viernes, 3 de agosto de 2007

102/Papeles y cenizas - "Necesitamos desastre y liderazgo" - Por James Lovelock

El científico británico sostiene que sólo la fisión nuclear puede evitar los efectos del calentamiento global. En este fragmento de su último ensayo, "The Revenge of Gaia" (La venganza de Gaia), explica por qué el miedo a los reactores nucleares es irracional. Y afirma que vivimos en un compás de espera, pero "cuando el cambio climático se agrave empezará la emoción".
Franklin Roosevelt dijo: "A nada debemos tener miedo, salvo al miedo mismo". Casi todos tenemos miedos irracionales. Torrentes de agua turbia, una gigantesca pared de agua cae con tal rapidez que no puedo escapar. Es un temor absurdo, pienso; vivimos tan lejos del océano y ningún tsunami podría jamás alcanzar mi casa; en nuestro río no hay diques que contengan cantidades de agua. Pero la pesadilla vuelve. Entiendo que muchos tengan miedo a una catástrofe nuclear, que una explicación sensata nunca logra disipar. Necesitamos fuentes de energía libres de emisiones de inmediato, y no hay alternativas serias a la fisión nuclear.
¿Cómo podemos superar nuestro temor a la energía nuclear? Tal vez sea útil comparar los peligros que enfrentan dos familias: una vive 160 km río abajo de la gigantesca represa de Yangtze, en China —un buen ejemplo de fuente de energía renovable poderosa y efectiva— y otra que vive 160 km (con viento a favor) de la planta de Chernobyl: el peor ejemplo del tipo inadecuado de tecnología nuclear. Si la represa china se derrumbara, tal vez moriría un millón de personas.
Cuando se incendió la planta de Chernobyl, que liberó gran parte de su radiactividad, el viento la paseó por Ucrania y Europa. Se cree que murieron decenas de miles o millones por Chernobyl. Pero los muertos no fueron más de 75.Nunca presencié el derrumbe de una represa ni experimenté el terror que ello ocasionaría, pero estuve en una nube de núclidos radioactivos producto del incendio de un reactor nuclear. Sucedió en 1956, cuando el reactor militar de Windscale se incendió y liberó una parte importante de la actividad que acumulaba en una corriente que recorría Inglaterra. Yo trabajaba como científico en el Instituto Nacional de Investigación Médica del norte de Londres. Valiéndome del isótopo radioactivo iodo 131, trataba de obtener datos sobre las características de la membrana de los glóbulos rojos humanos.
Cuando iba a realizar mis mediciones, me fastidió descubrir que mi primitivo contador Geiger casero registraba una radiación beta ambiente mucho más alta de lo que esperaba de mis muestras. Pensé que mis recursos electrónicos funcionaban mal, iba a revisarlos cuando un colega, el Dr. Tata, entró y me preguntó si tenía problemas en la medición del iodo 131. El y otro científico habían comprobado que el nivel ambiental era mucho más elevado que el habitual. El iodo es un elemento volátil, y nos preguntamos si alguno de los tres habría derramado iodo radiactivo. Algunas mediciones bastaron para comprobar que había iodo 131 en todo el edificio. No pudimos evitar sentir culpa, aunque injustificada.
Recién veinte años después, durante una visita al Instituto de Energía Atómica de Harwell, oí hablar del incendio de Windscale y de la nube radiactiva que contaminó toda Inglaterra. En 1956, el año del incendio, el gobierno pudo evitar que se difundiera la noticia. Ese reactor formaba parte del programa de armas nucleares y era un tema confidencial. Los incipientes lobbies verdes y los medios perdieron la oportunidad de matarnos del susto.Nadie informó sobre muertes ni casos de enfermedad a causa de que millones de personas estuvieron expuestas a la liberación de setecientos cuarenta billones de becquerels de iodo 131. (...)
Fue un verdadero peligro sólo para los que se encontraban en el lugar: los bomberos y los trabajadores de la planta. Pero debe haber un error, me dirán. Medios respetables como el Times y la BBC han dicho que hubo más de 30 mil muertos en Europa y en Rusia por Chernobyl. Prefiero creerles a los médicos y radiobiólogos de la Organización Mundial de la Salud de la ONU.
Ellos analizaron la salud de los que vivían en la zona que sufrió la contaminación de Chernobyl catorce y diecinueve años después del accidente, y comprobaron que sólo habían muerto 45 y 75 personas respectivamente. Eran trabajadores y bomberos que habían combatido el fuego cuando se incendió el reactor y habían colaborado en la tarea de limpieza. ¿De dónde salen, entonces, las falsedades sobre Chernobyl?
Surgen sobre todo de una tergiversación perversa del dato de la radiobiología.Los epidemiólogos establecieron una relación directa entre la dosis de radiación recibida y la muerte de cáncer. Los datos proceden de las experiencias de los japoneses expuestos a la radiación de la bomba atómica arrojada sobre Hiroshima, del uso de la radiación en medicina para diagnóstico y tratamiento, y de las historias de vida de radiólogos y trabajadores expuestos a radiación en su vida laboral.
La Comisión Científica sobre los Efectos de la Radiación Atómica de la ONU concluyó en el año 2000 que la hipótesis de una relación directa entre la radiación y el daño registrado es consistente. Podría deducirse que las consecuencias de exponer a toda la población de Europa a una radiación de diez milisieverts, aproximadamente el equivalente a cien radiografías de tórax, serían unas cuatrocientas mil muertes.
Parece un riesgo terrible, pero se trata de una forma muy ingenua de presentar las cosas. Lo que importa no es si nos morimos, sino cuándo nos morimos. Si esas 400 mil personas murieran la semana después de la exposición a la radiación, sería aterrador. ¿Y si vivieron una cantidad de años normal pero murieron una semana antes de lo que se esperaba? La biología de la radiación indica que diez milisieverts de radiación reducen unos cuatro días la vida humana; conclusión mucho menos impresionante.
Según el mismo cálculo, la exposición a la radiación de Chernobyl de todos los habitantes del norte de Europa reduce su vida entre una y tres horas. Un fumador crónico pierde varios años de vida. Los medios y los activistas antinucleares prefieren hablar del riesgo de muerte de cáncer. Es una historia más atractiva que la pérdida de unas horas de expectativa de vida. Si la mentira es una afirmación que intenta engañar de forma deliberada, la persistente repetición de la enorme cantidad de víctimas mortales de Chernobyl es una gran mentira. Chernobyl puede haber costado a quienes viven en Ucrania y Bielorrusia hasta varias semanas de expectativa de vida.
Las cosas habrían sido muy diferentes si hubieran vivido en el área de inundación de un río en el que se derrumbara una gran represa. En ese caso habrían perdido toda su expectativa de vida. Esa forma de energía renovable puede ser mucho más mortífera que la energía nuclear.Una estimación más coherente y útil de la seguridad comparativa de las distintas fuentes de energía es la del informe de 2001 del Instituto Paul Scherrer de Suiza, que determinó que la energía nuclear era la más segura de las grandes fuentes de energía. El trabajo suizo indica que ésta es 40 veces más segura que la energía producto de la combustión de carbón o petróleo, y hasta más segura que la hidroelectricidad renovable. Pero seguimos pensando que el uso de energía de uranio en un reactor es más peligrosa que la combustión de combustible de carbón en el oxígeno del aire.
La reiterada distorsión de la verdad sobre los riesgos de la energía nuclear debería hacer que nos preguntáramos si las demás afirmaciones respecto de la energía nuclear son igualmente falsas. Pienso en la declaración de la autoridad de desmantelamiento nuclear en agosto de 2005: que costaría seis mil millones de libras eliminar las reservas de plutonio de Gran Bretaña en un paquete de cincuenta y seis mil millones de libras para el desmantelamiento de las instalaciones nucleares británicas.Es verdad que el plutonio es un elemento tóxico, pero las reservas de energía de plutonio de Gran Bretaña equivalen a varios centenares de millones de toneladas de carbón o petróleo; podrían mantener las plantas de energía nuclear británicas por años.
Me resulta increíble que el gobierno británico considere que esa reserva de combustible nuclear y nuestras plantas de energía son algo a eliminar, y que estén dispuestos a pagar más de 60 mil millones de libras por eso. El petróleo cuesta 50 dólares el barril. La reserva de plutonio británica vale más de cien mil millones de libras en términos de energía. Otra idea falsa que circula es que la reserva mundial de uranio es tan pequeña que su utilización en energía sólo duraría unos pocos años. Es cierto que si todo el mundo decidiera usar uranio como única fuente de energía, las reservas se agotarían pronto. Pero hay una superabundancia de mineral de uranio de baja concentración: la mayor parte del granito contiene suficiente uranio para que su capacidad combustible sea cinco veces superior a una masa igual de carbón. India está por usar sus reservas de torio, combustible nuclear alternativo, en vez de uranio.
Mi defensa de la energía nuclear deriva de la sensación de que tenemos poco tiempo para establecer un suministro seguro de electricidad, sobre todo en Gran Bretaña y Europa. La energía nuclear no es una panacea, sino parte esencial del espectro de fuentes de energía. A partir de ahora, tenemos que explotar todo lo posible la energía de fisión, con miras a un futuro en que, una vez que haya servido a nuestras necesidades, pueda ser reemplazada por energía limpia de otras fuentes: fuentes renovables, fusión y combustible fósil en condiciones que permitan adoptar una vía segura respecto de la emisión de dióxido de carbono. Lo más importante es el tiempo.
Tenemos energía nuclear y debería aprovechársela. Las demás alternativas, como la energía de fusión, exigen décadas de desarrollo antes de que se las pueda emplear para reducir las emisiones de manera significativa. Las fuentes renovables significarán un aumento de energía libre de emisiones, sobre todo en la energía eólica, pero es una proporción muy reducida comparada con la energía nuclear.Hasta 2008, cuando empiecen los cierres, la capacidad generadora nuclear británica es de 14 mil megavatios, y eso es sólo el 21% de nuestra producción total de electricidad. Reemplazar la producción nuclear por turbinas eólicas exigiría 56 mil de estas turbinas, y habría que respaldarlas con 10.500 megavatios de generadores de combustible fósil para cuando el viento sea demasiado débil o fuerte. A menos que se haga un cambio drástico de forma de vida, tendremos que seguir usando energía de combustible fósil durante varias décadas.
El 30% de nuestra energía se utiliza hoy en el transporte, y es poco probable que las emisiones de dióxido de carbono de autos, trenes y aviones se entierren.La superpotencia Francia-Alemania aprovechó lo mejor de ambos con su mitad nuclear francesa y su mitad verde alemana. Sería una solución sensata si no fuera porque Alemania trata de que todos los demás sustentemos su industria con la compra de sus turbinas eólicas. Mientras tanto, en los centros climatológicos del mundo el barómetro sigue cayendo y advierte sobre el inminente peligro de una crisis climática de una gravedad que la Tierra no experimenta desde hace 55 millones de años. Pero en las ciudades la fiesta continúa. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que tomemos conciencia?

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