jueves, 7 de agosto de 2008

526 - Alkimia - Postidentidades - Mordazas - Santiago Valledor

* escuchando a viglietti prosperó en mí una cierta tristeza, nada nostalgiosa, ni voy a hablar de lejanas ciudades y pasados encuentros. era una tristeza nomás, consciente de sí - casi independiente de mí, y de todos los "tu" que me doblaron-multiplicaron -. una tristeza que, si quisiera postidentificarla, se parecería a una mordaza.
* todas las mordazas son deleznables y puras, vanidosas e insolentes. no me imagino una mordaza contenta, ni a un amordazado feliz. puede que establezcan una relación de comodidad, que podría crecer desde la conformidad al embelezo.
* no me imagino una mordaza triste, no sabría como llegar a ese estado absolutamente humano. pero tampoco puedo hacerme la idea de un amordazador consciente de su íntima tristeza, que elude en mil de garabatos, fríos arabescos de la actividad amordazante.
* incapaz de sensaciones extremas, la mediocridad del dúo mordaza-amordazante se prolonga en un sopor de estructura fría, insoportable, con una cierta inconsciencia de su papel torturante y extraño goce de su circunstancial superioridad. viven su agónico momento de triunfo, saben de su futura ausencia, nulidad, seguro castigo.
* el que la hace la paga, repetía mi madre, creía que la entencia era bíblica, como otra ley del talión. a veces no, edecía papá, recordando el frío de las rías gallegas en aquellos fríos inviernos, más gélidos en el oprobio enano del franquismo. lo cierto es que la mordaza era, estaba, se posaba en labios y conciencias como en la AL 70-80, grises sobre negros y tantos dedos arrancando cintas y esparadrapos.
* y las voces salieron todas, y aún claman justicia, la que intentan negarles, porque falta arrancae mordazas y amordazantes, falta,, aún falta mucho, y algunos de ellos aún ríen. qué lástima, y cómo lastima, ¿no?

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