Del mismo modo que la actividad turística transcurre por sus temporadas zafras de sol y playa, invierno, cruceros, camping y deportes, náutica, y otras, estamos llegando, ya ingresando señores, a una temporada de diagnósticos - pronósticos dirigidos a adelantar, en exclusivo, lo que sucederá en la próxima temporada.
Los fundamentos de tal actitud adivinatoria, como de orientales pitonisas, que suelen tomar desde próceres del tema hasta noveles autoridades, desde antiguos empresarios hasta recién llegados al privilegiado círculo de “esos-son- (ahí están) -los-que-saben-de-turismo”, son de los más variados, desde los que recurren a sesudas disquisiciones económicas y sociales, pasando por quienes compelen a explotar nuestros “únicas en el mundo” e irresistibles atractivos, hasta los que se manejan con un atroz simplismo y sólo citan que “los porteños tienen tantas ganas de venir, pero tantas,, que se les hace imprescindible, no pueden vivir sin pasar un tiempito acá, hasta un mes o dos, ¿viste?” (la coletilla en forma de interrogante forma parte de un buscado mimetismo inter nacional que ni la amenaza del misil contra la planta pastera podrá evitar).
Todas las formas de prever la (s) temporada (s) estás encuadradas en ese abanico y son refrendadas por funcionarios públicos de jerarquía que invitan al definitivo despegue de lo que con léxico de antigualla siguen llamando “industria sin chimeneas”, mientras manejan números de excelencia y valiosos agregados a la oferta nacional, convirtiéndola en aun más deseable, y recorren conferencias de prensa y pantagruélicas cenas donde se presentan novedades y mejoras. Manos apretadas, sonrisas y fervientes declaraciones de triunfo, mientras las corbatas se pierden haciendo ganar más intimidad, más certeza en la victoria de la hermandad del turismo.
¡CUIDADO QUE…!
Lástima que a la zafra de los diagnósticos siga la de las advertencias, casi siempre sobre los cambios coyunturales de economías y tendencias, más sobre lo que “lamentablemente” no se hizo, omisión que tanto refiere a lo prometido sobre atracciones, como a medidas de estímulo no concretadas, como a la debida promoción nunca ejecutada. Ejemplos (en tono de ironía) : no se terminó la obra de uno de los accesos al Polonio (culpable: el Ministerio de Transporte y Obras Públicas), no se regala a los turistas litros de nafta, entradas a discos, vales para desayunos y almuerzos, suscripciones estivales a las publicaciones locales, paseos extras, kilos de pañales, dulce de leche y algún recuerdo, incluido dos completos dossier, uno sosteniendo que Gardel nació en Tacuarembó y otro que la actividad de Botnia no contaminará el río Uruguay. Un tercer dossier, sobre por qué Recoba es mejor que Maradona, fue descartado por insostenible. Todo culpa del Ministerio de Turismo (que para colmo lo es también de Deporte y tiene que lidiar con los líos con Casal, Figueredo…) y de los insaciables operadores, que siempre se quejan, lloran.
Y a la temporada de advertencias, que suele culminar a fines de noviembre, sigue la de “culpas y sálvese quién pueda”, donde los funcionarios públicos recorren agitadas reuniones de operadores que desean cortarles la cabeza por lo que hicieron, todo mal, y dijeron, todo peor; pero estos responden con una mezcla de contra acusación, nuevos pretendidos estímulos y “no molesten que tengo mucho por hacer”, mientras alternan sus naturales actividades políticas y administrativas con la presencia en cuanta feria internacional o lanzamiento nacional de último momento se les proponga.
EN MANOS DE DIOS
Diagnósticos – pronósticos, advertencias y culpas que serán olvidados si la zafra más o menos se acomoda por alguna razón que seguramente nadie enarboló en los tejes-y-manejes previos; pero si se impone la lógica, comprobado el fracaso, o casi, se desarrolla una etapa con doble contenido. Por un lado, el grito crispado, el reclamo enardecido de que esto no puedo seguir así; por otro, si estamos en el mismo barco, vamos a planificar y prometernos hacer las cosas mejor. Estas corrientes se juntan para echar culpas a factores exógenos y determinar una nueva etapa del círculo vicioso del turismo uruguayo. ¡Alerta!, estamos diagnosticando/pronosticando.
Todo ese proceso denuncia falta de cultura turística, que implica conciencia de carencias, voluntad de irlas superando y estímulo al reconocimiento, propio y ajeno, de las ventajas del país destino.
Bueno, en realidad no es tan sencillo; más: es bastante difícil para una oferta de un producto con marca reciente, alejado en el mapa y complicado en su planificación y propuesta, las que, dada la capacidad para repetir el circuito considerado, deberían ser rápidamente completadas. Pero, por favor, no quiero ingresar en alguna de esas etapas, perdonen, quizás los termine desilusionando, pero tanta vuelta me marea.
Los fundamentos de tal actitud adivinatoria, como de orientales pitonisas, que suelen tomar desde próceres del tema hasta noveles autoridades, desde antiguos empresarios hasta recién llegados al privilegiado círculo de “esos-son- (ahí están) -los-que-saben-de-turismo”, son de los más variados, desde los que recurren a sesudas disquisiciones económicas y sociales, pasando por quienes compelen a explotar nuestros “únicas en el mundo” e irresistibles atractivos, hasta los que se manejan con un atroz simplismo y sólo citan que “los porteños tienen tantas ganas de venir, pero tantas,, que se les hace imprescindible, no pueden vivir sin pasar un tiempito acá, hasta un mes o dos, ¿viste?” (la coletilla en forma de interrogante forma parte de un buscado mimetismo inter nacional que ni la amenaza del misil contra la planta pastera podrá evitar).
Todas las formas de prever la (s) temporada (s) estás encuadradas en ese abanico y son refrendadas por funcionarios públicos de jerarquía que invitan al definitivo despegue de lo que con léxico de antigualla siguen llamando “industria sin chimeneas”, mientras manejan números de excelencia y valiosos agregados a la oferta nacional, convirtiéndola en aun más deseable, y recorren conferencias de prensa y pantagruélicas cenas donde se presentan novedades y mejoras. Manos apretadas, sonrisas y fervientes declaraciones de triunfo, mientras las corbatas se pierden haciendo ganar más intimidad, más certeza en la victoria de la hermandad del turismo.
¡CUIDADO QUE…!
Lástima que a la zafra de los diagnósticos siga la de las advertencias, casi siempre sobre los cambios coyunturales de economías y tendencias, más sobre lo que “lamentablemente” no se hizo, omisión que tanto refiere a lo prometido sobre atracciones, como a medidas de estímulo no concretadas, como a la debida promoción nunca ejecutada. Ejemplos (en tono de ironía) : no se terminó la obra de uno de los accesos al Polonio (culpable: el Ministerio de Transporte y Obras Públicas), no se regala a los turistas litros de nafta, entradas a discos, vales para desayunos y almuerzos, suscripciones estivales a las publicaciones locales, paseos extras, kilos de pañales, dulce de leche y algún recuerdo, incluido dos completos dossier, uno sosteniendo que Gardel nació en Tacuarembó y otro que la actividad de Botnia no contaminará el río Uruguay. Un tercer dossier, sobre por qué Recoba es mejor que Maradona, fue descartado por insostenible. Todo culpa del Ministerio de Turismo (que para colmo lo es también de Deporte y tiene que lidiar con los líos con Casal, Figueredo…) y de los insaciables operadores, que siempre se quejan, lloran.
Y a la temporada de advertencias, que suele culminar a fines de noviembre, sigue la de “culpas y sálvese quién pueda”, donde los funcionarios públicos recorren agitadas reuniones de operadores que desean cortarles la cabeza por lo que hicieron, todo mal, y dijeron, todo peor; pero estos responden con una mezcla de contra acusación, nuevos pretendidos estímulos y “no molesten que tengo mucho por hacer”, mientras alternan sus naturales actividades políticas y administrativas con la presencia en cuanta feria internacional o lanzamiento nacional de último momento se les proponga.
EN MANOS DE DIOS
Diagnósticos – pronósticos, advertencias y culpas que serán olvidados si la zafra más o menos se acomoda por alguna razón que seguramente nadie enarboló en los tejes-y-manejes previos; pero si se impone la lógica, comprobado el fracaso, o casi, se desarrolla una etapa con doble contenido. Por un lado, el grito crispado, el reclamo enardecido de que esto no puedo seguir así; por otro, si estamos en el mismo barco, vamos a planificar y prometernos hacer las cosas mejor. Estas corrientes se juntan para echar culpas a factores exógenos y determinar una nueva etapa del círculo vicioso del turismo uruguayo. ¡Alerta!, estamos diagnosticando/pronosticando.
Todo ese proceso denuncia falta de cultura turística, que implica conciencia de carencias, voluntad de irlas superando y estímulo al reconocimiento, propio y ajeno, de las ventajas del país destino.
Bueno, en realidad no es tan sencillo; más: es bastante difícil para una oferta de un producto con marca reciente, alejado en el mapa y complicado en su planificación y propuesta, las que, dada la capacidad para repetir el circuito considerado, deberían ser rápidamente completadas. Pero, por favor, no quiero ingresar en alguna de esas etapas, perdonen, quizás los termine desilusionando, pero tanta vuelta me marea.
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