martes, 9 de septiembre de 2008

581 - Dossier - La generación del pulgar - comp- RB

* me gustó el título de este artículo de cármen
glán, por eso con él encabezo este dossier sobre
una innovación tecno perniciosa en su uso y escenarios.
no tengo nada contra los celulares u otro agregado
comunicacional, sí denuncio su malévola utilización
anticomunicacional y su exageración-excedente
nefasto, red. VER ENTRADA 537 - LA ERA DE LA INTERRUPCIÓN
El primer dedo prensil es la estrella de la sociedad tecnológica. Con sus movimientos sobre el teclado de los móviles, el democrático pulgar lo comunica todo. Ya decide quién va a Eurovisión, y pronto, quién gobierna.
En la historia iconográfica encontramos imágenes simbólicas de los dedos de la mano que se han sucedido hasta quedar semánticamente fijadas. El índice, por ejemplo, se ha representado casi siempre como un dedo que "habla" (indica) de nosotros y a los otros; de ahí que sea el más apropiado tanto para desatar la controversia, pues se usa al acusar, reprender, negar o imponer silencio, como para entablar el diálogo pacífico: es el dedo que levantan los alumnos entusiastas para responder a una pregunta y el dedo con que sugerimos que alguien se acerque. Es un dedo indudablemente culto (representa el gesto de pensar, el de hojear libros) y comunicativo (con él escribimos palabras en el aire o dibujamos).
Sin embargo, cuando hace dos millones de años la especie Homo descubrió las posibilidades tecnológicas de la capacidad prensil del pulgar, no podía sospecharse que mucho tiempo después este dedo "pinza" sería la estrella de la nueva sociedad de la Red.
Sin duda, en este caso ha sido la función la que ha potenciado el órgano: a partir de aquel primer pulgar prensil, o aquel arbitrario que decidía la vida o la muerte de los gladiadores, hemos descubierto un democrático pulgar tecnológico que comunica, saluda, llama la atención, corteja, seduce, amenaza o decide, pues un movimiento de miles de pulgares sobre el teclado de un teléfono móvil define la suerte de un programa de televisión y, no ha de tardar mucho, los candidatos que nos gobiernen. Entramos en la era de la "generación del pulgar", como gustan de llamarse los jóvenes tecnológicos menores de 25 años expertos en tecnologías que caben en la palma de la mano.
De entre todos los artilugios tecnológicos modernos sujetos al imperio del pulgar es quizá el teléfono móvil el que ha modificado más radicalmente los modelos de relación social y de comunicación. Vivimos en la llamada sociedad de la información y, sin embargo, esa misma información se ha convertido en un objeto de valor que hay que consumir compulsivamente porque tiene fecha de caducidad. Estar informado significa ahora estar conectado en todo momento, abierto y localizable para todos. No de otra forma han de interpretarse los "toques" con que los adolescentes manifiestan su presencia constante, pero muda. En otras palabras, la función narrativa de sus orígenes (que parece haber quedado relegada al teléfono "fijo") ha adquirido la fuerza de un imperativo: "hay que estar ahí".
Por otra parte, el teléfono móvil se ha convertido en una prolongación imprescindible de nuestra imagen social al tiempo que funciona como signo distintivo frente a los demás ("personalizamos" la pantalla, las melodías y hasta la voz del buzón). Curiosamente, aquellos primeros teléfonos celulares que se veían como un signo de ostentación se han convertido en el principal, si no el único, medio de expresión de la juventud. Así pues, el 99% de los jóvenes tiene móvil aunque, ciertamente, cabría mejor decir que dispone de una "navaja suiza tecnológica", pues sus funciones comunicativas son casi irrelevantes frente a su uso como reproductor de música, máquina de fotos o portal de videojuegos. El hecho de que en términos de mercado los jóvenes sean considerados heavy users (usuarios compulsivos) ha disparado la alarma social hasta el punto de que se tratan ya patologías del adicto tecnológico, figura que coincide con el adolescente "enganchado" a la Red y al móvil.
Conviene recordar, sin embargo, que en un principio, en la década de los noventa, los mensajes SMS (Short Messages Service) no formaban parte de la planificación tecnológica de los móviles, pues habían sido diseñados para cumplir una función similar a la del teléfono, pero con las ventajas de Internet. El inesperado éxito que tuvo la opción "mensajes" sorprendió a todas las operadoras, que se vieron obligadas a modificar sus servicios sin sospechar la revolución lingüística que se iba a desatar en los límites de las pantallas.
Desde luego, hoy más que nunca el medio es el mensaje. Es cierto que el teclado condiciona la cantidad de información que puede escribirse y el tamaño de la pantalla la cantidad de información que puede leerse. Esta limitación técnica explicaría que los usuarios condensen sus mensajes porque disponen de poco espacio y, además, el exceso informativo cuesta dinero, como en los antiguos telegramas. Pero las limitaciones tipográficas sólo explican una mínima parte de la configuración de los SMS, pues no suelen utilizarse más de 70 caracteres de los 160 permitidos.
La razón es mucho más profunda y deriva del nuevo concepto de "comunicación" basado en la inmediatez y en la constante disponibilidad que ha impuesto la era de la imagen: desde luego, es menos costoso "ver" el mundo como sucesión de imágenes que "interpretarlo" verbalmente. En consecuencia, los mensajes son fugaces porque la información caduca y debe ser tan condensada como rápida y eficaz.
Por eso, y a pesar de su condición escrita, los SMS nunca serán depósitos de la memoria, pues su función se limita a responder a la urgencia impuesta, a la intrascendencia de un lenguaje inmediato "aquí y ahora" entre iguales que juegan a subvertir códigos sin la conciencia de que sus divertimentos, alharacas revolucionarias, son parte de la esencia misma del lenguaje. Desde luego, es más rápido escribir sin vocales cuando se tiene la certeza de que podrán ser adivinadas y recuperadas por el sonido de la consonante, sólo que esta moderna economía ya la practicaron los primeros alfabetos fenicios hace 3.000 años; de la misma forma, la reutilización de algunos números o signos matemáticos que pueden ser leídos por su valor o por su sonido (sl2 >saludos; d+ >demás) ya se encuentra en el principio jeroglífico de los primeros silabarios del siglo XV a.C. Y las abreviaturas (tk >te quiero) y amalgamas léxicas (APS >amigas para siempre) son tan antiguas como la escritura misma.
Ahora bien, estas tendencias fonético-ortográficas no han de convertirse en norma en ningún caso, pese a la proliferación de diccionarios SMS en la Red, porque este proceso unificador significaría que el lenguaje SMS ha alcanzado la categoría de código convencional. Pero tampoco ha de permitirse que salga fuera del medio para el que fue pensado porque en ningún caso la eficacia compensaría la pérdida de contenido o resolvería las ambigüedades. Por otra parte, está por ver hasta qué punto afectará a nuestra capacidad para procesar el mundo si el lenguaje se reduce tan drásticamente.
Aún así, es innegable que está surgiendo un cuarto medio de comunicación a medio camino entre lo oral, lo escrito y lo gestual. Y, aunque es muy improbable que este cuarto medio suplante a los ya existentes, parece fuera de discusión que se producirán cada vez con mayor frecuencia situaciones mixtas que modificarán, a su vez, los límites -ya de por sí inestables- entre los medios. Esta situación no debería desencadenar la crítica exacerbada, pues ya contamos con ejemplos similares de hibridación de códigos.
Es mucho más preocupante la actitud de quienes defienden que -aunque sea en la pantalla y burdamente- cada vez leemos y escribimos más. El hecho de que la inmediatez que gobierna la composición de estos mensajes se refleje en una escritura minimizada de contenido superficial es una cuestión que no debe justificar en absoluto su uso fuera de este medio ni por razones de expresividad. El pulgar es poco apto para novelas, diarios o canciones. En estos casos, más nos valgan 10 dedos y, acaso, no nos sobren letras sino que nos falten palabras.

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CELULARES Y ONANISMO TECNOLÓGICO
“También te amo” - Adriana Amado Suárez.

Los celulares traen unas plantillas con textos de mensajes pre-armados. “Gracias”, “Estoy ocupado. Te llamo luego”, son los mensajes prêt-à-publier, listos para despacharse con un par de teclas. Pero mi celular trae un mensaje inquietante: “También te amo”. No viene la declaración correspondiente sino sólo la réplica, que supone un receptor respondiendo con frecuencia al llamado del amor. Parece que los dispositivos portátiles han convertido en urgentes todas las respuestas.
La dependencia de los mensajes ha producido nuevas especies, como
la generación pulgar o los peatones tecnológicos, que se llevan carteles por delante o dejan el auto sin control durante los 100 metros que les consume leer el mensaje. Es que los mini dispositivos ofrecen en sus pantallas algo más que mensajes de textos pobremente tipiados. Mucho más que ver la novela de la Oreiro o consultar el saldo del banco. Lo que hace imbatible al famoso IPhone (y es copiado por sus sucedáneos) es algo aún más íntimo que el mensaje amoroso de mi Nokia: tiene una pantalla táctil, que funciona ¡a caricias! Sí: el telefonito responde a los mimos dactilares con más previsibilidad que un gato doméstico y con menos resistencia que la pareja habitual. ¿Será por eso que hay tanta gente manoseando el celular?
Este onanismo tecnológico se practica públicamente, y se suele usar como vía de escape para ignorar al tipo del subte que la hora pico pegó como un post-it al compañero de viaje. Antes, los tímidos tenían problemas para sentarse en un bar a tomar algo solos: hoy se meten en alguno con WI FI y se sienten invisibles mirando sus equipitos. Algo así como conectarse para desconectarse del entorno. Aunque paradójicamente están hiperconectados a esos aparatos que demandan respuestas 24/7 (todo el día/todos los días). “Cuando tengas
tu nuevo iPhone, podrás enviar mensajes de texto y correos electrónicos, navegar por Internet, ver vídeos y escuchar música en cuestión de minutos”, prometen. Pero hacer todo eso lleva el día entero. Y a veces, un rato más.
Todos dicen que ahora estamos muy conectados, y miden los vínculos por la cantidad de firmas del fotolog o contactos del Messenger.
Zygmunt Bauman dice que no, que apenas estamos agarrados a “una matriz de conexiones y desconexiones aleatorias”. Apenas colgados del capricho de un click. Nunca tan a merced de un pulgar.
En un mundo donde hay ciudades con más celulares que cabezas, donde la jornada de trabajo se multiplica por cada piiip de mensaje recibido, la excentricidad ya no es no ver televisión. El colmo del snobismo es no tener email, como confesó
Mario Pergolini a la revista Rolling Stone. Sin embargo, las telefónicas siguen llevando a los famosos a esquiar para que se saquen una foto conectándose por banda ancha. Aunque contestar un email a 1800 metros de altura se parezca más a un castigo que a un premio. Excepto, claro, que se trate, por fin, del mensaje que permita estrenar la turbadora plantilla “También te amo”. Pero no, siempre llegan mensajes spam.
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ADVERTENCIA DE LA ASOCIACION AMERICANA DE EMERGENCIAS MEDICAS Y DE EXPERTOS ARGENTINOS
Alertan sobre un nuevo riesgo en la calle, los "peatones tecnológicos"
La mayoría son jóvenes que se distraen al leer sus mensajes de texto - Gisele Sousa Dias
AUMENTO DE LESIONES. CADA VEZ MAS PEATONES SE LASTIMAN AL CAER CONTRA EL ASFALTO POR ATENDER SUS SMS.
Desde que la tecnología se convirtió en una prolongación de los cuerpos, las advertencias fueron unidireccionales: se enfocaron en el riesgo que supone hablar por celular mientras se maneja y el epicentro de peligro se colocó en el conductor, nunca en los peatones. Ahora, emergentólogos locales y estadounidenses, advierten que las distracciones de los "peatones tecnológicos" -esos que caminan con la vista clavada en la pantalla del celular o abstraídos por la música de sus mp3-, están provocándoles lesiones y causando "siniestros viales". La Asociación Americana de Emergencias Médicas acaba de encender la luz roja: "Los adolescentes y los adultos jóvenes llegan a los servicios de emergencia con lesiones graves, a veces fatales, porque no prestan atención a su ambiente mientras reciben y envían mensajes de texto", dice su presidenta, Linda Lawrence. James Adams, emergentólogo de la Universidad Northwestern de Chicago, detalla: "Recibimos gente que tropieza y cae de cara contra el pavimento, sobre todo los que tienen entre 20 y 30 años. Vemos muchas lesiones de cara, mandíbula, boca y ojos". En Argentina, no hay estadísticas de las "lesiones no intencionales" ni de los "siniestros viales" ocasionados por quienes se distraen mandando mensajes de texto. La razón es que es raro que alguien admita haber causado un accidente por haber desviado el foco de atención. Las escenas, sin embargo, se asemejan: "Cada vez atendemos a más personas que se abren la cabeza contra los toldos de los restaurantes que están en las veredas porque iban caminando con la mirada puesta en el celular. Muchos se tropiezan y se lastiman. Incluso atendimos un hombre que había sido atacado por un perro en el Parque Las Heras porque caminaba mandando mensajes, no lo vio y lo pateó", contó a Clarín Gustavo Tisminetzky, jefe de la Unidad Urgencia del Hospital Fernández.Tisminetzky, parte del 18° Congreso argentino de Terapia Intensiva y del 3° de Trauma, lo explica: "Hay dos situaciones potencialmente peligrosas que involucran a los peatones: una es el acatamiento de las normas de tránsito, es decir, si cruzan por la senda peatonal o por la mitad de la calle. Otra es lo que van haciendo mientras caminan: si lo hacen mandando mensajes o escuchando música. Esto último implica el desvío del foco de atención y supone un aumento de lesiones y siniestros". Carlos Russo, director médico del SAME dijo que en la Ciudad, hay unos 20 choques y 20 arrollados por día. "Esto no ocurre por azar, ocurre por distracciones", tanto de los conductores como de los que en CESVI llaman "peatones tecnológicos". "El conductor tiene el arma más poderosa, pero está claro que no es el único que potencia el riesgo", opina. "Es necesario empezar a tener en cuenta el efecto de este tipo de peatones", dice Marcelo Aiello, experto de CESVI. "Sus distracciones afectan directamente su foco de atención y esto repercute negativamente en el tránsito. Están tan conectados a esos teléfonos que les resuelven todo, que se abstraen del entorno vial, cruzan por la mitad de la calle, no respetan semáforos y exponen a graves riesgos a quienes los rodean", dice. "El problema es que nos transportamos sumidos en una realidad mental distinta a la física, en la que no tenemos un rol pasivo (como cuando escuchamos la radio) sino que interactuamos, por eso las distracciones son mayores", dice Eduardo Bertotti, director de Instituto de Seguridad y Educación Vial. "Es de locos cruzar la calle escribiendo un mensaje. Es como cuando vemos a esas mujeres que ponen el cochecito del bebé en la calle para cruzar. El problema es claro: los argentinos carecemos de conciencia de riesgo".
Leer un SMS: 8 segundos de peligro
Manejar y fumar, manejar y tomar mate, manejar y hablar por celular ya suponían una multiplicación del riesgo de sufrir un "siniestro vial" (en ISEV insisten en no llamarlos "accidentes" porque algo "accidental" supone un hecho fortuito e imposible de prevenir). ¿Pero qué ocurre cuando alguien maneja escribiendo o leyendo mensajes y echando algún vistazo al camino?"Muchos creen que leer un mensaje de texto implica un riesgo menor que atender un llamado. Pero esto no es así. La sola acción de leer un SMS breve, demanda unos 8 segundos. A una velocidad de 40 km/h, ese conductor que, además sacó las manos del volante, recorrió 66 metros sin prestar atención al tránsito y al entorno", explica Marcelo Aiello, del Centro de Experimentación y Seguridad Vial. "A 60 km/h, una velocidad común en ciudad, se recorren 100 metros habiendo desviado el foco de atención. A 100 km/h, habitual en ruta, los metros recorridos con semejante nivel de abstracción son 166".Una encuesta hecha hace un año en Estados Unidos indicó que el 66% de los conductores lee mensajes mientras maneja y el 57%, también los escribe y envía.
Para evitar accidentes
No envíe ni reciba mensajes mientras conduce ni cuando hace gimnasia o cualquier otra actividad que exija mantener el foco de atención .Guarde el celular en lugares fáciles de encontrar (como en bolsillos o estuches) pare evitar distracciones más prolongadas mientras lo busca. Ignore llamadas o mensajes que entren mientras está manejando. Lo ideal sería apagar el celular. Si necesita contestar el mensaje con urgencia, estacione y ponga balizas.

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