero y popular y tan propias de quienes se comprometen con embajadas, logias, universidades privadas o cámaras patronales, y al hacerlo se alejan de las aspiraciones populares.

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