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miércoles, 27 de mayo de 2009

652 43-09 - Alkimia- Nuestro Mario Benedetti - Daniel Viglietti

Ante la pérdida de nuestro Mario Benedetti estamos todos consternados, como escribía él cuando la muerte del Che. Nos quedamos sin Mario, pero su pluma nos deja el alma llena de versos sencillos, sencillos en la altura, como aquéllos del cubano José Martí que él tanto admiraba. Y nos deja ramas del mismo árbol fecundo, la novela, el cuento, el ensayo, la obra teatral, el periodismo, la canción. Una pluma mágica y multifacética que generó, sin premeditación, desde todos esos géneros, modelos de conducta, un rigor ético equilibrado con la belleza de lo estético. Como se sabe, ética cabe dentro de la palabra estética, eso nos lo demostró Mario desde su creación. Imposible separar al Benedetti persona de la obra generada, de la página nacida. En ese sentido, Mario es una unidad dialéctica difícil de encontrar en otros territorios de lo cultural.
Todos sabemos que era un ser ejemplar en su modestia, en su auténtica sencillez, en su valiente ternura, en su solidaridad.
Mario no necesita que lo idealicemos porque es un ideal en sí mismo, toda su obra está tocada por un horizonte utópico en que el arriba se inquieta y el abajo se mueve indócil.
Desde su coherencia nos ha enseñado cómo el humor puede ser fértil, cómo el amor y la lucha pueden ser cómplices, cómo la confianza en el hombre, en el otro, en la otra, tiene que anteponerse a toda desconfianza. El creía en el prójimo sin necesidad de mayores pruebas. Creía, sin laberintos, en los otros y los traía cerca. A nadie le cabe duda de que, como en su poema, defendía la alegría a ultranza. Construía puentes de alegría para oponerse a la tristeza y a la muerte. Era un extremista del optimismo y de la esperanza, sin dejar de lado un agudo sentido crítico y una profunda preocupación por la gente. Un hombre, ya lo dijimos, de una modestia ejemplar, que su amigo Eduardo Galeano explica diciendo que Mario Benedetti no se daba cuenta de que era Mario Benedetti.
Los ríos de gente manifestaron su enorme cariño hacia Mario. Fue emocionante ver las largas filas de personas de diferentes generaciones y clases sociales, todo un pueblo subiendo las escaleras de entrada al Palacio Legislativo, llegando hasta las cercanías del cuerpo sin vida del poeta. ¿Sin vida? Su admirado César Vallejo decía: “Tanto amor y no poder nada contra la muerte”. Sin embargo, Mario logra sobrevivir en los demás por lo que ha pensado, por lo que ha escrito. Por lo que ha amado: recordemos a Luz, su compañera de toda una vida, tras cuya muerte Mario empezó a irse de a poquito. Por el cariño hacia su hermano Raúl, a quien tanto protegió siempre. Por la cantidad de amigos que fue abrazando aquí y en tierras lejanas.
Sobrevive en los demás también por su compromiso en la lucha política, antes y durante los años de plomo, cuando entre sus amigos contaba al paso del tiempo con Raúl Sendic, Zelmar Michelini, Líber Seregni.
Su permanente lucha contra la injusticia y la impunidad se manifestó recientemente en su solidaridad con familiares de detenidos-desaparecidos y su apoyo a la campaña por la anulación de la ley de caducidad.
Mario, como persona, se hacía querer con su rostro tierno, su bigote y jopo invencibles, su mirada limpia, su sonrisa que aun en medio de estos períodos de enfermedad afloraba, consolando o agradeciendo a Ariel, su leal secretario, y a los fieles, trabajadoras y trabajadores, que lo cuidaban sin falla.
Déjenme decir que he perdido a un amigo esencial que mucho me enseñó sobre la vida, sobre el arte, sobre la pasión del cambio. Un ser generoso como pocos. En lo cotidiano tendremos que acostumbrarnos a encontrar, en el recuerdo de su amistad, la fuerza y la calidez de su palabra.

miércoles, 20 de mayo de 2009

633 24-09 - Alkimia - Hagamos un trato - Mario Benedetti

* tengo la inexplicable sensación de que a mb no le
convencían demasiado los homenajes. es que el que
escribe, en definitiva, lo hace para impregnar su
tiempo de lucidez, y como co-relato de una visión
egoista/altruísta del mundo, entre otras dualidades,
entre otras dialécticas, que se conforman desde la
lectura y la reflexión, a veces sólo un tierno compromiso,
militante desde el silencio, que debería incluir la amorosa
dualidad de la pasión por otro/a único/a y que,
timidamente, pide que lo dejen vivir tranquilo,
y también morir, red - rb -
///////////
HAGAMOS UN TRATO
Compañera usted sabe
puede contar conmigo
no hasta dos o hasta diez
sino contar conmigo

si alguna vez advierte
que a los ojos la miro
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles

ni piense que deliro
a pesar de esa veta
de amor desprevenido
usted sabe que puede
contar conmigo

pero hagamos un trato
nada definitivoyo quisiera contar
con usted
es tan lindo
saber que usted existe

uno se siente vivo
quiero decir contar
hasta dos hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio

sino para saber
y así quedar tranquilo
que usted sabe que puede
contar conmigo

632 23-09 - Alkimia - Bestiario - Mario Goloboff

“Durante años nos preguntamos qué había hecho posible la catástrofe (Shoa) en la Europa culta, estética, refinada del siglo XX. En textos de Primo Levi puede encontrarse alguna respuesta, siempre parcial aunque satisfactoria: para los alemanes, durante décadas ‘los hebreos eran sólo aparentemente seres humanos: en realidad son algo diferente, abominable e indefinible, (más lejanos a los alemanes que los monos a los hombres)’.”
////////////////
Dentro de diez o quince mil años, si es que aún hay literatura, si es que hay mundo, alguien escribirá, en un impredecible soporte, la historia de un animal fabuloso que empezó siendo yuyo o poroto o arbusto, y terminó con la dudosa felicidad de cierto país que cierta vez se llamó la Argentina. Mientras tanto, las bibliotecas van acogiendo, copiosamente desde el Medioevo, otros especímenes no menos singulares de un alargado y enriquecido bestiario.
Ya Cornelio Tácito, en una de las cumbres del género historiográfico (Anales, VI, 28), sostuvo que si bien la antigüedad es ignota, por tradición se reconoce que el Ave Fénix vive más de mil cuatrocientos sesenta años. Y su casi contemporáneo, Plinio el Viejo, en el octavo de los treinta y siete libros que cansinamente componen la Naturalis Historiæ, verdadera enciclopedia de la ciencia del mundo antiguo, señala, entre otras reprochables costumbres animales, que los dragones atacan cruelmente a los elefantes, aunque sólo en verano. Avanza una explicación, propia de lo que suelen llamar sentido común y, por eso, poco menos que irrebatible: todos saben que la sangre de estos paquidermos es fría.
Tales ingenierías vienen desde mucho antes: el Libro de los libros, sobre todo después del Diluvio, consagraba una alianza indestructible entre hombres y animales. Torcidas interpretaciones bíblicas nos fueron distanciando, si bien ya aparecían en él criaturas dudosas, y en Isaías (11, 8) se evoca “la caverna del basilisco”, animal que, en vida, ha recibido por lo menos tres entidades, igualmente legítimas: algunos prescriben que se trata de un lagarto deforme, otros hablan de un reptil gigante y los demás mencionan un pollo alto dotado de tres pies, con cola y dientes de serpiente. Como, según buenos datos, su cresta tiene forma de corona, lo llaman “pequeño rey”, basiliskos en griego o “el regente” para la etimología latina. Se ha hecho famoso por provocar la muerte con un único y veloz vistazo.
Algunos helenos, más prácticos, imaginaron el origen de la araña en una venganza de la diosa Atenea contra Aracné, princesa célebre por su tintura púrpura y su destreza en el arte de tejer, a quien aquélla habría trucado perversamente, puesto que una vieja rivalidad comercial emponzoñaba las relaciones con los lidios, de origen cretense. Y Mileto, en Creta, era la más grande exportadora de lana de color del mundo antiguos...
Todavía hoy, en la región boscosa de las Ardenas, compartida entre Bélgica, Francia y Luxemburgo, los cazadores proponen una explicación del acecho a un delicioso tordo: el tendedor dispone sus trampas sobre los árboles, y la mayoría de las veces en tierra, para capturar al “tordo escarbador”, el cual, sostienen, se alimentaría a ras del suelo, escarbando a reculones. Descontada la inexistencia obstinada del singular pájaro terrestre, se deduce que el inconsciente popular ha forjado esta nueva especie para defender el derecho inmemorial del cazador a recorrer y a capturar animales en el bosque.
Pero, por lo general, no hay respuestas tan directas al surgimiento de algunos mitos. Puede conjeturarse que entre las causas de estas creaciones esté un radical antropocentrismo y la tendencia a encontrar semejanzas con el reino animal, que sigue siendo, mal que nos pese, el nuestro. Las relaciones que se subliman en ellas son las de captura, de caza, de crianza, pero también de modos, procedimientos, actitudes morales o moralizantes. Estas hechuras frecuentan las fábulas, las alegorías, las metáforas, los acertijos, los aforismos. No siempre van en desmedro del mundo animal, pero sí, ocurre, en menoscabo del humano. A veces, son intereses económicos o sociales los que llevan a ello. Otras, una conjunción de éstos con los políticos.
En julio del año pasado, después de dura pelea, se anunciaron dos actos públicos en Buenos Aires. Uno en apoyo de la política gubernamental y otro a favor del “campo”. Un barbado dirigente rural declaró que ellos iban a hacer su acto en el Monumento a los Españoles y “que no se van a cruzar al otro lado que es donde está el zoológico”. Antes y después hubo dichos similares con alusiones, poco veladas, a borregos, a perros, a ratas, a bichos.
Menciones involuntarias como, probablemente, otras que vengo comentando: Bestiario (1951) se llamaba también el primer libro de cuentos de nuestro Julio Cortázar, pero quizás no tenga que ver con esto. Tal vez haya sido pura influencia de Les chants de Maldoror, del uruguayo-francés Conde de Lautréamont, padre de los surrealistas. ¿O sí? ¿O expresaba, en aquel momento, a través de su título y de algunos cuentos (“Casa tomada”, “Omnibus”, “Las puertas del cielo”, el propio cuento “Bestiario”), la repulsión de la clase media y de su medio al “aluvión zoológico”, a los “cabecitas”, a “los monstruos” que venían a ocupar “la casa”? ¿No lo advirtió él mismo al arrepentirse tantas veces, públicamente, de aquella mirada, como bien señaló, “muy despectiva /.../ sin ningún cariño, sin ningún afecto”?
Hace tiempo que se vienen señalando estos calificativos como culpables de disminuir la estatura humana de sus destinatarios. Cuando se insiste en ellos durante cierto tiempo, puede llegarse a atrocidades mayores, padecidas ya por la especie. Durante años nos preguntamos qué había hecho posible la catástrofe (Shoa) en la Europa culta, estética, refinada del siglo XX. En textos de Primo Levi puede encontrarse alguna respuesta, siempre parcial aunque satisfactoria: para los alemanes, durante décadas “los hebreos eran sólo aparentemente seres humanos: en realidad son algo diferente, abominable e indefinible, (más lejanos a los alemanes que los monos a los hombres)”. Esto quizás explica que, con frialdad administrativa, se los transportara como ganado, se los marcara como bueyes, se los hiciera comer como perros, se los exterminara con gas letal utilizado para piojos y pulgas. Padecimientos a los que, entre tantos, Giorgio Agamben agrega “el tatuaje biopolítico”. Ahora, Judith Butler revela la inventividad de la administración militar norteamericana, que aconsejó demorar los juicios para mantener a los presos de Guantánamo en la espera y en la incertidumbre, ya que se trataba de “bárbaros que merecen ser reducidos al estado animal”. De ahí el cuidado que habría que tener con el uso de ciertas imágenes y con los ignorados poderes del lenguaje para modificar la conciencia y el corazón de las gentes.
Lejos de mi ánimo acusar a nadie en la Argentina de tales maldades en el uso del Bestiarum vocabulum. Porque es cierto también (y no lo digo para defender posturas económicas o sectoriales, de las que conozco poco) que algunos hombres de campo están asustados. Ven (o dicen que ven) disminuir día a día la hacienda, los animales de cría, los de granja, que nos quedaremos sin carne, sin leche, sin lana... Hace poco, visité en Algarrobos a uno de mis ancianos tutores. Hablamos largo de esto. Sobre el final, muy apenado, don Goyo Sartori, hombre de los más sabios que he conocido, pero que teme ya lo peor, me confesó: “Fijate, qué te voy a decir, no es que yo quiera hablar contra los de la ciudad ni que me las agarre con ellos. Pero ¿cómo, con los cambios del clima, con esta política y con todas las cosas que pasan, no van a desaparecer nuestras vacas, nuestras ovejas, nuestros caballos... si han llegado, así nomás, con el simple correr del tiempo, a extinguirse los centauros?”
* Escritor, docente universitario.

viernes, 17 de octubre de 2008

603 - Escenarios, Alkimia - Doble etiqueta - RB

* uso por primera vez doble etiqueta, no se porque. nada que ver con esa decisión, pero siento - y tengo ganas de escribir - que en los obituarios hay mucho deculpa,de no haber dicho lo suficiente, y, por tanto de arrepentimiento – que es la preparación de la culpa - / y de remordimiento – que es el resultado de la culpa -. por lo tanto, la culpa es un dato objetivo de la subjetividad.

* digo esto porque me dió por hilar alguna cosa, breve, sobre historia y muerte, posesión y retención y el "problema" de la culpa.

* capaz que partí de cierta lejanía, no abandono, de este blog. tengo mucho material, desde caputi a lacrisis según sader y la agenda radi, pero voy lento para mejorar. adelanto algunas cosas enla mentada línea LI-YUE

* “En Uruguay, la flor nacional es el ceibo, el pájaro nacional es el tero y el vicio nacional esla envidia”. Ñato fernández huidobro, tá'bueno, me gustaria indagar sobre la envidia.

* UNA ISTORIA DE GENTE, LIBROSEn 1990, Feinmann publica La astucia de la razón, una de sus novelas más logradas. Allí, cuatro amigos, estudiantes de filosofía, tienen un largo encuentro durante una noche de noviembre de 1965, en una playa de Punta Mogotes, Mar del Plata. Según enuncia la novela, en un estilo entonces de moda entre autores como Ricardo Piglia y Juan José Saer, que acriollaban a Thomas Bernhard, cada uno de los cuatro amigos representa una corriente filosófica. La propia novela lo articula así: “Mientras conversaban sobre el sentido final de la filosofía, sobre Sócrates, Descartes, Kant, Hegel, y, según se verá, sobre el peronismo, inesperado concurrente a esa comida, el peronismo, traído, sorpresivamente, por ya veremos quién, habrían de comer, escribía, esa carne tierna”. Los amigos son Pablo Epstein, Pedro Bernstein, Ismael Navarro y Hugo Hernández. En ese orden, el primero es el hegeliano, luego los otros que expresan variantes del marxismo y, por último, el personaje demorado, el carismático Hugo Hernández, el portavoz del teorema latinoamericano. Este último joven, que narra un encuentro con el gordo Cooke en Córdoba, arquea la novela, la hunde en un lugar específico: aquel que diferencia a la Argentina, que la ancla en Latinoamérica y, sobre todo, la desmarca de Europa. Porque las “convicciones arrasadoras” de Hugo Hernández, las referencias a Cooke, al peronismo y a América latina, delinean una deriva, una zona de clivaje diferencial en la narrativa feinmanniana. Ya que la colección emprendida por Feinmann posteriormente a La filosofía y el barro de la historia ha sido Peronismo, filosofía política de una obstinación argentina, es de esperar que surja, finalmente, su propia versión, su regreso al pensamiento latinoamericano. Es como si en la ancha y profusa novelística del profesor aún se demorara la aparición del tercer hombre, el misterioso Harry Lime (Orson Welles), o el cuarto, según La astucia de la razón. Aquel personaje que se dio vuelta como un guante, que resuena hoy en la nueva edad política del continente, que pide a gritos una interpretación y una transformación, que quien sabe o quien verificó si la violencia o la sangre derramada fueron o serán las parteras de la historia.
Cuál es el camino que llevó a Feinmann desde su fama como “crítico invitado” de TVR, cuando se refirió a todo lo que veía como “TV vómito”, hasta su actual desempeño como conductor de un programa de TV sobre filosofía? Cuando Daniel Filmus perdió las elecciones para jefe de gobierno con Macri, Feinmann escribió una nota agria, donde se mofaba de la derrota de aquél, diciendo entre otras cosas que en los afiches parecía el osito Winnie Poo. Filmus, lejos de enojarse, se tomó con mucho humor la ironía. Feinmann, reconfortado, quiso verlo personalmente. Filmus respondió el convite doblando la apuesta: “¿Por qué no nos juntamos para que hagas algo en canal Encuentro?”. “Me encontré con él y con el sueño de mi vida –dice Feinmann hoy–. Lo que les había propuesto a todos los gobiernos, menos a Menem, que era hacer un programa de filosofía por televisión. Se lo propuse a Alfonsín, a De la Rúa. Cuando estaba Rodolfo Hermida en Canal 7, una vez me dijo: ‘Qué vas a entrar aquí, si acá están los sushi’. Y tampoco pudo ser. Entonces lo fui a ver a Tristán Bauer y le dije lo que quería hacer. Me miraba, me preguntaba si creía que era posible, y me dio el Ok. Tengo el productor, le dije. Un viejo alumno mío, Ricardo Cohen. Se lo estaba diciendo a Tristán sin haber hablado con él. Y todo se dio. Hubo una gran respuesta, es increíble. Hay gente que me para por la calle y me dice: ‘Estoy aprendiendo filosofía con usted’. Y eso me mata, me emociona muchísimo. Ahora vamos a hacer trece programas más porque llegué hasta Nietzsche, y quiero empezar el siglo XX. Hubo gente que me decía: ‘Vi una clase suya sobre Marx, y yo no lo podía creer... ¡Marx en la televisión argentina!’”


* CLAAAAARO.

lunes, 22 de septiembre de 2008

594 - Alkimia - El hombre que comía demasiado - Rodrigo Fresán

* ahora escucho, sigo escuchando, a cordera y
la bv, antes sonó jordi savall - medioevo, renac -,
es la soledad y sus múltiples naufragios, en
búsqueda desesperada de lo absoluto, ¿será
la muerte?, tanta gente a mi alrededor y
sólo necesito a ella.
*Desde Barcelona
UNO Pocas cosas aparecen más que una desaparición, pocas cosas más visibles que un hombre invisible. Lo que me lleva al caso del gastrónomo belga Pascal Henry. Pongámosle nombre de misterio antiguo pero clásico. De receta inmemorial pero jamás rancia: el hombre que comía demasiado. Título perfecto para uno de esos thrillers de modales impecables que abundaron antes que la brutal serie negra llegara para patear la mesa y romper los platos. Uno de esos casos para Auguste Dupin o Sherlock Holmes o Hércules Poirot o –más cerca, por territorio y paladar– o para ese detective moderno de apetito eterno que fue Pepe Carvalho. Pasen y siéntense y buen provecho.
DOS En lo que a mí respecta, siempre me interesó el mundo de las grandes cocinas como pequeño microcosmos. Tal vez porque empecé escribiendo en una revista gastronómica, tal vez porque nada me preocupa menos que la gastronomía, siempre me interesaron esas personas dispuestas a matar por una botella, clavar tenedores por la espalda, suicidarse por la pérdida de una estrella Michelin, abofetearse con menús (poco tiempo atrás se batieron a punto yema un puñado de cocineros españoles acusándose de utilizar ingredientes foráneos o biónicos descartando los nobles elementos ibéricos; hace unos días dos cocineros ingleses salieron a insultarse en la prensa tabloide con pasión y léxico de drugos) o entender la idea del viaje como una sucesión de manteles a manchar.
Pascal Henry, por ejemplo. Leí la noticia de su misteriosa desaparición mientras él comía en el prestigioso y publicitado restaurante El Bulli (creación del top-chef Ferrán Adrià, considerado por muchos como el mejor comedero del mundo) y comencé a guardar recortes en mi carpetita de temas pendientes. Y aquí estoy ahora: sirviéndoles a ustedes este menú raro.

TRES Pascal Henry: suizo de 46 años, oriundo de Ginebra, puntual courier independiente de profesión al servicio de empresas de relojería, separado de esposa magrebí, aficionado a la buena cocina. De pronto, Pascal Henry se propuso dar una vuelta al mundo –como el Phileas Fogg de Julio Verne pero en plan gastronómico– por los 68 restaurantes del mundo poseedores de tres estrellas Michelin en tres continentes (a razón de uno por noche) con el apoyo del célebre Paul Bocuse quien, encantado con el personaje y su aventura, lo dotó de numerosas cartas de presentación y le confeccionó los menús y eligió los vinos. Para ello, Pascal Henry invertiría los ahorros de toda una vida (el periplo le costaría unos 20.000 euros sin incluir desplazamientos) y la idea era escribir un libro sobre la experiencia. Así, Pascal Henry, montando su motocicleta, llegó a España –luego de masticar en Francia, Bélgica, Alemania, Holanda y Mónaco– para visitar a los seis estrellados del país. Entró por Cataluña y el pasado 12 de junio –cuadragésima etapa– se presentó y sentó a comer en El Bulli. En un momento dijo que iba a buscar unas tarjetas personales y nunca volvió. Sobre la mesa quedaron un sombrero, algunas fotografías y su libreta rebosante de apuntes y dedicatorias de sus ídolos y una cuenta de 240 euros. La familia denunció su ausencia, los Mossos d’Esquadra se pusieron a investigar, pero no se hallaban rastros ni restos. Y Pascal Henry no hizo uso de las siguientes reservas de su recorrido. Ni en España ni en Inglaterra ni en Estados Unidos ni en Japón. Misterio...
CUATRO Los siguientes recortes –cronológicamente recalentados– no agregan mucho: la internacionalización del enigma, testimonios de quienes lo vieron y le sirvieron y le cobraron (todos coinciden en que Pascal Henry no era un gourmet improvisado, tenía conocimientos amplios que iban desde la porcelana de los platos hasta la ingeniería de los hornos), el desconcierto de los investigadores, el recuerdo de aquel misterioso náufrago amnésico y supuesto pianista genial y de otros freaks del abracadabra, comentarios de conocidos que no entendían cómo hacía Pascal Henry para darse una vida tan buena, el desmentido de la Editorial Glenat diciendo que jamás había contratado el libro de Pascal Henry, la “novedad” de que Pascal Henry había cancelado el tramo nipón de su expedición, Bocuse rogando un “Hagan algo, ¡Encuéntrenlo!”... Pequeños aperitivos sin demasiada sustancia cuya única misión –se sabe– es la de fomentar las ansias por platillos más contundentes. Lo más interesante de todo –más allá de la revelación de que el tour alimenticio estaba patrocinado en un 50 por ciento por un anónimo empresario ginebrino– fueron las declaraciones de un inspector de policía suizo llamado Patrick Puhl que, por sus palabras, merecería protagonizar alguno de esos thrillers gélidos tan de moda: “Un adulto tiene el derecho de desaparecer”.
CINCO Ahora ya (casi) pasó. Ahora la curiosidad no es tanto gastronómica como siderúrgica y la gente anda más preocupada por oros, platas y bronces y medallas. Ahora ya ha sido develado el tonto misterio de cómo se encendería el pebetero olímpico (confieso que en algún momento imaginé y me preocupó que los chinos inauguraran los Juegos Olímpicos con la ayuda de un monje tibetano bonzo-flambé). Ahora el caso está (casi) cerrado. Pero en la sencillez e inocurrencia de su resolución hay algo que a mí no me convence del todo.
Porque hace unos días encontraron a Pascal Henry. O, al menos, las cámaras de video de un cajero automático de Ginebra registraron su existencia. Y ya está. Eso es todo y el asunto deja de interesar cuando, para mí, se vuelve más interesante. Busco en Google declaraciones de Pascal Henry y no encuentro nada porque, aparentemente, nadie le pregunta nada en Suiza. Así son por allá y recordar el monólogo de Orson Welles sobre los relojes cucú en El tercer hombre. Gente disciplinada pero plácida y poco imaginativa y, ya saben, “un adulto tiene el derecho a desaparecer”. De acuerdo. Pero reaparecer, pienso yo, obliga a ciertas responsabilidades narrativas. El aparecido tiene la obligación de explicar por qué se levantó de la mesa y nos dejó pagando.
Días atrás, en el periódico ABC, el escritor Juan Manuel de Prada –un poco en broma pero con la irritada seriedad de otro lector frustrado– se preguntaba: “¿Podemos afirmar sin dubitación que ese individuo sea el mismo Henry que entró en El Bulli? Sabemos que los menús de Ferrán Adrià incorporan platos que han sido sometidos a procesos de liofilización, alteración molecular y no sé cuántos experimentos químicos más. ¿Y si tales alteraciones moleculares tuviesen efectos secundarios, provocando en el incauto que se las zampa extrañas mutaciones genéticas o siquiera delirios esquizoides? Esta metamorfosis secreta podría explicar la desaparición misteriosa de Henry y su posterior aparición en Ginebra, convertido en una especie de zombi desmemoriado”.
Puede ser, quién sabe, pero por el momento y en lo que a mí respecta, a la comida de esta historia todavía le falta el postre. Y no quiero irme a la cama sin postre.

lunes, 15 de septiembre de 2008

592 ´Alkimia - “La mayoría de los finales no son del todo delirantes” - Facundo García

Ucronías argentinas, o la fantasía de poner la historia patas para arriba

El libro escrito por Javier Aguirre, Fernando Sánchez y Eduardo Blanco invita a una visita imaginaria a realidades que pudieron haber sido y no fueron. El tono “revista Barcelona” es indisimulable en estas perlas contrafácticas. ¡Hasta a Diego le anularon el gol a los ingleses!

Todo podría haber sido muy distinto en la Argentina.

El enano tiene puesto un frac con lentejuelas y fuma un habano. Abre la puerta del vehículo, invita a pasar y después se va, en parte porque no tiene nada que ver con esta nota y en parte porque en la Máquina para Viajar a Universos Paralelos ya están todos los asientos ocupados. Dentro de la cabina, los periodistas de la revista Barcelona que escribieron Ucronías argentinas –Javier Aguirre, Fernando Sánchez y Eduardo Blanco, los tres redactores de Barcelona y los dos primeros colaboradores del Suplemento No de PáginaI12– se preparan para el despegue. Juntos harán una visita imaginaria a realidades que pudieron haber sido y no fueron. Ese es, a grandes rasgos, el sentido de la palabra “ucronía”. Aparecerá el Sheraton convertido en hospital de niños, Bergoglio ungido papa y hasta un país en el que las tribus patagónicas dejaron las nalgas del General Roca a la miseria. Y eso es sólo un primer pantallazo a estas diez historias que acaba de publicar Sudamericana. Lo que pueda suceder después obedece únicamente a los límites de lo imaginable.

La Campaña contra el Huinca

¿Qué habría pasado si los pueblos originarios hubieran vencido en la llamada Campaña del Desierto? La incógnita dio pie a pasajes desopilantes, pero también a hipótesis sobre “cómo hubieran reaccionado los milicos y el resto de los blancos” en caso de que los guerreros de Calfucurá se envalentonaran hasta ir a cascotear la Plaza de Mayo. “Varias veces sentí que estábamos haciendo una especie de ejercicio contra esos manuales bobos que no te dan espacio para pensar”, apunta Blanco. Aguirre resume: “en cierta medida uno ya maneja esto del ‘qué hubiera pasado’. Está la boludez repetida de que ‘si hubiéramos dejado que nos invadieran los ingleses, seríamos del Primer Mundo’. Y también se usa con las minas. Uno se pregunta ‘¿y si le decía esto o aquello?’ generalmente cuando la flaca ya está con otro”.

La Máquina para Viajar por Universos Paralelos se detiene. Alrededor se despliega un presente alterno, gobernado por los nativos, sin vestigios de la generación del ochenta y repleto de lobbistas amerindios que transan con las trasnacionales. “Los fusiles Remington, la logística occidental y la vasta experiencia del Estado argentino en el asesinato de aborígenes adolescentes forjada durante la Guerra del Paraguay –anotan los entrevistados– sirvieron de poco ante la apabullante maquinaria bélica de ranqueles y mapuches.” De ahí para adelante el derrotero nacional ha cambiado de signo. Han surgido figuras como Lucio Catriel Huerque –-versión “indie” de L. V. Mansilla–, que publica las memorias de sus malones en “Una invasión a los Blancos Cabeza”. Y un siglo después, causa sensación la revista Carpas, en la que el jet-set originario se solaza en su sibaritismo a partir de titulares como “El juez Ollantay muestra su lujosa toldería y rechaza las acusaciones de corrupción”.

“La historia considerada verdadera’, así como las que nosotros elegimos contar, son en buena medida construcciones ficticias. Intentamos subrayar eso”, relata Blanco, en tanto que sus compañeros invitan a rajar señalando las boleadoras que ya empiezan a caer en las inmediaciones.

El Hospital Sheraton

“Qué lindo que va a hacer/el hospital de niños/en el Sheraton Hotel.” La rima fácil y el lujo que ofrecía el edificio de Retiro hicieron que Montoneros lo usara como blanco frecuente de sus cantitos, allá por los setenta. ¿Y si hubieran ganado? ¿Y si no sólo el Sheraton, sino toda la república hubiera quedado a merced de la bigotuda militancia setentista?

Los autores ensayan una respuesta al precisar que los cuadros más importantes del peronismo revolucionario “provenían de los barrios más acomodados (...) y ante la falta de entretenimientos mejores (acaso porque la PlayStation no existía todavía) decidieron volcarse a la militancia política, con especial predilección por las corrientes que proponían los tiros, los disfraces, los sobrenombres y la colocación de explosivos”.

En esta “Patria Montonera”, Firmenich, Norma Arrostito, Fernando Vaca Narvaja y Perdía siguen en la Casa Rosada treinta y cinco años después de haber llegado al poder y conservan oficinas con cientos de asesores. “La mayoría de los finales no son del todo delirantes cumplen con cierta verosimilitud –comenta Aguirre–. Tratamos de mantener un anclaje; que los protagonistas hicieran cosas que perfectamente podrían haber hecho.”

–Une los capítulos la sensación de que, pasara lo que pasara, el fin habría sido igual de desastroso. ¿No hay ningún happy end?

Eduardo Blanco: –Al barajar elementos de la historia argentina, no hay demasiados finales felices. Hay más bien una sucesión de tocadas de fondo. Pensabas que habías llegado al pozo absoluto... y sorpresa, se puede caer un poco más. Cosa que nos sirve: ¡los derrotados somos gente más divertida!

Maradona, “pelotudo cósmico”

El próximo aterrizaje es en 1986, frente a un televisor que transmite en directo el partido Argentina-Inglaterra del Mundial de México. La pantalla muestra un centro perfecto, y a Maradona que salta casi simultáneamente con el arquero Peter Shilton. La escena parece congelarse y, de repente, la voz de Víctor Hugo Morales se explaya: “¡Es un gil a cuadros! ¡Mano de Diego! ¡La más grande pelotudez de todos los tiempos!”. El árbitro echa al Pelusa, iniciando la estrepitosa caída de quien termina siendo definido por Valdano como “un homo sapiens liviano, vulgar y nimio, de ideas tan toscas y conductas tan amonestables que sólo pueden mensurarse en años luz”. Aguirre destaca que “si pasaba esto, si a Diego lo echaban –como en Francia echaron a Ortega por un cabezazo– probablemente lo habrían crucificado”. El ámbito futbolístico es tierra fértil para la especulación retrospectiva. No es casualidad que Ucronías argentinas se haya engendrado en una charla de bar, con los tres hombres preguntándose qué habría sido de la humanidad si la pelota que los holandeses pegaron en el palo en la final del ’78 hubiera entrado.

Sucede que ahí donde surgen ganas de bifurcar lo que pasó es que hay emociones involucradas. Y estos excursionistas de mundos paralelos no son la excepción. Se metieron con una Evita que se hace gorila por despecho, un Belgrano que diseña la bandera color gris por haber encontrado el día nublado, y hasta con los recursos naturales del territorio nacional arrasados por el efecto Y2K. La lista sigue. Se suman Luca Prodan devenido viejo vinagre, los afroargentinos en el poder gracias a su agrupación Sabor y Azúcar Morena, y un Gardel estigmatizado como “el morocho nefasto” después de salvarse del accidente aéreo y ser rotulado como mufa. Mientras la tele ya muestra la derrota de los albicelestes –que se trompean entre sí–, la duda natural es si costó elaborar los textos de a tres. Sánchez desestima cualquier complicación. “En Barcelona tenemos reuniones con diez locos, estamos acostumbrados.” “Era mucho más divertido hacerlo en conjunto, e ir pasándonos lo que inventábamos”, asegura Blanco.

Chanta I, El Papa Argentino

Con la nave ucrónica casi sin combustible, la última posta de la tarde es El Vaticano. “Juan Pablo II dejó de babear a causa de su muerte el 3 de abril de 2005”, anuncian los cronistas. En consecuencia –y tras bailar breakdance en el cónclave– Jorge Mario Bergoglio se convirtió en Chanta I, el primer papa argentino. A lo lejos se lo puede ver dando su “misa latina” al ritmo de una férrea ortodoxia doctrinaria disimulada con sones caribeños y cha cha cha. Ojo, tiene sus fans. Los posters lo muestran como el sacerdote “100% libre de pecado”, destinatario ideal para apoyar “sus transitadas ancas” en el trono de San Pedro.

–¡Y consiguieron fotos! ¿De dónde salió este material?

Javier Aguirre: –Para cuando terminamos de armar los diez capítulos, habíamos pensado en muchas imágenes. Entonces el ilustrador Mariano Lucano las concretó. Fue llevadero, porque y

a nos conocemos de la revista.

–Ustedes suelen agarrarse con pesos pesado. Una tapa de Barcelona tenía una caricatura de Mahoma, y a partir de ahora el propio Bergoglio seguramente no va a orar mucho por ustedes... ¿Nunca los apretaron?

Fernando Sánchez: –Por suerte no ha pasado a mayores. Esto es un experimento con los lugares comunes de los medios y la cultura, y cada vez se lo entiende más. Igual cada tanto la térmica salta por el lugar menos esperado. Ejemplo: en la misma Barcelona de Mahoma, aparecieron unos padres de chicos de Cromañón que amenazaron con venir a quemar la redacción. Llegaron un par de cartas documentos, pero como no hay particular mala leche ni tenemos un mango, las aguas se tranquilizaron... o por ahí no le interesamos a nadie, no sé.

En ese momento una horda de feligreses inicia una estampida para erapiñar las hostias que entrega Chanta I. Esquivando la masa, los autores deciden el regreso. Será complicado: tratándose de Argentina, no siempre está claro qué significa volver de la ficción.

Ucronías argentinas. Diez historias que pudieron haber cambiado la historia se presentará el próximo jueves a las 19 en La Boutique del Libro (Thames 1762). Ese día habrá dos “charlas sin debate”.

martes, 9 de septiembre de 2008

583 - Alkimia - Escenarios 1 - RB

*/* quiero profundizar sobre el concepto de escenario, escena desde el punto de vista del sujeto activo-pasivo, múltiple, yo. escenario es la estructura donde se desarrolla "realmente" esa multiplicidad, y se siente integrado - o no-integrado - como sujeto/objeto. cree vivir como un todo en escena, con posibilidades de actuar, lo que sería armar su propio simulacro, integrando su (sus) propio espejismos, únicos, ejemplo de lucha entre constitución y desintegración.
* leo, e interesa, LI YUE - La apertura de los Paralímpicos también fue impresionante. Sobre todo la danza de una nena de 11 años en su silla de ruedas. Li Yue se convirtió ahora en ídolo de su pueblo. Es la única sobreviviente de una clase que fue sepultada al derrumbarse su escuela por el terremoto del 15 de mayo en la provincia de Sichuán. Para salvarla tuvieron que amputarle una pierna. Ella quería ser bailarina y el sábado bailó en su silla de ruedas ante un público de millones de personas. Al final, el bailarín Li Meng la levantó en sus brazos y ella mantuvo una postura perfecta mientras en el estadio la ovacionaban de pie.
* li yue creó su escenario, no se si es una heroina, para algunos puedeser una traidora a su condición de discap., pero la eximen millones de personas que, igualmente, luego del espectáculo contemplado - de su superación - debieron continuar con sus escenas discriminatorias - y discriminantes - dequienes pùeden menos.
* otra lectura-relato multiescenario, SUEÑO - "Si el pibe está preso, la familia, los amigos, un guardiacárcel venal le acercan droga. No se resuelve metiéndolo preso”, dijo el ministro de Justicia, Aníbal Fernández, en el programa radial de Hebe de Bonafini, quien señaló: “Cuando se están recuperando necesitan mucho afecto”. El ministro coincidió. “Para eso trabajamos, pero ¿usted piensa que el afecto se lo darán las fuerzas de seguridad? ¿Sabe con qué sueño? Con que un día un policía encuentre un pibe afectado por lo que consumió y no lo lleve a una comisaría, lo lleve al hospital”, y allí pasaron a la tanda.
* DIGO, cambio, afecto, comisaria/hospital, TANDA. la mayoría de los escenarios de nuestra vida son tandas.
* dejo un brillo, una escena inteligente/copmpartible, - Una década sin Kurosawa - Punta de lanza definitiva para que el cine japonés arribara a Occidente, el realizador de Derzu-Uzala sigue ejerciendo influencia. Hace diez años moría en Japón Akira Kurosawa, no sólo el cineasta que permitió conocer en Occidente la cinematografía japonesa, sino también uno de los creadores de imágenes más influyentes del siglo XX. Kurosawa permanece como quien pudo establecer un puente entre el cine de Hollywood y la cultura occidental y las iconografías y los modos japoneses. Una parte importante de sus films son adaptaciones al universo japonés de grandes obras occidentales.El tema fundamental de Kurosawa es el ejercicio del poder y sus manifestaciones: allí aparecen el icónico Los siete samurais, Trono de sangre (adaptación de Macbeth), Yojimbo (traslación de Cosecha roja), Ran (otra versión de Shakespeare, esta vez de Rey Lear), Los bajos fondos (sobre Máximo Gorki), o en el film de aventuras La fortaleza escondida –que es, ni más ni menos, el molde de la primera La Guerra de las Galaxias–. Otra vertiente del realizador tiene que ver con la expresión de la vida cotidiana japonesa, que suele mezclar elementos del neorrealismo con un aspecto contemplativo, fuerte reminiscencia de Ozu. Se nota especialmente en dramas como Escándalo, Vivir, Dodes’ka-den, o en sus últimas películas, Sueños, Rapsodia en agosto y, muy especialmente, su réquiem, Madadayo.El peso de lo literario siempre fue importante para el realizador, y así como aprovechó a Shakespeare o Hammett, también volcó en imágenes a grandes escritores japoneses como Ryonosuke Akutagawa en la muy influyente Rashomon. La construcción de personajes a partir de acciones y el paralelismo entre dos seres aparentemente antagónicos (muy visible en sus thrillers urbanos Los malvados duermen bien o El cielo y el infierno) implica una precisa mirada psicológica. Kurosawa supo aprovechar la cultura japonesa y mirar la contradicción entre tradición y modernidad con ojos asombrados y creando íconos universales.
*agrego una ínfima/inteligente reflexión de constanza moreira, Y sin duda, no hay "un país", sino varios, aún con las escasas dimensiones del nuestro. Una encuesta de opinión pública realizada en el año 2007 revelaba que, según el lugar en el que estamos, los problemas que vemos. El desempleo fue el principal problema mencionado en esta encuesta, pero lo era porque afectaba a los más pobres y a una parte de la clase media (la de abajo). Entre los sectores socioeconómicos de mayor poder adquisitivo, el problema no era mencionado. Exactamente lo contrario ocurría con la preocupación por la "inseguridad": este fenómeno preocupaba a los sectores medios y altos, pero no a los más pobres.
Quizá el mejor ejemplo de la convivencia de varios países en uno lo pone en evidencia una encuesta realizada a dirigentes sindicales, dirigentes empresariales, parlamentarios y alta burocracia pública en el año 2007. Se les preguntaba sobre el grado de desigualdad existente en Uruguay. La mayoría de los sindicalistas y los parlamentarios pensaba que el país era muy o bastante desigual: sólo entre los empresarios esta relación se invertía y eran más los que pensaban que el país era "poco desigual" que los que pensaban que el país era muy o bastante desigual. Asimismo, cuando se les preguntaba si el gobierno jerarquizaba más bien la distribución o el crecimiento, los sindicalistas pensaban que se jerarquizaba el crecimiento (y debía jerarquizarse la distribución) y los empresarios que se privilegiaba la distribución por sobre la inversión y el crecimiento, y que debía hacerse exactamente lo contrario.
¿Cuál es la verdad en relación a estas cosas? Probablemente no exista una verdad, sino tantas percepciones (y preferencias) como lugares ocupamos en la vida. No cabe duda que la "razón de los muchos" debe tener un peso muy diferente al de la "razón de los pocos", por muy ilustrados que sean. Ni tampoco que razón alguna podrá imponerse, a menos que logremos convencer a los otros. En el mundo de la política, a diferencia del mundo de la fuerza, el poder, para ejercerse, debe convencer.

* el lugar dónde se está, siempre en activo, la original mentira-pecado del sujeto pasivo. el sujeto que cae en la pasividad - pura tanda - cae en la pura pretendida objetividad, no es sujeto, casi está muerto, por más pseudo poder que crea ejercer. así actúa una de las formas de nazifascismo más horripilante.

viernes, 5 de septiembre de 2008

574 - Alkimia - Tempestad de acero - Jesús Ferrero

Y ya que nombras tanto la muerte, le dije a un amigo, voy a hablarte de la muerte real, con los cadáveres aún recientes de dos amigos: Juan Manuel González y Leopoldo Alas, los dos poetas y los dos heridos en el corazón más que en la cabeza. Ayer me acerqué al pabellón de Ifema para cumplir un encargo del periódico El Mundo, que me pedía hacer algún comentario sobre lo que viera u oyera en aquellos andurriales de cristal y cemento.
Y fui.
Bajo un sol implacable como aquel sol que cegaba los ojos de El extranjero estuve deambulando por la feria mediática que se había desplegado el torno al pabellón de la muerte, y del que yo formaba parte como periodista eventual.
Vi furgones negros que se llevaban los restos carbonizados de los infelices. Con las vacaciones recién estrenadas, se iban a las islas afortunadas, a disfrutar de las noches atlánticas y del sol de África, y se encontraron con una tempestad de acero.
No veíamos a los muertos (no nos los dejaban ver), pero percibíamos sus sombras y notábamos sus ausencias en los ojos de algunas personas.
Y pensé: en realidad la muerte sólo es perceptible en los ojos de las personas que querían al muerto.Sólo es perceptible como ausencia, pero no en uno mismo: en el otro. La muerte es lo que siente el otro cuando estamos muertos.
¿No es paradójico?

572 - Alkimia - Radiación de fondo (Fanfiction nº1) - Agustín Fernández Mallo

* sin duda, un blog continene,
de contenido y contenedor, en
el espíritu bloguero, blogger
y blogista, red
El asunto es el siguiente:
1
Un tipo aparece muerto, partido en 2, en un apartamento de Torrevieja, Alicante. Se deduce que el microondas, tras explotar, expulsó los gases con tanta fuerza y tan localizadamente en una región del espacio que actuaron de navaja gigante. El tronco ha quedado apoyado en el suelo de la cocina, vertical, y las piernas, aún unidas por lo que quedó de pelvis, tiradas junto a la nevera. El resto del cuerpo está intacto, hasta las gafas de ver reposan en el puente de la nariz.

La Guardia Civil ha determinado que la bomba fue colocada en el interior del microondas, de manera que explotase cuando éste hubiera acumulado en su reloj interno una cierta cantidad de tiempo en funcionamiento; no se sabe aún cuánto, los restos se están analizando en el laboratorio de Madrid. La cartera del muerto contiene 2 documentaciones completas, [DNI, tarjetas de crédito, etc], que responden a dos supuestas identidades, Alfredo y Mario; las fotos que hay en ambas documentaciones son de la misma persona, el muerto. Además, han hallado 2 fotografías de 2 mujeres, con 2 direcciones, una vive en Madrid, la otra en Vigo.

Desplazados los agentes a esa dos capitales, se encuentran con 2 tipos de viviendas muy diferentes. La madrileña es un chalet, decorado con muebles de La Oca, bastante despojado de decoración superflua, la de Vigo resulta ser una casa rústica, cerca de la playa de Samil, llena de objetos simuladamente antiguos y algún toque orientalizante de folclore indú. Ambas mujeres afirman que ése es su marido, y que debido a su trabajo al servicio del Gobierno pasaba largas temporadas fuera de casa. Ninguna sabe de la existencia de la otra; aún no les han comunicado ese detalle. Ninguna se explica qué hacía su marido en Torrevieja, lo atribuyen a alguna misión secreta, a un encargo del Gobierno. Finalmente la policía les informa de que están casadas con la misma persona. Tras un primer momento de incredulidad, ambas se derrumban.

En los días siguientes, la policía llega a saber que el muerto tiene 35 años de edad, que no se llama ni Alfredo ni Mario, sino Luis, y que no posee ocupación conocida. Su fuente de ingresos son pisos y casas en alquiler, repartidas por España, fruto de una herencia.

El plan que siguen entonces los investigadores es ver qué punto de unión hay entre los 2, qué cosa en común los convierte en la misma persona. Analizan todas sus facturas, rastrean dónde Alfredo y Mario comían, dónde se divertían, dónde veraneaban; no hay coincidencia alguna, son 2 personalidades realmente distintas. La investigación se atasca. Entonces deciden que un agente viaje a Vigo y otro a Madrid a fin de visitar a ambas viudas.

2
El agente Sabino le pregunta a la mujer de Madrid qué desayunaba su marido, ésta responde Corn Flakes.
-Braulio, -le dice Sabino a su compañero, que está al otro lado del móvil- éste desayunaba Corn Flakes.
-Pues ésta dice que el suyo tostadas con mermelada-, contesta Braulio desde la casa de Vigo.

Sabino pregunta a la mujer de Madrid qué programa de la tele veía su marido, e informa a Braulio:
-Oye, la viuda me dice que, siempre que podía, La Isla de Los Famosos.
-Pues ésta me dice que el suyo nunca veía la tele, que la odiaba.

Sabino pregunta a la mujer de Madrid cuál era el destino turístico preferido de su marido.
-Oye, Braulio, que me dice que El Caribe.
-Pues ésta dice que el norte de Portugal.

Las preguntas se suceden con respuestas distintas, en ocasiones opuestas. Cuando Vigo dice que le gustaba el rojo, Madrid dice blanco, cuando Vigo dice que le encantaban las motos, Madrid dice que ni tenía el carné, cuando Vigo dice que en la cama le gustaba estar debajo, Madrid dice que arriba, cuando Vigo dice que nunca recogía el fregaplatos, Madrid dice siempre lo hacía.

Estando a punto de irse, Sabino pregunta,
-¿Cuál era el sitio preferido de su marido en la casa?
La mujer señala un sillón de cuero.
Sabino le dice a Braulio,
-Oye, aquí es un sillón de cuero, ¿y ahí?
-Aquí dice la viuda que el sofá.

Instintivamente, Sabino y Braulio se sientan cada uno en el sitio preferido del muerto. Permanecen así unos segundos, en silencio, con el móvil pegado a la oreja. La mujer de Madrid se va la cocina y reaparece con una ginebra con limón y cacahuetes, y asegura,
-Esto es lo que tomaba Alfredo cuando se sentaba ahí. A lo mejor a usted le apetece.

La de Vigo trae agua mineral y aceitunas, y dice,
-¿Quiere? A Mario le encantaba tomar esto en el sofá.

Sabino, desde el sillón de cuero, pregunta,
-Braulio, ¿qué tienes delante, qué ves?
No hay respuesta.
-Braulio, ¿me oyes? ¿Estás sentado en el sofá? ¿Qué ves?
-Veo la ventana que da a la calle, y una valla publicitaria al fondo que anuncia una oferta de hornos microondas. ¿Y tú?
Ahora es Sabino quien hace un silencio antes de decir,
-Tengo delante una pared, hay un cuadro, un poco abstracto, como moderno, parece que representa un horno o algo así.
-¿Un horno? ¿Qué clase de horno? ¿Un microondas?
-Es posible que sí. Sí.

En ese momento, en el laboratorio de Madrid acaban de llegar a una conclusión escandalosa: el tiempo programado en el horno bomba para que estallara, es de 13800 millones de años, el tiempo en el que está datado el Big-Bang.

(Argumento modificado del capítulo de la serie Life emitido por Tele Cinco el 27 de agosto de 2008)

miércoles, 3 de septiembre de 2008

556 - Alkimia - El mundo de abajo - Eduardo Febbro

* el maravilloso universo subterráneo,
pleno de visiones, sonidos, olores,
sensaciones múltiples entre los infiernos
y lo extremadamente humano y alKímico, red
Desde París
El mundo de abajo ha cambiado mucho. La sustancia que lo habita sigue siendo la misma pero sus códigos se han transformado en una profusión de soledad seca, de productos, de imágenes violentas y silencios humanos que sólo vienen a perturbar los nuevos sonidos de la profundidad: los bips sucesivos e interminables de las cartas electrónicas de acceso y el bolero. El Métro de París es el mismo espacio delirante, a veces mágico, siempre misterioso, con algo inminente y agazapado que ronda por sus pasillos, sus arcadas y los andenes con sombras que se deslizan sin que se sepa con exactitud si son sombras o seres que se mezclan entre otras sombras que ya estaban ahí en movimiento. Julio Cortázar escribió páginas imborrables sobre ese subsuelo urbano. “Manuscrito hallado en un bolsillo”, “El perseguidor”, “Texto en una libreta” o “62/Modelo para armar” contienen exploraciones metafísicas de ese universo de abajo que aislaba de la circulación exterior, del contraste, de la rapidez. El Métro de París ya no es ese espacio de tránsito y hasta de alivio. El Métro ha transferido a sus profundidades el realismo extremo y violento del mundo de arriba. El subsuelo que para Cortázar era un túnel que conducía a un sueño es ahora el pasadillo que amplifica la pesadilla de la superficie.
En uno de los relatos de Cortázar, el personaje de Hélène se estremece con el gigantismo de los afiches del queso Babybel y con las proporciones de la niña de enormes dientes y zapatos desmesurados que promociona su consumo. Aquella niña amenazante sería en estos días la tierna Caperucita Roja de los lobos que la rodean, el emblema mismo de la inocencia, de la gracia, el halo de pureza de algo que se perdió hace mucho. Amenazada por monstruos virtuales, desnudos, que coquetean con el llamado porno chic, ametralladoras, fusiles, bombas, explosiones, hombres y mujeres que desde los carteles apuntan con sus armas a los inocentes pasajeros, cercada por los cataclismos ficticios promovidos por el cine y los cataclismos reales que transmiten las imágenes punzantes sobre la miseria, las enfermedades, las sequías y el hambre que azotan tantas regiones del mundo, la niña Babybel sería como un signo de antes de Adán y Eva. Entre el nivel cero y el subsuelo el mundo perdió su inocencia. Los años en que el inspector que controlaba a los pasajeros era un amable señor uniformado que comprobaba la validez de los modestos boletos de cartón es un paraíso perdido. Ahora hacen falta tarjetas electrónicas nominales, con fotos y datos personales. El inspector afable se convirtió en un comando de cinco personas: el mismo inspector y cuatro guardaespaldas uniformados como Rambos que lo protegen. Mundo en mutación hacia la estación La Défense en donde, delante de un mastodóntico afiche que interpela a los pasajeros con la frase “sean tacaños”, una mujer de edad muy entrada y estilo elegante discute acaloradamente con un perro minúsculo y de pelos ondulados que intenta masticar la papa frita que encontró al pie de un distribuidor automático de bebidas y comida. La señora se empeña en sacarle la papa frita de la boca: “Eres un estúpido, siempre se te ocurre comer porquerías”, le dice en tono de reproche. “¿De dónde has traído esta basura que tenés en la boca? Eres un tonto, cada vez que salimos me hacés renegar comiendo basura y después te enfermás.” Antes de que el Métro se detenga en el andén la mujer consigue recuperar la papa frita de la boca del perro. Una vez adentro, se sienta y finge ignorar al animal recostado sobre su falda que la mira con azorada curiosidad. Cuando se escucha el pitido que anuncia el cierre de las puertas, dos tipos famélicos y mal vestidos consiguen entrar. Uno de ellos lleva un violín, el otro tiene un sombrero raído entre las manos y una sonrisa cansada de dientes ausentes. El hombre del violín, que es un inmigrado rumano, se pone en posición y anuncia a los pasajeros, que casi no lo miran: “Ahora les vamos a ofrecer el tango ‘Bésame mucho’”. El violín suena falseando la realidad del bolero compuesto por la mexicana Consuelo Velásquez en 1941 hasta que un lánguido “como si fuera esta noche la última vez” se adivina entre las cuerdas del violín que lo ejecutan como un tango. Después, el rumano, con una onomatopeya indescifrable, esboza la improbable letra del bolero que él transformó en tango. Esa es la música del Métro, la melodía del alma humana. Atrás quedaron los Beatles, el eterno “Stand by”, “Imagine”, los temas de Santana, Led Zeppelin u otros tantos temas de la modernidad lejana o cercana. El bolero, esa música del amor, ha ido ganando el alma de los pasillos, los túneles sin fin, las estaciones y los Metros como una revancha de la ternura y la necesidad de amor humanas contra la vertiginosa brutalidad del mundo, contra la cápsula de soledad y silencio en que la tecnología, la lucha contra el terrorismo, la violencia de las sociedades, la delincuencia, el desempleo, la pobreza excluyente y la desigualdad han encerrado a los seres humanos. Boleros y de tanto en tanto un tango, de preferencia “La Cumparsita”, interpretados por músicos ocasionales de todas las latitudes. En la línea número 1 del Métro de París la ejecución de los boleros está a cargo del violinista rumano, en la número 6 es una pareja de uruguayos la que canta “Reloj no marques las horas” y en la línea 7 es una joven coreana quien, con un parlante colocado sobre un carrito de hacer las compras y un grabador, destila, con fondo de melodías originales, letras de boleros teñidas por su acento que las tornan casi incomprensibles. Hay otros músicos, ocasionales o permanentes, que inundan los trayectos con esa música. Eco de encuentros y rupturas, espacio único donde se narran el amor y sus abismos, los deseos y los sueños, la urgencia y la pasión del otro, el modesto bolero forjado en América latina endulza, por unos instantes, la dureza del tráfico subterráneo y, a su manera casual y romántica, eleva hacia otros cielos aquellas vidas a menudo amordazadas por la rutina y el temor al otro. El peor enemigo de los músicos son los lectores MP3 con quienes los viajeros se refugian para ignorar eso que a Cortázar le resultaba una invitación a lo fantástico.
No sabemos si hay amor en la eternidad, pero sí sabemos que el amor no es eterno. Los boleros resucitan esa delicia del comienzo o la angustia del infinito fin. Por encima de los idiomas y las distancias culturales, el código de la música desenhebra el tejido resistente de la indiferencia y penetra en los párpados casi cerrados de tantos pasajeros. Esa música dulzona vence la noche del Métro y rompe la armonía conformista del desdén y el silencio. El Métro de hoy multiplica en el subsuelo eso que Cortázar llamaba “las potencias de la superficie”. Esas potencias no se adormecen con bajar las escaleras. Lo real, en vez de atenuarse, prolifera a escalas grandiosas. Las potencias de la superficie crecen en la intimidad del encierro y construyen una pantalla donde se proyecta aquello que antes sólo existía en el mundo de arriba. Los afiches gigantes del Métro de París reintroducen en el túnel urbano destellos tangibles de la mega realidad, de lo que está a la vez hacia arriba y en los abismos de la condición humana. Las campañas de afiches de la ONG Acción contra el Hambre muestran imágenes aterradoras de seres famélicos, piel y huesos, con sus rostros atormentados por moscas más hambrientas que ellos, con miradas de ojos donde la vida abdicó hace mucho.
Esas fotos tomadas en Sudán, en Bangladesh, en Chad, en Nigeria, en cada lugar donde las sequías y el hambre diseminan a las poblaciones conviven en el túnel, frente a frente, unas al lado de las otras, con otros afiches publicitarios que promocionan platos congelados presentados con fotos humeantes, una orgía de colores y sabores cuyo costo serviría para alimentar a decenas de miles de esas figuras vecinas a punto de morir por falta de agua, de maíz, de harina. Contraste punzante, absurdo de una sociedad de consumo que expone sus privilegios al lado de quienes se vacían de hambre. La niña de los quesos Babybel podría funcionar como una figura conciliadora. Escapada de los relatos de Cortázar, movida por su humanidad, transformada por la poesía imborrable del escritor, la niña gigante recobraría vida para ser el ángel literario que, de afiche en afiche, de estación en estación, extrae la comida congelada y la pone en la boca de los hambrientos, distribuye la justicia sobre un fondo sonoro de bips breves y estridentes que marcan el ingreso de un nuevo pasajero a la línea del Métro, sobre el suave murmullo de los boleros que van sembrando en los pasillos un poco de humanidad, de compasión amorosa, de manos tendidas hacia el otro que nos está mirando y que puede ser, tal vez, nuestro próximo amor o nuestro próximo desencuentro.

lunes, 25 de agosto de 2008

548 - Alkimia - Contraidentidades - Golpazo tres, lumpenazgo vertical y crisis final - RB

* casi nos señalan un candidato. pero ese no es el tema. lo es como llegué de otras crisis con hijos - flia a una tesis documentada sobre mi ultra tema de las clases ocupantes, que transfiere a la tesis sobre la eventual verticalidad del lumpenazgo y su múltiple dimensión antirevolucionaria (motivo próximo libro).
* esto es, hay que escarbar para encontrar las raíces de los macachines, incorporo un pre-texto de hace unos años, el seis.
* ¿Qué hacer?
Respuesta: qué hacer supone..., implica...
Pero es difícil entender (me) en esta situación.
Estoy harto de no hacer, no tener qué hacer, sobre todo cuando hay tanto para hacer.
No me creo un héroe, pero hay grados de heroicidad y de heroísmo. La limitación es espantosa, y se agrega lo económico. Determinante.
Desde mis sillas percibo la lucha de clases. Si antes de caer no estás muy asegurado y alguien te apoya, para que no te jodan, estás liquidado.
El garrón fue muy grande, y el abandono de casi todos.
Lo entiendo pero no lo comprendo. ¡Es tan salvaje!
No puede ser un tema de competencia o competir. Sentís que estaban esperando que cayeras para devorarte, dejarte solo, seguirte hasta que murieras para comerse los restos y, después, el olvido.

* ahí está el punto, situación y necesidad, heroísmo y coyuntura, momento o circunstancia, proceso..., por ahí todos estamos políticamente locos, y eso es lo correcto, vean, texto siete.
* Política y locura
Por Horacio González *
La locura siempre fue un tema de debate político. Pero también la política es un tema ante el que suele pronunciarse la palabra locura. A veces podría pensarse que existe la política para poder definir qué es la locura. Por eso, la palabra escapa al campo de las psiquiatrías o los estudios de la mente para alojarse en un sentido genérico, que es el modo en que el lenguaje se destruye y perdería su sentido vital. Sin embargo, aun si no se dice nada que posea un significado claro, no por eso estamos locos. “No estamos locos” cuando damos la garantía de que, aun en el enredo de las palabras, no perdimos ni el poder de rectificación ni la cuerda de ironía que permite “retirar todo lo dicho”. La locura no es hablar sin ton ni son –eso lo hacemos todos, todos los días–, sino la culpable incapacidad de revocatoria. La locura es no tener memoria de lo ya hablado, es decir, la pérdida de la facultad de autorreflexión. La capacidad de revocar es una cuerda inherente al habla, un sentimiento que debemos sentir en todos los tratos que emprendemos mediante el lenguaje. Es la garantía de que no hay locura.
En los momentos agudos de crisis social, reflorece la pregunta por la locura. En verdad, la percepción de la crisis aparece como un sinónimo de locura. Lo inadmisible puede ser “locura”. Ante lo desquiciado, solemos tener preparada la fácil expresión: “¡qué locura!”. Es una obvia expresión cotidiana, pero podrá tener luego sus redactores psiquiátricos ofrecidos para la gran reparación política. Resurge entonces el recurso de los presuntos salvadores o terapeutas de urgencia que, en primer lugar, son dictaminadores. Dicen: “hay locura”; “el poder está loco”; “los gobiernos están locos”.
Los médicos lombrosianos de la política, personajes redentores de última hora, deben ser creíbles a la hora de designar a la locura o a los locos. Así como los Estados represivos que habían obstruido su vitalidad social declararon locos a sus opositores apelando al argumentum psiquiatricum, hay un nuevo Parnaso redescubierto por la reacción conservadora. Cuando ésta se recrea como acción de multitudes, se siente más cómoda en el suministro de sensaciones de alarma –la amenaza del miedo, de la locura, del pánico: toman esto de las series de televisión–, que amparando el lenguaje político en sus coordenadas objetivas. La razón que los restauradores ansían comienza por ser un manojo selecto de políticas del miedo. Lo que fascina y se quiere expulsar, la locura, es ahora el otro nombre de la turbación que parecería anidar en la política clásica y sus hipótesis realistas de transformación social, bien o mal expresadas.
Acusar de locura a la política clásica, en todo el mundo, es hoy un percutor técnico de los asesores de las derechas modernistas. Llamo política clásica a la que argumenta bajo el signo del realismo crítico, es decir, la que postula historicidad, herencias, voluntad de transformación y lo moderno como reapropiación colectiva de los nuevos horizontes tecnológicos. En cambio, las derechas renovadas ven todo eso como paleopolítica, gozan de los trastrocamientos, concurren a sus actos masivos como descamisados, confunden “look” con simbología, ven la pureza mística ofendida por cuestiones tributarias y hablan de la “gente” para rechazar el clientelismo sin sentirse en ningún momento como clientela aldeana de las peores formas de la globalización. Todo lo que se opone a esto, ya están seguros, puede denominarse frenesí o demencia. El desmantelamiento de los legados de la ciudad política, con sus baches históricos, está listo. Hay locura, profieren.
Obras teóricas de gran repercusión en los tiempos modernos trataron de diverso modo esta cuestión. Se trataba de ver si los momentos de angustia colectiva o de profunda alteración llevaban también a la pérdida de la razón, al desatino individual. Una ciencia de moda a fines del siglo XIX, una suerte de psiquiatría social novelizada, imaginó que se acrecentaba la locura cuanto más se manifestasen los rasgos de una zozobra histórica. Grandiosamente, el Facundo de Sarmiento había rondado por esas regiones. Luego, un siglo y poquitas décadas después, un sabio francés postuló que la locura era una pieza esencial para pensar la historia de la filosofía, tanto para ir revelando cada momento en que la civilización enclaustraba a su propio ser trastornado como para sugerir, sin terminar de hacerlo nunca –¡ah, Michel!–, que la reposición de la verdad consistiría en considerar la locura como la tragedia necesaria por la que debería pasar la autenticidad de la vida.
De un modo u otro, se resiste a dejar la escena la idea de que la locura es social, un verdadero momento de la historia, el instrumento más fértil para juzgarla. De ahí que esta vigilia de la locura sobre la filosofía pueda tener una intencionada traducción política, tan vulgar como frecuente, tan trivializada como urgente. Es el estigma que los políticos perezosos tienen a su disposición cuando ven la cosa fácil, a punto para la póstuma estocada “restauradora de las leyes”. Las derechas mundiales ya no principian su demolicionismo ofreciendo alternativas económicas, sino de saneamiento mental. Así, Duhalde ha dicho –y luego desdicho: o sea, dicho– que Kirchner parecía Hitler o Mussolini. Esto es, que estaba loco. Locura, aquí, es sinónimo de desmesura, atribución abrupta de nombres impropios, lo horrendo en la historia, lo que surge ya condenado. Desde hace unos meses el pensamiento sobre la locura de los gobernantes es la piedra angular del estilete desestabilizador.
Un ingrediente que excede el desarrollo que puede tener una oposición cabal –que lo debería ser por su fortuna argumentativa, su capacidad de aglutinamiento, su lucidez histórica, sus expectativas de un caudal creciente, lo que fuera– es precisamente el desmontaje específico de una legitimidad inherente a la existencia democrática. Sería lo característico, lo perteneciente a la lógica de los actos políticos de la institución pública, que se abate por obra del argumento mayor del sentido: si hay locura, no puede haber ley. Así, como dice Ignacio Vélez, las neoderechas declaran la legitimidad pública como ilegal y su propia ilegalidad como legítima. Con este retorcimiento, revalorizan la leyenda del espíritu capitalista de los patrones en huelga como si fuera el “mito de la huelga general” que hace un siglo procuraron los activistas del vitalismo revolucionario.
Mientras el Gobierno ronda sobre el antiguo peñasco de la razón de Estado –y esto debe cambiarlo: se entiende lo que quiero decir–, la oposición no está atada a ningún raciocinio, a ningún punto fijo. Actúa como si fuera un “medio de comunicación”, reticular y difusa. Manos libres, traslúcida, movilera, canchera, talante novelero, levedad del ser, bajando de su anaquel decisionista fraseologías de izquierda o de derecha, estatistas o liberales, tanto da, conjeturando una nueva aerolínea del aire o dándole aire a cualquier línea conjeturada.
La noción de locura como acto de degradación de la institución pública, que precisamente se debe exponer a través de la voz gubernativa, es una imputación límite, la pieza final de un ánimo exonerativo. Ha conseguido en una medida importante neutralizar la capacidad estatal de generar creencias colectivas. Ha puesto sitio a la diferencia política que encarnaba el Gobierno. Parece haberlo logrado con una difusa división de trabajo que comienza por quienes en barrios lejanos formulan mediciones de riesgo –digamos, un puñado de ejecutivos de Standard & Poor’s– y los que en suburbios conocidos arrojan de a puñados la idea de que estamos en el punto de riesgo estándar. Hay locura. Así como Néstor Perlongher decía “hay cadáveres”, algo se nos devuelve diciéndose “hay perturbados, hay delirantes”. El ex presidente Duhalde quedó a cargo de esa ulterior formulación.
Es la que habilita que todo sea posible en materia de conflagración o antítesis. El sentimiento de que todo es posible es en verdad un rasgo del totalitarismo. Y esto lo garantiza el arpón que proviene de los sitiadores y sus exorbitantes acopios, ese volumen de lenguaje que no cesa para declarar la mácula, el escarnio, la tara. No hace mucho, un diario opositor publicó un “diagnóstico psiquiátrico” sobre Kirchner. La expresión bipolar –bien calificada por Jorge Pinedo en PáginaI12 como “hazaña gramatical de última generación, capaz de hacer mutar una categoría (nunca al azar) psicológica en diatriba de cabotaje”– aparece como pseudociencia del chiste entre amigos, como golpe en el diccionario y como diccionario golpista. No es posible combatirlo afirmando sólo una razón de Estado que ahora será vista como locura, sino recreando el lenguaje público de la razón crítica, la de los movimientos populares argentinos del siglo XX, aun con su herencia a ser reescrita.
* el autor es sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.

** no comparto la idea sobre los k, los veo partícipes de este proceso de los revolu raros, y me extiendo en este texto ocho,

* LA SEGUNDA ERA DEL POPULISMO LATINOAMERICANO
Por Constanza Moreira
Chávez tuvo ocasión de festejar, luego de conocido el resultado electoral en Paraguay, la victoria de Lugo. Lo sumó al conjunto de países que ahora tenían gobiernos progresistas en América Latina, y declaró que el "eje del mal" se ampliaba. El propio Lugo fue identificado con Evo y con Chávez por sus contendientes durante la campaña electoral. La idea era trasmitirle al conservadurismo paraguayo los riesgos que devendrían de una victoria de Lugo y que ya eran visibles en otras partes del continente. Y eso, a pesar del natural tono moderado del discurso de Lugo, y de su coalición electoral con un partido del que pueden decirse mucha cosas, menos que sea de izquierda.
Así que tanto desde fuera del país, como desde dentro, Lugo ha pasado a formar parte del llamado "giro a la izquierda" de América Latina. Varias cosas tiene en común el caso paraguayo con el de los otros países, aunque su especificidad es enorme, para empezar por ser el último país en procesar el tan mentado "recambio político" que fue la nota de América Latina de estos años.
En primer lugar, Lugo es un candidato situado a la izquierda del espectro político, aunque él mismo tiene problemas con esta definición, hasta por el hecho de pertenecer a la Iglesia. Esto lo pone en sintonía con varios de los gobiernos progresistas de América Latina, caracterizados por presidentes que están más a la izquierda que los partidos o coaliciones que los apoyan. Así, Kirchner primero y Cristina después, están a la izquierda del peronismo que los sustenta, Bachelet está a la izquierda de algunos de los partidos que componen la Concertación, y Lula está a la izquierda del promedio del conjunto de partidos que constituye su base parlamentaria. En el caso de Chávez, Lugo y Correa, éstos fueron antes líderes que partidos: fueron líderes que aglutinaron una oposición al statu quo, y que en torno a sí mismos juntaron movimientos y partidos.
En segundo lugar, Lugo representa una alternativa al status quo político dominante en la escena política de su país. Lo más importante del proceso electoral reciente, fue que ganó la oposición, después de más de sesenta años de gobierno del Partido Colorado. Esto lo asemeja enormemente al caso uruguayo, pero lo diferencia del caso chileno o argentino, donde los partidos hoy en el gobierno ostentan una larga trayectoria como partidos propios del "status quo" político del país. Al menos en el caso de la democracia cristiana en Chile y del peronismo en Argentina. Y quizás en esto radica la gran novedad de la elección paraguaya del pasado domingo y la elección uruguaya de noviembre de 2004. Es que en ambos casos, lo que triunfó fueron alternativas de oposición a un status quo político instalado y reproducido durante casi un siglo.
En tercer lugar, la elección paraguaya del domingo resalta un proceso que se está verificando en la América Latina post "desilusión" de los noventa. Recordemos que los noventa fueron los años de oro del liberalismo económico en la región. La primera media década, muy exitosa desde el punto de vista del crecimiento, la estabilidad monetaria y la recepción de inversión externa, fue de la mano con el triunfo de opciones políticas en sintonía ideológica con este movimiento: el caso más evidente fue el de Menem en Argentina, pero también representaron a este movimiento Collor en Brasil y Lacalle en Uruguay. Las crisis financieras que comenzaron a ser recurrentes en la región y que revelaron la fragilidad y vulnerabilidad del crecimiento económico, parecen haber dado lugar a este "giro a la izquierda" ­en la versión más ambiciosa­ o a este triunfo de los partidos de oposición ­en la versión más neutra. La Comisión Económica para América Latina llamó al período comprendido entre 1998 y 2002 la "media década perdida". Sabemos lo que pasó en Uruguay en esos años. Los gobiernos del giro a la izquierda tienen su punto de inflexión en ese período; Lula en el 2002 y Kirchner en el 2003 lo inauguraron.
¿Está vinculado el crecimiento de la izquierda a momentos de crisis económica y el triunfo de opciones conservadoras a momentos de auge económico? Esta proposición, corriente en la ciencia política, afirma que cuando las cosas van bien y existe movilidad social, la gente tiende a volverse más conservadora y las opciones de cambio a ser más débiles y concitar menos entusiasmo. Esta proposición no se verifica sin embargo con el crecimiento de las izquierdas en la posguerra, en la "era de oro" del populismo latinoamericano. Esta fue la era de Vargas, de Perón, de Velasco Alvarado, y en Uruguay, de Luis Batlle. El populismo, en aquel momento, designaba un tipo de política que se hacía "para el pueblo", pues sin el beneplácito de las grandes masas, los políticos ya no podían gobernar. El populismo designó un momento muy especial de la política latinoamericana: la irrupción de "las masas" a la política. Fue el momento en el que la política dejó de estar circunscripta a una elite, y los movimientos y las organizaciones sociales pasaron a escena: en especial, el sindicalismo. En muchos países, este momento coincidió con un acelerado proceso de urbanización y con el desarrollo industrial (y por consiguiente, del proletariado urbano). El populismo fue una política para "las masas" porque estas habían entrado a escena y no se podía hacer política sin ellas. Por supuesto que para la izquierda, y especialmente para los pequeños partidos de izquierda, como el comunista o el socialista, el populismo designaba un momento negativo de la política. Era el momento en que las masas se dejaban manipular por los grandes líderes y no ostentaban el comportamiento "de clase" al que estos partidos aspiraban (y para lo cual el sindicalismo era una verdadera escuela). Populismo era el momento en que las masas, desprovistas de conciencia de clase, se comportaban apenas como eso; como masas, detrás de un gran líder. Así, estas izquierdas, en general, fueron muy desconfiadas del populismo. Tanto como las derechas.
¿Estamos en un nuevo momento del "populismo latinoamericano", como tantos se empeñan en decir? En algún sentido, sí. Estamos en un nuevo momento de la "inclusión de las masas" en la política. Esto es válido tanto para países como Bolivia y Ecuador, con componentes indígenas desplazados durante siglos que ahora se incorporan decisivamente a la política, como para Paraguay, con la entrada en escena de los movimientos campesinos. Es también la hora de los presidentes "populares", y no sólo por lo muy carismáticos que puedan ser, sino por la condición "de clase" que representan. Esto vale al menos para Evo Morales, Chávez, Lula o Lugo. Resta saber si esta nueva era del populismo, en la mejor de sus versiones (en la versión de "ampliación" de la política) tendrá la potencia que tuvieron otros populismos para diseñar una política económica al servicio de esta "inclusión de las masas". Este es el desafío más importante que tienen estos nuevos gobiernos. Y más importante aún cuando los modelos de acumulación heredados de la década del noventa muestran que se puede crecer, sin mejorar sustancialmente la situación de los más pobres, o peor aún, profundizando la brecha entre los más ricos y los más pobres. Sin atacar este proceso de raíz, la política populista de América Latina se reducirá a una representación más simbólica que real y a convivir con altas expectativas y bajas posibilidades de satisfacerlas.
la autora es politóloga.

547 - Alkimia - Contraidentidades - Golpazo dos, lúmpen y ocupante - RB

*por su propia definición, el lúmpen es ocupante. ocupa el lugar de la clase obrera, intentando anular su papel de oprimida que se torna constructora de la liberación, que para américa latina implica - con todas sus secuelas lógicas y materiales - tercermundismo y antiimperialismo - y antes también tercerismo - pero la consolidación de un único block guerrero dominador mundial, delincuente y policía ecuménica, gran hermano insolente, supuso la necesidad de convertir a sus soldados nacionales en ocupantesde sus países, regiones.
* esto me está dificultanto los vínculos con especies que incluyen amigos, profesionales y hasta hijos y familiares, y siempre hay idas y venidas, y sigo con hd, texto tres.
* BOLIVIA: ESTA EN JUEGO LA SUPERVIVENCIA
DE LA PATRIA GRANDE - Por Heinz Dieterich
1. El autoengaño sobre la derrota
Con la peligrosa derrota geoestratégica de la política de Evo Morales y Alvaro García Linera, en Santa Cruz; la activación de la Cuarta Flota Imperial en Mayport, Florida (28.4.), y la de facto autorización de la Organización de Estados Americanos (OEA) de la división de Bolivia, Washington ha avanzado tres pasos trascendentales para reestablecer su control sobre el "patio trasero" y destruir la revolución democrática-bolivariana de América Latina.
La afirmación de Evo de que el "referendo" fue un "rotundo fracaso" ­repetida por las agencias de propaganda oficiales de los gobiernos afines y sus intelectuales liberales­ es otro más de los autoengaños que han caracterizado la política del Palacio Quemado frente al cáncer de la subversión imperial-oligárquica en las cuatro provincias separatistas, durante los dos últimos años.
2. Combatiendo el cáncer con aspirinas
La esencia de esta política ha sido enfrentar ese cáncer con las aspirinas del diálogo pacífico; de la redacción de papeles en la Asamblea Constituyente; de la petición de socorro al Departamento Colonial de Washington, la OEA; de la mediación de la reaccionaria Iglesia católica; de la inoperante ONU y del, en el contexto actual, insignificante Premio Nobel de la Paz.
El resultado fue previsible. Mientras el gobierno situaba su terapia en las elevadas esferas de la democracia burguesa, del diálogo y del humanismo, el cáncer crecía rápidamente en el darwiniano mundo de la realpolitik boliviana ­alimentado desde su cordón umbilical, la embajada gringa, y fortalecido por las bandas paramilitares (UJC)­, haciendo metástasis en otras cinco provincias. El final del desfase entre la enfermedad imperialista y la terapia humanista nacional es pronosticable. Si el gobierno de Evo no cambia cualitativamente su política y si no logra un apoyo real de los países latinoamericanos decisivos, antes de los referenda separatistas de junio, el oriente boliviano terminará como Panamá y Kosovo.
3. La largamente previsible crisis del gobierno boliviano en Santa Cruz
La noche del sábado, 9 de diciembre de 2006, el gabinete boliviano se reunió en el exclusivo "Hotel Portales" de Cochabamba, para deliberar sobre el peligro de sedición separatista de la oligarquía de Santa Cruz. Coordinaba la sesión uno de los tres hombres decisivos del Palacio Quemado. Durante un breve receso comentó que la opinión del gabinete se inclinaba hacia la militarización de las provincias sediciosas. "En algún momento el Estado tiene que mostrar fuerza", decía. "Este momento ha llegado."
4. "Recuerden el estado de sitio de Fernando de la Rúa"
Conociendo bien la historia boliviana, y habiendo hablado con oficiales de la Fuerza Armada de Bolivia sobre la situación, me permití decirle al amigo: "Si mañana mandan las tropas, pasado mañana tendrán que entregar el gobierno. Las Fuerzas Armadas de Bolivia no van a matar por ustedes. Si decretan el estado de sitio y los civiles salen a la calle y las Fuerzas Armadas no disparan, tienen que entregar el poder. Recuerden lo que pasó con Fernando de la Rúa, el 11 de diciembre del 2001."
5. Memorando del Bloque Regional de Poder Popular (BRPP), al Gobierno
Esa misma noche, una delegación del Bloque Regional de Poder Popular (BRPP) ­fundado en el "Primer Encuentro de Pueblos y Estados por la Liberación de La Patria Grande", en octubre, 2006, en Sucre, Bolivia­ redactó un memorando sobre el escenario de la subversión separatista en los Departamentos de la "Media Luna", sugiriendo una serie de medidas para contrarrestarla.
En esencia, el documento sostenía que era demasiado tarde para parar la conspiración tan sólo con la fuerza del gobierno central. Que, entre otras medidas, era urgente organizar un programa nacional de formación de cuadros, una campaña mundial de información sobre la conspiración, fortalecer un movimiento multisectorial de solidaridad latinoamericano y, lo más importante, enviar misiones diplomáticas bolivianas capaces a determinadas capitales latinoamericanas, para que Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba encabezaran una enérgica iniciativa política latinoamericana, destinada a neutralizar la conspiración oligárquica-imperial.
La calidad teórica-política y el realismo de este documento ­redactado por delegados de Perú, Paraguay, Argentina, Venezuela y Bolivia, entre otros países­ estaban plenamente establecidos, entre otros factores, por el fracaso del planeado golpe policiaco-militar del 11 de octubre, 2006, contra Evo; fracaso que se debe esencialmente al BRPP y a Hugo Chávez, contrario a algunas declaraciones tontas que posteriormente hizo el entonces vocero presidencial, Alex Contreras.
6. Ideas liberales y políticas legalistas, en lugar de realpolitik antiimperialista
En la tarde del domingo, 10 de diciembre de 2006, en una reunión televisiva con el presidente y el vicepresidente, se le entregó al vicepresidente el memorando. Obviamente, no tuvo consecuencia alguna.
En lugar de implementar un plan estratégico regional para neutralizar el proyecto de Washington, el gobierno seguía insinuaciones exógenas para realizar congresos de intelectuales liberales en Bolivia y distrajo la escasa capacidad de su aparato diplomático en el proyecto del "Premio Nobel de la Paz"; en vez de realizar cursos de formación política revolucionaria en todo el país, promovió a los intelectuales de la burguesía imperial, desde los confusionistas "posmodernos" de Hart y Negri, hasta la socialdemocracia europea y académicos españoles de flaca solvencia teórica; creyó en la quimera del "conflicto local" y del posible arreglo local con la oligarquía, aumentando sus subsidios económicos; se aferró a la Asamblea Constituyente, aún cuando ésta se había convertido en el caballo de Troya de la derecha y, posteriormente, a los buenos oficios de la jerarquía católica y de la OEA. En fin, errores teóricos-políticos garrafales en cadena.
7. El debacle geoestratégico y el desastre que se viene
Las consecuencias políticas de la derrota geoestratégica son potencialmente catastróficas. El vocero imperial, el Washington Post (WP), las formuló el 6 de mayo, sin tapujos: "Si Bolivia tiene suerte, el Señor Morales reconocerá que la mayoría de su país jamás aceptará una política etnocéntrica... Si, instigado por el Sr. Chávez, prosigue imponiendo su Constitución, es probable que el resultado sea un baño de sangre". Más claro aviso de un golpe de Estado no puede haber.
Los ejecutores del "baño de sangre" anunciado serán los sectores militares golpistas bolivianos y las bandas paramilitares, al igual que en Chile. El brazo externo lo proporcionan las bases militares estadounidenses en Colombia, Manta, Ecuador, y la Cuarta Flota Imperial. Anunciando la reactivación de la U.S. 4th Fleet, el Comandante de la Marina de Guerra (CNO), Almirante Gary Roughead, dijo que se trataba de mandar "una fuerte señal a todos los servicios marítimos civiles y militares en América Central y América Latina". Considerando, que el Pentágono conceptualiza actualmente sus Fuerzas Navales y Aéreas como la "reserva estratégica" de su poderío militar y que el comandante de esta nueva fuerza intervencionista es el actual jefe del Comando Naval de Operaciones Especiales, el mensaje es tan claro como el del Washington Post.
8. Los objetivos estratégicos del enemigo
La derrota geoestratégica de la política de Evo y Alvaro en las provincias separatistas ha convertido la situación boliviana en un asunto hemisférico, tal como la agresión de Uribe a Ecuador transformó el conflicto interno colombiano en un asunto de paz y guerra regional.
En este escenario de ofensiva generalizada de Washington, la próxima jugada de la Casa Blanca es clara: con el informe de Interpol sobre las supuestas computadoras de Raúl Reyes, que se publicará a mediados de mayo, se pondrá a Hugo Chávez o a Venezuela en la lista de países que apoyan el "terrorismo internacional"; salvo que acepte cambiar esencialmente su política de integración latinoamericana.
Los objetivos de esa ofensiva para este año son evidentes: neutralizar o hacer caer el gobierno de Evo Morales; facilitar la derrota electoral del presidente Chávez en noviembre e intimidar al presidente Correa, Lula y Cristina Kirchner, para impedir la Constitución del Consejo de Defensa de Sudamérica, planeada para setiembre.
9. La hora del Termidor
A todo proyecto serio de desarrollismo latinoamericano, desde el Dr. Francia en Paraguay, el general Perón en Argentina, la Revolución Sandinista y el coronel Hugo Chávez, le llega pronto la hora del golpe militar. Esta es la coyuntura que vive América Latina: es la hora del Termidor.
Ante este momento decisivo, es necesario un cambio cualitativo en la política del gobierno boliviano, porque la continuidad de su política actual significaría la destrucción del bolivarianismo latinoamericano.
Siendo evidente: 1. la incapacidad del gobierno boliviano de resolver esta crisis; 2, que está en juego la sobrevivencia del proyecto de la Patria Grande, y 3, que el desenlace de esta derrota geoestratégica es un asunto de seguridad nacional para Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Cuba, Brasil y Argentina; es imprescindible que los Presidentes de estos países encuentren, a la mayor brevedad posible, la forma de implementar un plan estratégico para contener el avance de la subversión separatista imperial-oligárquica.
La derrota geoestratégica de Bolivia es, al mismo tiempo, una derrota estrepitosa de los ineptos aparatos diplomáticos latinoamericanos y la catastrófica falta de inteligencia y planeación estratégica de esos gobiernos, que ante un peligro mortal evidente desde enero de 2006, no lograron hacer otra cosa que reaccionar en el último momento mediante firmas de intelectuales y declaraciones desdentadas de sus diplomáticos. Si este proyecto de integración bolivariano se malogra, no será por la falta de condiciones objetivas para triunfar, sino por el descuido catastrófico de esos gobiernos en cuanto a la creación de instituciones de planeación e inteligencia estratégica de alto nivel.
10. El Orden de Batalla
Ante los anuncios de matanza por los voceros imperiales, Evo puede ahorrarse el tiempo de protestar ante el Departamento de Estado o la OEA. La hora del Termidor (contrarrevolución) es la hora del poder real y con eso, la hora del Orden de Batalla. Es decir: la identificación precisa de los factores que deciden la guerra, entre ellos los efectivos, la estructura de mando, el despliegue de las unidades y el equipo de las fuerzas militares y civiles enemigas, así como de las fuerzas propias.
Esta correlación de fuerzas y objetivos determina tanto los probables cursos de acción del enemigo, como las operaciones tácticas y estratégicas de las fuerzas bolivarianas.
Fidel Castro es el más grande estratega militar de América Latina. Hay que pedirle que inicie con urgencia el análisis de este Orden de Batalla, no desde la Razón del Estado cubano, sino desde el campo de la batalla de Tierra Firme.
¡Tal como hizo, en su momento, Simón Bolívar!
* el querido hd es un poco extremo radical, o quizás no, puede preferirse esta versión de la defensa k contra poderosos, que debe multiplicar esfuerzos para evitar otra generación sushi. es el texto cuatro,

* Conflicto y desafíos
Por Mario de Casas
Pacificar es muy distinto que claudicar ante la seducción o la violencia de los poderosos: esto nunca conduce a la paz social. Tal vez por eso el conflicto que se activó cuando el gobierno nacional puso en vigencia las denominadas retenciones móviles y entidades vinculadas al agro respondieron con una agresión a toda la sociedad está lejos de haber concluido; ni el conflicto ni los desafíos que plantea, que vienen desde el fondo de nuestra historia. A diferencia de la colonización norteamericana de los siglos XVII y XVIII, de carácter rural-doméstico, la colonización argentina del siglo XIX se orientó desde su origen hacia el mercado externo: terratenientes, burguesía intermediaria e inmigrantes, no obstante sus muy distintas situaciones, tenían como objetivo común la exportación de los productos primarios para importar las mercancías que no se manufacturaban en estas tierras. Esa orientación dominante hacia el mercado externo le impuso a la economía agropecuaria una fuerte dependencia de los oligopolios comerciales, industriales y financieros transnacionales. El sistema productivo generado por la colonización descansaba en el “libre” juego de las leyes del mercado y confiaba sin límites en el mercado externo.
Las grandes demandas de alimentos y materias primas que mantuvieron elevados los precios internacionales de las exportaciones argentinas fueron considerados factores permanentes de riqueza, no el fenómeno coyuntural de una etapa de ascenso de las potencias del capitalismo industrial. Salvo honrosas pero marginales excepciones, la confianza en la continuidad ilimitada de la opulencia que surgía del comercio con Gran Bretaña se había arraigado a tal punto en políticos e intelectuales de la época, que a fines de la tercera década del siglo XX, cuando se invirtió la relación de los términos del intercambio ocasionando la caída relativa de los precios de nuestras exportaciones primarias, el país carecía de hombres ideológica y económicamente formados, y políticamente comprometidos, para entender y afrontar la nueva situación. A excepción de los pocos pioneros de la industria nacional, nadie se ocupaba del desarrollo del mercado interno diversificando la producción y sustituyendo importaciones. Sacrificar en lo más mínimo el comercio exterior era atentar contra los sagrados intereses agropecuarios, a los que se identificaba con los intereses de todo el país. Intereses que tampoco entonces constituían un bloque homogéneo: una parte de los inmigrantes había logrado incorporarse a la clase de los grandes y medianos terratenientes, o enriquecerse en el comercio o como prestamistas, mientras las ambiciones de la mayoría se veían frustradas por el monopolio de la tierra y el saqueo del capital comercial y las empresas extranjeras. Hoy han cambiado algunos actores (por ejemplo, en lugar de Gran Bretaña pensemos en China e India) y ya no cuenta el inmigrante como actor colectivo, pero el problema central es análogo: no entendieron la contradicción principal generada por el proceso de colonización los que oponían el conjunto de los inmigrantes a los terratenientes y a la burguesía intermediaria, como no la entienden hoy quienes suponen que se da entre el conjunto de los “pequeños y medianos productores” versus terratenientes, pools de siembra y burguesía intermediaria, y luego se sorprenden por las coincidencias entre la Federación Agraria y las otras patronales agropecuarias. La contradicción principal no fue ni es entre grandes y pequeños capitalistas agropecuarios: la oposición de estos últimos siempre fue débil y provisoria, como lo ha reflejado históricamente el comportamiento zigzagueante de las organizaciones que fundaron.
La contradicción principal fue y sigue siendo entre un país para los pocos que viven bien del mercado externo, un país que no se desarrolla ni ofrece condiciones de vida dignas para la mayoría, versus un país que aproveche sus importantísimos y variados recursos para generar industrias, producir ciencia y tecnología (aplicar nuevas tecnologías no es lo mismo que crearlas: plantar soja no garantiza que participemos de la futura fiesta de los agronegocios) y crecer con justicia social, integrándose política, económica y culturalmente a la región e intercambiando con el resto del mundo en condiciones de simetría: éste es el país en el que podremos vivir bien los cuarenta millones que somos y unos cuantos más. Siendo esto así, hay que seguir trabajando y para eso no está de más señalar que casi todos coincidimos en que el diálogo es el modo de comunicación que distingue a las sociedades democráticas. Las diferencias aparecen cuando algunos suponen que el diálogo debe necesariamente conducir al “consenso”; el diálogo puede conducir al disenso sin que esto implique un deterioro de la tan mentada “calidad institucional”. Todo lo contrario, el disenso dialogado es un signo vital de la democracia, que presupone el disenso y requiere el consenso sobre un solo punto: las reglas de la competencia por el poder, y que se basa en la presencia de un consenso que no excluya el disenso y en un disenso que no trivialice el consenso. Esto es fundamental, porque así como hay quienes, con tal de alcanzar el “consenso” (que confunden con unanimidad), son capaces de vaciar de contenido cualquier decisión política, están los que entienden que el “consenso” consiste en imponer –si es necesario a sangre y fuego– sus intereses y/o pareceres, “confundiéndolos” con los de “la patria”. Ambos subestiman la democrática regla de la mayoría.
Asimismo, la calidad institucional está lejos de ser una mera cuestión de formas. Calidad institucional implica que las instituciones cumplan con la finalidad para la que fueron diseñadas, pero el logro de esas finalidades está permanentemente expuesto al riesgo de captura, sea por parte de burocracias, del poder económico o de corporaciones. En cualquiera de estas situaciones el funcionamiento institucional queda unívocamente determinado, lo que equivale a decir que es autoritario. Este grave problema, cuya consecuencia visible es la pérdida creciente de confianza en las instituciones y en la democracia misma, encuentra un antídoto en el control social que a su vez se resiente cuando se niegan medios y oportunidades para la movilización y participación popular. En otras palabras, el consensualismo vacío –siempre funcional a los poderosos– o la imposición de ciertas coerciones –físicas, económicas o de otra índole– deterioran la calidad institucional, y hay necesidades y carencias que importan no sólo como sufrimientos de individuos aislados, sino como problemas sociales que debemos enfrentar a partir del reconocimiento de responsabilidades colectivas y públicas. No hay calidad institucional sin calidad de la democracia.
Es oportuno poner en evidencia otra de las falaces letanías de la derecha, que reitera diariamente su “preocupación” por la “concentración de poder político”. Si algo se ha podido comprobar con el conflicto entre los intereses sociales y los de algunos sectores del agro, es que nuestro país no es una excepción en cuanto al escaso poder relativo que –ante fuertes poderes corporativos– tienen los Estados y los gobiernos democráticamente electos en los países de nuestra América latina para avanzar en la democratización de sus respectivas sociedades. Por lo tanto, la construcción de poder político es una condición necesaria, no un peligro, y será tanto más legítima en la medida en que se haga respetando las formas pero también la razón de ser de la democracia, que es mejorar las condiciones de vida de nuestros pueblos. En estos desafíos está nuestro compromiso.
* el autor es presidente del ENRE, ex titular del ente regulador energético de Mendoza y uno de los redactores del documento de la Concertación Plural por parte de Julio Cobos.
** en esa dirección, también quizás debamos cobijar ciertas variedades del elemento socializante revolucionario, lindo este texto, el cinco.

Enemigos de la corbata
Un fantasma recorre América latina. Un nuevo movimiento revolucionario avanza sobre la vieja política: Los Sin Corbata. Reynaldo Sietecase.
Un fantasma recorre América Latina. Se llama informalidad y está dispuesto a todo. Por lo pronto se conforma con llegar al poder. Un nuevo movimiento continental y revolucionario avanza sobre las viejas estructuras políticas. Son Los Sin Corbata. El último de sus representantes acaba de asumir la presidencia de Paraguay. El ex obispo Fernando Lugo hizo su primer discurso vestido con una camisa blanca de cuello mao y calzando sandalias. Antes de meterse en política, Lugo tuvo a su cargo la arquidiócesis de San Pedro, en el empobrecido norte paraguayo. Como si estuviese en misa, anunció: “Renuncio a vivir en un país donde unos no duerman porque tienen miedo y unos no duerman porque tienen hambre”. Y siguió, sin tener que sacarse el saco que no tenía, “renuncio a un Paraguay con jóvenes tristes. Yo anuncio un Paraguay con jóvenes protagonistas de su destino”. Después hizo un gesto que muchos dirigentes del Partido Colorado, derrotado después de seis décadas de hegemonía, no se cansaron de criticar: renunció a su sueldo. Los cuatro mil dólares que el Estado debería pagarle por su trabajo de presidente irán a un fondo de ayuda para los más necesitados. “Es un demagogo”; “otro populista”, “por qué no se preocupa por gobernar”, le dijeron. Antes que Lugo, otro presidente electo sepultó el uso de la corbata. Evo Morales hizo toda su campaña vestido con camisas o con un jersey. Para el acto de asunción, el 22 de enero de 2006, eligió un traje confeccionado por la diseñadora boliviana Beatriz Canedo Patiño. El primer presidente de origen indígena de América pidió que fuese confeccionado con algo de la cultura aymara. La diseñadora utilizó alpaca fina y un tejido centenario para el cuello y la solapa. En la película Cocalero se cuenta la historia de ese traje, que funciona como metáfora de la llegada de lo nuevo de la mano de lo ancestral. El economista Rafael Correa tampoco usa corbata. Su pinta de galán de cine lo exime de las críticas. Suele vestir trajes impecables y camisas bordadas con motivos indígenas. En enero de 2007, en el acto de posesión del mando, citó a Pablo Neruda y se despachó contra el neoliberalismo y los organismos internacionales que “dejaron al Ecuador en la miseria”. Tampoco son afectos a la corbata los presidentes Hugo Chávez y Daniel Ortega, de Venezuela y Nicaragua. Pero, cada tanto, para la foto, la desempacan. El senador uruguayo José “Pepe” Mujica, candidato a la presidencia, ya avisó que: “Puede seguir la moda de los presidentes raros”, en obvia referencia a Morales, Correa y Lugo. Al ex dirigente tupamaro es más fácil verlo con un termo y un mate que con una corbata. La corbata es inocente hasta cierto punto. Nació en el siglo XVII casi por casualidad. Cuentan que un regimiento de Croatas, después de vencer a los Turcos, llegó a París y sorprendió con su vestimenta a Luis XIV. Los soldados llevaban en el cuello unos pañuelos de colores. Se cree que su origen se remonta a los oradores romanos que utilizaban telas para proteger sus gargantas. Lo cierto es que el Rey de Francia hizo diseñar para la guardia de la corte un pañuelo con la insignia real al que llamó cravette, término que provenía de crabete, que quiere decir “croata”. El regimiento se llamó Royal Cravette. La tela en el cuello se extendió por el viejo continente y llegó a Inglaterra. Con los años, se convirtió en un símbolo de los sectores más opulentos de la sociedad. Los pronósticos iniciales apuntaban a su rápida desaparición: nadie le veía mucho sentido a eso de llevar una tela en el cuello que no estuviese destinada al abrigo. Pero a pesar de los agoreros, a principios del siglo XX empezó a producirse en forma masiva. “Destaca la verticalidad del cuerpo”, “realza la camisa”, “es signo de elegancia y estilo”, “ningún traje luce bien sin ella”, fueron algunos de los argumentos que todavía perduran. En 1924, el norteamericano Jerse Langsford “inventó” el corte de la tela en 45 grados y la dividió en tres piezas cosidas a mano. Éste es el método que siguen utilizando para su confección las casas de ropa más prestigiosas del mundo. Símbolo fálico, marca de virilidad. Según algunos estudiosos, las corbatas hasta pueden revelar la personalidad. La decisión de Lugo, Evo y Correa tal vez tenga más que ver con otra historia menos difundida y, por cierto, de imposible comprobación. Me la contó el psicoanalista y escritor mexicano Fredo Arias de la Canal. Él usaba camisas con el último botón del cuello abrochado. Ante mi pregunta por la ausencia de corbata, me contó que un gobernador militar inglés en Escocia obligaba a los habitantes de la zona que controlaba a llevar una soga alrededor del cuello para recordarles su condición de vasallos. Cuando alguno se rebelaba, lo hacía ahorcar con el mismo lazo que portaba en el cuello. Fredo estaba convencido de que esa política de sumisión devino en moda y así nació la corbata. Por esa razón se resistía a la costumbre de “amarrarse el cogote”. La rebeldía formal de un pequeño grupo de presidentes latinoamericanos no alterará el extendido uso de las corbatas en Occidente, pero tal vez funcione como una señal: es posible vivir sin una soga al cuello.