viernes, 5 de septiembre de 2008

574 - Alkimia - Tempestad de acero - Jesús Ferrero

Y ya que nombras tanto la muerte, le dije a un amigo, voy a hablarte de la muerte real, con los cadáveres aún recientes de dos amigos: Juan Manuel González y Leopoldo Alas, los dos poetas y los dos heridos en el corazón más que en la cabeza. Ayer me acerqué al pabellón de Ifema para cumplir un encargo del periódico El Mundo, que me pedía hacer algún comentario sobre lo que viera u oyera en aquellos andurriales de cristal y cemento.
Y fui.
Bajo un sol implacable como aquel sol que cegaba los ojos de El extranjero estuve deambulando por la feria mediática que se había desplegado el torno al pabellón de la muerte, y del que yo formaba parte como periodista eventual.
Vi furgones negros que se llevaban los restos carbonizados de los infelices. Con las vacaciones recién estrenadas, se iban a las islas afortunadas, a disfrutar de las noches atlánticas y del sol de África, y se encontraron con una tempestad de acero.
No veíamos a los muertos (no nos los dejaban ver), pero percibíamos sus sombras y notábamos sus ausencias en los ojos de algunas personas.
Y pensé: en realidad la muerte sólo es perceptible en los ojos de las personas que querían al muerto.Sólo es perceptible como ausencia, pero no en uno mismo: en el otro. La muerte es lo que siente el otro cuando estamos muertos.
¿No es paradójico?

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