domingo, 21 de octubre de 2007

341/Alkimia - Nuestra muerte - Felipe Polleri

una joyita, estupendo,
hombre que sabe, conoce
y siente, rb

ANDRÉ Malraux, uno de los escritores que más admiro (La condición humana, La esperanza, sus gigantescas Antimemorias) se ocupó de los temas fundamentales: la justicia, la fraternidad (oponiéndola a la humillación), el amor, la muerte. Escribió poco sobre el amor y mucho sobre la muerte, la muerte heroica.
Pero las escasas páginas que le dedicó al amor en La condición humana creo que son insuperables. Kyo, el revolucionario "mestizo" (hijo de europeo y china) piensa en May, una médica, su pareja, con la que acaba de tener un grave desencuentro. Reflexiona: "`Para los demás yo soy lo que he hecho`. Sólo para May no era lo que había hecho; sólo para él, ella era otra cosa completamente distinta a su biografía. El abrazo, mediante el cual el amor mantiene a los seres unidos el uno al otro contra la soledad, no era al hombre que proporcionaba su ayuda; era al loco, al monstruo incomparable, preferible a todo, que todo ser es para sí mismo y al que elige en su corazón. Desde que su madre había muerto, May era el único ser para quien él no era Kyo Gisors, sino la más estricta complicidad. `Una complicidad consentida, conquistada, elegida`- pensó extraordinariamente de acuerdo con la noche como si su pensamiento ya no estuviese hecho para la luz. `Los hombres no son mis semejantes: son los que me ven y me juzgan; mis semejantes son aquellos que me aman y no me miran; los que me aman contra todo; los que me aman contra la decadencia, la bajeza, contra la traición; a mí, y no a lo que yo haya hecho o haga; quienes me aman tanto como yo me amo a mí mismo -hasta el suicidio, incluso… Sólo con ella tengo este amor en común, desgarrado o no, como otros, juntos, tienen hijos enfermos y que pueden morir`… Aquello no era, por cierto, la felicidad; era algo primitivo que concordaba con las tinieblas y hacía subir hasta él un calor que acababa en una presión inmóvil, como de una mejilla contra otra mejilla- la única cosa en él que era fuerte como la muerte`".
Sí. Quienes nos aman, no aman lo que hicimos o haremos, "sino al loco, al monstruo incomparable, preferible a todo, que todo ser es para sí mismo". Sobre la muerte, en el combate o en el suplicio, sobre la muerte de los héroes y los mártires, Malraux escribió cientos de páginas inmortales.
Pero hoy quisiera hablar de esta antesala de la muerte, la enfermedad, del propio Malraux. Ya en la vejez, hospitalizado, amenazado por la parálisis, Malraux piensa en el suicidio como alternativa. Escribe en Lázaro: "Lo que se escribe sobre el suicidio me ha sorprendido siempre. La necesidad absurda de hacer de él una culpa, o un acto de valor. El hombre, nacido para la muerte, ha nacido para dársela si lo decide así. Bien quiero que la vida de los demás sea sagrada (¡lo es tan poco!), la mía no". La mía tampoco.

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