jueves, 23 de agosto de 2007

156/Ponencia - Televisión pública en Uruguay: modelo en transición y desafíos pendientes - Por Rosario Radakovich

Introducción

La televisión pública en América Latina se encuentra en un período de tránsito, pautado por el re-acomodamiento al nuevo escenario televisivo de incorporación de la tercera generación de medios audiovisuales (televisión cable, digital e internet), así como por el agotamiento de los modelos de televisión estatal de mediados de siglo pasado. El nuevo entorno mediático, se caracterizó por el incremento y segmentación de la oferta televisiva, alterando las coordenadas sobre las que se montaban los canales de televisión de larga data en el continente. A ello cabe agregar, que la escasez de medios públicos en las nuevas modalidades de servicio pago de televisión -especialmente en la televisión por cable- ha dado lugar a que, por opción u omisión, el Estado ha dejado crecientemente el espacio televisivo en manos del libre mercado.

El lugar de lo público -en el sector de mayor convocatoria popular diaria como es la televisión- se ha visto entonces reducido al ámbito de la televisión abierta, bajo pautas de organización institucional caducas; alimentando propuestas televisivas generalistas en un medio cada día más segmentado temáticamente y despertando escaso interés con la ciudadanía a la cual (¿) representan (?). Ante esta situación, diversos investigadores a nivel internacional (Starr: 2001, Aufderheide: 2002, European Institute for the Media: 2003) confluyen en que la televisión estatal debería retomar la búsqueda de un modelo “alternativo”, que exprese la diversidad, involucrándose en “riesgos creativos” y en la búsqueda de públicos no atendidos por las grandes corporaciones como minorías, niños, etc. con un énfasis localista.

Asimismo, los debates recientes sobre la televisión pública señalan en el ámbito latinoamericano, por una parte, la necesidad de reforzar e l compromiso social - buscando el logro de un aporte sustantivo a la comunidad, basado en la promoción del pluralismo, la diversidad programática, la descentralización y la innovación cultural- (Fuenzalida: 2000). Complementariamente, otras perspectivas latinoamericanas focalizan en que la televisión pública tiene que garantizar la visibilidad de diversos sectores excluidos por los medios comerciales, la búsqueda de nuevos formatos televisivos de calidad y la construcción de ciudadanía (Martín Barbero y Rincón: 2002). Las posibilidades de encuentro posibles, entre lo público y lo estatal podrían ubicarse, para algunos- en un nuevo modelo institucional de programación “más público y menos estatal”, -ni comercial, ni político (Lima: 2000)-; que otorgue mayor espacio a las iniciativas que atienden al conjunto de la ciudadanía, que mantenga con financiamiento estatal y que se lleven a cabo a través de la ciudadanía organizada (Sader: 2000, Papis: 2000).

Este período de tránsito se torna crítico cuando la reorganización de los sistemas televisivos públicos existentes supone, importantes desafíos en un contexto de restricción económica de los recursos del Estado como es el caso de numerosos países de América Latina. La modernización y reconversión hacia nuevos sistemas de comunicación exige gran inversión en tecnología y recursos humanos, por tanto, constituye una importante apuesta económica estatal. La televisión pública debió entonces enfrentar el desafío de rediseño institucional para mantener su legitimidad en un sistema de medios de creciente complejidad: replantear la forma de financiamiento, margen de independencia política y reclutamiento de recursos humanos, políticas de programación y asegurar mecanismos de contacto con la sociedad que representa, entre otros aspectos.
Las respuestas de las televisoras públicas ante esta situación han sido múltiples, en algunos casos se han replegado adaptándose a un contexto donde la acción estatal está cada vez más restringida, en otros, se han reconvertido replanteando los fines fundacionales, como la búsqueda de la democratización de la información, promover una programación alternativa fundada en principios no comerciales, ampliar el alcance potencial a través de su incorporación a las nuevas tecnologías de información y paralelamente regionalizarse a través de nuevas modalidades de aproximación a la ciudadanía.

En suma, los cambios en las comunicaciones plantearon grandes desafíos para la televisión pública latinoamericana lo que implicó la búsqueda de reconversión en nuevos formatos televisivos, políticas de programación y modalidades de financiamiento.
A los efectos de analizar esta situación para el caso del Uruguay, se plantea el estado de situación actual de la televisión en este país, así como la reconversión del mapa televisivo público reciente, focalizando en el análisis de Tevé Ciudad, en tanto experiencia innovadora de televisión pública local, de carácter municipal en televisión de servicio pago y en el marco de una gestión de izquierda, que redimensionó las características de la televisión pública tal como estuvieron planteadas en el país por más de cuarenta años, planteando nuevos desafíos y posibilidades.

Recomposición del mapa televisivo en el Uruguay

En términos de consumo cultural, estudios recientes revelan la centralidad del consumo televisivo en la vida cotidiana de la mayoría de la población uruguaya. A este respecto, basta señalar que prácticamente todos los uruguayos miran televisión diariamente. Alrededor de las dos terceras partes de la población le dedica tres o más horas diariamente (58%) a la denominada “caja mágica”, a lo que debe agregarse que “mirar televisión” es considerado como una de las actividades favoritas en el uso del tiempo libre (62%) de los uruguayos (Achugar: 2003). Pese a ello, el espacio que ocupan los canales de televisión públicos y privados es muy dispar en las preferencias de la sociedad en su conjunto. La televisión estatal concentra el interés de una tercera parte de la población (32%), mientras los canales privados abiertos concentran las mayores preferencias en cuanto al consumo de televisión uruguaya (alcanzando el 80% de las preferencias a nivel nacional).
Ahora bien, aún frente a esta situación de disparidad en las preferencias de consumo televisivo, de acuerdo a los resultados de la “Primer Encuesta de Hábitos y Comportamientos Culturales de los Uruguayos”, realizada durante el año 2002, prácticamente la totalidad de los uruguayos consideran necesaria la existencia de los canales públicos en el país. También, los uruguayos valoran la presencia de medios públicos basados en la percepción de una programación diferencial frente a la que presentan los medios privados, y caracterizada fundamentalmente por los “espacios culturales-artísticos”.
Esta percepción, plantea varios aspectos de debate interesante sobre el escenario televisivo del Uruguay; que actualmente, cuenta con dos canales de televisión público (Tveo en televisión abierta y Tevé Ciudad en televisión cable en Montevideo), tres canales de televisión comercial abierta (4, 10 y 12) y la Red Uruguaya de Televisión Sociedad Anónima -de propiedad compartida de los tres canales comerciales-, red de trasmisión al Interior de la República. A ello cabe agregar, que la aparición y regulación de la televisión cable en el país, reforzó la presencia de los grupos económicos propietarios de los medios privados de televisión abierta, con lo cual se estableció una situación privilegiada para una empresa casi hegemónica en el contexto nacional (Equital S.A)
, particularmente en el caso de la ciudad capital del país. Paralelamente, en términos de la oferta televisiva, la llegada del cable al país -una década atrás- multiplicó el número de canales disponibles en todo el país y diversificó las propuestas en términos de programación, antes acotadas a la televisión abierta.
Igualmente, se ha podido constatar que la multiplicación –relativa- de canales propiamente locales en todo el país, a partir de la instalación del sistema de televisión cable no ha suplantado el espacio que los canales públicos tienen en las preferencias televisivas. Los canales privados de televisión abierta, por su parte sólo recientemente han adoptado un modelo de programación que otorga una centralidad mayor a la producción local, mientras tradicionalmente, su propuesta se ha sustentado en la importación de numerosos programas argentinos y norteamericanos, así como telenovelas venezolanas y brasileñas. El ámbito de lo nacional en televisión privada, fue acotado a los informativos y programas de opinión y deportivos.
Entonces, si bien los canales de televisión abierta privados aún concentran las mayores preferencias televisivas, es de destacar que no han cubierto todas las expectativas de abordaje temático que la sociedad uruguaya se propone ver en televisión. Por tanto, la función de los canales públicos ha estado –con aciertos y desaciertos- en llenar espacios temáticos poco valorizados por los canales privados, lo cual no necesariamente traduce –de forma íntegra- la función social que los canales públicos deben cumplir; pero ciertamente, les otorgó un espacio de reconocimiento por algunos sectores de la población nacional.


En los últimos dos años, los canales de televisión privada abierta, así como algunos canales de televisión por cable de reciente creación en Montevideo –Tv Libre y Vtv- han revalorizado la producción audiovisual nacional y el ámbito de representación local en sus grillas de programación. Se incrementó la apuesta a los programas propios y una ampliación de los repertorios, incorporando programación sobre temáticas sociales y políticas, así como han focalizado en la difusión de imágenes nacionales, incorporando el interior del país, minimizando la emisión de programas importados y apostando, en cierta medida a la cultura artística nacional y la geografía local, espacio asociado mas propiamente a las imágenes de los canales públicos.


Evidentemente, este proceso ha sido relativo, pero plantea desafíos para la televisión pública en tanto, parte de los “modelos exitosos” de programación, temáticas y figuras destacadas que se inician en los canales estatales son luego captados por los canales de televisión privada. La televisión pública queda entonces asociada a una antesala o sala de ensayos, que en casos exitosos, “fuga” hacia el ámbito privado.


A ello debe agregarse algunas condicionantes en cuanto a la regulación de los medios de comunicación en el Uruguay, que afectan la estructura de organización del sistema televisivo del país (diversidad de medios, pluralidad, etc.), así como los modelos de programación y diseño de grillas de los canales públicos y también la gestión y asignación de recursos para los mismos. El organismo recientemente creado para tal función, la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicaciones (URSEC) ha tenido algunas iniciativas de control de la legislación vigente en torno a la propiedad de los medios –contra la oligopolización de los mercados- y en torno al cumplimiento de la normativa y protección de los usuarios, en lo que televisión cable refiere por ejemplo, sin embargo estas iniciativas han sido claramente insuficientes y plantean un escenario poco claro en términos de políticas televisivas.


El contexto actual de medios de comunicación en Uruguay, denota una importante concentración de los medios privados de televisión abierta y cable (García Rubio), así como la fortaleza de los grupos de presión empresarial sobre los mecanismos de financiamiento de los canales públicos y lobbys políticos en el otorgamiento de espacios televisivos, así como en la distribución de la propaganda comercial de las empresas públicas, entre otros. Por tanto, la inexistencia de una “política de comunicación de Estado” se traduce en la debilidad de control, insuficiencia de las medidas de protección de los medios estatales frente a las presiones desde el ámbito empresarial privado y la debilidad de la normativa vigente, asociadas la inexistencia de mecanismos de intervención de la sociedad civil en su conjunto, ni del Parlamento, sobre las políticas llevadas adelante desde la URSEC , organismo dependiente de Presidencia de la República.


Si bien este contexto ha debilitado el rol que la televisión pública uruguaya podría tener en el marco de la oferta televisiva nacional, l a incorporación de Tevé Ciudad al circuito público de canales de televisión en 1996, constituyó un importante factor de innovación en la forma de organización y selección de contenidos para el contexto audiovisual nacional. Sus propuestas reelaboraron el ámbito de lo público y establecieron un modo nuevo de articulación con la localidad. El énfasis en temáticas ausentes fue de gran relevancia para su posicionamiento como un medio público con diseño propio y su presencia contribuyó además a la apertura y diversidad en la comunicación televisiva del país. Consecuentemente, planteó un nuevo modelo de gestión y producción televisiva para el ámbito estatal televisivo, lo cual impactó directamente sobre el canal estatal nacional.


Desafiando la rutina: la televisión pública uruguaya de cara al futuro


Más allá del escenario innovador que promovió Tevé Ciudad, en tanto dinamizador de la imagen pública de la televisión estatal del país, los desafíos de la televisión pública en Uruguay son muchos. A continuación se señalan aquellos que parecen de mayor relevancia para la comparación regional en el contexto latinoamericano.


En primer lugar, el problema del financiamiento de los canales públicos constituye una preocupación no resuelta hasta el momento. Las modalidades financiadas únicamente por el Estado derivan en magros recursos, insuficientes para acceder a una producción de calidad
. Asimismo, la dependencia absoluta frente al Estado, sin mecanismos de participación de la sociedad civil ni contralor parlamentario, plantea riesgos de transformar los canales públicos en canales “de gobierno” y ser visualizados como instrumentos directos de marketing político. Por otra parte, los modelos de televisión pública financiados con publicidad comercial, plantean el peligro de ajustar la programación a los intereses de los anunciantes, donde el ratting se transforma en el orientador de las políticas de programación, olvidando la función social y el carácter innovador, y por tanto “riesgoso” que esta en el origen de la televisión pública.
Modelos alternativos o complementarios han asumido menos conflictos en cuanto a estas dos problemáticas. Por ejemplo, la modalidad de pago de un impuesto o licencia por televisor como es el caso de la BBC , ha sido una alternativa relativamente exitosa para el caso británico, considerado como uno de los mecanismos que asegura la independencia del servicio público y le permite mantener su estructura descentralizada. En el contexto latinoamericano, en un período de crisis económica y deterioro de las condiciones de vida de la población; la implantación de un nuevo impuesto probablemente, no tendría buena recepción por parte de la ciudadanía.


Los modelos mixtos o híbridos como el caso del PBS norteamericano ofrecen alternativas interesantes. El financiamiento del PBS para el año 2000, se componía de suscripciones individuales (26%), aportes de corporaciones privadas (15%), aporte federal (15%), estatal y local (17%), universidades publicas y privadas (11%)(Aufderheide:2002). Los problemas que puede presentar esta estructura es la capacidad de influencia que pueden tener algunos de los sectores que financian el medio
.

En este sentido, habría que establecer una pluralidad de mecanismos de financiamiento que otorguen la capacidad de producción necesaria para que los canales públicos puedan tener un rol central en la producción nacional audiovisual, ya que en particular, las posibilidades de llevar adelante propuestas de ficción quedan muy acotadas en el marco de los magros presupuestos existentes en la actualidad para los canales de la región.

En segundo lugar, se plantea el modelo de gestión de los canales públicos como una clave de la reconversión de los mismos. La autonomía política de la directiva de los canales públicos frente al gobierno y la competencia técnica –y profesionalización- de los recursos humanos, podría otorgar mayor transparencia a los mecanismos de selección del personal en los canales públicos. En este sentido Fuenzalida (2000) propone la distinción entre Dirección Superior del canal de la Administración Ejecutiva , así como la selección de los directivos a través de consenso entre los poderes Ejecutivo y Legislativo; voto en lista única cerrada; períodos de largo plazo, renovación por parcialidades con inamovilidad política y cuya evaluación se realice a través de indicadores de gestión e impacto de la programación.

En tercer lugar, el mantenimiento del interés del público local constituye un fundamento central para el fortalecimiento de la función social de los canales públicos. ¿En qué medida los canales públicos representan los intereses de las sociedades que representan? En este sentido, podría ser interesante establecer mecanismos de comunicación que aseguren el contacto periódico de la sociedad en su conjunto sobre expectativas, valoraciones, intereses y opinión sobre la programación del canal.


En cuarto lugar, los contenidos de la programación constituyen el aspecto central sobre el que se construye la legitimidad de los canales. La elaboración de la grilla de programación debería proporcionar una propuesta atractiva y que conserve como orientación fundamental garantizar la representación de la diversidad social, el pluralismo político, la innovación creativa, la existencia de espacios para expresiones culturales diversas, tradiciones y vanguardias, elites y masas, cultura popular y culta, sin que por ello, se pierda la dinámica, el color de la imagen, ni la diversión o entretención.


La protección de los llamados “valores vulnerables” , como señala Jay Blumler (1993), es un eje central no sólo para la legitimidad y representatividad social de los canales públicos, sino también para su protección institucionalizada en el marco de sistemas mixtos y privatización creciente del mercado televisivo. A este respecto, se menciona la calidad del programa, entendido de forma amplia, como “una relación entre conjuntos de características del programa y un conjunto de valores de evaluación” (Rosengren et al: 1991), diversidad en términos de pluralismo cultural, lingüístico, político, etc., identidades culturales, independencia de las fuentes de los programas frente a influencias comerciales, , la integridad de la comunicación cívica, bienestar de niños y jóvenes.
En quinto lugar, los canales de televisión pública podrían establecer políticas de coordinación y coproducción a nivel nacional , entre medios nacionales y locales, entre medios públicos en televisión abierta y televisión de servicio pago. En este sentido, hay algunas experiencias incipientes en Uruguay que señalan la importancia de contar con producción audiovisual propia e integrada entre ambos canales de televisión pública. La conformación de una red de televisión nacional , con espacios comunes de programación y espacios diferenciados ajustados al público local con el o los canales de alcance nacional, tal como ocurre en la BBC (Brown: 2001), con una estructura descentralizada, sería una modalidad posible, en cuanto a la representatividad de la diversidad social y la multiplicidad de intereses regionales. Asimismo, planteado en términos regionales los canales de televisión pública deberían fortalecer los vínculos y la capacidad de generar proyectos conjuntos a nivel regional y latinoamericano.
Por último, existe una problemática mayor en cuanto a la debilidad en el funcionamiento y objetivos de los organismos o agencias estatales encargadas de hacer cumplir la legislación existente sobre medios y regular los espacios de actividad de los medios públicos y privados. Se plantea entonces el desafío de establecer reglas claras y un funcionamiento independiente al gobierno en el ámbito de las comunicaciones.
Frente a tales interrogantes en el tránsito hacia nuevos modelos de televisión pública parece que la recuperación de la función social de los canales de televisión, y la protección de los valores vulnerables de una sociedad constituye una tarea por demás ardua para los sistemas televisivos tal cual están planteados actualmente en los países de la región. Pese a ello, existen propuestas recientes en cada país como el caso de Tevé Ciudad en Uruguay, que ofrecen, con aciertos y errores, nuevas pautas de gestión, ámbitos de representación y emisión así como propuestas innovadoras de programación que confluyen en la reconversión de todo el sistema de televisión pública nacional.

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Este trabajo forma parte de una investigación mayor de mi autoría, realizada en el marco del “Programa Políticas Culturales en el Fin de Siglo”, coordinado por el Prof. Hugo Achugar y como parte de “The Rockefeller Fellowships 2000”/CEIL/Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación/UDELAR-. Asimismo, se exponen algunos resultados de la Primera Encuesta de Comportamiento y Consumo Cultural 2002, realizado en el mismo Programa.
Este trabajo refiere únicamente a la televisión estatal, no aborda la situación de otros medios públicos tales como las radios públicas. Se advierte además que se utiliza la denominación televisión “pública” y “estatal” indiferenciadamente.
En el Interior, Equital se constituyó como la empresa clave desde la cual se desarrolló el sistema de cableado y la trasmisión de los canales privados nacionales. Además, en cuanto a los contenidos de la programación, los contratos aseguraban la exclusividad de las señales de los canales privados de Montevideo (4, 10 y 12), así como un conjunto adicional de canales internacionales.(García Rubio: 1994).
El concepto de calidad tiene muchas acepciones. Entre ellas, Valerio Fuenzalida (2000) señala la insistencia en las que a continuación se enumeran: calidad técnica, profesional, significaciones sociales –contenidos temáticos y formas estéticas-, capacidad productiva de variedad en géneros televisivos, máxima variedad en la oferta televisiva, pero sin importar el nivel de audiencia (Godoy, 1996). De hecho, Patricia Aufderheide planteó que existían indicios de que las empresas privadas estaban presionado hacia una u otra programación, lo cual replanteó el tema de los márgenes de independencia, no sólo del sistema político sino también de los intereses comerciales.

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