lunes, 15 de septiembre de 2008

595 - Escenarios - Diferencias - RB

* DECIDÍ ABRIR LA ENTRADA ESCENARIOS, NECESITADO POR MI ANTERIOR DF DEL TEMA Y SU RELACIÓN CON ESCENAS, correlato estructural a relato´lectura y, en definitiva, a toda diferencia entre posicionamiento desde el sujeto o/y desde el objeto. o, también, desde la circunstancia - por tal, espacial - y la duración - en tanto temporalidad -.
* desde esa pluralidad/multiplicidad, un vistazo sobre la diferencia, y quiero/necesito del enfoque de un familiar, una de mis nueras, que dice/enseña (a sus hijos en especial) que "la estética es todo". no sólo denota un muy amplio des.conocimiento de la semántica estética, sino que ingresa en el peligroso ámbito de la discriminación, que hoy permie una humanidad dividida, al borde de un espantoso crack fascistoide impulsado por mediocres belicistas, como quién pergenio tamaña y descuidada expresión.
* en realidad, una antropologia de la diferenciación podría concluir que todo genocidio tiene en su base una pretendida partición esteticista, y hasta que toda sociedad pretendidamente moderna comete un genocidio contra sus gordos, flacos, negros, amarillos, asiáticos, judíos, discapac. varios y otras clases de diferentes, sin olvidar los que se cometen contra los diversos, los que han tomado opciones - desde sexuales a ideológicas - consideradas distintas, a-normales, a-nómalas y hasta enfermizas por una supuesta mayoría (a-moral).
* en vías a la mentada antropología de la diferencia, debería proponerse una ideológica antropología de la igualdad original activa, que inhiba toda pretensión de desigualdad militante y la persiga en todos los medios, incluidos los mass-media. no hay argumento que justifique la diferencia entre hombres, ni su utilización, que termina siendo, hasta estructuralmente, como elemento supra, un elemento que justifica la dominación y explotación económica, con sus múltiples escenas y relatos - entre los cuales se incluyen el nazismo, el apartheid y las múltiples matanzas de minor´ñias o, simplemente, mayorías débiles -.
* un ejemplo de esa discriminación/minorización subyace denunciado en la siguiente nota de crítica de la a., el diario de jorge lanata.
* MITO DEL FIN DEL SIGLO - 
La revancha del enano Cara de Culo

Regresó el encuentro que marcó la cultura pop nocturna de los 90. El Indio Guatanga, Melina y los gemelos Chaplin, animaron la noche de excesos.

El enano Cara de Culo transpiró en la madrugada del domingo. Se trata de un hombre que todos los días se mete dentro de 133 centímetros de organismo y ya ahí, en ese envase pintoresco, sale a la calle convertido en un fenómeno que es normal y que se llama Juan Carlos Rodríguez. Casado con Karina, 122 centímetros de belleza, y padre de una niña de diez años, este hombre a veces hace una mueca deforme y por eso, desde hace años, le apodan el Cara de Culo. Pues bien, Cara de Culo transpiró en la madrugada del domingo porque se puso a bailar en una jungla ubicada en Palermo. Junto a una selección de humanos exóticos se metió a la una de la mañana dentro de Niceto Club y participó en una nueva edición de las fiestas Nave Jungla, esas explosiones de psicodelia creadas por Sergio Aisenstein.

Durante diez años (1988-1998) esas fiestas le sacaron brillo a la palabra “friki”. Eran fiestas que, en suma, reunían las expresiones artísticas de la cultura pop. Las mismas que en la madrugada del domingo, se juntaron otra vez. Un recorrido por la jungla permitía observarlas. En un paseo distraído, una caminata entre medio de todas las rubias de pantalón ceñido, se podía ver, por ejemplo, a un faquir tocando un instrumento de viento, a una mujer maquillada de forma depresiva tocando el violín y, por supuesto, una sobredosis de enanos que no sabemos si hacen arte contemporáneo, pero sí que son pop.

Sergio Aisenstein, el legendario inventor, gritaba por los parlantes consignas bizarras: “¡Miren a esos fenómenos humanooos! ¡Es la jungla!”. E iba presentando su ramillete de rarezas. Un negro alto que cantaba ópera. Dos mellizos de 60 años vestidos de Chaplin. Un Papá Noel que fumaba Marlboro y que buscaba Viagra. El indio Guatanga que era asediado por fanáticos adultos. E incluso una pobre mujer, Melina, que comunicaba a los asistentes que estaba muerta. Y así.

Era la noche de los anormales. Por eso Sergio piensa que estas fiestas no son para bailar como en una discoteca. “Es un espectáculo híbrido, con variadas posibilidades de comunicación”, dijo en una pausa. Sergio también piensa que estas fiestas son un buque que es conducido por unos locos. Uno mira a Sergio y constata de inmediato lo atinado de su declaración. Sergio tiene los ojos salidos. “Esto es psicodelia, amigo. Y los locos que conducen el barco queremos divertirnos”, aseguró con los dientes apretados. Eso sí, hay momentos en que Sergio se tiene que defender. Hay gente que piensa que Nave Jungla es un cadáver pop con data de 1998. Pero él afirma que en la vida hay una evolución. “Esto es como un grupo de rock que se vuelve a unir. Se dieron las condiciones. El lugar. Y ahora llega nueva gente, nueva sangre”, gritó, ronco y apasionado.

La fiesta contó con quince rarezas oficiales y miles de rarezas que aparecieron de modo espontáneo en el curso de la madrugada. Y todas se agruparon en ese camarín del segundo piso. Ahí estaba Cara de Culo. “¿Por qué pone cara de culo, Cara de Culo?” se le preguntó. “Me sale”, dijo, escueto, mirando a Melina, la muerta. Cara de Culo fue portero de las primeras fiestas de Nave Jungla y una vez tuvo que echar a Charly García (casi incendia el lugar). En la fiesta de domingo Cara de Culo tuvo un ascenso. Pasó a ser un personaje maquillado de verde y a ver todo desde adentro (“Pero como soy enano, no veo mucho”, dijo con cara de culo).

¡A escena! –gritó el maestro de ceremonias.

Los raros temblaron. No había guión. En el grupo había un hombre de Córdoba que había pasado al camarín a saludar y que al rato apareció disfrazado de campesina (“Che, me dijeron si me quería poner un vestido y yo dije, por qué no, y bueno, aquí estoy, jajaja”. (El redactor notó una risa producto de los psicotrópicos). Nadie se salvaba. El administrador del bar, Pablo, un hombre serio y de espíritu comercial, estaba vestido como el capitán de El crucero del amor. Un enano se reía solo por exceso de fernet. El negro dormía. Papá Noel seguía fumando. Una mujer empezó a besar a la campesina. El indio Guatanga decía: “¿Qué hago?”. La muerta, Melina, pedía sus parlamentos.

¿Y Cara de Culo? En un rincón, estático, metido en personaje,

–¡Al escenario todos, al escenario! –insistió el maestro de ceremonias.

Y todos empezaron a correr para ir al escenario y moverse. Todos, con sus propios cuerpos extraños, empezaron a dar vida a esa selva cultural que lleva el nombre de una fiesta. Y allí, en un ejercicio que duraría horas, Cara de Culo, después de diez años, empezó a transpirar.
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