martes, 28 de agosto de 2007

181/Trastienda - Los cerebros de la crisis - Por Daniel Figares

Vivimos una época estupenda. Si realmente alguien se pusiera a reflexionar que tenemos un Papa que perteneció a las Juventudes Hitlerianas, esto, por sí solo, daría para una película de terror... Pero se vive como se puede. Es así.

Sin ir más lejos, el otro día me entrevistaban en M24, y mientras escuchaba la tanda me daba cuenta que yo, en cinco años, había pasado de ser el tipo que estaba en la radio a ocasional entrevistado. Entre los comerciales de la radio se repetía hasta el cansancio las horas, las frecuencias, y las repeticiones que tendrían las locuciones del Pepe (Mujica).

Yo pensé: el tipo que antes era el ocasional entrevistado es hoy casi un conductor, una estrella de la emisora. En apenas cinco años se dieron vuelta los papeles. Nunca como en esta época se notó tan patente el uso que la política hace de los medios de comunicación. (Y ojo que fue el otro Pepe, Batlle, el que inició este ejercicio en la radiotelefonía nacional.)

Fue en esta entrevista en donde desarrollé parte de mi idea: de cómo en 40 años, dos tipos habían delineado una política económica que dejó -resultados a la vista-, esta destrucción que algún día alguien tendrá que titular EL VACIAMIENTO, casi con seguridad. Los japoneses dicen que es en verdad el Futuro el que determina el Pasado. Este ejemplo les da la razón. Ya hace bastante tiempo se viene hablando de la política exterior de los Estados Unidos, de cómo el Imperio comenzó, luego de la segunda guerra mundial, a cimentar su poderío no solo en su armamento, sino en el mundo de los negocios, en el ala empresarial, en la Economía propiamente dicha. Subiéndose al carro de la revolución industrial propiciada x Inglaterra (su madre patria), pero metiendo acelerador en las reformas político-económicas que alentaron primero en sus países, pero sobre todo en los países del resto del mundo, más, incluso, en aquellos llamados hoy mercados en expansión.

Tanto Jorge Batlle, como Julio María Sanguinetti (surgido en la misma Lista 15 de Batlle, dentro del Partido Colorado) fueron los dos tipos a los que alude mi idea. En lo que tiene que ver con la hipótesis que sostengo, dos hechos fundamentales: en 1968 Jorge Batlle (entonces un simple portador del apellido y del linaje político de sus ancestros, pero ya formando parte de la vida política del Uruguay) daba la nota con un hecho que se conoció públicamente como “La Infidencia” y que no fue otra cosa que buchonear a un medio de comunicación que la moneda uruguaya se iba a devaluar. Esto tuvo consecuencias sumamente trágicas para el país y en parte fueron esas consecuencias las que sirvieron de primeros escalones para lo que sería la debacle y la corrupción de aquellos años, el desorden social y económico que terminarían más adelante con la dictadura (también planificada desde el norte, como es de público conocimiento), y las posteriores etapas de la democracia que siguió después.

De 1969 al 71 Sanguinetti fue Ministro de Industria y Comercio, ni más ni menos, una cartera estratégica para los temas de los que hablamos, que de seguro le hicieron articular con las clases más altas del Uruguay. (Ni que decir que en aquella época quienes estaban en esta área eran los más acaudalados, en verdad cómo ha sido siempre.) Juntos, Batlle y Sanguinetti, fueron corredactores de la Reforma Constitucional de 1967 que disponía básicamente dos cosas (también alentadas x la política exterior de los Estados Unidos): primero la creación del Banco Central, con poder monopólico para emitir dinero en cantidades indiscriminadas (pudiendo triplicar o cuadriplicar sus encajes, o sea la guita que tenían en sus arcas); y segundo, lo que no es menos importante y sería a la postre trascendental en esta historia, se permite la asociación de privados con los Entes del Estado, y del Estado con privados: LA PIEDRA FUNDAMENTAL DEL NEOLIBERALISMO.

Sobre este ítem se iría a sustentar toda la economía del país en los años siguientes hasta nuestros días (las famosas inversiones extranjeras y el achique del Estado perdedor).Estos dos tipos, Batlle y Sanguinetti, x entonces con 40 y 30 años de edad, rubricarían la reforma y serían, veinte años para acá, el segundo el articulador de la salida democrática (junto a su aliado militar el extinto Gral. Hugo Medina –Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, su Ministro de Defensa después) en las charlas del Parque Hotel y en el Club Naval; y el primero, el que permitió que toda la debacle bancario-financiera del 2002 barriera con los 3500 millones de dólares que subsistían en nuestra caja (justo el tipo que había jodido con que se quedaba con el capital llamado muchacho y no con el oro una elección atrás). Los dos firmantes fueron corresponsables de esto último: no olvidemos que efectivamente el vicepresidente de Jorge Batlle no fue otro que el delfín e intimo amigo de Sanguinetti, Luis Hierro López.Las Manos de Filippi, el notable grupo under argentino, ya cantaban hace unos años que “Sanguinetti es el Menem de Uruguay”, y creo que no se equivocaban.Ahora que el Frente Amplio se dispone a liquidar vía reforma tributaria lo que queda de la clase media del país – dejando explotadores y explotados, las cortes de los explotadores y los puestos dirigenciales de los explotados-, esperando La Segunda Ola, justo que estoy haciendo todos estos razonamientos, llama a la radio una señora que se pregunta “x qué tengo tantos resentimientos, que no es momento, que es momento de ‘tirar para adelante’”, dándole un toque holístico a la programación (el lado “coca” de la vida). Entonces se me vienen dos citas a la cabeza: aquella de Schopenhauer que dice que algunos van así, entontecidos x la esperanza, como bailoteando y bailoteando hacia la tumba; y la de Hesíodo sobre los cerebros: hay de tres clases, los que entienden x sí mismos, los que entienden lo que les es mostrado, y los que no entienden ni x si mismos ni x demostración ajena.Pero después, pensando en lo diabólico del principio de la nota, me acuerdo de Copérnico, que ya alrededor del 1500 sabía que el Sol era el centro del sistema sobre el que giraba la tierra, que tuvo que esperar a Kepler y este a Galileo, que tuvo que abjurar ante la iglesia y esperar a Newton... y así se fueron 200 años para que los cerebros del mundo se dieran cuenta de que era así, como decía Copérnico nomás, aunque 200 años antes... Y es acá que me doy cuenta de que no soy Copérnico ni Kepler ni Galilei...... Los votaron los uruguayos, eso es lo que hay que decir de estos tipos, Sanguinetti y Batlle.

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