miércoles, 18 de junio de 2008

424 - Retinas - Visiones y miradas DOS - Fernando Caputi

CONSUMO

El cliente que casi nunca tiene razón Aquí, el precio de los alimentos acelera más que en otros países. Cuando, al reconocerlo (abril 24), el gobierno aludió a la repercusión local de la suba internacional del arroz –boomerang inatajable–, ipso facto mayoría de comerciantes minoristas sobretarifó el grano existente en sus stocks, como para que el consumidor pudiera sentir cuánto costaría días después.Cinco días después se informó que el encarecimiento sería del 15%, con una oferta popular de determinada variedad intermedia tarifada según acuerdo de caballeros con supermercadistas, que es la forma elástica a que se recurre para maquillar la afirmación de que hay libre competencia y soslayar el lucro indebido de tarifar, a futuro, partidas viejas.La folclórica treta no es única en este país superproductor de arroz, carne, leche y funcionarios públicos. Pero la misma semana que mostró a un senador resueltamente decidido a estimular la cultura lechera sirvió para que el vecino(a) comprobase aumento del 13% (acumulado de 30% desde noviembre 2007) en quesos nacionales que, exportados con subidos fletes al lejano México, motivan un Efecto Tequila al revés, pues allí resultan más baratos. En Montevideo, mientras tanto, el queso rallado cuesta más caro que la pasta que debe saborear, y la carne es artículo suntuoso a tomar en cuenta el Día de la Madre a lo sumo si el almuerzo de agasajo es con hijo único.El hombre que calculaba. El 25 de abril, el paquete de 10 sobrecitos de un té tasado en góndola por el Disco de Punta Carretas Shopping a $ 59,90, en caja era facturado tres pesitos más si el cliente lo admitía.Exactos siete días después, en el mismo lugar un señor comparó precios del muy común té marca H...: el paquete de 25 sobrecitos $ 26,90 ($ 1,08 la unidad) y el de 50, a $ 67,50 ($ 1,35). “Con toda lógica, la gente tienda a pensar que compra más barato a mayor cantidad (otra red de supermercados basa sus ventas en ese principio) y se confía. Pero vean: el paquete de 50 unidades cuesta ¡$ 13,70 más que dos paquetes de 25!”, reflexionaba en voz alta el caballero, comparando sin calculadora.El(los) consumidor(es) debería(n) asumir conciencia del compulsivo drenaje por goteo de que es(son) objeto. Pero debido a una suerte muy nacional de masoquismo y pudor, no se procede como en el mundo exterior, donde el costo elemental de vida y en particular del arroz suscita desde acciones de racionamiento y –a despecho de gorgojos– acopio en un primer mundo cuyo status lo hace posible aunque caiga el dólar, a conatos de guerra civil en submundos ordinalmente más desplazados, extremo que tampoco cabe imitar.Si puede, verifique. Diversos supermercados presentan verificadoras de precios ante cuyo lector electrónico el público superpone el correspondiente código de barras. Pero si funcionan, estas máquinitas remiten la consulta a un dubitable supervisor y, en algún caso responden –forma sutil de tratar al cliente de mentiroso–, aunque uno lo tenga en la mano vivo y coleando, que de ese producto no hay existencia.Lo que no hay en oferta. En un juego de marketing poco inteligible figuró la curiosa oferta de Devoto válida del 7 al 20 de abril 2008 anunciada para unos 70 productos rebajados que al 9 de ese mes aún no estaban marcados en anaqueles porque el proveedor mayorista no los trajo, al decir de un encargado. Con el público atraido por lujoso folleto con “fotos meramente ilustrativas” volanteado puerta por puerta en amplia zona, ¿no hubiese sido ético otro acuerdo de caballeros y aplicar el descuento prometido?Más ganchos, más tarjetas. Cadenas supermercadistas seducen con un vistoso plástico gratuito de uso personalizado y beneficios (descuentos; canje de bienes, viajes y servicios) por acumulación de puntaje. Pero mientras unos validan al efecto toda adquisición, otros exigen contado o pago con determinada(s) tarjeta(s) de crédito, o sea que el negocio es bancario, no tanto estimular ventas. Otra historieta a la que conviene estar atento.Uno de los antídotos. Data de 1994, cuando aún se confiaba en un Mercosur con algún sentido, la pomposa conexión en paralelo de asociaciones proconsumidores de países miembros, vínculo que de no haber resultado tan inocuo para Uruguay, al menos pudo servirle a su gente para tomar modelo de cómo procedía, en Brasil, una liga de amas de casa.Ya en los 80, la presidenta de esta combativa entidad civil y civilizada defendía objetivos a ultranza. Dama de buen pasar –lo cual robustecía su altruísmo– asesorada por técnicos de idoneidad irrebatible, aparecía en noticiosos centrales de TV toda vez que un aumento tarifario infundado afectaba comestibles o servicios esenciales, lo denunciaba y exhortaba a suspender su consumo. Y la operación vacío era tan masiva que, en horas, el precio en cuestión recobraba un nivel decente.A lo lejos, más barato. Aquí, en cambio y pese a clamorosos anuncios, nunca hay cambio. El Area Defensa del Consumidor del Ministerio de Economía y Finanzas reapareció divulgando una relación comparativa de precios minoristas constatados en diferentes barrios –calco de lo que acostumbrado por criticados gobiernos anteriores–, tan sólo para demostrar, como aquéllos, la laxitud que va de la comercialización honesta a minidelitos económicos. Porque nadie imagina que un residente en el Buceo se traslade a La Teja para comprar jabón de piso a $ 0,79 menos la barra.Danilo Astori, ministro de Economía y Finanzas, confirmó el 5 de mayo la “intención” de acordar con el sector privado para combatir los altos precios y por enésima vez aseguró que la inflación “está controlada”, pero persiste. (6.5.2008)

UTEConsumo estm y obsequio prometido para, alguna vez aún no estm, iluminar mejor

Vista la perspectiva del cíclico revés –que, sin lluvias bastantes, la cota caiga al lecho fluvial en las represas propias y compartida–, la Administración Nacional de Usinas y Trasmisiones Eléctricas (UTE) vuelve a instar a la población a economizar energía, como si el consumidor común no recurriese a ese ahorro en todo tiempo para no abonar de más un servicio que tarifariamente crece con vida propia. E, indirectamente, promoviendo otro cíclico revés, el aumento de tarifas resultante porque es sagrado recaudar.En la gráfica de evolución de consumo que remite en cada factura mensual, UTE admite optar a su arbitrio por una lectura real o la meramente estm (estimada). Y comprobar que, por ejemplo, durante 12 meses consecutivos la cantidad de kWh usufructuados se mantenga constante induce a suponer que prevalece el tipo de medición estm, sin el abaratamiento que el abonado esperaba tras cerrar la llave general por los casi 30 días que insumió un viaje fuera de casa y no tuvo consumo.En paralelo (“No decida solamente en función del precio”, “Para iluminar y ahorrar sólo basta encender la lamparita adecuada”), UTE convida a adquirir revolucionarias “lámparas que contengan etiquetado Clase A, que son las más eficientes. Seleccione aquéllas que tengan una duración mayor a 6.000 horas”, que “ahorran 80% de energía y duran seis veces más que una lámpara común (incandescente)”, anunciando hace no sé cuánto que gratuitamente cada abonado recibirá (¿cuándo?) dos de estas bombitas. Un desembolso que ya debería estar resuelto si lo que importa es, de verdad, economizar energía sin esperar al colapso.Autoridades de la empresa y el consiguiente ministerio (Minas y Energía) apelan al patriotismo de un pueblo que ante un dramático fenómeno a la inversa (inundaciones de 1959) dió la más emocionante muestra de solidaridad que el país recuerde, por ahora sólo tienen previsto adoptar cortes programados que pueden ser necesarios y desautorizan la iluminación artificial en espectáculos públicos, pero dejan sin sanción a otras autoridades oficiales que, desoyendo anterior llamado a restringir, entre cada caída del sol y la reaparición del astro-rey al día siguiente, mantuvieran radiantes de luz que ellas no pagan los desocupados y respectivos edificios públicos y sus fachadas. (7.5.2008)

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