martes, 21 de agosto de 2007

151/ Dossier - Trotsky - Comp. AR

20 de agosto, a 67 años del asesinato de León Trotsky

"Todo el que se incline ante los hechos consumados, es incapaz de preparar el porvenir" (León Trotsky)

Un marxismo indispensable

Rafael Bernabe *

Se cumplen sesenta y siete años del asesinato de León Trotski, una de las figuras más brillantes del siglo XX, y una de las más calumniadas: líder del Soviet de 1905, organizador de la revolución de octubre y del Ejército Rojo, luchador contra el proceso de burocratización en la URSS. Marxista comprometido con el diálogo incesante entre reflexión y práctica, Trotski fue autor de decenas de artículos, de análisis estratégicos, de clásicos de la literatura revolucionaria, entre los cuales cabe destacar su Historia de la Revolución Rusa. Conocedor de que la revolución no se limita a un cambio económico, sus textos tocan temas tan diversos como la literatura y el vestido, los modales y la situación de la mujer, el derecho al aborto y la situación de los jóvenes. Internacionalista consecuente, exilado buena parte de su vida, escribió con agudeza sobre la realidad de Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, España, China, además de Rusia. El mundo ha cambiado mucho desde 1940: sería absurdo pensar que Trotski es suficiente para entender nuestras miserias posmodernas. Sería aún más ridículo olvidar que no deja de ser, en muchos sentidos, indispensable.
Veamos cuatro temas planteados en su obra:

-la noción del desarrollo desigual y combinado. Contra toda concepción esquemática, Trotski insistirá que los países atrasados, subdesarrollados y coloniales (como Puerto Rico) no repiten en su ruta a la modernidad las etapas vividas por los más adelantados: la historia de India no será una repetición de la británica, precisamente porque evoluciona bajo la presión del imperialismo británico. Es decir: si bien el capitalismo tiende a crear una economía mundial (hoy se diría: "globalización"), esa unidad, lejos de crear un mundo homogéneo, implica una totalidad marcada por tensiones y polarizaciones. En los países del llamado Tercer Mundo se combinan, por tanto, el atraso y el progreso, la técnica industrial con relaciones sociales arcaicas. No se pueden entender esas realidades con las categorías del desarrollo europeo. Prescindir de esas categorías es igualmente un error. Lo que se necesita es un marxismo creativo, capaz de abarcar las realidades inéditas del mundo subdesarrollado.

Un vistazo al capitalismo actual, que alambra, cada vez más estrechamente, a una sociedad global desgarrada por infinidad de enfrentamientos, globalización que genera a cada paso las más híbridas e inesperadas combinaciones culturales y políticas, es la mejor muestra de la vigencia de la mirada que Trotski contribuyó a inaugurar.

-la dinámica de la revolución permanente. En Europa occidental y Estados Unidos, países pioneros en la evolución del capitalismo, la burguesía había logrado rehacer el sistema político y social (creando regímenes democrático-constitucionales, consolidando estados nacionales, aboliendo formas de subordinación precapitalistas). En los países subdesarrollados (América Latina, Asia, Africa), esas clases, sometidas a la presión de sus hermanas mayores, que ya dominaban la economía mundial, exhibían desde el principio un raquitismo que las descalificaba como agentes revolucionarios.

Así desde 1905 Trotski afirma que el liberalismo ruso sería incapaz de enfrentarse consecuentemente a la monarquía. De igual forma afirmaría a partir de 1926-27 que las burguesías coloniales y semi-coloniales serían incapaces de enfrentarse al imperialismo. Sus lazos con el capital extranjero, su miedo a la revolución campesina y al movimiento obrero, se lo impedían. Era otra forma de constatar que los países atrasados no repiten la evolución de los avanzados. Esto no implicaba que las luchas anti-coloniales, de los campesinos, o de los pueblos por la democracia perdieran vigencia: implicaba que esas luchas tan sólo alcanzarían sus objetivos en la medida que encontraran en la clase obrera a una nueva fuerza política independiente dispuesta a recoger sus reivindicaciones. En ese caso, la clase obrera no se limitaría a dar la tierra a los campesinos, a derrocar la monarquía o los poderes coloniales, sino que se apoderaría también de las fábricas, de los talleres, los muelles, de los ferrocarriles. La revolución democrática, la revolución campesina, la revolución anti-colonial se convertiría de esa forma en revolución anti-capitalista

Así, desde 1905 Trotski formula la idea de que la revolución socialista puede triunfar primero en los países menos desarrollados, en países en que la clase obrera no constituía una mayoría. El curso de las revoluciones anti-capitalistas en el siglo XX confirmaría la perspectiva formulada por Trotski. Rusia, Yugoslavia, China, Vietnam, Cuba: las revoluciones socialistas en el siglo XX surgieron sin excepción en países atrasados, subdesarrollados y coloniales y combinaron en su evolución dinámicas anti-coloniales, anti-imperialistas y anti-capitalistas. A la idea de que ello rompe con las predicciones del marxismo cabe responder que desde 1905 un marxista ya había anticipado este aspecto crucial de lo que sería el tormentoso siglo XX. De igual forma, las revoluciones que no avanzaron hasta la abolición del capitalismo acabaron por sufrir la derrota de sus aspiraciones anti-imperialistas, nacionales y democráticas (México, Bolivia, Guatemala, Argelia, para dar tres ejemplos).

-internacionalismo consecuente. Trotski insiste, sin embargo, en la tesis clásica de Marx: el socialismo parte del desarrollo material generado por el capitalismo. Tan sólo ello permite satisfacer las necesidades básicas y a la vez reducir la jornada laboral, así como la distancia entre los que dirigen y los dirigidos, entre el trabajo manual y el intelectual e incorporar, por tanto, a todos y todas, al trabajo de administrar, de decidir, de gobernar.

Para Trotski, si bien es posible que la revolución triunfe primero en países subdesarrollados, no es menos cierto que el socialismo no deja de ser un proyecto mundial, que cada revolución no es más que un capítulo en esa compleja lucha internacional y que el destino de cada revolución esta vinculado a los avances o derrotas del resto de los pueblos del mundo. La solidaridad, la visión de conjunto de la política mundial, la organización internacional del movimiento popular y anti-capitalista no es una tarea subsidiaria, sino un aspecto esencial de la lucha en cada país. En Seattle, en la creciente conciencia de la necesidad de redes globalizadas de resistencia como único medio de enfrentar la globalización capitalista resuena el espíritu internacionalista del marxismo de Trotski.

-la defensa de la democracia obrera. A partir de 1923-24 Trotski constata una realidad preocupante: la democracia obrera, democracia de consejos obreros (electos en las fábricas y talleres) agoniza: el sector dirigente de la revolución se convierte en burocracia que monopoliza decisiones, que reprime toda oposición, que amenaza con consolidarse como nueva jerarquía autoritaria y privilegiada. Trotski no se limita a denunciar y organizar la lucha por la democracia socialista, sino que, como marxista, analiza a fondo las condiciones que permitieron el surgimiento de la dictadura stalinista , así como su relación contradictoria con la economía y la sociedad surgidas de la revolución de 1917. Como enemigo de la burocracia y como internacionalista, Trotski criticará la noción del "socialismo en un solo país", que entre otras cosas implicaba subordinar el movimiento obrero mundial a las necesidades diplomáticas de la URSS (o más bien, de su liderato). De igual forma insistiría que la burocracia a la larga llevaría al desprestigio del socialismo, a la neutralización de las ventajas que implica una economía planificada y a la eventual restauración del capitalismo. Tal desenlace tan sólo podría evitarse a través de la restauración de la democracia obrera en la URSS. El curso de la dictadura stalinista en la URSS durante el siglo XX confirma dramáticamente la advertencia que Trotski formuló desde la década del veinte: luchar por el socialismo en este siglo no sólo implica luchar contra el capitalismo y el imperialismo, sino también contra la burocracia surgida en las sociedades post-capitalistas.

Lo que más atrae de la obra de Trotski es su disposición a enfrentar el mundo en toda su complejidad: así insistió en la necesidad de apoyar la lucha anti-colonial y de elaborar a la vez una perspectiva internacionalista crítica de todo nacionalismo; de defender a la URSS contra la restauración capitalista y de a la vez luchar contra la burocracia estalinista; de proponer a todas las fuerzas democráticas, anti-imperialistas, anti-coloniales la más amplia acción conjunta contra el enemigo común y de a la vez garantizar la independencia política del movimiento obrero.

Luchador y pensador anti-capitalista y anti-burocrático, estudioso de las contradicciones universales de la civilización capitalista y de las coyunturas concretas de diversos países: la obra de Trotski esta repleta de tesoros para el que se tome la molestia de estudiarla. Ojalá que esté cercano el futuro en que se convierta en olvidada pieza de museo, porque ya hayan desaparecido las formas de opresión que Trotski analizó y combatió tan brillantemente. El sería el primero en alegrarse.

* Dirigente del Frente Socialista de Puerto Rico y militante de la IV Internacional (Comité Internacional).
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Trotsky en el siglo XXI

Guillermo Almeyra, La Jornada, México, 19-8-2007 *

¿Qué sigue siendo válido en el pensamiento de Trotsky, quien fue asesinado en México hace 67 años y hoy reaparece como referente teórico en importantes círculos cubanos y hasta en los discursos de Hugo Chávez?
En primer lugar, la teoría de la revolución permanente, elaborada con Parvus a raíz de la experiencia de la revolución rusa de 1905, la cual tornó claro que, en los países dependientes y donde no se han conseguido la liberación y la unificación nacional, la revolución agraria, la plena vigencia de los derechos democráticos ni se han sentado las bases para una república, todo eso no va a ser obtenido bajo la dirección de la burguesía, la cual depende estrechamente del imperialismo y es débil e incapaz, sino que debe ser conquistado por una alianza entre obreros, campesinos y explotados y oprimidos de todo tipo (pueblos originarios, minorías nacionales oprimidas, desocupados). En nuestra época, cuando la inmensa mayoría de la humanidad no ha conseguido aún las conquistas de la Revolución Francesa y, en escala mundial, asistimos a la lucha por repetir la hazaña de los sans-culottes en 1789, esa revolución democrática, para triunfar, debe ir más lejos, ser anticapitalista, desarrollarse en forma socialista.
También su visión internacional de los procesos, su combate a la idea estaliniana de la posibilidad de construir el socialismo en un solo país que consideraba la "política exterior" sólo como un medio para lograr equilibrios y ganar tiempo para esa construcción puramente nacional -y nacionalista- aislada. Trotsky, junto con Lenin, comprendía en efecto que la revolución es más fácil en los "eslabones más débiles" de la cadena capitalista -los países semicoloniales y dependientes-, dada la debilidad del Estado, pero veía que el socialismo sólo puede ser mundial, como lo es el capitalismo, y la inserción de todos los países en ese sistema dominante hace que la política "internacional" sea también "nacional" y viceversa y, por lo tanto, que en los países dependientes es más difícil la construcción de las bases mínimas para el socialismo, como el fin de la ignorancia, de la miseria, del autoritarismo, del atraso cultural y técnico. De ahí la otra parte de la revolución permanente: la necesidad de culminar las revoluciones socialistas en escala local, nacional, con la extensión del socialismo a escala mundial y, como corolario, la necesidad de ayudar solidariamente a otros pueblos en su lucha anticapitalista y de educar a los trabajadores en revolución en una visión universal, que una naturalmente la defensa de la revolución en el plano nacional con el internacionalismo revolucionario. La actitud de países pobres como Venezuela o Cuba en su ayuda solidaria se inscribe, conscientemente o no, en esta línea del pensamiento de Trotsky, que Lenin compartía.
Igualmente válida es su lucha, comenzada con la oposición de 1923 en el Partido Comunista de la URSS, contra la burocratización de los partidos "socialistas" o "comunistas", de sus sindicatos, de sus estados, apelando a las mujeres, a los jóvenes, a la democracia interna, a la construcción de órganos, como los consejos obreros, que pasasen por sobre las estructuras partidarias y sindicales y fuesen controlados y reorganizados continuamente por los trabajadores mismos. Y su rechazo no sólo al partido monolítico, sin tendencias internas en plena discusión teórica y estratégica, sino también al partido único de la clase obrera, ya que las clases trabajadoras están lejos de ser homogéneas, y sin democracia y pluralismo no pueden educarse y ser protagonistas en la lucha por cambiar las complejas condiciones sociales y económicas de la sociedad moderna. Algunas sectas "trotskistas" que repiten al peor Trotsky ("con el partido somos todo, sin el partido no somos nada") para reforzar un centralismo nada democrático olvidan al Trotsky defensor de la democracia en el partido, al hombre del Programa de Transición de la IV Internacional, escrito dos años antes de su asesinato.
Pero los aportes más actuales, en América Latina, que ningún marxista había hecho hasta entonces, y que siguen siendo fundamentales para entender procesos como el cubano, el venezolano, el boliviano, el nacionalismo revolucionario e incluso los gobiernos burgueses llamados "progresistas" (Kirchner o Lula, por ejemplo), son sus escritos en México. Su caracterización del gobierno de Lázaro Cárdenas, su defensa contra el imperialismo manteniendo al mismo tiempo la independencia política frente a él y tratando de desarrollar la independencia política de los trabajadores que lo seguían, su análisis de los sindicatos como órganos cada vez más integrados en el Estado capitalista, la necesidad de conseguir la independencia de clase frente a los partidos burgueses construyendo un partido obrero basado en las organizaciones de tipo sindical obreras y campesinas, mantienen y acrecientan toda su vigencia.
Los "ismos" transforman en dogmas eclesiásticos, en pensamiento cerrado, talmúdico, lo que fue elaboración abierta a partir de la unidad entre teoría y práctica y de la realidad misma. Al igual que Marx, que rechazaba ser "marxista" debido a los discípulos que le habían tocado en suerte y que decía que había sembrado dragones y recogido pulgas, Trotsky se oponía a ser llamado "trotskista" y negaba que existiese el llamado "trotskismo", pues éste para él era sólo el pensamiento de Marx y el de Lenin. Hay, sin embargo, algunas capillas raquíticas que prescinden de las ideas de Trotsky pero lo mencionan tal como los secuaces de todas las religiones utilizan sus respectivas sagradas escrituras. Eso no es culpa del revolucionario ruso pero obliga a ir directamente a la rediscusión masiva, donde se quiere avanzar hacia el socialismo, como en Cuba o en Venezuela, de los escritos de Trotsky desde 1923 y, particularmente, a sus escritos sobre América Latina. No hay nada más iluminante, apasionante, actual.

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Sobre los "Escritos Militares" de León Trotsky

Primera línea de fuegoMientras se cumple el 67º aniversario del asesinato de León Trotsky, un volumen rescata los escritos militares de quien supo combinar su amor por la literatura con la fundación del Ejército Rojo.
Carlos Rodríguez
Radar Libros, Página/12, Buenos Aires 19-8-2007


Cómo se armó la revolución, León Trotsky, Ediciones del IPS-CEIP, 616 páginas. Cómo se armó la revolución es una selección de artículos y documentos sobre temas militares publicados en los cinco tomos de How The Revolution Armed. The Military Writings And Speeches, cuya autoría le corresponde al fundador del Ejército Rojo. La idea de editarlo fue del Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones (CEIP) León Trotsky, que centra su labor en la difusión de la vida y obra del revolucionario ruso. El propio Trotsky se encarga de advertir, desde el prólogo, que la organización de una fuerza armada en defensa de la Revolución de Octubre era "un problema totalmente nuevo; jamás se había planteado antes, ni siquiera en el plano teórico. Alguna vez dijo Marx que uno de los métodos de la Comuna de París había sido el de poner en práctica decisiones no tomadas de ninguna doctrina anterior, sino dictadas por la necesidad de los hechos".
Esa urgencia por enfrentar los problemas de la hora, frente a una sangrienta guerra civil desatada por los enemigos internos y externos de la revolución, fue la que llevó a Trotsky a tomar medidas que fueron cuestionadas en los primeros tiempos del poder soviético. Una de ellas fue la designación de "especialistas militares", entre ellos algunos jefes que habían pertenecido a las fuerzas armadas del zar que combatieron, junto al pueblo ruso, en la Primera Guerra Mundial.
"Es indiscutible que después de la Revolución de Octubre el proletariado se vio obligado a sacar la espada contra los especialistas de las más diversas categorías. ¿Por qué? No, claro está, por ser especialistas, sino porque estos especialistas se negaban a servirle e intentaban, mediante un sabotaje organizado, destruir su poder. Recurriendo al terror contra los saboteadores, el proletariado no decía, en modo alguno: Yo los extermino a todos, y no necesitaré especialistas. Hubiera sido un programa de desesperación y de ruina. Persiguiendo, deteniendo y fusilando a saboteadores y conspiradores, el proletariado decía: Yo doblegaré su voluntad, porque mi voluntad es más fuerte que la suya, y los obligaré a servirme."
Cuestiones polémicas planteadas y resueltas sobre la marcha, a bordo del mítico tren blindado que llevaba a Trotsky, a sus comandantes y soldados comunistas. Se dice que con él recorrió cien mil kilómetros reclutando y formando campesinos para el Ejército Rojo. El libro no puede tener una lectura fuera de contexto, de la cruda realidad de esos años en un país devastado por la corrupción zarista, las guerras y la pobreza extrema. Otro aspecto complejo son los sucesos de Kronstadt, las huelgas de sectores obreros, el fusilamiento de anarquistas que se enfrentaron con la revolución socialista. Trotsky responde a las críticas: "Nosotros, marxistas-comunistas, somos adversarios radicales de la doctrina anarquista. Es una doctrina errónea, pero a causa de ella, evidentemente, no se puede detener, encarcelar, y menos aún, fusilar a nadie".
En su destierro de Estambul, en 1929, León Trotsky había proyectado escribir la historia del Ejército Rojo, pero las condiciones de su exilio y su posterior asesinato, el 20 de agosto de 1940 a manos del stalinismo, le impidieron hacer un análisis retrospectivo de los años de las luchas internas.
En el plano militar, como quedó demostrado en la Segunda Guerra Mundial, los comandantes del Ejército comandado por Stalin dejaron al desnudo su impericia y el triunfo final contra el nazismo llegó por obra y gracia del heroísmo del pueblo ruso y del general Invierno. Veinte millones de personas murieron combatiendo el avance alemán. A través de la página web (
www.ceip.org.ar) se puede acceder a otros escritos que permiten ahondar el conocimiento sobre el pensamiento político de Trotsky.

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