lunes, 25 de agosto de 2008

547 - Alkimia - Contraidentidades - Golpazo dos, lúmpen y ocupante - RB

*por su propia definición, el lúmpen es ocupante. ocupa el lugar de la clase obrera, intentando anular su papel de oprimida que se torna constructora de la liberación, que para américa latina implica - con todas sus secuelas lógicas y materiales - tercermundismo y antiimperialismo - y antes también tercerismo - pero la consolidación de un único block guerrero dominador mundial, delincuente y policía ecuménica, gran hermano insolente, supuso la necesidad de convertir a sus soldados nacionales en ocupantesde sus países, regiones.
* esto me está dificultanto los vínculos con especies que incluyen amigos, profesionales y hasta hijos y familiares, y siempre hay idas y venidas, y sigo con hd, texto tres.
* BOLIVIA: ESTA EN JUEGO LA SUPERVIVENCIA
DE LA PATRIA GRANDE - Por Heinz Dieterich
1. El autoengaño sobre la derrota
Con la peligrosa derrota geoestratégica de la política de Evo Morales y Alvaro García Linera, en Santa Cruz; la activación de la Cuarta Flota Imperial en Mayport, Florida (28.4.), y la de facto autorización de la Organización de Estados Americanos (OEA) de la división de Bolivia, Washington ha avanzado tres pasos trascendentales para reestablecer su control sobre el "patio trasero" y destruir la revolución democrática-bolivariana de América Latina.
La afirmación de Evo de que el "referendo" fue un "rotundo fracaso" ­repetida por las agencias de propaganda oficiales de los gobiernos afines y sus intelectuales liberales­ es otro más de los autoengaños que han caracterizado la política del Palacio Quemado frente al cáncer de la subversión imperial-oligárquica en las cuatro provincias separatistas, durante los dos últimos años.
2. Combatiendo el cáncer con aspirinas
La esencia de esta política ha sido enfrentar ese cáncer con las aspirinas del diálogo pacífico; de la redacción de papeles en la Asamblea Constituyente; de la petición de socorro al Departamento Colonial de Washington, la OEA; de la mediación de la reaccionaria Iglesia católica; de la inoperante ONU y del, en el contexto actual, insignificante Premio Nobel de la Paz.
El resultado fue previsible. Mientras el gobierno situaba su terapia en las elevadas esferas de la democracia burguesa, del diálogo y del humanismo, el cáncer crecía rápidamente en el darwiniano mundo de la realpolitik boliviana ­alimentado desde su cordón umbilical, la embajada gringa, y fortalecido por las bandas paramilitares (UJC)­, haciendo metástasis en otras cinco provincias. El final del desfase entre la enfermedad imperialista y la terapia humanista nacional es pronosticable. Si el gobierno de Evo no cambia cualitativamente su política y si no logra un apoyo real de los países latinoamericanos decisivos, antes de los referenda separatistas de junio, el oriente boliviano terminará como Panamá y Kosovo.
3. La largamente previsible crisis del gobierno boliviano en Santa Cruz
La noche del sábado, 9 de diciembre de 2006, el gabinete boliviano se reunió en el exclusivo "Hotel Portales" de Cochabamba, para deliberar sobre el peligro de sedición separatista de la oligarquía de Santa Cruz. Coordinaba la sesión uno de los tres hombres decisivos del Palacio Quemado. Durante un breve receso comentó que la opinión del gabinete se inclinaba hacia la militarización de las provincias sediciosas. "En algún momento el Estado tiene que mostrar fuerza", decía. "Este momento ha llegado."
4. "Recuerden el estado de sitio de Fernando de la Rúa"
Conociendo bien la historia boliviana, y habiendo hablado con oficiales de la Fuerza Armada de Bolivia sobre la situación, me permití decirle al amigo: "Si mañana mandan las tropas, pasado mañana tendrán que entregar el gobierno. Las Fuerzas Armadas de Bolivia no van a matar por ustedes. Si decretan el estado de sitio y los civiles salen a la calle y las Fuerzas Armadas no disparan, tienen que entregar el poder. Recuerden lo que pasó con Fernando de la Rúa, el 11 de diciembre del 2001."
5. Memorando del Bloque Regional de Poder Popular (BRPP), al Gobierno
Esa misma noche, una delegación del Bloque Regional de Poder Popular (BRPP) ­fundado en el "Primer Encuentro de Pueblos y Estados por la Liberación de La Patria Grande", en octubre, 2006, en Sucre, Bolivia­ redactó un memorando sobre el escenario de la subversión separatista en los Departamentos de la "Media Luna", sugiriendo una serie de medidas para contrarrestarla.
En esencia, el documento sostenía que era demasiado tarde para parar la conspiración tan sólo con la fuerza del gobierno central. Que, entre otras medidas, era urgente organizar un programa nacional de formación de cuadros, una campaña mundial de información sobre la conspiración, fortalecer un movimiento multisectorial de solidaridad latinoamericano y, lo más importante, enviar misiones diplomáticas bolivianas capaces a determinadas capitales latinoamericanas, para que Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba encabezaran una enérgica iniciativa política latinoamericana, destinada a neutralizar la conspiración oligárquica-imperial.
La calidad teórica-política y el realismo de este documento ­redactado por delegados de Perú, Paraguay, Argentina, Venezuela y Bolivia, entre otros países­ estaban plenamente establecidos, entre otros factores, por el fracaso del planeado golpe policiaco-militar del 11 de octubre, 2006, contra Evo; fracaso que se debe esencialmente al BRPP y a Hugo Chávez, contrario a algunas declaraciones tontas que posteriormente hizo el entonces vocero presidencial, Alex Contreras.
6. Ideas liberales y políticas legalistas, en lugar de realpolitik antiimperialista
En la tarde del domingo, 10 de diciembre de 2006, en una reunión televisiva con el presidente y el vicepresidente, se le entregó al vicepresidente el memorando. Obviamente, no tuvo consecuencia alguna.
En lugar de implementar un plan estratégico regional para neutralizar el proyecto de Washington, el gobierno seguía insinuaciones exógenas para realizar congresos de intelectuales liberales en Bolivia y distrajo la escasa capacidad de su aparato diplomático en el proyecto del "Premio Nobel de la Paz"; en vez de realizar cursos de formación política revolucionaria en todo el país, promovió a los intelectuales de la burguesía imperial, desde los confusionistas "posmodernos" de Hart y Negri, hasta la socialdemocracia europea y académicos españoles de flaca solvencia teórica; creyó en la quimera del "conflicto local" y del posible arreglo local con la oligarquía, aumentando sus subsidios económicos; se aferró a la Asamblea Constituyente, aún cuando ésta se había convertido en el caballo de Troya de la derecha y, posteriormente, a los buenos oficios de la jerarquía católica y de la OEA. En fin, errores teóricos-políticos garrafales en cadena.
7. El debacle geoestratégico y el desastre que se viene
Las consecuencias políticas de la derrota geoestratégica son potencialmente catastróficas. El vocero imperial, el Washington Post (WP), las formuló el 6 de mayo, sin tapujos: "Si Bolivia tiene suerte, el Señor Morales reconocerá que la mayoría de su país jamás aceptará una política etnocéntrica... Si, instigado por el Sr. Chávez, prosigue imponiendo su Constitución, es probable que el resultado sea un baño de sangre". Más claro aviso de un golpe de Estado no puede haber.
Los ejecutores del "baño de sangre" anunciado serán los sectores militares golpistas bolivianos y las bandas paramilitares, al igual que en Chile. El brazo externo lo proporcionan las bases militares estadounidenses en Colombia, Manta, Ecuador, y la Cuarta Flota Imperial. Anunciando la reactivación de la U.S. 4th Fleet, el Comandante de la Marina de Guerra (CNO), Almirante Gary Roughead, dijo que se trataba de mandar "una fuerte señal a todos los servicios marítimos civiles y militares en América Central y América Latina". Considerando, que el Pentágono conceptualiza actualmente sus Fuerzas Navales y Aéreas como la "reserva estratégica" de su poderío militar y que el comandante de esta nueva fuerza intervencionista es el actual jefe del Comando Naval de Operaciones Especiales, el mensaje es tan claro como el del Washington Post.
8. Los objetivos estratégicos del enemigo
La derrota geoestratégica de la política de Evo y Alvaro en las provincias separatistas ha convertido la situación boliviana en un asunto hemisférico, tal como la agresión de Uribe a Ecuador transformó el conflicto interno colombiano en un asunto de paz y guerra regional.
En este escenario de ofensiva generalizada de Washington, la próxima jugada de la Casa Blanca es clara: con el informe de Interpol sobre las supuestas computadoras de Raúl Reyes, que se publicará a mediados de mayo, se pondrá a Hugo Chávez o a Venezuela en la lista de países que apoyan el "terrorismo internacional"; salvo que acepte cambiar esencialmente su política de integración latinoamericana.
Los objetivos de esa ofensiva para este año son evidentes: neutralizar o hacer caer el gobierno de Evo Morales; facilitar la derrota electoral del presidente Chávez en noviembre e intimidar al presidente Correa, Lula y Cristina Kirchner, para impedir la Constitución del Consejo de Defensa de Sudamérica, planeada para setiembre.
9. La hora del Termidor
A todo proyecto serio de desarrollismo latinoamericano, desde el Dr. Francia en Paraguay, el general Perón en Argentina, la Revolución Sandinista y el coronel Hugo Chávez, le llega pronto la hora del golpe militar. Esta es la coyuntura que vive América Latina: es la hora del Termidor.
Ante este momento decisivo, es necesario un cambio cualitativo en la política del gobierno boliviano, porque la continuidad de su política actual significaría la destrucción del bolivarianismo latinoamericano.
Siendo evidente: 1. la incapacidad del gobierno boliviano de resolver esta crisis; 2, que está en juego la sobrevivencia del proyecto de la Patria Grande, y 3, que el desenlace de esta derrota geoestratégica es un asunto de seguridad nacional para Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Cuba, Brasil y Argentina; es imprescindible que los Presidentes de estos países encuentren, a la mayor brevedad posible, la forma de implementar un plan estratégico para contener el avance de la subversión separatista imperial-oligárquica.
La derrota geoestratégica de Bolivia es, al mismo tiempo, una derrota estrepitosa de los ineptos aparatos diplomáticos latinoamericanos y la catastrófica falta de inteligencia y planeación estratégica de esos gobiernos, que ante un peligro mortal evidente desde enero de 2006, no lograron hacer otra cosa que reaccionar en el último momento mediante firmas de intelectuales y declaraciones desdentadas de sus diplomáticos. Si este proyecto de integración bolivariano se malogra, no será por la falta de condiciones objetivas para triunfar, sino por el descuido catastrófico de esos gobiernos en cuanto a la creación de instituciones de planeación e inteligencia estratégica de alto nivel.
10. El Orden de Batalla
Ante los anuncios de matanza por los voceros imperiales, Evo puede ahorrarse el tiempo de protestar ante el Departamento de Estado o la OEA. La hora del Termidor (contrarrevolución) es la hora del poder real y con eso, la hora del Orden de Batalla. Es decir: la identificación precisa de los factores que deciden la guerra, entre ellos los efectivos, la estructura de mando, el despliegue de las unidades y el equipo de las fuerzas militares y civiles enemigas, así como de las fuerzas propias.
Esta correlación de fuerzas y objetivos determina tanto los probables cursos de acción del enemigo, como las operaciones tácticas y estratégicas de las fuerzas bolivarianas.
Fidel Castro es el más grande estratega militar de América Latina. Hay que pedirle que inicie con urgencia el análisis de este Orden de Batalla, no desde la Razón del Estado cubano, sino desde el campo de la batalla de Tierra Firme.
¡Tal como hizo, en su momento, Simón Bolívar!
* el querido hd es un poco extremo radical, o quizás no, puede preferirse esta versión de la defensa k contra poderosos, que debe multiplicar esfuerzos para evitar otra generación sushi. es el texto cuatro,

* Conflicto y desafíos
Por Mario de Casas
Pacificar es muy distinto que claudicar ante la seducción o la violencia de los poderosos: esto nunca conduce a la paz social. Tal vez por eso el conflicto que se activó cuando el gobierno nacional puso en vigencia las denominadas retenciones móviles y entidades vinculadas al agro respondieron con una agresión a toda la sociedad está lejos de haber concluido; ni el conflicto ni los desafíos que plantea, que vienen desde el fondo de nuestra historia. A diferencia de la colonización norteamericana de los siglos XVII y XVIII, de carácter rural-doméstico, la colonización argentina del siglo XIX se orientó desde su origen hacia el mercado externo: terratenientes, burguesía intermediaria e inmigrantes, no obstante sus muy distintas situaciones, tenían como objetivo común la exportación de los productos primarios para importar las mercancías que no se manufacturaban en estas tierras. Esa orientación dominante hacia el mercado externo le impuso a la economía agropecuaria una fuerte dependencia de los oligopolios comerciales, industriales y financieros transnacionales. El sistema productivo generado por la colonización descansaba en el “libre” juego de las leyes del mercado y confiaba sin límites en el mercado externo.
Las grandes demandas de alimentos y materias primas que mantuvieron elevados los precios internacionales de las exportaciones argentinas fueron considerados factores permanentes de riqueza, no el fenómeno coyuntural de una etapa de ascenso de las potencias del capitalismo industrial. Salvo honrosas pero marginales excepciones, la confianza en la continuidad ilimitada de la opulencia que surgía del comercio con Gran Bretaña se había arraigado a tal punto en políticos e intelectuales de la época, que a fines de la tercera década del siglo XX, cuando se invirtió la relación de los términos del intercambio ocasionando la caída relativa de los precios de nuestras exportaciones primarias, el país carecía de hombres ideológica y económicamente formados, y políticamente comprometidos, para entender y afrontar la nueva situación. A excepción de los pocos pioneros de la industria nacional, nadie se ocupaba del desarrollo del mercado interno diversificando la producción y sustituyendo importaciones. Sacrificar en lo más mínimo el comercio exterior era atentar contra los sagrados intereses agropecuarios, a los que se identificaba con los intereses de todo el país. Intereses que tampoco entonces constituían un bloque homogéneo: una parte de los inmigrantes había logrado incorporarse a la clase de los grandes y medianos terratenientes, o enriquecerse en el comercio o como prestamistas, mientras las ambiciones de la mayoría se veían frustradas por el monopolio de la tierra y el saqueo del capital comercial y las empresas extranjeras. Hoy han cambiado algunos actores (por ejemplo, en lugar de Gran Bretaña pensemos en China e India) y ya no cuenta el inmigrante como actor colectivo, pero el problema central es análogo: no entendieron la contradicción principal generada por el proceso de colonización los que oponían el conjunto de los inmigrantes a los terratenientes y a la burguesía intermediaria, como no la entienden hoy quienes suponen que se da entre el conjunto de los “pequeños y medianos productores” versus terratenientes, pools de siembra y burguesía intermediaria, y luego se sorprenden por las coincidencias entre la Federación Agraria y las otras patronales agropecuarias. La contradicción principal no fue ni es entre grandes y pequeños capitalistas agropecuarios: la oposición de estos últimos siempre fue débil y provisoria, como lo ha reflejado históricamente el comportamiento zigzagueante de las organizaciones que fundaron.
La contradicción principal fue y sigue siendo entre un país para los pocos que viven bien del mercado externo, un país que no se desarrolla ni ofrece condiciones de vida dignas para la mayoría, versus un país que aproveche sus importantísimos y variados recursos para generar industrias, producir ciencia y tecnología (aplicar nuevas tecnologías no es lo mismo que crearlas: plantar soja no garantiza que participemos de la futura fiesta de los agronegocios) y crecer con justicia social, integrándose política, económica y culturalmente a la región e intercambiando con el resto del mundo en condiciones de simetría: éste es el país en el que podremos vivir bien los cuarenta millones que somos y unos cuantos más. Siendo esto así, hay que seguir trabajando y para eso no está de más señalar que casi todos coincidimos en que el diálogo es el modo de comunicación que distingue a las sociedades democráticas. Las diferencias aparecen cuando algunos suponen que el diálogo debe necesariamente conducir al “consenso”; el diálogo puede conducir al disenso sin que esto implique un deterioro de la tan mentada “calidad institucional”. Todo lo contrario, el disenso dialogado es un signo vital de la democracia, que presupone el disenso y requiere el consenso sobre un solo punto: las reglas de la competencia por el poder, y que se basa en la presencia de un consenso que no excluya el disenso y en un disenso que no trivialice el consenso. Esto es fundamental, porque así como hay quienes, con tal de alcanzar el “consenso” (que confunden con unanimidad), son capaces de vaciar de contenido cualquier decisión política, están los que entienden que el “consenso” consiste en imponer –si es necesario a sangre y fuego– sus intereses y/o pareceres, “confundiéndolos” con los de “la patria”. Ambos subestiman la democrática regla de la mayoría.
Asimismo, la calidad institucional está lejos de ser una mera cuestión de formas. Calidad institucional implica que las instituciones cumplan con la finalidad para la que fueron diseñadas, pero el logro de esas finalidades está permanentemente expuesto al riesgo de captura, sea por parte de burocracias, del poder económico o de corporaciones. En cualquiera de estas situaciones el funcionamiento institucional queda unívocamente determinado, lo que equivale a decir que es autoritario. Este grave problema, cuya consecuencia visible es la pérdida creciente de confianza en las instituciones y en la democracia misma, encuentra un antídoto en el control social que a su vez se resiente cuando se niegan medios y oportunidades para la movilización y participación popular. En otras palabras, el consensualismo vacío –siempre funcional a los poderosos– o la imposición de ciertas coerciones –físicas, económicas o de otra índole– deterioran la calidad institucional, y hay necesidades y carencias que importan no sólo como sufrimientos de individuos aislados, sino como problemas sociales que debemos enfrentar a partir del reconocimiento de responsabilidades colectivas y públicas. No hay calidad institucional sin calidad de la democracia.
Es oportuno poner en evidencia otra de las falaces letanías de la derecha, que reitera diariamente su “preocupación” por la “concentración de poder político”. Si algo se ha podido comprobar con el conflicto entre los intereses sociales y los de algunos sectores del agro, es que nuestro país no es una excepción en cuanto al escaso poder relativo que –ante fuertes poderes corporativos– tienen los Estados y los gobiernos democráticamente electos en los países de nuestra América latina para avanzar en la democratización de sus respectivas sociedades. Por lo tanto, la construcción de poder político es una condición necesaria, no un peligro, y será tanto más legítima en la medida en que se haga respetando las formas pero también la razón de ser de la democracia, que es mejorar las condiciones de vida de nuestros pueblos. En estos desafíos está nuestro compromiso.
* el autor es presidente del ENRE, ex titular del ente regulador energético de Mendoza y uno de los redactores del documento de la Concertación Plural por parte de Julio Cobos.
** en esa dirección, también quizás debamos cobijar ciertas variedades del elemento socializante revolucionario, lindo este texto, el cinco.

Enemigos de la corbata
Un fantasma recorre América latina. Un nuevo movimiento revolucionario avanza sobre la vieja política: Los Sin Corbata. Reynaldo Sietecase.
Un fantasma recorre América Latina. Se llama informalidad y está dispuesto a todo. Por lo pronto se conforma con llegar al poder. Un nuevo movimiento continental y revolucionario avanza sobre las viejas estructuras políticas. Son Los Sin Corbata. El último de sus representantes acaba de asumir la presidencia de Paraguay. El ex obispo Fernando Lugo hizo su primer discurso vestido con una camisa blanca de cuello mao y calzando sandalias. Antes de meterse en política, Lugo tuvo a su cargo la arquidiócesis de San Pedro, en el empobrecido norte paraguayo. Como si estuviese en misa, anunció: “Renuncio a vivir en un país donde unos no duerman porque tienen miedo y unos no duerman porque tienen hambre”. Y siguió, sin tener que sacarse el saco que no tenía, “renuncio a un Paraguay con jóvenes tristes. Yo anuncio un Paraguay con jóvenes protagonistas de su destino”. Después hizo un gesto que muchos dirigentes del Partido Colorado, derrotado después de seis décadas de hegemonía, no se cansaron de criticar: renunció a su sueldo. Los cuatro mil dólares que el Estado debería pagarle por su trabajo de presidente irán a un fondo de ayuda para los más necesitados. “Es un demagogo”; “otro populista”, “por qué no se preocupa por gobernar”, le dijeron. Antes que Lugo, otro presidente electo sepultó el uso de la corbata. Evo Morales hizo toda su campaña vestido con camisas o con un jersey. Para el acto de asunción, el 22 de enero de 2006, eligió un traje confeccionado por la diseñadora boliviana Beatriz Canedo Patiño. El primer presidente de origen indígena de América pidió que fuese confeccionado con algo de la cultura aymara. La diseñadora utilizó alpaca fina y un tejido centenario para el cuello y la solapa. En la película Cocalero se cuenta la historia de ese traje, que funciona como metáfora de la llegada de lo nuevo de la mano de lo ancestral. El economista Rafael Correa tampoco usa corbata. Su pinta de galán de cine lo exime de las críticas. Suele vestir trajes impecables y camisas bordadas con motivos indígenas. En enero de 2007, en el acto de posesión del mando, citó a Pablo Neruda y se despachó contra el neoliberalismo y los organismos internacionales que “dejaron al Ecuador en la miseria”. Tampoco son afectos a la corbata los presidentes Hugo Chávez y Daniel Ortega, de Venezuela y Nicaragua. Pero, cada tanto, para la foto, la desempacan. El senador uruguayo José “Pepe” Mujica, candidato a la presidencia, ya avisó que: “Puede seguir la moda de los presidentes raros”, en obvia referencia a Morales, Correa y Lugo. Al ex dirigente tupamaro es más fácil verlo con un termo y un mate que con una corbata. La corbata es inocente hasta cierto punto. Nació en el siglo XVII casi por casualidad. Cuentan que un regimiento de Croatas, después de vencer a los Turcos, llegó a París y sorprendió con su vestimenta a Luis XIV. Los soldados llevaban en el cuello unos pañuelos de colores. Se cree que su origen se remonta a los oradores romanos que utilizaban telas para proteger sus gargantas. Lo cierto es que el Rey de Francia hizo diseñar para la guardia de la corte un pañuelo con la insignia real al que llamó cravette, término que provenía de crabete, que quiere decir “croata”. El regimiento se llamó Royal Cravette. La tela en el cuello se extendió por el viejo continente y llegó a Inglaterra. Con los años, se convirtió en un símbolo de los sectores más opulentos de la sociedad. Los pronósticos iniciales apuntaban a su rápida desaparición: nadie le veía mucho sentido a eso de llevar una tela en el cuello que no estuviese destinada al abrigo. Pero a pesar de los agoreros, a principios del siglo XX empezó a producirse en forma masiva. “Destaca la verticalidad del cuerpo”, “realza la camisa”, “es signo de elegancia y estilo”, “ningún traje luce bien sin ella”, fueron algunos de los argumentos que todavía perduran. En 1924, el norteamericano Jerse Langsford “inventó” el corte de la tela en 45 grados y la dividió en tres piezas cosidas a mano. Éste es el método que siguen utilizando para su confección las casas de ropa más prestigiosas del mundo. Símbolo fálico, marca de virilidad. Según algunos estudiosos, las corbatas hasta pueden revelar la personalidad. La decisión de Lugo, Evo y Correa tal vez tenga más que ver con otra historia menos difundida y, por cierto, de imposible comprobación. Me la contó el psicoanalista y escritor mexicano Fredo Arias de la Canal. Él usaba camisas con el último botón del cuello abrochado. Ante mi pregunta por la ausencia de corbata, me contó que un gobernador militar inglés en Escocia obligaba a los habitantes de la zona que controlaba a llevar una soga alrededor del cuello para recordarles su condición de vasallos. Cuando alguno se rebelaba, lo hacía ahorcar con el mismo lazo que portaba en el cuello. Fredo estaba convencido de que esa política de sumisión devino en moda y así nació la corbata. Por esa razón se resistía a la costumbre de “amarrarse el cogote”. La rebeldía formal de un pequeño grupo de presidentes latinoamericanos no alterará el extendido uso de las corbatas en Occidente, pero tal vez funcione como una señal: es posible vivir sin una soga al cuello.

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