lunes, 13 de agosto de 2007

127/Retinas - El marxismo y la ciencia - Por Julio Louis

Marx funda la ciencia del materialismo histórico y El Capital contiene los principios básicos de la ciencia marxista, según Louis Althusser. La teoría reposa en la siguiente afirmación de Marx: "Los filósofos no han hecho sino interpretar el mundo de diferentes maneras, lo que importa es transformarlo". ("Tesis sobre Feuerbach").

Sería equivocado concluir de esta tesis que debe abandonarse el estudio y la interpretación para sumergirse en la acción, exaltando a la acción por sí misma.

Pero es acertado comprender que no habrá transformación sin un conocimiento científico previo de la realidad a transformar, como también comprender que el conocimiento se modifica y profundiza en tanto se actúa para transformar la realidad.
Teoría y práctica se retroalimentan ("praxis").
Hasta las "Tesis sobre Feuerbach" (1845), las teorías acerca de la sociedad y de la historia se limitaban a interpretarlas pero no se proponían la transformación. Pero la Tesis 11 citada anuncia la aparición de la teoría científica de la historia o materialismo histórico.


Henry Lefebvre ("El marxismo") subraya el valor de los fenómenos económicos y afirma que requieren un estudio científico. Sostiene que el materialismo histórico y la sociología científica son equivalentes y aspectos de una misma investigación. Agrega: "El marxismo, constituido por el movimiento de un pensamiento sintético, unificador, jamás se ha detenido e inmovilizado en su desarrollo. Se presenta de este modo como un conocimiento racional del mundo que se ahonda sin cesar, superándose a sí mismo. Este enriquecimiento no se ha interrumpido hasta nuestros días. Prosigue y proseguirá todavía. Como una ciencia, el marxismo se desarrolla sin destruir por eso sus principios".


El marxismo y la ciencia del materialismo histórico... Sin embargo, se cuestiona que la Historia tenga el carácter de ciencia. Se señala la imposibilidad en ella de experimentación y cuantificación, sus rasgos de novedad, complejidad e impredecibilidad, la inevitable selectividad de hechos, la insuficiente explicación causal, para negarle el carácter de ciencia.


También se cuestiona el carácter científico de las ciencias sociales en su conjunto.

En efecto, John Bernal ("Historia social de la ciencia") divide a las ciencias en físicas (no se ocupan de los seres vivos o de sus productos), biológicas (se ocupan de los seres vivos) y sociales. Después de indicar que las sociales son las últimas en aparecer y las más imperfectas, cuestiona que en su estado actual sean ciencias. Lo admite sólo con una condición: no exigirles rigurosidad.
Ahora bien, aceptado el atraso relativo de las ciencias sociales (las que desarrolla el marxismo), ¿por qué exigirles a ellas el rigor que las otras tampoco tienen? Lewis Munford ("Técnica y civilización") expone que durante el primer período de avance mecánico, lo "real" equivale a lo que puede medirse y definirse con precisión y la idea de que la realidad pudiera ser indefinible, vaga, mutable, era inaceptable.


Hoy, científicamente, ese marco abstracto está en proceso de debate. Por ejemplo, ¿cuándo llega el nacimiento o la muerte? Debate que se manifiesta en la cuestión del aborto o de la eutanasia. Así en el siglo XVII había un mundo mecánico, uno de organismos vivos y otro del hombre, pero en el XXI no se admiten los sistemas paralelos, sino un solo sistema en una compleja asociación.
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Los orígenes

El materialismo dialéctico o marxismo nace en una época determinada, fruto de condiciones históricas concretas: la del pasaje del sistema capitalista de su fase comercial a la industrial. Hacia mediados del siglo XVIII se inicia la fase productiva basada en el complejo carbón-hierro, fuente de energía el primero y material de construcción el segundo (llamada paleotécnica). Esta fase supera la anterior, (llamada eotécnica), la del complejo agua-madera (agua y viento, fuentes de energía y madera, material de construcción), vigente desde el año 1000. Una serie de inventos en cascada se suceden. Así, la máquina de Newcomen (1712) bombea agua para desagotar minas y para el abastecimiento de ciudades. Otras desarrollan las industrias textil, molinera, cerámica, metalúrgica, pero todas chocan con las limitaciones del complejo agua-madera. Finalmente, la máquina de vapor de Watt (1776) marca el afianzamiento de la Revolución Industrial.

La revolución industrial es precedida por la revolución agrícola, desde mediados del siglo XVIII y se acompaña de la revolución en los transportes. Sus consecuencias son gigantescas. En el desarrollo industrial hay una sucesión de aplicaciones derivadas de la máquina a vapor (la locomotora, el barco, los elevadores), las que por su elevado costo conducen al monopolio y concentración de la riqueza, a la apertura de nuevos mercados para volcar la producción y también al empobrecimiento de las grandes masas. Las máquinas, convertidas en capital, no permanecen ociosas, y un ejército creciente de hombres, mujeres y niños las mueven con su trabajo simple. Se suceden en cascada crisis violentas de sobreproducción, desocupación masiva, migración del campo a la ciudad, reducción del artesanado, baja de salarios.
Y nace el proletariado moderno, el tiempo de la degradación del trabajo, de la regimentación del tiempo, de la acelerada destrucción del medio ambiente. El nuevo modo de producción capitalista tiene tres características principales: los propietarios de los medios de producción (tierras, minas, fábricas) son capitalistas privados; el capital social se separa en unidades de producción competitivas o que lo son potencialmente; y la producción queda en manos de los trabajadores asalariados.
La lucha de clases se tensa. Engels señala "el profundo resentimiento' de la clase trabajadora británica contra los ricos, por quienes son sistemáticamente explotados y luego abandonados despiadadamente a su destino", augurando una revolución al lado de la cual la Revolución Francesa parecerá un juego de niños ("La situación de la clase obrera en Inglaterra"). Disraeli, político de primer nivel británico, percibe la presencia de "Dos naciones, entre las cuales no hay intercurso ni simpatía, que cada una ignora de la otra las costumbres, los pensamientos y los sentimientos como si estuvieran viviendo en mundos distintos o fueran habitantes de distintos planetas; que están formados en diferente educación, se alimentan con alimentos diferentes, son ordenados de distintas maneras y no son gobernados por las mismas leyes..." ("Sybil" ).
Este malestar profundiza uno anterior, ya que a pesar de la Revolución Francesa el dominio del Estado (desde la posibilidad del sufragio al usufructo de cargos elevados), el disfrute de los bienes económicos y las ventajas de la cultura, siguen siendo patrimonios de la antigua nobleza y de la burguesía. Para las masas, sólo quedan la miseria y las privaciones.
El marxismo pues, se gesta cuando la actividad industrial moderna evidencia la lucha del hombre contra la naturaleza y cuando el progreso se acompaña del empobrecimiento de gran parte de la sociedad. *

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