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miércoles, 20 de mayo de 2009

635 26-09 - Dossier - UMBERTO ECO, "El que se sienta totalmente feliz es un cretino"

* UMBERTO ECO - todos conocen mi debilidad
por ue, no mi profundo/total conocimieto/
lectura de sus escritos, multitemáticos y
sabiamente ambigüos, con la casi manía
eufóricodepresivo que caracteriza al intelectual
o. más bien, a la cuestión intelectual de hoy,
red -rb-
***************
"El que se sienta totalmente feliz es un cretino"
JUAN CRUZ 30/03/2008

Es un jubilado que no ejerce como tal. Sigue enseñando, y publica en España su última obra, ?Decir casi lo mismo?. Visitamos al profesor a pocas semanas de las elecciones en Italia.
Umberto Eco es un hombre casi feliz. Un profesor que disfruta de sus alumnos y que ahora, jubilado a los 76 años de sus múltiples ocupaciones académicas, sigue trabajando ?aún más que antes?, impartiendo clases doctorales, escribiendo libros (?¡ni media palabra sobre el que hago ahora!?, exclama, poniéndose el dedo sobre los labios), asistiendo a congresos (cuando le vimos, estaba a punto, de ir a uno en el que tenía que hablar de las matemáticas locas, y ahora vendrá a Granada, a principios de abril, al Mapfre Hay Festival), leyendo tebeos (?ahora son demasiado intelectuales?) y riendo como un chiquillo. Serio cuando habla de Italia, cuyas elecciones se le vienen encima con la amenaza cierta de que las gane Berlusconi, y optimista cuando habla de España. ?¡Ustedes tienen la suerte de Zapatero!?. Cuando Jordi Socías le pidió que posara con un borsalino, el tipo de sombrero que ha hecho mundialmente conocido a su pueblo, Alessandria, se divirtió como si volviera al patio de su familia, en ese lugar que cada vez está más cerca de su memoria, como si la edad le hiciera recuperar los sabores perdidos de la adolescencia.
Vive en una casa espléndida, llena de libros y de ejemplares antiguos, muchos de los cuales consigue en una librería que está cerca de aquí, en la calle de Rovelo; cada tarde, cuando está en Milán y no viaja, este hombre que ya se queja de que le quitan la sal de las comidas y ahuyenta los dulces como una tentación maldita, acude a esa librería de libros viejos, repasa catálogos y procedencias, y luego se va a tomar el aperitivo a un café donde Eco es il professore. Cerca de la librería, por cierto, está Antonio, su peluquero, que ha colocado en la puerta de cristales un retrato de Eco con su borsalino; dentro está retratado mientras Antonio le hace la barba. La barba, por cierto, ya tiene las canas de un hombre que se dice a sí mismo viejo, pero que mantiene la marcha que le ha hecho legendario entre los académicos del mundo, por su actividad y por la variedad de sus gustos.
Sigue siendo ese hombre feliz (?casi feliz, ¡quien diga que es totalmente feliz es un cretino!?) que canta, recita, se sabe de memoria citas enteras, se interesó antes que nadie por las nuevas tecnologías, las usó para sus trabajos (el último, Decir casi lo mismo, publicado por Lumen, aparece ahora, traducido por Helena Lozano) y las usa constantemente, aunque tiene el telefonino (sobre cuyo uso tanto ha escrito) casi siempre apagado, pero usa el mail obsesivamente, como si fuera una prolongación natural de las conversaciones. Charlando sigue siendo aquel hombre tímido que teme meter la pata ??si hablo demasiado, es para rellenar los tiempos muertos??, pero cuando agarra un asunto que le divierte, su carcajada llena el escenario, se convulsiona, es feliz, casi. En su libro Decir casi lo mismo, que es sobre la traducción, cuenta un chiste que sólo pueden entender los que hablan español y los que hablan italiano; es el de un empresario extrañado de que uno de sus operarios se vaya cada día a la una en punto de la tarde para regresar, siempre, a las tres en punto, dos horas más tarde. El empresario dispone que otro de sus empleados le vigile y le informe. ?Este hombre se va cada día a la una, se compra una botella de champán, se va a su casa y se entretiene con su mujer?. ?Pero?, exclama el empresario, ?¿y no podría entretenerse por la noche, como todo el mundo??. Después de muchas idas y venidas, el investigador le explica a su jefe: ?Quizá usted lo entienda si me deja tratarle de tú?.
Ha escrito El nombre de la rosa, que fue un éxito mundial absoluto; El péndulo de Foucault; abrió las puertas de la fama como ensayista con Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas, pero sigue confiando en que la comunicación, de la que es un maestro, sólo se digiere si el que la emite es ameno, capaz de ponerse a la altura del que le oye. Por eso, tanto en la conversación como en los libros siempre pespuntea con chistes así sus reflexiones o sus apólogos. Cuando fuimos a comer, a un restaurante donde le tratan como si fuera el dueño de Milán, o del Milan, seguimos la conversación que habíamos tenido en su casa, y le sacamos el asunto de la juventud, qué le pasa a la juventud. Y él nos explicó: ?La juventud es como ese anciano que va al urólogo porque se orina encima y el urólogo le receta una especie de tranquilizante. Al cabo de un mes vuelve el viejo a la consulta y le explica al médico que está curado. ?¿Curado??, pregunta el médico, ?o sea, que ya no se orina encima?. ?Sí, me sigo orinando encima, pero ahora me da completamente igual?. Y así es la juventud, lo está pasando igual de mal que siempre, no sabe adónde ir, pero ahora le da completamente igual?.
Hablamos de España, de sus amigos españoles (Beatriz de Moura, Esther Tusquets, su primera editora; Jorge Semprún, ?lo quieren hacer doctor honoris causa en la Complutense, qué alegría?), del premio Príncipe de Asturias que recibió en 2000 y de la comida. Le pusieron una lubina, sin sal ?no sabe a nada?, y los ojos se le iban hacia la focaccia, un manjar que terminó apartando. Sigue estudiando; cuando le dejamos se iba a su casa, acaso a ocuparse de Carlomagno (?Di Carlomagno, así creerán que escribo sobre él en mi pró­ximo libro, y empezará el boca a boca?). Divertido siempre, y siempre casi feliz. En la casa, al volver, le esperaba su mujer, Renate, y las camelias que ésta cultiva con el mismo entusiasmo con que su marido explora los libros viejos de la calle de Rovelo, y con el esmero con el que Antonio impide que la barba de Eco deje de ser la que ya se asocia a la cara del professore.
Hay una escena en su vida, cuando toca la trompeta para los partisanos, tiene trece años, está en la plaza de Alessandria. Esa escena transmite felicidad, y usted siempre parece tan feliz. Ahí hay dos cosas: aquel niño y la felicidad. Son diferentes, no pueden coincidir. Yo no creo en la felicidad, si le digo la verdad. Creo solamente en la inquietud; o sea, nunca estoy feliz del todo, siempre necesito hacer otra cosa. Pero admito que en la vida hay felicidades que duran diez segundos, o incluso media hora, como cuando nació mi primer hijo; en ese instante estaba feliz. Pero son momentos brevísimos. Alguien que es feliz toda la vida es un cretino. Por eso prefiero, antes que ser feliz, ser inquieto.
Y ha mencionado al niño; ese niño es el que sale en El péndulo de Foucault, y aquél fue un momento feliz, por supuesto, pero no estoy seguro de haberlo sido de verdad en aquel momento o en el momento en que lo estaba contando. Hay momentos de felicidad cuando logras expresar algo de lo que te sientes contento, y además porque mientras contaba sobre aquel niño estaba feliz porque ?sé muy bien que es una afirmación muy reaccionaria? creo que la vida sirve sólo para recordar la propia infancia.
Ahí está la literatura. Eso dicen. Cada momento en que consigo recordar bien un instante de mi infancia es un momento de felicidad, pero esto no quiere decir que los de mi infancia hayan sido momentos de felicidad. Yo creo que la infancia y la adolescencia son periodos muy tristes. Los niños son seres muy infelices. Quizá yo, mientras tocaba la trompeta, con miedo a que esa fuera la última vez que tocaba aquel instrumento, era un niño infeliz. Me siento feliz ahora recordándolo, y quizá sea éste el motivo por el cual escribo, para encontrar estos momentos muy breves de felicidad que consisten en recordar momentos de la propia infancia. Sí, por eso escribo.
Y para eso se envejece. Algo muy hermoso que ocurre al envejecer es que se recuerdan un montón de cosas de la infancia que estaban olvidadas. El otro día me ha venido a la mente el nombre de mi dentista, de cuando tenía ocho o nueve años. No sólo me acuerdo del dentista, sino también del técnico que le ayudaba, el doctor Correggia y el señor Romagnoli. No sé, pero estaba contentísimo de volver a pensar en mi dentista, al que había olvidado totalmente. Por tanto, yo voy al encuentro con el progreso de mi vejez con mucho optimismo, porque cuanto más envejezco, más recuerdos tengo de mi infancia.
Claro, y cada día más cerca de Alessandria, de aquella familia suya? Mi padre era el primero de 13 hermanos. Era una familia enorme; hubo un primo que murió a los 20 años y que yo no conocí? Haga el cálculo: si cada hermano tuvo dos hijos, eran 26 primos, de modo que era difícil tener relación con todos. Mi relación más estrecha fue con mi abuela materna, que fue la que me inició en la literatura. Era una mujer sin cultura alguna, creo que hizo cinco años de primaria, pero tenía pasión por la lectura. Estaba suscrita a una biblioteca, así que traía a casa un montón de libros; leía de manera desordenada. Un día podía leer a Balzac, y luego, una novelita de amor de cuatro perras, y le gustaban las dos. Y así hizo conmigo: me daba a leer, a los 12 años, una novela de Balzac y una novela de amor de ínfima calidad. Pero me transmitió el gusto por la lectura.
Y, aparte de la abuela, ¿quiénes fueron los otros maestros? El maestro de la escuela primaria aparece en mi novela La misteriosa llama de la reina Loana; era un fascista, que hizo la marcha sobre Roma, que pegaba a sus alumnos, no a mí, sino a los más pobres. Y aunque conmigo se portó siempre bien, no era una buena persona. En cambio, tuve una educadora fabulosa, aunque tan sólo durante un año; era la señorita Bellini, que todavía vive, tiene 91 años, y cada vez que sale un libro mío nuevo se lo envío. Era una gran educadora; nos estimulaba a escribir, a contar, a ser espontáneos, y ha sido una de las personas que más han influido en mi vida.
Pocas veces se habla de usted como profesor. ¿Qué aprendió para enseñar? Ante todo, sigo aprendiendo. El primer curso que di como profesor versó acerca de la poética de Joyce, que aparece en Obra abierta. Conocía el argumento, pero al empezar a dar clase me di cuenta de que no sabía nada sobre el tema. Aprendí, y sigo aprendiendo? Cuando escribes un libro puedes aparentar que sabes mucho, pero en clase es distinto. Lo que hice desde aquella primera experiencia es hablar a partir de los libros que iba a escribir, no de los libros que había escrito. Quiero decir que mi relación con los estudiantes siempre ha sido una relación de aprendizaje, porque enseñándoles aprendo yo también.
Una relación de ida y vuelta. Una relación erótica, porque la de un profesor con un estudiante es como la relación de un actor con su público: cuando sales a escena es como si salieras por primera vez, y tienes la sensación de que si no has conquistado al público en los primeros cinco minutos, lo has perdido. Eso es lo que yo llamo una relación erótica, en el sentido platónico del término. Además, hay una relación caníbal: tú comes sus carnes jóvenes y ellos comen tu experiencia. Hay gente infeliz que pasa los primeros años de su vida con gente más joven que ellos para poderlos dominar, y cuando envejecen están con gente más anciana que ellos. A mí me ha pasado lo contrario: cuando yo era joven estaba con gente mayor que yo para aprender, y ahora, teniendo estudiantes, estoy con jóvenes, que es una manera de mantenerse joven. Es una relación de canibalismo, nos comemos el uno al otro. Por eso no he dejado, a pesar de mi jubilación, de tener una relación universitaria.
¿Y usted a quién mordió? A la persona que dirigió mi tesis, Luigi Paris; a Norberto Bobbio? Tengo un buen recuerdo de mis maestros. Mi profesor de filosofía en el instituto era uno de estos profesores que podían interrumpir la clase para hacerte escuchar a Wagner, o si le preguntabas por Freud, dejaba de hablar de Platón y te hablaba de Freud. Era en verdad un gran maestro. Todo eso está en mis novelas, donde siempre hay una relación entre un joven y un maestro más anciano.
Tantos estudiantes? A lo mejor recordándolos halle usted una historia de la evolución de la juventud en este último medio siglo? No se puede dar una respuesta porque a lo largo de los años el diálogo con tus estudiantes cambia. La relación ideal entre maestro y alumnos es de 15 años de diferencia. Tú tienes 30 años, y el alumno, 20. Fue precisamente en ese periodo cuando he tenido una relación más intensa con mis alumnos. Porque si los estudiantes tienen menos años no hay relación, y si la diferencia es más grande ya no podemos ser amigos. Con los estudiantes de los años sesenta salíamos a cenar, a bailar; con los de ahora no se puede, les da vergüenza ir contigo. En el 68 fue interesante, ahí coincidías con estudiantes que tenían 15 años menos que tú; no podía ser como ellos, pero no me veían como su enemigo, por eso había una relación a veces polémica, a veces amistosa y continua.
Ahora vivimos un momento raro, usted dice que como el del final del Imperio Romano? En concreto, en Italia creen que en España estamos en el mejor de los mundos, y en España se habla de crisis? Estáis en un momento muy interesante en España, mejor que en Italia.
¿Y cómo está Italia? En uno de los peores momentos de su historia, con una clase política vieja que no se renueva. Hubo un extraño equilibrio que duró 50 años entre la Democracia Cristiana y los partidos de izquierda. Ahora se ha roto. El 50% de los italianos vota a Berlusconi, que es un índice de una profunda inmadurez política. Es un momento extremadamente triste, en el que los elementos de esperanza y de entusiasmo son muy pocos y donde emerge cada vez más la condena eterna de los italianos.
¿Cuál es esa condena? Una vez me encontraba en un taxi en Nueva York, y el conductor, que era paquistaní o indio, me preguntó de dónde era. Contesté que de Italia, y él quiso saber dónde se encontraba ese país. Me di cuenta de que tenía ideas muy vagas, como si le estuviera hablando de Surinam a un italiano, y él siguió preguntándome: ?¿Qué idioma habláis??. ?El italiano?, dije, y él me preguntó: ?¿Y cuál es vuestro enemigo??. Le pregunté qué quería decir, y me contestó que cada país tiene un enemigo contra el que lucha desde hace siglos. Le contesté que no tenemos. Y me miró muy mal, porque un pueblo sin enemigo era poco viril. Pero luego reflexioné: nuestro enemigo es interno. A lo largo de toda nuestra historia nos hemos masacrado unos a otros, y ésa es también nuestra manera de entender la política. Nuestra fragmentación es en doscientos mil partidos diferentes, el Gobierno de Prodi cae por sus propios aliados, no por la oposición. Nunca como hoy ha caído tanto Italia en su enemistad interna.
¿Y de dónde viene esto? Italia se ha convertido en un Estado unitario hace 150 años, antes no lo era, y España lo fue por lo menos desde 1300, ¡desde el Cid Campeador!, y han sido unitarios Francia, Inglaterra. Italia era una pluralidad de tribus que hablaban un idioma diferente antes de que llegasen los romanos. Vosotros tenéis a los vascos y a los catalanes, y a los gallegos? pero nosotros éramos cuatrocientos, cada cinco kilómetros había una diferencia como la que existe entre Cataluña y Galicia. El Imperio Romano unificó, pero no lo suficiente. Además, si no hubiera existido la Iglesia, quizá las ciudades italianas habrían encontrado una forma de Estado unitario por la que regirse. El único Estado que ha quedado es la Iglesia, y lo demás es una fragmentación de ciudades que ha hecho que en Italia no exista el sentido del Estado. Por ello existe la corrupción, porque la gente no paga impuestos, porque no existe el sentido del Estado.
¿Y por qué gana Berlusconi? ¡Porque dice que no hay que pagar impuestos! Él fomenta la falta de sentido del Estado porque no lo tiene.
Usted habló de un taxista. Yo le nombro otro, el que me trajo del aeropuerto. Dijo: ?¿Cómo se puede elegir de presidente a un hombre con tantos juicios pendientes??. Da por efecto lo que es la causa. Berlusconi ha conseguido instaurar un tipo de poder fundado en la desconfianza en la magistratura y la justicia, por lo que puede gobernar, a pesar de tener juicios pendientes. Berlusconi no es el efecto en este caso, sino la causa. Ha hecho unas leyes precisamente para permitir a los que están enjuiciados llegar al Parlamento, y ataca continuamente a la magistratura. Berlusconi pudo llegar al Gobierno atacando a las fuerzas del orden, estimulando los instintos más bajos del italiano medio. Y ahora está cerca de tener el poder otra vez.
¿No hay solución para esta maldición italiana? ¡Que España haga una guerra de conquista! ¡Ja ja ja!
¿Ve a España como ejemplo? En este momento, España se encuentra en una situación económica de crecimiento, Zapatero es simpático, y, por tanto, me alegro de que haya ganado las elecciones. Está sin duda en una fase más dinámica con respecto a Italia. En los tiempos de Franco, ustedes venían aquí a contemplar el milagro económico de Italia, y ahora nosotros miramos a España con mucha admiración.
Así que el futuro italiano? Depende de que mueran unas decenas de personas que ya son muy mayores; es un hecho biológico. Y luego tendría que venir una nueva clase política. Somos el país con la clase política más anciana del mundo.
¿Y Veltroni? Sí, Veltroni es un joven. Tiene cincuenta años, pero los demás son muy viejos. Berlusconi tiene más de setenta años. En Italia, aunque alguien pierda las elecciones, vuelve a presentarse, es como si Al Gore volviera a ser candidato en Estados Unidos, o como si en Francia volviera a presentarse Jospin. En Italia, sin embargo, vuelve siempre el de antes. Éste es el síntoma de una clase política que no quiere renunciar al poder.
A lo mejor eso contribuye a que la gente dispare siempre contra la política, los jóvenes lo consideran algo ajeno. Los jóvenes de todas las épocas y países son los que se excitan con las grandes ideas de transformación; son revolucionarios, pero se quedan dentro del famoso esquema, ?todos nacemos incendiarios y morimos bomberos?. Ahora, con la globalización y el fin de las ideologías, ya no se presentan tantas posibilidades de transformación, porque la transformación es planetaria, y hay que esperar las grandes tragedias ecológicas, la muerte de la Tierra. El gran error de las Brigadas Rojas en Italia fue tener una idea justa, aunque muchos pensaban que era delirante, que era atacar a las multinacionales del mundo, y otra idea equivocada, que había que hacer terrorismo para crear una revolución en Italia. Si existe el gobierno de las multinacionales, no lo arreglas haciendo la revolución en Italia. El proyecto terrorista estaba condenado al fracaso; ya entonces existía la globalización, aunque no tan intensa. Ya no hay posibilidad de transformación planificable, a no ser que ocurra como cuando la caída del Imperio Romano, con el nacimiento de las órdenes monásticas: te encerraban en el monte, en un convento, e intentabas salvar lo poco de la espiritualidad y el conocimiento mientras el mundo se desmoronaba. Hoy puede haber jóvenes que van al desierto a poner en práctica una vida ecológica. Eso es lo máximo que se puede hacer: no cambiar el mundo, sino retirarse del mundo; por eso existe el desinterés por la política.
En Italia acabó el terrorismo, y en Alemania, y en Irlanda. En España permanece. Y han surgido otros. ¿Cuál es su opinión sobre los terrorismos que han emergido en los noventa? El deseo de revolución, entre comillas, permanece siempre. Incluso allí donde no puedes hacerla, lo intentas? En países donde existen grupos étnicos hay el territorio suficiente para que se produzcan insurrecciones. En Italia, esos enfrentamientos se convierten en riñas futbolísticas. Y en otros territorios funciona la violencia, el fanatismo, la superstición; llevado eso al terreno de la política, pues ya se ve cómo acaba?
Estamos hablando el 11 de marzo de 2008, cuatro años después del atentado más grave de la historia de Europa, y fue en España. Al Qaeda fue la responsable. ¿Este terrorismo es la celebración del mal? Hay que diferenciar los terrorismos. El hecho de que utilicen métodos parecidos no los hace iguales. Los terrorismos internos no utilizan formas suicidas. Lo de Al Qaeda es un fenómeno bélico; es un grupo fundamentalista que se siente en guerra contra el mundo occidental y que, no pudiendo usar los instrumentos de la guerra tradicional ?no habría ejércitos suficientes?, usa el terrorismo suicida. Esto no quiere decir que haya un enfrentamiento entre el mundo occidental y el mundo islámico, pero sin duda hay una parte del mundo islámico que se siente en situación de inferioridad y está en guerra.
El 11-S cambió el estado de ánimo del mundo, ahora somos menos felices? El 11-S ha creado un estado de miedo, pero tanto en España como en Italia ha habido atentados, han entrado y salido asesinos, hemos tenido guerras civiles, y sin embargo, Estados Unidos era la primera vez que sentía en sus carnes un ataque así. Los americanos no lo han digerido, y por esto han tenido reacciones irracionales, como la guerra en Irak, que ha creado más terrorismo que el que había. Es precisamente la reacción de alguien que no estaba acostumbrado a la guerra en el propio territorio.
¿Hay alguna salida a este malestar universal? Por el momento no. ¡Y si tuviera la receta, la vendería al presidente de Estados Unidos por unos miles de millones de dólares!
Por cierto, ¿quién será? Y yo qué se, los escritores no somos Nostradamus.
Lo que sí es cierto es que hace años usted dijo que iríamos rapidísimo, y ahora vamos a velocidades supersónicas? Y todo lo que ahora existe será obsoleto dentro de nada, hasta el mail será obsoleto porque todo se hará con el móvil. A lo mejor las nuevas generaciones se acostumbrarán a eso, pero hay una velocidad del proceso de tal calibre, que quizá la psicología humana no conseguirá adaptarse. Estamos a tal velocidad, que no hay ninguna bibliografía científica americana que cite libros de más de cinco años. El que está escrito antes ya no cuenta y ésta es una pérdida también de relación con el pasado.
La fe ciega en Internet crea monstruos, por otra parte. Sí, parece que todo es cierto, que tienes toda la información, pero no sabes cuál es buena y cuál equivocada. Esta velocidad provocará la pérdida de memoria. Y esto ocurre en las jóvenes generaciones, que ya no recuerdan ni quién era Franco ni quién era Mussolini, ¡o incluso Felipe González! La abundancia de información sobre el presente no te permite reflexionar sobre el pasado. Cuando yo era chico podían llegar a la librería tres libros por mes, hoy llegan mil. Y ya no sabes qué libro importante fue publicado hace seis meses. Eso también es una pérdida de la memoria. La abundancia de información sobre el presente es una pérdida y no una ganancia.
La memoria es el olvido, que diría Mario Benedetti. Es la historia de Funes, el memorioso, de Borges. El que tiene toda la memoria es un estúpido.
Tanta información hace que los periódicos parezcan irrelevantes. Ése es uno de nuestros problemas contemporáneos. La abundancia de información irrelevante y la dificultad de seleccionarla, y la pérdida de memoria del pasado, no digo ya la histórica. La memoria es nuestra identidad, nuestra alma. Si tú pierdes hoy la memoria, ya no hay alma, eres una bestia. Si sufres un golpe en la cabeza y pierdes la memoria, te conviertes en un vegetal. Si la memoria es el alma, disminuir mucho la memoria es disminuir mucho el alma.
¿Cuál sería hoy el papel de la información? Yo creo que perdemos mucho tiempo en plantearnos estas cuestiones mientras las generaciones más jóvenes sencillamente han dejado de leer los periódicos y se comunican a través de SMS. Yo no puedo desprenderme de los periódicos; para mí, la lectura de prensa es la oración de la mañana del hombre moderno; no puedo tomar café por la mañana si no tengo por lo menos dos periódicos para leer. Pero a lo mejor somos los restos de una civilización, porque los periódicos tienen muchas páginas, no mucha información. Sobre el mismo tema hay cuatro artículos que a lo mejor dicen lo mismo? Existe la abundancia de información, pero también la abundancia de la misma información. No sé si se acuerda de mi teoría del Fiji Journal. Yo estaba en las islas Fidji buscando información sobre los corales para mi libro La isla del día antes, y a mi hotel llegaba cada mañana el Fiji Journal, que tenía ocho páginas, seis de publicidad, una de noticias locales y otra de noticias internacionales. Aquel mes que estuve allí estaba a punto de estallar la primera guerra del Golfo, y en Italia había caído el primer Gobierno de Berlusconi. Me enteré de todo porque en una sola página de noticias internacionales, en tres o cuatro líneas, me daban las noticias más importantes.
Como Internet. Acudimos a Internet para conocer las noticias más importantes. La información de los periódicos será cada vez más irrelevante, más diversión que información. Ya no te dicen qué decidió el Gobierno francés, sino que te dan cuatro páginas de cotilleo sobre Carla Bruni y Sarkozy. Los periódicos se parecen cada vez más a las revistas que te daban en la peluquería o en la sala de espera del dentista.
Volvamos al principio, profesor. ¿Qué le hace a usted feliz? No sé, ya dije que no creo en eso, pero, en fin, me hace feliz encontrar un libro que buscaba hace mucho tiempo. Cuando lo compro y lo tengo, lo miro, soy feliz, pero allí se acaba la sensación. Mientras que la infelicidad es lo que me produce no tener este o aquel libro. La verdadera felicidad es la inquietud. Ir de caza, no matar al pájaro.
Es raro: un español y un italiano, y en hora y media de conversación, la palabra ?Iglesia? ha salido sólo tres veces. Se está produciendo un retroceso al siglo XIX, cuando había un enfrentamiento entre el Estado liberal y la Iglesia. ¿De quién es la responsabilidad? No es una casualidad que este enfrentamiento se haya hecho más duro con la llegada de Ratzinger; por tanto, a lo mejor se debe a la política clerical del nuevo pontífice. Su lucha contra la cultura moderna, el llamado relativismo, ha vuelto a los grandes temas de la Iglesia del siglo XIX, que hablaba contra la revolución y contra la ciencia moderna. Emergen ahora muchas posiciones anticlericales y mucha gente se declara atea. Ya nadie pensaba en eso. Ha subido al trono un Papa que piensa como un Papa del siglo XIX.
Usted ha escrito que Napoleón sólo vivió la Revolución Francesa? y yo he vivido la II Guerra Mundial, la caída del fascismo, la guerra partisana, la bomba de Hiroshima, la caída de la URSS, y la Guerra Civil española. Hay una maldición china que dice: ?Espero que vivas en una época interesante?. Hay jóvenes generaciones que han vivido sólo épocas tranquilas, como la de la guerra fría. Ah, por cierto, eso que dije de Napoleón está equivocado, porque no sólo vivió la Revolución Francesa, sino también la historia de Napoleón. ¡Ja ja ja!

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'Decir casi lo mismo'
Es lo mismo, ¿o no?
Umberto Eco 02/03/2008
Qué quiere decir traducir? La primera respuesta, "decir lo mismo en otra lengua", sería una buena respuesta, y también consolatoria, si no fuera porque, en primer lugar, tenemos muchos problemas para establecer qué significa "decir lo mismo", así como tampoco sabríamos dar una respuesta satisfactoria para todas esas operaciones que llamamos paráfrasis, definición, explicación, reformulación, por no hablar de las pretendidas sustituciones sinonímicas. En segundo lugar, porque no sabemos qué es el "lo", esto es, ante un texto no sabemos lo que debemos traducir. Y, por último, porque en algunos casos abrigamos serias dudas sobre lo que quiere decir decir.
Lo cual no quiere decir que nos vamos a poner a buscar (para subrayar la centralidad del problema de la traducción en muchas discusiones filosóficas) lo que debería traslucirse o resplandecer más allá y por encima de toda lengua que lo traduzca o, por el contrario, lo que no conseguirá aprehenderse jamás por muchos esfuerzos que haga la otra lengua, es decir, ir a buscar si hay una cosa en sí en la Ilíada o en el leopardiano Canto nocturno de un pastor errante de Asia. Nos conformamos con volar más bajo, y lo haremos muchas veces en las páginas que siguen.
Supongamos que en una novela inglesa un personaje dice It's raining cats and dogs. Sería un simple el traductor que, pensando que está diciendo lo mismo, lo tradujera literalmente como Llueve perros y gatos, y no como Llueve a cántaros o Caen chuzos de punta. Ahora bien, ¿qué pasaría si se tratara de una novela de ciencia ficción, escrita por un adepto de las denominadas ciencias "fortianas", que relatara que, de verdad, llueven perros y gatos? Se traduciría literalmente, de acuerdo. ¿Y si el personaje estuviera yendo a ver al doctor Freud para contarle que sufre una curiosa obsesión por perros y gatos, por los que se siente amenazado incluso cuando llueve? Seguiría traduciéndose literalmente, pero se perdería el matiz de que el Hombre de los Gatos también está obsesionado por las expresiones idiomáticas. ¿Y si en otra novela el que dice que están lloviendo perros y gatos fuera un estudiante de inglés de la academia Berlitz que no consigue sustraerse a la tentación de adornar su discurso con deplorables anglicismos? Si hubiera que traducirlo literalmente, en este caso al inglés, el lector profano no entendería que se está usando un anglicismo. ¿Cómo se vertería esa pose anglicanizante? ¿Debería cambiársele la nacionalidad al personaje y hacer que se convirtiera en un inglés con poses italianizantes?, ¿o en un obrero de Londres que ostenta sin éxito un acento de Oxford? Sería una licencia insoportable. ¿Y si It's raining cats and dogs lo dijera, en inglés, un personaje de una novela francesa?, ¿cómo se traduciría al inglés?
Ven ustedes lo difícil que es decir qué es lo que un texto quiere transmitir, y cómo transmitirlo.
He aquí el sentido de los capítulos que siguen: intentar entender cómo, aun sabiendo que no se dice nunca lo mismo, se puede decir casi lo mismo. A estas alturas, lo que constituye el problema no es tanto la idea de lo mismo, ni la de lo mismo, como la idea de ese casi. ¿Cuánta elasticidad debe tener ese casi? Depende del punto de vista: la Tierra es casi como Marte, en cuanto ambos planetas giran alrededor del Sol y tienen forma esférica, pero puede ser casi como cualquier otro planeta que gire en otro sistema solar, y es casi como el Sol, puesto que ambos son cuerpos celestes, y casi como la bola de cristal de un adivino, o casi como un balón, o casi como una naranja. Establecer la flexibilidad, la extensión del casi, depende de una serie de criterios que hay que negociar preliminarmente. (...)
Me he dado cuenta de que en mi vida he tenido que controlar muchas traducciones ajenas, ya sea en el transcurso de una larga experiencia editorial, ya sea en calidad de director de colecciones de ensayo; he traducido dos libros que requieren gran dedicación: los Exercises de style, de Queneau, y Sylvie, de Gérard de Nerval, dedicando a ambos muchos años; y, como autor, tanto de obras de ensayo como de narrativa, he trabajado en contacto directo con mis traductores. No sólo he controlado las traducciones, al menos para las lenguas que de alguna manera conocía, y por eso citaré a menudo las traducciones de William Weaver, Burkhart Kroeber, Jean-Noel Schifano, Helena Lozano y otros, sino que he tenido largas conversaciones con los traductores (previamente y durante la elaboración), de suerte que he descubierto que, si el traductor o la traductora son inteligentes, pueden explicar los problemas que surgen en su lengua incluso a un autor que no la conoce, y también en esos casos el autor puede colaborar sugiriendo soluciones, es decir, sugiriendo qué licencias se pueden tomar con su texto para sortear el obstáculo (me ha pasado a menudo, por ejemplo, con la traductora rusa Elena Kostiukovich, con Imre Barna para el húngaro, con Yond Boeke y Patty Krone para el neerlandés, con Masaki Fujimura y Tadahiko Wada para el japonés).
He aquí por qué he decidido hablar de traducción partiendo de problemas concretos que en su mayor parte atañen a mis escritos, limitándome a esbozar soluciones teóricas sólo sobre la base de experiencias in corpore vili.
Esto podía exponerme a dos peligros, el del narcisismo y el de sostener que mi interpretación de mis textos tiene más valor que las de los otros lectores, entre los cuales figuran in primis mis traductores, principio con el que he polemizado en libros como Lector in fabula o Los límites de la interpretación. El primer riesgo era letal, pero en el fondo me estoy comportando como esos portadores de enfermedades socialmente nefastas que aceptan manifestar públicamente su estado y los tratamientos a los que se someten para ser útiles a los demás. Por lo que atañe al segundo riesgo, espero que en las páginas siguientes se pueda apreciar cómo les he señalado yo a mis traductores puntos críticos de mis textos que podían generar ambigüedades, aconsejándoles que pusieran atención, sin intentar influir en su interpretación; o he respondido a peticiones precisas cuando me preguntaban cuáles de las distintas soluciones habría elegido yo si hubiera tenido que escribir en su lengua; en esos casos mi decisión era legítima, visto que a fin de cuentas era yo el que firmaba el libro.
Por otra parte, en el curso de mis experiencias como autor traducido, fluctuaba continuamente entre la necesidad de que la versión fuera "fiel" a lo que había escrito y el descubrimiento excitante de cómo, en el instante en que se decía en otra lengua, mi texto podía (es más, a veces debía) transformarse. Y si algunas veces notaba imposibilidades -que de alguna manera había que resolver-, más a menudo aún notaba posibilidades: es decir, notaba cómo, en contacto con la otra lengua, el texto exhibía potencialidades interpretativas que yo desconocía, y cómo a veces la traducción podía mejorarlo (digo "mejorar" precisamente con respecto a la intención que el texto mismo iba manifestando de improviso, independientemente de mi intención originaria de autor empírico).
Puesto que mi punto de partida son mis experiencias personales y dos series de conversaciones, este libro no se presenta como un libro de teoría de la traducción (ni tiene su sistematicidad) por la sencilla razón de que no toma en consideración un sinnúmero de problemas traductológicos. No hablo de las relaciones con los clásicos griegos y latinos simplemente porque nunca he traducido a Homero y nunca he tenido que juzgar una traducción homérica para una colección de clásicos. Hablo sólo fugazmente de la denominada traducción intersemiótica, porque nunca he dirigido una película sacada de una novela o transformado una poesía en ballet. No toco el problema de las tácticas o estrategias poscoloniales de adaptación de un texto occidental a la sensibilidad de otras culturas, porque no he podido seguir y discutir las traducciones de textos míos al árabe, persa, coreano o chino. Nunca he traducido textos escritos por una mujer (no es que por costumbre traduzca sólo a hombres, es que sólo he traducido a dos en mi vida) y no sé qué problemas habría tenido. En las relaciones con algunas traductoras mías (rusa, española, sueca, finlandesa, holandesa, croata, griega) encontraba tal disponibilidad por su parte a adaptarse a mi texto que no he podido experimentar voluntad alguna de traducción "feminista".
Le he dedicado algún párrafo a la palabra fidelidad porque un autor que sigue a sus traductores parte de una implícita exigencia de "fidelidad". Entiendo que este término puede parecer obsoleto ante las propuestas críticas según las cuales, en una traducción, cuenta sólo el resultado que se realiza en el texto y en la lengua de llegada y, por añadidura, en un momento histórico determinado, allá donde se intente actualizar un texto concebido en otras épocas. Pero el concepto de fidelidad tiene que ver con la convicción de que la traducción es una de las formas de la interpretación y que debe apuntar siempre, aun partiendo de la sensibilidad y de la cultura del lector, a reencontrarse no ya con la intención del autor, sino con la intención del texto, con lo que el texto dice o sugiere con relación a la lengua en que se expresa y al contexto cultural en que ha nacido.
Supongamos que en un texto norteamericano alguien le diga a otro You're just pulling my leg. El traductor no lo vertería con Me estás tirando sólo la pierna, y ni siquiera con Me estás tomando sólo la pierna, sino con Tú me estás tomando el pelo o incluso con Te estás quedando conmigo. Si se tradujera la expresión literalmente, una expresión tan poco corriente en la lengua de llegada dejaría suponer que el personaje (y con él, el autor) está inventado una osada figura retórica, lo cual no es cierto, visto que el personaje usa algo que en su lengua es una frase hecha. Si sustituimos la pierna con el pelo, en cambio, ponemos al lector de la lengua de llegada en la misma situación en la que el texto quería que se encontrara el lector inglés. He aquí por qué una aparente infidelidad (no se traduce a la letra) se manifiesta al final como un acto de fidelidad. Lo cual es un poco como repetir con san Jerónimo, patrón de los traductores, que al traducir no hay que verbum e verbo sed sensum exprimere de sensu (aunque veremos cómo también esta afirmación puede generar muchas ambigüedades).
Así pues, traducir quiere decir entender tanto el sistema interno de una lengua como la estructura de un texto determinado en esa lengua, y construir un duplicado del sistema textual que, según una determinada descripción, pueda producir efectos análogos en el lector, ya sea en el plano semántico y sintáctico o en el estilístico, métrico, fonosimbólico, así como en lo que concierne a los efectos pasionales a los que el texto fuente tendía. "Según una determinada descripción", significa que toda traducción presenta unos márgenes de infidelidad con respecto a un núcleo de presunta fidelidad, pero la decisión sobre la posición del núcleo y la amplitud de los márgenes depende de las finalidades que se plantea el traductor.

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"Los aliados del terrorismo están en los santuarios de la economía"
FRANÇOIS ARMANET 24/09/2006

El escritor italiano Umberto Eco, catedrático de Semiótica desde el año 1971 en Bolonia, es uno de los más acreditados analistas del mundo contemporáneo, lo que incluye el fenómeno James Bond. Además, es novelista y recibió en 2000 el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.
Pregunta. En su libro ha reunido textos escritos entre 2000 y 2005. ¿Qué ha cambiado en el mundo cinco años después del 11 de septiembre de 2001?
Respuesta. Para empezar, hemos comprendido la imposibilidad y la inutilidad de la guerra tradicional teorizada por Clausewitz. A lo largo de los siglos, para que hubiera una guerra tenía que haber dos bandos en conflicto, claramente identificables. Las fuerzas y las intenciones de cada uno eran secretas, con el fin de coger al otro por sorpresa (por eso fusilaron a Mata-Hari). Existía una auténtica solidaridad dentro de cada bando. Ahora bien, desde la guerra del Golfo, la guerra ya no se desarrolla entre dos líneas de frente netamente separadas, y las nuevas tecnologías de comunicación permiten, de Bagdad a Washington, flujos de información que nadie puede detener y que desempeñan el papel que tenían antes los servicios secretos. La guerra produce una inteligencia permanente con el enemigo. Desde el 11 de septiembre, la guerra ya no concierne a dos países opuestos. Se enfrentan, por un lado, la comunidad occidental, y por otro, el terrorismo fundamentalista, que no tiene patria ni territorio. Peor aún, el territorio más seguro para el terrorista es el mismo país al que quiere amenazar y cuya tecnología y armas adopta (se han destruido dos torres estadounidenses con dos aviones estadounidenses); el enemigo vive en la sombra. Aunque el fin de todo acto de terrorismo no es solamente matar ciegamente a algunas personas, sino también lanzar un mensaje destinado a desestabilizar al enemigo, desde el momento en que los medios de comunicación retransmiten estos actos (y no pueden evitar hacerlo), colaboran de hecho con el enemigo. Por otra parte, los aliados del terrorista no se esconden en los Estados rebeldes, sino en el corazón de los santuarios de la economía mundial (la City de Londres o las islas Caimán) donde anidan sus poderes ocultos y económicos. Si todo esto es cierto, ninguna guerra tradicional es posible. Entonces hay que inventar algo nuevo. Todo el mundo lo ha comprendido salvo George Bush, que ha respondido con una guerra tradicional cuyos resultados, trágicos o grotescos según nuestro grado de cinismo, estamos evaluando.
P. Usted escribe que el principio del tercer milenio es pródigo en pasos de cangrejo, en "marcha atrás". ¿Hemos entrado en un largo periodo de regresión?
R. Hay que aceptar las paradojas en cuanto tales. Ante todo, yo no soy hegeliano, no creo que la historia progrese siempre hacia lo mejor. Hay momentos de marcha atrás. El equilibrio mundial establecido al final de la I Guerra Mundial no ha supuesto un avance con respecto al anterior. Hemos visto lo que ha pasado. La situación en Oriente Próximo desde la invasión de Irak no es mejor que antes. Todo el mundo está buscando a cualquier precio la forma de volver atrás. La ciencia y la tecnología progresan. En muchos casos, sabemos cada vez más. Nuestros coches van más deprisa que hace 30 años, pero eso no quiere decir que saquemos el mejor provecho de estos avances científicos y tecnológicos. Desde los nuevos desórdenes climáticos es evidente que no se puede seguir con la civilización del petróleo. Al principio de mi libro he elegido ejemplos llamativos de esta marcha de cangrejo. Me ha parecido simbólico que después de Marconi y el telégrafo sin cable hayamos vuelto, con Internet, a la transmisión por cable telefónico. Pero he tomado ejemplos similares como pretextos para denunciar las regresiones provocadas por el Gobierno de Berlusconi. Mi libro no es un tratado de metafísica, sino un alegato político.
P. El año 2001 vio la victoria de Berlusconi. Usted le atacó con virulencia en vísperas de las últimas elecciones. ¿Cómo juzga los comienzos de su sucesor, Romano Prodi?
R. Con cierta inquietud. Para ganar las elecciones, Prodi se ha visto obligado a constituir una alianza con una izquierda radical, una izquierda reformista y ciertos elementos dudosos, más interesados en las ventajas de sus grupúsculos que en el interés general. Esto, desde luego, crea dificultades. Pero si su casa se quema, usted no pregunta quiénes son los que le ayudan a apagar el fuego. La prioridad es detener el incendio. Sin embargo, la visión general de Prodi me parece buena, y ha demostrado que es un estadista y no un aventurero como su predecesor. Fíjese en cómo ha actuado en la cuestión de Líbano. Ha trabajado como un buen diplomático, con sentido del equilibrio, actuando a favor de la unidad europea y no de su beneficio personal.
P. ¿Para hacer la guerra se necesita cultura?
R. En mi libro hay dos o tres artículos en los que me pregunto por qué antes de declarar la guerra a Irak, Bush no consultó a los mejores antropólogos de las universidades estadounidenses, que habrían podido darle valiosos consejos sobre la mentalidad árabe y musulmana. Al principio de la guerra con Japón, los estadounidenses pidieron a Ruth Benedict que escribiera un análisis de la cultura japonesa. Eso dio lugar a una obra maestra de antropología cultural, El crisantemo y la espada. En cierta medida, este libro ayudó a los estadounidenses a evitar meteduras de pata irreparables en sus relaciones con los japoneses, durante y después de la guerra. Cito también el prodigioso libro de Peter Hopkirk sobre el Gran juego en Asia central, el que nos cuenta Kipling en Kim y que fue realmente jugado por Rusia y Gran Bretaña durante todo el siglo XIX para controlar India, Irán y Afganistán. Se trata de un texto brillante. Hoy estamos cometiendo los mismos errores que se cometieron en aquella época. Pero en el siglo XIX se sabía muy poco de esos países, mientras que hoy bastaría con leer el ensayo de Hopkirk. Se dice que la guerra es algo demasiado serio como para dejarla a los generales. Deberíamos decir también a los hombres políticos cuando son incultos. Yo digo siempre que si Napoleón no hubiera vendido Luisiana a los estadounidenses para financiar la campaña de Rusia, EE UU sería hoy un país francófono. Se podría replicar que Napoleón no podía saber en qué se iba a convertir EE UU, y que Tocqueville sólo lo iba a comprender un poco más tarde, pero Napoleón habría podido leer al menos las cartas de un granjero estadounidense, de Michel Guillaume Jean Crèvecoeur...
P. ¿La civilización de lo escrito tiene todavía un buen futuro?
R. Eso espero, por usted y por mí. Es cierto que hacia mediados del siglo pasado había sociólogos que predecían una civilización de la imagen, anti-Gutenberg. Pero el ordenador e Internet han restablecido la primacía de lo escrito: el hombre-Internet es un hombre gutenbergiano.
P. ¿Adónde va Internet?
R. Lo ignoro. Aunque Internet haya cambiado nuestras vidas, este progreso tecnológico podría conducirnos a una regresión cultural. Borges nos contaba en Ficciones la historia de Funes o la memoria, este hombre que se acordaba de todo, de cada hoja que había visto en cada árbol, de cada palabra que había oído durante su vida y que, debido a su memoria total, era un perfecto idiota. La función de la memoria no es sólo conservar, sino también filtrar. La cultura es también un proceso de conservación y de filtración, por medio del cual sabemos quién era Hitler, pero no de qué color eran sus calcetines el día en que se suicidó en su búnker. Ahora bien, para un navegante ingenuo, Internet es Funes. Internet le dice todo sin decirle si tal o cual información es fiable. Si no se es un experto es muy difícil decir si un sitio dedicado, por ejemplo, a los platillos volantes es serio o delirante. Toda cultura está regida por los filtros de las enciclopedias (en el sentido del Larousse, pero también de repertorio de saber virtual compartido por una comunidad). Pero la enciclopedia puede decirnos cosas falsas, como las de principios del siglo XX, que nos hablaban del éter cósmico. ¡Si no se educa a los internautas para la navegación, acabaremos por tener 6.000 millones de enciclopedias, una por cada habitante del planeta!
P. Usted es novelista, filósofo, semiólogo, polemista... ¿Cuál es su definición de hombre de bien? ¿Cuáles son los placeres de la erudición?
R. El hombre de bien es el guardián de la enciclopedia y a la vez su crítico. Los placeres de la erudición son otra cosa. La erudición no es la cultura, es una forma particular y secundaria. La cultura no consiste en saber la fecha de nacimiento de Francisco I. Ser cultivado significa ante todo saber que fue un rey de Francia durante el Renacimiento, y cuál era el papel de Francia en el contexto europeo de la época. En cuanto a su fecha de nacimiento, la cultura permite encontrar esta información si se necesita. Yo colecciono libros antiguos y me alegro de tener ciertos conocimientos eruditos; por ejemplo, sé quién era Johannes Petrus Ericus, que escribió en 1697 una Anthropoglotonia sobre la derivación de todas las lenguas humanas del griego. Usted es un hombre cultivado si sabe que no es indispensable saber quién era Ericus, y tendrá una buena cultura si sabe que yo he escrito una historia de las lenguas perfectas y supone que quizá podría encontrar en mi libro algunas informaciones sobre Ericus. Una vez dicho esto, la erudición puede producir placeres incluso sexuales.
P. ¿Qué tres libros se llevaría a una isla desierta?
R. Si fuera a quedarme dos días en la isla, me bastaría con llevarme un ejemplar de Le Nouvel Observateur. Si tuviera que quedarme tantos días como Robinson, necesitaría los 50.000 volúmenes de la biblioteca que tengo en mi casa. Para zanjar la cuestión, me llevaría el Bottin . Con todos esos nombres podría escribir historias infinitas.

634 25-09 - Dossier - La cuestión charrúa

*cada tanto, los temas ancla gustan reposar en
nuevas y antiguas plumas, quizás para
satisfacer la inevitable bipolaridad
- o multi origen - de la búsqueda
de la identidad nacional, red - sv -
*************
El Charruismo - Julio María Sanguinetti
Desde hace un tiempo asistimos en el país a una floración de iniciativas destinadas a la exaltación de la tribu charrúa. No hemos heredado de ese pueblo primitivo ni una palabra de su precario idioma, ni el nombre de un poblado o una región, ni aun un recuerdo benévolo de nuestros mayores, españoles, criollos, jesuitas o militares, que invariablemente les describieron como sus enemigos, en un choque que duró más de dos siglos y les enfrentó a la sociedad hispano-criolla que sacrificadamente intentaba asentar familias y modos de producción, para incorporarse a la civilización occidental a la que pertenecemos. Su leyenda se adentró en el imaginario colectivo, en tiempos en que la afirmación de la identidad nacional reclamaba de mitología. Hoy, a dos siglos casi de existencia independiente, parecería llegada la hora de que la historia supere el mito, pero desgraciadamente, como en tantas otras cosas, venimos involucionando. El charruismo, como lo dice Oscar Padrón Favre, se basa en ocultamientos sustanciales, como el de la etnia guaraní misionera, esa sí fundamental en la construcción de nuestra sociedad, desde las murallas montevideanas, por ella levantadas, hasta la formación de nuestro ejército; desde la toponimia del país hasta su presencia en el quehacer de trabajo de esa gente que formó nuestro pueblo criollo. Resulta hasta ridículo explicar a los extranjeros que la palabra "Uruguay", tanto como todas las de nuestra geografía, no proviene de los idealizados charrúas sino de la lengua guaraní. Se olvida también -quizás lo más importante a la luz del debate- que en nuestra vida republicana nadie quiso eliminar a los charrúas como personas sino barrer su toldería, modo de vida incompatible con la vida criolla, refugio de delincuentes, constante aliado del invasor portugués y del "bandeirante" traficante de esclavos, que procuraba allí la gente para secuestrar niños guaraníes o mujeres blancas y venderlas en Brasil. Fueron innúmeros los episodios de ese largo enfrentamiento en la etapa colonial. Recuérdese el del Yi, en 1702, acaso el mayor, en que el ejército guaraní, al mando de los padres jesuitas, mató -según su versión- a 500 guerreros, destruyó una toldería y envió a "cristianar" a las mujeres y niñas. Más tarde, y luego de un período de asaltos y treguas, en 1749, ante la noticia de una conspiración, el Gobernador de Buenos Aires, José de Andonaegui, llegó a cabo una campaña que terminó con la mayoría de esa población, que básicamente instalaba sus tolderías en Entre Ríos desde la fundación de Santa Fe (1573) y la aparición del ganado. Los jesuitas intentaron repetidamente civilizar a quienes sobrevivieron, pero sin éxito. De modo que el tema del enfrentamiento con los charrúas es un "choque de civilizaciones" que no se puede reducir a una mera batalla final, en Salsipuedes, cuando quedaban en nuestro territorio unos pocos cientos de ellos. Es verdad que en el período revolucionario hubo charrúas que se asociaron a la revolución artiguista, como también es verdad que en otras ocasiones, en que les convino, se juntaron con sus viejos aliados portugueses. Precisamente, para combatirlos fue que se había creado, en 1797, el cuerpo de Blandengues de la Frontera de Montevideo donde revistó nuestro prócer, Don José, nieto de Don Juan Martín Artigas, que había sido honrado con honores luego de un exitoso enfrentamiento con ellos. No olvidemos que cuando la dominación brasileña, Rivera le propuso a Lecor un plan de reducción de los charrúas, tratando de preservar sus vidas. Y que, ya instalado el gobierno provisorio de Lavalleja, el 24 de febrero de 1830, éste dio a Rivera la orden de atacarlos, para no dejar "a estos malvados a sus inclinaciones naturales y no conociendo freno alguno que los contenga". Organizada la República, le tocó a Rivera librar en 1831 la tan discutida campaña, aprobada por la unanimidad del Parlamento, sin una voz en contra, dado el clamor del vecindario de la campaña. Tan poco "genocida" fue el choque de Salsipuedes, que murieron, según se supone, unos 40 charrúas y 300 fueron hechos prisioneros y enviados a Montevideo. Y los que sobrevivieron organizados dieron muerte, poco después, a Bernabé Rivera, principalísima figura del ejército patrio y sobrino del Presidente. Sin olvidar que el ejército nacional llevaba en sus filas un grueso de soldados guaraníes, eternos rivales de los charrúas. De modo que Salsipuedes fue, simplemente, un enfrentamiento entre tantos. Choque final, sí, para la toldería, modo de vida que estuvo condenado desde el primer día en que se afincó la civilización española en nuestras tierras. Es doloroso por el país que se use la historia de modo abusivo, fundamentalmente para denostar al General Rivera, a quien el país le debe los mayores esfuerzos en la lucha por la independencia. Como ha escrito Lincoln Maiztegui, Salsipuedes le tocó a Rivera, como le hubiera correspondido a Lavalleja, a Oribe o a Garzón si hubieran estado en la Presidencia en ese momento. Que miremos con respeto a ese pueblo charrúa es lo debido. Que lo glorifiquemos poco menos que como origen de nuestra sociedad, es algo peor que un clamoroso error histórico. Es una definición reaccionaria de un trasnochado nacionalismo romántico, que ubica al país en la mirada más primitiva de su pasado, atándolo a la violencia y al rencor por la sangre que derraman las civilizaciones en su proceso fundacional y no a los magníficos esfuerzos de tantos patriotas para consolidar la paz y abrir las rutas del progreso.
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Charruismo y el Etnocidio de Salsipuedes - Carlos E. de Mello
respecto de una nota del Dr. Julio Ma. Sanguinetti en su editorial de El País de 19 de abril de 2009.

Soy de los que creía que nadie le iba a contestar a Sanguinetti. Pensé que no valía la pena. Hay tanta investigación, tantos libros y tantas conferencias acerca de este tema, de blancos, frenteamplistas, independientes y hasta investigadores de su mismo partido, que se contesta sólo.Por no hablar de Pivel Devoto del partido Nacional, o los jóvenes investigadores de izquierda como Gerardo Caetano y Nelson Caula, por no hablar de antropólogos como Daniel Vidart, o estudiosos independientes como Danilo Antón ("Uruguay Pirí:" título del libro que usé para mi canción homónima grabada por Numa Moraes, y que "pirí" quiere decir "toldería" en idioma charrúa). Ese artículo pobrísimo se podría contestar con apenas un título de un ilustre investigador, periodista y abogado de su propio partido, el Partido Colorado, que se llama Carlos Maggi, editorialista del mismo diario El País, y que escribió recientemente una contundente obra titulada: "Artigas y su hijo el Caciquillo". Por supuesto el hijo de Artigas referido es Charrúa. Lo sorprendente es que el ex presidente diga que “tan poco genocida fue el choque (sic) de Salsipuedes, que murieron según se supone, unos 40 charrúas y 300 fueron hechos prisioneros y llevados a Montevideo”. Los 300 que “se supone” que fueron llevados a Montevideo, se fueron a pié desde Paysandú en una caravana de esclavos escoltados por los soldados de Rivera, y que fueron muriendo por el camino niños y madres embarazadas. Y los pocos más fuertes que pudieron llegar lloraban de tal manera en el puerto de Montevideo, "que hacían insoportable la apacible siesta del patriciado montevideano" según documentos públicos que están bajo la custodia de la Biblioteca Nacional. "Don Frutos matando amigos!" fue la frase que alcanzó a pronunciar el cacique charrúa herido de muerte por Rivera, cuando ingenuamente le abrió la puerta de su casa y de su pueblo en el arroyo Salsipuedes.Pero debo darle la razón en ésto a Sanguinetti: no fué un genocidio. Genocidio hizo Hitler que mató a millones de judíos pero no pudo exterminar a la raza judía. Lo del Partido Colorado en el poder y el Presidente Rivera, fue simplemente un "Etnocidio" pues exterminó totalmente una Etnia. Esto es: exterminó algo más que una raza: borró una cultura de la faz de la tierra. Los 4 "ejemplares" que quedaron vivos en el puerto de Montevideo, fueron llevados a París para ser exhibidos ante los europeos como bichos raros americanos: Los caciques Tacuabé, Guyunusa, Vaimaca Pirú y Senaqué. La nobleza americana.Y que no venga a descubrir ahora el Dr. Sanguinetti a los pacíficos guaraníes, como si se pudieran contraponer a sus hermanos indios, los rebeldes charrúas, por más que hubiera habido guerras entre hermanos.Quienes escoltaron al pueblo oriental en el Éxodo, y no permitieron que los portugueses ni otros maleantes se acercaran, fueron los Charrúas. Quienes esperaban a Artigas en Tacuarembó cuando éste se sentía traicionado por el gobierno de Buenos Aires, era la Nación Charrúa, "el centro de mis recursos" decía Don José y se perdía en las grutas de Arerunguá en Tacuarembó con sus amigos indios, y con sus lanceros negros, comandados por el poeta y comandante, Ansina. Ese fue el componente étnico de la revolución artiguista. Revolución que todavía nos inspira, e inspira a las grandes mayorías políticas de este Uruguay democrático.Bueno, no da para más. Con todo respeto, tengo grandes raíces y amigos en el Partido Colorado. Alguien me preguntó que porqué no le contestaba a Sanguinetti. Y yo le dije, que quien soy yo para contestarle a un ex presidente. Apenas un elector que no está entre los electores del Partido de Fructuoso Rivera que el pueblo uruguayo confinó a un 7% de los electores que se deben creer que traicionar a un amigo indio o negro, es cosa que está bien. Sé que no todos los colorados piensan así. Y sé también que en esta hospitalaria tierra charrúa, hay lugar para todos.
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Carlos Maggi
Julio Sanguinetti dice: - "Que glorifiquemos (a los charrúas) es algo peor que un clamoroso error histórico. Es una definición reaccionaria de un trasnochado nacionalismo romántico. Ubica al país en la mirada más primitiva de su pasado, atándolo a la violencia y al rencor… y no, a los magníficos esfuerzos de tantos patriotas." (El País, 19/4/09).
¿Qué dicen los papeles de época, las pruebas fehacientes?
(Por razones de espacio, elijo unos pocos documentos entre los 300 que fundamentan mi tesis sobre Artigas y el Caciquillo).
8/10/811. Ambrosio Carranza a Artigas [1]:
- "Esperé reunirme con la división de don Baltasar Ojeda, que vino el día 5, a las cuatro y media de la tarde; salimos en dirección a Paysandú y, reunidos el 8 con 28 charrúas al mando del Caciquillo Manuel Artigas y varios vecinos, avanzamos (atacamos) el pueblo...".
Esta acción es dos días anterior a la salida del Éxodo, de San José hacia Salto; y está destinada a limpiar el camino de la "Redota", frente a los portugueses que enviaban tropas hacia el Sur.
2/11/811. Puntas del arroyo Perdido, Artigas a Ambrosio Carranza [14]:
- "La reunión de los indios bravos es de la primera necesidad y yo espero que usted, de cualquier modo, me envíe algún cacique, acompañado de diez o doce indios para que trate conmigo". "Apuremos todos los recursos para que los portugueses no se hagan dueños de esta banda". "Reunida la gente en Sandú, conservará usted dicha punta, precisamente, hasta mi llegada". "Auxiliará usted a la mayor brevedad a mi Caciquillo, dándole orden de partir para los indios bravos, a fin de que éstos nos auxilien con sus brazos en una causa que también es la suya; para ello, aconsejará usted de mi parte al Caciquillo. Emplee cuantos medios razonables estén a su alcance" .
14/11/811. Artigas a Elías Galván. [15]:
- "Los indios infieles, abandonando sus tolderías, inundan la campaña presentándome sus bravos esfuerzos para cooperar a la consolidación de nuestro gran sistema".
A partir de este momento, los charrúas acompañaran la caravana del Éxodo; serán su guardia; y en diciembre, cuando se cruce el río Uruguay, las tribus de Arerunguá acamparán junto a los orientales en el Ayuí.
SIN FECHA. Artigas al Caciquillo [22]:
- "Cuando tengo el gusto de hablar al noble cacique don Manuel Artigas, lo hago con toda la satisfacción que me inspiran sus dignos pensamientos. Yo estoy seguro de estar siempre con vos, así como vos debés siempre contar conmigo.
"Nada habrá capaz de dividir nuestra unión y cuando los enemigos se presenten al ataque, nos verá el mundo ostentar nuestra amistad y la confianza que mantenemos.
"Yo estoy convencido de tus buenos sentimientos; por ellos y por las demás condiciones que te adornan, será siempre un amigo tuyo y de los que te siguen, tu padre, Artigas".
El Caciquillo, que no sabe leer, lleva esta carta en una bolsita de cuero colgada del cuello y la presenta como pasaporte.
24/12/811. Artigas, instalado en el Ayuí, le escribe al gobierno de Buenos Aires [27]:
- El 18 del corriente hice marchar una división de esta arma compuesta de 500 hombres, a la que uní 452 indios, al mando todos del capitán de blandengues don Manuel Pinto Carneiro, en dirección de Belén, en cuyas cercanías se hallaba una columna portuguesa de 300 hombres bajo las órdenes del sargento mayor Manoel dos Santos (que huyó). Las armas de la patria se vieron precisadas a atacarlos".
24/1/812. Artigas al gobierno de Buenos Aires [31]:
- (Tropas portuguesas) "se dirigieron a Paysandú y entonces yo, con sólo los mismos infieles, sostenidos por la partida del capitán Blas Basualdo, en observación sobre el arroyo de la China, los hice embarcar desde aquel punto. Huyeron los portugueses viendo que los charrúas se aproximaban".
18/6/812. Diego de Souza a Vigodet [58]:
- "En la madrugada del día 12 del corriente (costas del Daymán) fueron atacados y completamente derrotados los minuanes y los charrúas que las tropas de Buenos Aires presentaban al frente, en todas sus acciones contra las nuestras; y cuya resistencia era siempre mayor que la de las tropas regulares. Quedaron muertos cuatro caciques y el quinto, denominado Caciquillo, se presume que fue baleado".
26/5/812. Tratado Rademaker-Herrera: los portugueses deben retirarse de la Banda Oriental: 2º sitio de Montevideo.
26/2/813. Después de graves altercados entre Sarratea y Artigas, Sarratea se retira derrotado; y los ejércitos sitiadores de Rondeau y de Artigas se unen.
Bartolomé Muñoz, que está con Rondeau, escribe en su diario [204]:
- "A las diez de una hermosísima mañana se presentaron en el Cerrito los batidores a los cuales seguía una columna que parecía interminable. Esta columna reunida con el ejército del sitio y el inmenso pueblo que se juntó de todas partes, hizo temblar los muros de la plaza sitiada.
"Eran las 12 cuando llegaron los generales. ¡Bendito Dios! que tenemos con esta unión 5.000 enemigos menos, que son 5.000 amigos más". "Cien indios charrúas cerraban la retaguardia".
Dámaso Antonio Larrañaga, escribe [205]:
- "Habiendo llegado de nuevo al campamento (en el Santa Lucía Chico) donde había quedado el coche esperando por caballos y por un reparo que necesitaba, nos fue preciso pasar el día esperando los auxilios para el camino. Con este motivo tuve ocasión de tratar con los caciques minuanes que acompañan y aman tiernamente al jefe de este ejército (Artigas). Uno de ellos (¿el Caciquillo?) comió con su mujer en la mesa del general".
18/8/813. El diario de Bartolomé Muñoz da cuenta de la incorporación de las tribus al sitio de Montevideo [208]:
- "Llegaron hoy los indios charrúas; fue preciso hacerlos acampar a tres leguas de distancia por su conducta incivil, aunque su jefe, el Caciquillo, don Manuel Artigas, muy tratable".
2/10/814. Artigas le comenta a Miguel Barreiro la victoria de Frutos Rivera sobre el ejército porteño de Dorrego, en la Azotea de González [Juan Bautista Silva, en Revista Histórica VI, pág. 4, Montevideo, 1956]:
- "Algunos enemigos pagaron su obstinación con su muerte (ante) la intrºepidez de la caballería charrúa".
14/1/815. General Soler, al mando de las fuerzas de Sur, al gobierno de Buenos Aires, cuatro días después de la debacle de Dorrego en Guayabos (Arerunguá) [288]:
- "Desde el 30 (de diciembre) nada sé del coronel Dorrego porque después de su pasaje del Río Negro, algunos indios charrúas y varias partidas desbandadas del enemigo se han puesto por la retaguardia de su división y cierran los pasos a los chasques de aquel jefe y míos".
El triunfo militar más grande de los orientales, en todas sus épocas (la batalla de Guayabos 10/1/815) se ganó en buena medida, por obra de la caballería charrúa, que partió el ejército porteño en dos.
Queda por probar el periodo de las derrotas frente a la segunda invasión portuguesa (1816-1820), cuando Artigas le confió a los charrúas (y no a los orientales) que cuidaran su seguridad personal; un hecho muy conocido, pero inexplicable para los historiadores convencionales.
(-) Los números entre paréntesis rectos [ ] remiten a las citas de mi libro "Artigas y el Caciquillo", ed. Sudamericana y Fin de siglo, 2006.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

585 - Dossier - El gran colisionador - comp- SG

Se puso en marcha el mayor experimento
científico de toda la historia. Es un túnel
de 27 kilómetros, en anillo, en la frontera
entre Francia y Suiza, con el que se buscará
resolver los enigmas del origen del Universo.
Ocho argentinos participan del experimento,
que ya demandó un costo de 6200 millones de
euros. red, SG, Pedro Lipcovich

Las mil bobinas del acelerador producen un campo magnético cien mil veces mayor que el de la Tierra.
Instantes antes de iniciar su carrera desmesurada, habla, para PáginaI12, Juan Protón: “Formaré parte del mayor experimento científico que se haya intentado sobre la Tierra. Mi sacrificio permitirá poner a prueba las teorías físicas más importantes, y tal vez demostrará que la realidad tiene 11 dimensiones, en vez de las cuatro ya conocidas. Ayudaré a entender cómo era el Universo en sus primerísimos instantes, porque –se envaneció Protón– me entregaré a las energías más poderosas que se hayan desatado sobre la Tierra”. Diez mil muchachos protonistas, diez mil científicos, prepararon este momento, durante los 14 años que demandó la construcción del Gran Colisionador de Hadrones, que hoy empezará a funcionar en la frontera franco-suiza. El Colisionador es un anillo de 27 kilómetros de largo, cuya construcción requirió 6200 millones de euros.
“Hadrones” es la categoría física que incluye a protones y a neutrones; el Gran Colisionador es un túnel de 27 kilómetros, en anillo, a una profundidad de entre 50 y 125 metros, en la frontera entre Francia y Suiza. En su extensión hay más de mil bobinas que producen un campo magnético cien mil veces mayor que el de la Tierra. Esa energía acelera los protones hasta el 99,9999999 (siete decimales) por ciento de la velocidad de la luz. Es el acelerador de partículas más grande construido por el hombre. El mayor hasta ahora, el Enrico Fermi de Chicago, con su anillo de seis kilómetros, suministra una potencia siete veces menor.
A esa velocidad, dos conjuntos de protones circulan en sentido inverso: cuando chocan, se generan, brevemente, partículas enormes. La última que así se descubrió, en el Fermi, en 1995, llamada quark top, tiene 174 veces la masa de un protón. Esas partículas, que ya no existen en la Tierra, existieron en el Universo, en las milésimas de segundo posteriores al Big Bang; las altísimas energías de aquellos instantes son reproducidas por el Colisionador. Así, investigar estas partículas fugaces equivale a investigar los primeros instantes del Universo.
Pero el propósito no es tanto saber qué pasó entonces, sino saber qué pasa ahora: poner a prueba las teorías básicas de la física. Entre aquellas partículas, interesa especialmente una, llamada bosón de Higgs, que tendría entre 130 y 200 veces la masa de un protón: su existencia es requerida por el “modelo estándar”, que, de las cuatro fuerzas consideradas fundamentales en la naturaleza –el electromagnetismo, la gravedad y, en el interior de los átomos, las fuerzas “fuerte” y “débil”–, explica todas menos la gravedad.
Y no sólo eso. Ricardo Piegaia –investigador argentino, integrante del proyecto– explicó a PáginaI12 que “el Colisionador pondrá también a prueba las teorías que explican las cuatro fuerzas: la teoría de las ‘supercuerdas’, que le otorga al Universo muchas más de las cuatro dimensiones conocidas, o la de la ‘supersimetría’. Se trata de establecer si, bajo esas altísimas energías, aparecen las partículas que cada una de ellas predice”. El Colisionador podría, también, señalar por qué, si el Big Bang produjo la misma cantidad de materia y de antimateria, hoy el Universo está compuesto prácticamente sólo por materia, ya que “algunas de las nuevas teorías, que el Colisionador corroborará o no, incluyen explicaciones para esa falta de simetría”, agregó Piegaia.
Y además está Alice: ese nombre de país de maravillas designa la investigación que hará chocar, no ya protones, sino núcleos de átomos de oro, mucho más pesados: “Ese choque recreará tiempos aún más primitivos en el Big Bang, y podría reconstituir, por unos instantes, un estado completamente distinto de la materia, llamado quark gluon plasma: en él los protones mismos se descomponen en sus partículas constitutivas, llamadas quarks y gluones, para forman una especie de gas”, contó Piegaia.
Son cuestiones de ciencia básica, pero “se puede asegurar que, si se descubren cosas como que el Universo tiene 11 dimensiones en vez de cuatro, habrá aplicaciones prácticas impensables”, razonó.
El Colisionador fue ideado hace tres décadas y empezó a construirse en 1994. Fue construido por el CERN, sigla en francés del Consejo Europeo para la Investigación Nuclear. El costo, financiado por los gobiernos, es de 6200 millones de euros. Han trabajado en él más de diez mil científicos de 40 países. El anillo trabaja a temperaturas próximas a los 272 grados bajo cero, y la longitud total de los filamentos de sus bobinas magnéticas alcanzaría para recorrer diez veces la distancia entre la Tierra y el Sol.
La puesta en marcha está prevista para las diez de la mañana europea, cinco de la mañana en la Argentina. A esa hora, por primera vez, un conjunto de protones circulará todo a lo largo del anillo. De todos modos, “hasta que empiece a haber suficientes colisiones pasará probablemente un mes, y lograr un descubrimiento que llegue a la primera plana de los diarios tardará por lo menos un año”, anticipó Piegaia.
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Entre descubrimientos y peligros - Pedro Lipcovich
Hoy están en Francia, para presenciar la puesta en marcha del Colisionador, pero “la mayor parte del tiempo trabajamos en la Argentina”, comentó Ricardo Piegaia, profesor de la UBA e investigador del Conicet, quien dirige uno de los dos equipos argentinos –de cuatro investigadores cada uno– que integran el proyecto; el otro lo conduce María Teresa Dova, de la Universidad de La Plata. “El 90 por ciento de los investigadores trabajan en sus países, preparando el software para los equipos computarizados que analizan las colisiones de partículas.”
–¿Tienen que saber computación a la vez que física?
–Tenemos que ser, a la vez que físicos, expertos “de punta” en desarrollo de programas de computación. Y actuamos siempre en equipos. Trabajamos mucho con otras instituciones; en nuestro caso, especialmente con las universidades de Stanford y de Columbia.
–¿Cuál es su función específica en el proyecto del Colisionador?
–Formamos parte de uno de los experimentos a largo plazo, llamado Atlas, que involucra a científicos de 35 países. El propósito de este experimento es, además de una apertura general a lo que pueda descubrirse, buscar en especial el bosón Higgs (ver nota principal). El Atlas tiene su estación detectora de colisiones junto al edificio del CERN, en Suiza. Y los científicos del Atlas actuamos en competencia con otro gran equipo de científicos que desarrollan un experimento paralelo, el CMS; su detector de colisiones está en Suiza, a 13 kilómetros del nuestro. Al competir entre sí, los equipos chequean los respectivos resultados y ensayan métodos alternativos. Es realmente una competencia, ya que cada equipo se apura para lograr antes el descubrimiento.
–En cuanto al temor de que el experimento tenga resultados catastróficos...
–El Colisionador de Hadrones no va a transformar la Tierra en un agujero negro. En realidad, nuestro planeta es continuamente bombardeado por partículas con más energía que las que chocarán en el Colisionador: los rayos cósmicos. Casualmente, el detector de rayos cósmicos más importante del mundo está en la Argentina, en Malargüe, donde funciona como emprendimiento internacional. Pero bueno, los dos científicos que dicen eso del agujero negro ni siquiera son físicos.
–¿Puede haber otras fallas, menos impresionantes, en la inauguración?
–Me cuesta creer que no hayan hecho una prueba antes, en forma secreta, porque quedaría bastante mal si fallara algo. Pero Robert Aymar (director del CERN) nos aseguró que no hubo ninguna prueba previa.

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tecnología Acelerador de partículas fue
puesto en funcionamiento Tras 12 años
de trabajos y una inversión de 4.000
millones de euros, fue puesto en marcha
el denominado Gran Colisionador de Hadrones,
Ginebra - Un nuevo y complejo acelerador, el más grande del mundo, fue puesto en funcionamiento esta mañana en el Laboratorio Europeo para la Investigación Nuclear de Ginebra (CERN), Suiza, informaron fuentes locales.
Se trata del Large Hadron Colider (LHC), que según los expertos, permitirá un avance fundamental en el campo de la Física de partículas.
"Fue un lanzamiento en el microcosmos", dijo el presidente del Instituto Nacional de Física Nuclear (Infn), quien siguió todas las fases de la puesta en marcha del LHC desde la sede central del instituto en Roma.
Tras 12 años de trabajos y una inversión de 4.000 millones de euros, fue puesto en marcha el denominado Gran Colisionador de Hadrones, LHC, un anillo de 27 kilómetros de circunferencia, ubicado a 100 metros de profundidad en la frontera entre Francia y Suiza, cuya temperatura interior será de 271 grados bajo cero.
"Hoy fue un momento nuevo para la Física, comparable a cuando fue descubierta la física cuántica, y nosotros tuvimos el privilegio de vivirlo", comentó el presidente del Instituto Nacional de Física Nuclear, Roberto Petronzio, luego que la primera franja de protones terminó con éxito la primera vuelta en el LHC.
Los físicos de todo el mundo esperan los primeros resultados del ambicioso experimento científico, cuyo objetivo es reproducir las condiciones que existían inmediatamente después del Big Bang a fin de indagar en los enigmas de la naturaleza de la materia e identificar los elementos de que se compone el universo.
El experimento generó alarma e incluso algunos científicos mencionaron la posibilidad de una catástrofe planetaria y de un inminente riesgo para la Tierra, lo que fue descartado de plano por el CERN.
Una científica argentina que trabaja con la "Máquina de Dios" explica qué hace y cómo funciona
Intentan reconstruir las condiciones que había en el universo justo después del Big Bang. Cómo es el experimento más ambicioso de la historia.
La máquina está 100 metros bajo tierra en la frontera suizo-francesa. Tiene un radio de 27 kilómetros. La denominada
"Máquina de Dios", el acelerador de partículas más poderoso de la historia con el que se comenzó a trabajar hoy en Ginebra, Suiza, permitirá "completar las teorías de comprensión del universo", señaló la física María Teresa Dova, quien encabeza la delegación argentina que trabaja en dicho experimento. Dova, quien dirige a ocho argentinos en Suiza, aseguró que "con este acelerador de protones pensamos que podemos descubrir algunas de las partículas fundamentales" por lo que se aspira a "completar las teorías de comprensión del universo". Los científicos se proponen "estudiar los bloques fundamentales que constituyen la materia" ya que "se nos permite mirarla muy profundamente" al funcionar como "el microscopio más potente que jamás nadie haya imaginado", explicó la física a Radio Continental. Dova desarrolló que "la idea es acelerar protones, que son partículas subatómicas, a altísimas energías, por un anillo que tiene 27 kilómetros, en un sentido y en otro, hasta hacer que colisionen". "Estas partículas generan energías enormes, y al colisionar se produce una enormísima cantidad de energía en una región muy microscópica, que recrean partículas, fuerzas e interacciones que no están presentes hoy en el universo", completó. La construcción del denominado Gran Colisionador de Hadrones (LHC), llamado el experimento científico más ambicioso de la historia, llevó dos décadas y costó 4.000 millones de euros. El objetivo, según se planteó, es reproducir las condiciones que existían inmediatamente después del "Big Bang", la explosión que dio origen al universo, con la intención de desentrañar los grandes enigmas que siguen rodeando a la naturaleza de la materia. Al respecto, Dova sintetizó: "producimos estas interacciones, recreando las condiciones que existían en ese momento".

martes, 9 de septiembre de 2008

582 - Dossier - Georgia - comps. RB y SV

¿Vuelve la Guerra Fría?: El gran desafío ruso a Occidente - Hinde Pomeraniec
El conflicto en Georgia alimenta viejos fantasmas sobre el enfrentamiento entre potencias que rigió desde la Segunda Guerra hasta la caída de la URSS. ¿Podría reeditarse ese choque en un mundo globalizado y donde reina el libre mercado?
No tenemos miedo de nada, tampoco a la posibilidad de una nueva Guerra Fría. Rusia es un Estado que tiene que asegurar sus intereses a lo largo de todas sus fronteras. Esto debe quedar absolutamente claro". La frase fue pronunciada esta semana por el presidente ruso, Dimitri Medvedev, luego de anunciar el reconocimiento de la independencia de Osetia del Sur y Abjazia, las dos regiones separatistas de Georgia. Las relaciones entre Moscú y los países de la OTAN pasan por un tiempo en el que lejos de apaciguarse, el choque se pronuncia cada día, pero ¿se puede hablar hoy de una nueva Guerra Fría?Hasta el 7 de agosto, el día en que el presidente georgiano, Mijail Saakashvili, lanzó un ataque para recuperar a la rebelde Osetia provocando la iracunda respuesta rusa, en el Cáucaso venía desarrollándose una guerra de baja intensidad. La revuelta de 2003 conocida como la Revolución de las Rosas que llevó a Saakashvili al poder fue el primer capítulo de la "desobediencia" al tradicional poder ruso. Un año después llegó la hora del más mediático episodio de la "Revolución Naranja" en Ucrania. Tanto en Georgia como en Ucrania (los dos con impetuosas ambiciones de ingreso a la Unión Europea y a la OTAN) hubo manifestaciones populares masivas, fogoneadas por gobiernos y organizaciones no gubernamentales occidentales que, montadas en la insatisfacción de poblaciones hartas de viejos sistemas de enquistada corrupción, creían ver en el modelo de las democracias de Occidente el camino a seguir.Pese a las fantasías ancladas en Praga, 1968, no hubo entonces tanques rusos reprimiendo levantamientos. La revancha, en ambos casos, llegó después, en el terrreno económico y en forma helada.Fue cuando el Kremlin decidió aumentar los precios del gas a esos países con una idea clara: si quieren libertad de mercado, que paguen, fue entonces la consigna.Hasta entonces, luego de la caída de la URSS, con la debilidad y la humillación consiguientes y con los oligarcas (empresarios enriquecidos en la era Yeltsin) en el poder, Occidente venía negociando sin grandes dificultades en materia de hidrocarburos. Con la consolidación de Putin, Rusia dejó de sentirse "de rodillas" y llegó la expulsión de los oligarcas del poder, por lo que la cuestión comercial con Occidente cambió de manos y de tono. El Estado comenzó a resurgir con la fuerza de un ciclón, pero ya no con ambiciones socialistas sino para garantizar que la riqueza fuera a las manos de los nuevos elegidos. "Autoritarismo de mercado" lo llaman algunos, "autoritarismo con rostro humano", prefieren otros. Identificados con un capitalismo hasta años atrás enemigo, el precio de los hidrocarburos le permitió a Rusia tener a mano una herramienta formidable para la presión política.Absolutamente dependiente en materia energética, Europa pasó a ser un personaje mendicante de las provisiones rusas y las críticas por la represión en materia de derechos humanos se hicieron susurros. Precisamente, bajo tierra georgiana pasa un tramo del clave oleoducto que, sorteando territorio ruso, provee millones de barriles a Europa, originados en Azerbaiján.Vilipendiado en secreto y celebrado en público, Putin consiguió incluso sumar a Rusia al exclusivo G7 que reúne a las naciones más industrializadas y hasta se comenzó a imaginar un posible ingreso de los rusos a la Organización Mundial de Comercio (OMC), siempre bloqueado por EE.UU. Las relaciones de Putin con George Bush fueron un capítulo aparte. Mientras Bush se refería a su par ruso como a "un amigo", Putin respondía a las citas con posteriores demostraciones de fuerza retórica y hasta desdén, sobre todo desde que Washington comenzó a diseñar un escudo antimisiles a las puertas de Rusia que, sumado a las bases existentes en ex repúblicas soviéticas, fue percibido como "mojada de oreja" con perdón de la grosería.Sin embargo, como señaló Robert Marquand en un artículo del Christian Science Monitor, en un mundo globalizado, "para Occidente hoy Rusia es un competidor, un socio y un oponente", y ya no hay lugar para que sea un enemigo a destruir. Rusia sabe que entre los miembros de la Alianza Atlántica hay diferencias, que mientras Gran Bretaña urge por armar un bloque que enfrente a Moscú, Alemania pide diálogo. El Kremlin hace uso de esa interna en su beneficio y de hecho ayer, en un giro estratégico, Medvedev llamó al premier británico Gordon Brown para asegurarle que buscan "un diálogo constructivo con Europa sobre el Cáucaso".Hoy nada es como era cuando dos sistemas se disputaban el mundo, porque el sistema es uno solo, el comercio de Rusia con gran número de naciones es poderoso, hay libertad de acceso a la información, la gente viaja mucho más y China -que busca mantenerse neutral en este conflicto- es uno de los grandes protagonistas del TEG mundial. Ni amigos ni enemigos, para Rusia y Occidente hoy todo pasa por los negocios. Así lo señalaba un artículo del británico diario The Independent días atrás, que aseguraba que intentar cooptar países de la zona de influencia rusa es un esfuerzo estéril y sugería a EE.UU. y Europa ver a Rusia como lo que es, un competidor comercial. Las ambiciones imperiales deberían quedar para la literatura. Muchas veces Occidente parece olvidar que Rusia también fue un imperio.

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RETORNO A 1914- Eleuterio Fernández Huidobro
Se dice que luego de lo de Georgia "volvemos a la Guerra Fría". Discrepamos: estamos volviendo a 1914 y por lo tanto también a los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial.
La Guerra Fría, posterior a la Segunda Guerra e iniciada cuando según dijo Churchill un "telón de acero cayó sobre Europa" separando tajantemente a los recientes "aliados" victoriosos, fue una confrontación esencialmente bipolar que con diversos avatares duró desde entonces (más o menos 1947) hasta la caída del muro de Berlín, unos cuarenta años.
Dicha bipolaridad tajante, acérrima y fanática dividió no sólo a las naciones sino también dentro de cada país a cada sociedad. No admitía mantenerse al margen y, menos, "terceras posiciones" o simples neutralidades: había que enlistarse en uno u otro bando bajo pena de ser golpeado al unísono por los dos tanto a nivel nacional como internacional y no fueron pocas las grandes tragedias ocasionadas por eso. Quien quiso atreverse lo pagó muy caro tanto a nivel personal, como grupal, como internacional. No estaba permitido. Era sospechoso a priori tanto para unos como para otros.
Derrotada la URSS el mundo "inauguró" una época unipolar: los Estados Unidos quedaron dueños del mundo en casi todos los aspectos (económicos, financieros, militares, culturales).
Dicha unipolaridad duró dieciocho años y por poner una fecha o un evento, digamos que la actual crisis de Georgia marcó su fin.
En realidad la crisis financiera y económica de los EEUU viene de antes y sus fracasos bélicos también pero siempre hay un momento en que esas y otras cosas quedan muy en evidencia.
Vamos entrando entonces en una nueva (vieja) multipolaridad como si la Historia (ya fue dicho) volviera sobre sí misma en espiral que no se sabe bien si es ascendente o descendente.
La Unión Europea hace ya tiempo que ni las tiene todas consigo ni se lleva bien con su viejo aliado norteamericano (en especial en su papel de neocolonia de lujo segundona de cuánta aventura inicia el otro incluso en su patio trasero); emerge, recompuesta, Rusia pletórica de gas y petróleo carísimos y por ende ahíta de dinero y con "canillas" de suministro vitales para Europa y el mundo en momentos de escasez y gran demanda; emerge China, principal acreedora de los EEUU y su indispensable prestamista; emerge todo el Lejano Oriente donde, además, está Japón; emerge la India; emerge Brasil...
Y vuelven a tejer alianzas como en el lejano pasado. Alianzas que van y que vienen, que irán y que vendrán. Como poco antes de 1914 o poco antes de 1939 cuando el mundo era también multipolar.
Antes de seguir debemos declarar que para nosotros y para muchos (está escrito hace muchísimo por suerte) una de las principales críticas al proceso burocrático asestado a la Revolución Rusa de 1917 poco después de su nacimiento, fue haber transformado la lucha social e ideológica en un subterfugio para encubrir la por entonces ya vieja lucha internacional imperialista transformando el enfrentamiento entre los EEUU ("Occidente") y Rusia ("Oriente") en eso: una lucha entre estados. Del otro lado hicieron lo mismo. Ambos "polos" fueron, en ese sentido, cómplices de la trampa.
Ya antes de la Primera Guerra Mundial (lo cual es decir) este enfrentamiento, el mismísimo que seguimos presenciando hoy, estaba presente como lo está (por ejemplo en los Balcanes y el Cáucaso). Ya en aquella época de insipiencia de los motores a explosión y por lo tanto del gran consumo de gas y petróleo, la energía, sus fuentes, y las fuentes coloniales de las demás materias primas estratégicas, explicaban las carnicerías locales, regionales y mundiales. No se está innovando.
En aquella primera conflagración mundial que da fin al siglo XIX y principio al siglo XX, se repiten, como calcadas, las mismas contradicciones estratégicas de hoy. Alemania en plena guerra, potencia capitalista naciente, pujante y expansiva, no vacila en permitir que Lenin, proveniente de Suiza, atraviese su territorio en un tren blindado con tal de contribuir a la Revolución en su entonces enemiga Rusia y, vaya anticipación estratégica, los Estados Unidos, a pesar de estar aliados en ese momento con Rusia tampoco vacilan en dejar pasar a Trostsky desde Nueva York (donde vivía asilado) vía Canadá y Finlandia a Rusia, para derrocar a los zares (el abuelo de Bush estuvo en esa y, luego, en la financiación de Hitler). Luego de las Revoluciones de febrero y de octubre, Lenin por Rusia firma la paz por separado con Alemania entregando vastos territorios en el tratado de Brest Litovsk y siendo muy criticado por los "izquierdistas" al punto de tener que escribir su famoso y tan actual folleto "El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo".
Antes de la Segunda Guerra Mundial y muy mal terminada la Primera, se produjeron los mismos tipos de alianzas y por los mismos objetivos: Rusia no vaciló en acordar la paz con Alemania y repartirse Polonia (recuperando a sus expensas aquellos territorios perdidos) pero cuando ésta invadió la URSS tampoco vaciló en aliarse con los Estados Unidos ni, para ello, en disolver la Tercera Internacional (el Komintern), al Partido Comunista de los Estados Unidos (Mr. Browder) y ordenar a todos aliarse con su aliado (los EEUU). La pésima "actuación" en Argentina (Mr. Braden), Nicaragua, Cuba y otros países se explica por esa directiva.
Ganando se repartieron el mundo: los rusos, aceptando la propuesta de Churchill con el lápiz azul de Stalin, fijaron las fronteras artificiales europeas en total acuerdo con aquel primer ministro: por ese trazo amargo fueron sacrificados el Partido Comunista Italiano, el francés, el griego y el yugoslavo. ¡Y, nuevamente, la mártir España con su Partido Comunista incluido! Del "otro lado", y a cambio, los países y regiones que luego formarían parte del "Pacto de Varsovia" también fueron sacrificados.
De tamaña tragedia sólo se salvó Yugoslavia que, por no aceptarla, por ser realmente independiente, pasó, en la opinión stalinista "oficial" a ser "Titista" (agente nazi) en masa, No sólo allí sino acá y por eso Héctor Rodríguez en el marco de densas purgas planetarias fue expulsado del Partido Comunista en la época de Gómez.
Luego de esa repartija estratégica, dominación colonial o semicolonial mediante, a uno y otro lado del trazo azul, tomó vuelo la Guerra Fría (continuación de la guerra por otros medios incluso bélicos) que fue ni más ni menos que una tautología o pleonasmo geopolítico, describía, como nuevo, un asunto viejísimo. Ahora, según parece volvemos a las "andadas".

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Georgia y el colonialismo nuclear: la Nueva Guerra Fría de la OTAN - Heinz Dieterich
La burguesía transatlántica y su brazo armado, la OTAN, están logrando el sueño dorado de su complejo militar-industrial: regresar el mundo hacia los tiempos de la Guerra Fría de Winston Churchill y Harry Truman. Y, al igual que aquellos delincuentes políticos clásicos, no escatiman imponer sus intereses al precio de un holocausto nuclear, como evidencia cada vez más su prepotente geopolítica belicista en el Cáucaso (Georgia), Ucrania y Europa oriental.
El dúo Cheney-Bush cosecha los frutos de la política trazada por el imperialista Bill Clinton. Al colapsar la Unión Soviética, con el inepto e iluso Gorbatchev y el borracho golpista de Estado Yeltsin, en el poder, Clinton tenía dos opciones estratégicas: integrar a las partes europeas de la URSS y Rusia, en la Unión Europea y la OTAN, o seguir considerándola enemigo. En el segundo caso era "necesario" seguir aplicándole las dos doctrinas fundamentales de la política imperial estadounidense: el Grand Area y el Containment (contención).
Contra la opinión del fundador de ambas doctrinas, John Kenneth Galbraith, que habían sido extraordinariamente exitosas para Washington, Clinton decidió que Rusia tenía que ser rodeada con una "cortina de hierro" (Churchill).
Es decir, el brazo militar del imperialismo transatlántico, la OTAN, reforzado por Israel, debía amenazar directamente a Rusia desde sus fronteras. Balcanización y "cordon sanitaire" militar, apoyado en la amenaza nuclear-antimisilística ("Star wars"), fue la política de Clinton durante ocho años, en el ajedrez de dominación mundial y frente a la nueva colonia.
La política de colonialismo nuclear tuvo extraordinarios éxitos. Ucrania y Bielorrusia, que nunca habían sido naciones ni Estados propios, se convirtieron en tales. Para darse una idea de la importancia de la expropiación de Ucrania a Rusia, era comparable a quitarle a Estados Unidos la extremadamente importante región del Midwest.
Sin embargo, la estrategia comenzó a fallar cuando Putin recuperó el Estado ruso del control mafioso y occidental. Putin bloqueó el trascendental paso transcaucásico conquistador, que Washington había planeado a través de la separación de Chechenia; aplicando el modelo de represión militar que Washington usa en Irak (Falluya).
Con los reveses en Irak, Afganistán y Pakistán, la camarilla en torno al dúo Cheney-Bush decidió dar el golpe estratégico en el Cáucaso. Creó una fuerza de choque georgiana mediante instructores gringos, la dotó de armamento y le dio experiencia de combate en Irak. Estacionó avanzadas fuerzas de defensa aérea misilística ucranianas en Georgia, aprovechó la distracción mundial de los Juegos Olímpicos en Beijing y la ausencia de Putin y Medvedev de Moscú, para un ataque con artillería pesada contra una ciudad civil (Tskhinvali), ocuparla después con tanques y cometer masacres.
No respetando más su status neocolonial, Putin reaccionó como es necesario reaccionar ante el fascismo: de manera mesurada y fría, pero con capacidad real para liquidar la intriga imperial-oligárquica en el nivel donde se plantea. En este caso, en el campo militar.
Desde entonces, Cheney-Bush han escalado el conflicto autorizando el despliegue del escenario reaganiano "Star Wars" (misiles antiaéreos) en Polonia, que no es otra cosa que el intento de construir condiciones para dar un golpe preventivo nuclear ("first strike capacity") contra Rusia y China. Y ahora han aumentado el peligro de un conflicto militar directo con Rusia al introducir buques militares estadounidenses en el Mar Negro.
La Guerra Fría a la cual la lumpenburguesía atlántica no ha renunciado nunca desde 1945, es congénita a esa clase, porque es la guerra contra el Tercer Mundo y por los recursos y mercados mundiales. Cuando la URSS era el aliado estratégico de los movimientos de liberación nacional, la Guerra Fría asumió la máscara de una guerra contra "el socialismo". Hoy día, que no hay más socialismo histórico en Rusia y China, la guerra sigue. Y es obvio por qué.
La lumpenburguesía atlántica sigue con la ilusión del sistema mundial unipolar, controlado por ella. Por eso tiene que "contener" a Rusia, China y Hugo Chávez. Y si lo considera necesario lo hará al precio de un holocausto nuclear.

581 - Dossier - La generación del pulgar - comp- RB

* me gustó el título de este artículo de cármen
glán, por eso con él encabezo este dossier sobre
una innovación tecno perniciosa en su uso y escenarios.
no tengo nada contra los celulares u otro agregado
comunicacional, sí denuncio su malévola utilización
anticomunicacional y su exageración-excedente
nefasto, red. VER ENTRADA 537 - LA ERA DE LA INTERRUPCIÓN
El primer dedo prensil es la estrella de la sociedad tecnológica. Con sus movimientos sobre el teclado de los móviles, el democrático pulgar lo comunica todo. Ya decide quién va a Eurovisión, y pronto, quién gobierna.
En la historia iconográfica encontramos imágenes simbólicas de los dedos de la mano que se han sucedido hasta quedar semánticamente fijadas. El índice, por ejemplo, se ha representado casi siempre como un dedo que "habla" (indica) de nosotros y a los otros; de ahí que sea el más apropiado tanto para desatar la controversia, pues se usa al acusar, reprender, negar o imponer silencio, como para entablar el diálogo pacífico: es el dedo que levantan los alumnos entusiastas para responder a una pregunta y el dedo con que sugerimos que alguien se acerque. Es un dedo indudablemente culto (representa el gesto de pensar, el de hojear libros) y comunicativo (con él escribimos palabras en el aire o dibujamos).
Sin embargo, cuando hace dos millones de años la especie Homo descubrió las posibilidades tecnológicas de la capacidad prensil del pulgar, no podía sospecharse que mucho tiempo después este dedo "pinza" sería la estrella de la nueva sociedad de la Red.
Sin duda, en este caso ha sido la función la que ha potenciado el órgano: a partir de aquel primer pulgar prensil, o aquel arbitrario que decidía la vida o la muerte de los gladiadores, hemos descubierto un democrático pulgar tecnológico que comunica, saluda, llama la atención, corteja, seduce, amenaza o decide, pues un movimiento de miles de pulgares sobre el teclado de un teléfono móvil define la suerte de un programa de televisión y, no ha de tardar mucho, los candidatos que nos gobiernen. Entramos en la era de la "generación del pulgar", como gustan de llamarse los jóvenes tecnológicos menores de 25 años expertos en tecnologías que caben en la palma de la mano.
De entre todos los artilugios tecnológicos modernos sujetos al imperio del pulgar es quizá el teléfono móvil el que ha modificado más radicalmente los modelos de relación social y de comunicación. Vivimos en la llamada sociedad de la información y, sin embargo, esa misma información se ha convertido en un objeto de valor que hay que consumir compulsivamente porque tiene fecha de caducidad. Estar informado significa ahora estar conectado en todo momento, abierto y localizable para todos. No de otra forma han de interpretarse los "toques" con que los adolescentes manifiestan su presencia constante, pero muda. En otras palabras, la función narrativa de sus orígenes (que parece haber quedado relegada al teléfono "fijo") ha adquirido la fuerza de un imperativo: "hay que estar ahí".
Por otra parte, el teléfono móvil se ha convertido en una prolongación imprescindible de nuestra imagen social al tiempo que funciona como signo distintivo frente a los demás ("personalizamos" la pantalla, las melodías y hasta la voz del buzón). Curiosamente, aquellos primeros teléfonos celulares que se veían como un signo de ostentación se han convertido en el principal, si no el único, medio de expresión de la juventud. Así pues, el 99% de los jóvenes tiene móvil aunque, ciertamente, cabría mejor decir que dispone de una "navaja suiza tecnológica", pues sus funciones comunicativas son casi irrelevantes frente a su uso como reproductor de música, máquina de fotos o portal de videojuegos. El hecho de que en términos de mercado los jóvenes sean considerados heavy users (usuarios compulsivos) ha disparado la alarma social hasta el punto de que se tratan ya patologías del adicto tecnológico, figura que coincide con el adolescente "enganchado" a la Red y al móvil.
Conviene recordar, sin embargo, que en un principio, en la década de los noventa, los mensajes SMS (Short Messages Service) no formaban parte de la planificación tecnológica de los móviles, pues habían sido diseñados para cumplir una función similar a la del teléfono, pero con las ventajas de Internet. El inesperado éxito que tuvo la opción "mensajes" sorprendió a todas las operadoras, que se vieron obligadas a modificar sus servicios sin sospechar la revolución lingüística que se iba a desatar en los límites de las pantallas.
Desde luego, hoy más que nunca el medio es el mensaje. Es cierto que el teclado condiciona la cantidad de información que puede escribirse y el tamaño de la pantalla la cantidad de información que puede leerse. Esta limitación técnica explicaría que los usuarios condensen sus mensajes porque disponen de poco espacio y, además, el exceso informativo cuesta dinero, como en los antiguos telegramas. Pero las limitaciones tipográficas sólo explican una mínima parte de la configuración de los SMS, pues no suelen utilizarse más de 70 caracteres de los 160 permitidos.
La razón es mucho más profunda y deriva del nuevo concepto de "comunicación" basado en la inmediatez y en la constante disponibilidad que ha impuesto la era de la imagen: desde luego, es menos costoso "ver" el mundo como sucesión de imágenes que "interpretarlo" verbalmente. En consecuencia, los mensajes son fugaces porque la información caduca y debe ser tan condensada como rápida y eficaz.
Por eso, y a pesar de su condición escrita, los SMS nunca serán depósitos de la memoria, pues su función se limita a responder a la urgencia impuesta, a la intrascendencia de un lenguaje inmediato "aquí y ahora" entre iguales que juegan a subvertir códigos sin la conciencia de que sus divertimentos, alharacas revolucionarias, son parte de la esencia misma del lenguaje. Desde luego, es más rápido escribir sin vocales cuando se tiene la certeza de que podrán ser adivinadas y recuperadas por el sonido de la consonante, sólo que esta moderna economía ya la practicaron los primeros alfabetos fenicios hace 3.000 años; de la misma forma, la reutilización de algunos números o signos matemáticos que pueden ser leídos por su valor o por su sonido (sl2 >saludos; d+ >demás) ya se encuentra en el principio jeroglífico de los primeros silabarios del siglo XV a.C. Y las abreviaturas (tk >te quiero) y amalgamas léxicas (APS >amigas para siempre) son tan antiguas como la escritura misma.
Ahora bien, estas tendencias fonético-ortográficas no han de convertirse en norma en ningún caso, pese a la proliferación de diccionarios SMS en la Red, porque este proceso unificador significaría que el lenguaje SMS ha alcanzado la categoría de código convencional. Pero tampoco ha de permitirse que salga fuera del medio para el que fue pensado porque en ningún caso la eficacia compensaría la pérdida de contenido o resolvería las ambigüedades. Por otra parte, está por ver hasta qué punto afectará a nuestra capacidad para procesar el mundo si el lenguaje se reduce tan drásticamente.
Aún así, es innegable que está surgiendo un cuarto medio de comunicación a medio camino entre lo oral, lo escrito y lo gestual. Y, aunque es muy improbable que este cuarto medio suplante a los ya existentes, parece fuera de discusión que se producirán cada vez con mayor frecuencia situaciones mixtas que modificarán, a su vez, los límites -ya de por sí inestables- entre los medios. Esta situación no debería desencadenar la crítica exacerbada, pues ya contamos con ejemplos similares de hibridación de códigos.
Es mucho más preocupante la actitud de quienes defienden que -aunque sea en la pantalla y burdamente- cada vez leemos y escribimos más. El hecho de que la inmediatez que gobierna la composición de estos mensajes se refleje en una escritura minimizada de contenido superficial es una cuestión que no debe justificar en absoluto su uso fuera de este medio ni por razones de expresividad. El pulgar es poco apto para novelas, diarios o canciones. En estos casos, más nos valgan 10 dedos y, acaso, no nos sobren letras sino que nos falten palabras.

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CELULARES Y ONANISMO TECNOLÓGICO
“También te amo” - Adriana Amado Suárez.

Los celulares traen unas plantillas con textos de mensajes pre-armados. “Gracias”, “Estoy ocupado. Te llamo luego”, son los mensajes prêt-à-publier, listos para despacharse con un par de teclas. Pero mi celular trae un mensaje inquietante: “También te amo”. No viene la declaración correspondiente sino sólo la réplica, que supone un receptor respondiendo con frecuencia al llamado del amor. Parece que los dispositivos portátiles han convertido en urgentes todas las respuestas.
La dependencia de los mensajes ha producido nuevas especies, como
la generación pulgar o los peatones tecnológicos, que se llevan carteles por delante o dejan el auto sin control durante los 100 metros que les consume leer el mensaje. Es que los mini dispositivos ofrecen en sus pantallas algo más que mensajes de textos pobremente tipiados. Mucho más que ver la novela de la Oreiro o consultar el saldo del banco. Lo que hace imbatible al famoso IPhone (y es copiado por sus sucedáneos) es algo aún más íntimo que el mensaje amoroso de mi Nokia: tiene una pantalla táctil, que funciona ¡a caricias! Sí: el telefonito responde a los mimos dactilares con más previsibilidad que un gato doméstico y con menos resistencia que la pareja habitual. ¿Será por eso que hay tanta gente manoseando el celular?
Este onanismo tecnológico se practica públicamente, y se suele usar como vía de escape para ignorar al tipo del subte que la hora pico pegó como un post-it al compañero de viaje. Antes, los tímidos tenían problemas para sentarse en un bar a tomar algo solos: hoy se meten en alguno con WI FI y se sienten invisibles mirando sus equipitos. Algo así como conectarse para desconectarse del entorno. Aunque paradójicamente están hiperconectados a esos aparatos que demandan respuestas 24/7 (todo el día/todos los días). “Cuando tengas
tu nuevo iPhone, podrás enviar mensajes de texto y correos electrónicos, navegar por Internet, ver vídeos y escuchar música en cuestión de minutos”, prometen. Pero hacer todo eso lleva el día entero. Y a veces, un rato más.
Todos dicen que ahora estamos muy conectados, y miden los vínculos por la cantidad de firmas del fotolog o contactos del Messenger.
Zygmunt Bauman dice que no, que apenas estamos agarrados a “una matriz de conexiones y desconexiones aleatorias”. Apenas colgados del capricho de un click. Nunca tan a merced de un pulgar.
En un mundo donde hay ciudades con más celulares que cabezas, donde la jornada de trabajo se multiplica por cada piiip de mensaje recibido, la excentricidad ya no es no ver televisión. El colmo del snobismo es no tener email, como confesó
Mario Pergolini a la revista Rolling Stone. Sin embargo, las telefónicas siguen llevando a los famosos a esquiar para que se saquen una foto conectándose por banda ancha. Aunque contestar un email a 1800 metros de altura se parezca más a un castigo que a un premio. Excepto, claro, que se trate, por fin, del mensaje que permita estrenar la turbadora plantilla “También te amo”. Pero no, siempre llegan mensajes spam.
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ADVERTENCIA DE LA ASOCIACION AMERICANA DE EMERGENCIAS MEDICAS Y DE EXPERTOS ARGENTINOS
Alertan sobre un nuevo riesgo en la calle, los "peatones tecnológicos"
La mayoría son jóvenes que se distraen al leer sus mensajes de texto - Gisele Sousa Dias
AUMENTO DE LESIONES. CADA VEZ MAS PEATONES SE LASTIMAN AL CAER CONTRA EL ASFALTO POR ATENDER SUS SMS.
Desde que la tecnología se convirtió en una prolongación de los cuerpos, las advertencias fueron unidireccionales: se enfocaron en el riesgo que supone hablar por celular mientras se maneja y el epicentro de peligro se colocó en el conductor, nunca en los peatones. Ahora, emergentólogos locales y estadounidenses, advierten que las distracciones de los "peatones tecnológicos" -esos que caminan con la vista clavada en la pantalla del celular o abstraídos por la música de sus mp3-, están provocándoles lesiones y causando "siniestros viales". La Asociación Americana de Emergencias Médicas acaba de encender la luz roja: "Los adolescentes y los adultos jóvenes llegan a los servicios de emergencia con lesiones graves, a veces fatales, porque no prestan atención a su ambiente mientras reciben y envían mensajes de texto", dice su presidenta, Linda Lawrence. James Adams, emergentólogo de la Universidad Northwestern de Chicago, detalla: "Recibimos gente que tropieza y cae de cara contra el pavimento, sobre todo los que tienen entre 20 y 30 años. Vemos muchas lesiones de cara, mandíbula, boca y ojos". En Argentina, no hay estadísticas de las "lesiones no intencionales" ni de los "siniestros viales" ocasionados por quienes se distraen mandando mensajes de texto. La razón es que es raro que alguien admita haber causado un accidente por haber desviado el foco de atención. Las escenas, sin embargo, se asemejan: "Cada vez atendemos a más personas que se abren la cabeza contra los toldos de los restaurantes que están en las veredas porque iban caminando con la mirada puesta en el celular. Muchos se tropiezan y se lastiman. Incluso atendimos un hombre que había sido atacado por un perro en el Parque Las Heras porque caminaba mandando mensajes, no lo vio y lo pateó", contó a Clarín Gustavo Tisminetzky, jefe de la Unidad Urgencia del Hospital Fernández.Tisminetzky, parte del 18° Congreso argentino de Terapia Intensiva y del 3° de Trauma, lo explica: "Hay dos situaciones potencialmente peligrosas que involucran a los peatones: una es el acatamiento de las normas de tránsito, es decir, si cruzan por la senda peatonal o por la mitad de la calle. Otra es lo que van haciendo mientras caminan: si lo hacen mandando mensajes o escuchando música. Esto último implica el desvío del foco de atención y supone un aumento de lesiones y siniestros". Carlos Russo, director médico del SAME dijo que en la Ciudad, hay unos 20 choques y 20 arrollados por día. "Esto no ocurre por azar, ocurre por distracciones", tanto de los conductores como de los que en CESVI llaman "peatones tecnológicos". "El conductor tiene el arma más poderosa, pero está claro que no es el único que potencia el riesgo", opina. "Es necesario empezar a tener en cuenta el efecto de este tipo de peatones", dice Marcelo Aiello, experto de CESVI. "Sus distracciones afectan directamente su foco de atención y esto repercute negativamente en el tránsito. Están tan conectados a esos teléfonos que les resuelven todo, que se abstraen del entorno vial, cruzan por la mitad de la calle, no respetan semáforos y exponen a graves riesgos a quienes los rodean", dice. "El problema es que nos transportamos sumidos en una realidad mental distinta a la física, en la que no tenemos un rol pasivo (como cuando escuchamos la radio) sino que interactuamos, por eso las distracciones son mayores", dice Eduardo Bertotti, director de Instituto de Seguridad y Educación Vial. "Es de locos cruzar la calle escribiendo un mensaje. Es como cuando vemos a esas mujeres que ponen el cochecito del bebé en la calle para cruzar. El problema es claro: los argentinos carecemos de conciencia de riesgo".
Leer un SMS: 8 segundos de peligro
Manejar y fumar, manejar y tomar mate, manejar y hablar por celular ya suponían una multiplicación del riesgo de sufrir un "siniestro vial" (en ISEV insisten en no llamarlos "accidentes" porque algo "accidental" supone un hecho fortuito e imposible de prevenir). ¿Pero qué ocurre cuando alguien maneja escribiendo o leyendo mensajes y echando algún vistazo al camino?"Muchos creen que leer un mensaje de texto implica un riesgo menor que atender un llamado. Pero esto no es así. La sola acción de leer un SMS breve, demanda unos 8 segundos. A una velocidad de 40 km/h, ese conductor que, además sacó las manos del volante, recorrió 66 metros sin prestar atención al tránsito y al entorno", explica Marcelo Aiello, del Centro de Experimentación y Seguridad Vial. "A 60 km/h, una velocidad común en ciudad, se recorren 100 metros habiendo desviado el foco de atención. A 100 km/h, habitual en ruta, los metros recorridos con semejante nivel de abstracción son 166".Una encuesta hecha hace un año en Estados Unidos indicó que el 66% de los conductores lee mensajes mientras maneja y el 57%, también los escribe y envía.
Para evitar accidentes
No envíe ni reciba mensajes mientras conduce ni cuando hace gimnasia o cualquier otra actividad que exija mantener el foco de atención .Guarde el celular en lugares fáciles de encontrar (como en bolsillos o estuches) pare evitar distracciones más prolongadas mientras lo busca. Ignore llamadas o mensajes que entren mientras está manejando. Lo ideal sería apagar el celular. Si necesita contestar el mensaje con urgencia, estacione y ponga balizas.