miércoles, 3 de septiembre de 2008

559 - Actuales - Dos antorchas - Fernando Caputi

Confrontación mundial de
gastronomías, vocabularios y atletas

Apertura y cierre de los 29ºs Juegos Olímpicos recorrieron a la inversa el camino de la animación gráfica que recompone el movimiento –del sucesivo dibujo serial a la computación–, instituyendo como potestad humana virtual el contrariar la ley de gravedad. Corriendo, saltando, ejercitando carruseles y subibajas en la pedana etérea que monopolizaban Supermen u Hombres Araña.
En suerte de apuesta a un número, el 8, por el que la comunidad asiática oriental se desvive sin dudar que asegura el bienestar futuro (ya en la Hong Kong británica se pagaban en torno de U$S 100.000 a mejor postor por una matrícula de automóvil con esa terminación), Beijing asombró con un éxtasis plástico-visual desbordante hasta superar la adjetivación conocida –prodigioso, admirable, fantástico, increíble–, incluído el manido espectacular que paises de léxico actual estrecho asignan por igual a todo show o accidente de tránsito.
En el orbe, cada quien conquistó su propia perplejidad por TV, entre otros canales a través de los dispuestos por la cadena OTI íberoamericana. Allí quedó ratificado que España no tiene empacho en decir que un gimnasta cayó de culo, el relator venezolano de baloncesto denomina martillazo o exclama ¡oh tirazo! si se acierta un lanzamiento triple, y define con un se cargó la bola la infracción de caminar, mientras el cubano es identificable cuando menciona el Estadio Nido de Páharo o alude a una reclamación para lojárbitro. Unos y otros, adicionando, al informar una marca atlética sorprendente, un ¡guau! revelador de la aproximación al way of life que bajo un telón de crítica mentirosa ansían los latinos, en especial del Caribe al norte.
Y es que, por sobre todo, la convocatoria valía meter en una misma olla tanto idiomas como gastronomías abismalmente diferenciadas. Misiones más complejas que la de bajar récords si se atiende a que, salvo piedras, sin poder de elección los chinos ingieren lo que sea (bichos, huevos y verduras en descomposición), lo cual explica que millones de turistas foráneos, enfrentados a ese menú, de preferencia terminasen saciando apetitos en puestos importados de Occidente para la expedición de chatarresca comida rápida.
¿China Popular(ista) hizo todo perfecto? Casi. Pues entre sus escasas trampas perceptibles estuvo el sumar escenas prefilmadas para agigantar el deslumbre de ceremonias en vivo y, atención, en la fiesta inaugural disponer que la niñita de mejor voz cantase en off, no in situ, para purgar la culpa de ser fea.
Fuera de este caso de apartheid, todas las razas compitieron sin restricción ni exigencia de belleza personal en el acceso al medallero. Y así como Michael Phelps estremeció día por día el Cubo de Agua, la gente de Jamaica arrasó en la pista rápida más rápida, afirmando una tendencia que desde hace décadas induce al primer mundo a adoptar como suyos, nacionalizándolos, a deportistas del Black Power cuyas proezas recompensen, del mismo modo que esos mismos países de standard privilegiado dan la espalda, persiguen, expulsan o los martirizan si logran quedarse, a negros y blancos comunes que inmigran huyendo del hambre, la miseria u otras frustraciones olímpicamente inscriptas en el drama humano, esa otra antorcha que tampoco se apaga.

No hay comentarios: