Estuve de viaje - muy cerca y muy complicado, pero no es el caso – y no pude escribir lo que me propuse “debe “ ser una columna semanal para bb. Explico lo del viaje, haber estado fuera, por dos razones.
Primera, donde estuve, como dije: cerquita nomás, comprobé que Uruguay no atrae informativamente y no encontré noticia alguna del país en los medios a mi alcance.
Segunda, al regresar, comprobé que cierta indiferencia, indolencia o molicie ha atacado a los círculos políticos y periodísticos, unos acostumbrados a tires y aflojes ya tradicionales, y otros a repetir informaciones agotadas de contenido – y a hacerlo en tonos rimbombantes, gritando, como si quisieran despertar al escucha -.
Así no va, chatura dura y pura, ronroneo sin futuro, agotador y tedioso, adoptando, incluso, la terrible moda de que los medios hablen de sí y de otros medios, para que otros medios levantes la pelea entre medios, mediáticos y figurines.
Así no va, porque el público – votante, ciudadano, vecino, lector, espectador – necesita de otra cosa y está en condiciones de exigirlo. De esta manera, no resguardamos identidades ni protegemos el civilismo, resultado civilizatorio y cultural de la interrelación social.
No defiendo, y menos propongo, un culto a la novedad, niego el sensacionalismo, la invención mediática y el facilongo recurso de la acumulación de epítetos, adjetivación sobre vacío, pero deseo un normal movimiento social, que suponga movilización, estar atentos y poder seleccionar, elección y rechazo donde se lubrica el rico juego democrático, que sólo daña a quien hace mal u omite.
El país merece otra atención profesional de sus dirigentes, de sus comunicadores y de su gente.
Primera, donde estuve, como dije: cerquita nomás, comprobé que Uruguay no atrae informativamente y no encontré noticia alguna del país en los medios a mi alcance.
Segunda, al regresar, comprobé que cierta indiferencia, indolencia o molicie ha atacado a los círculos políticos y periodísticos, unos acostumbrados a tires y aflojes ya tradicionales, y otros a repetir informaciones agotadas de contenido – y a hacerlo en tonos rimbombantes, gritando, como si quisieran despertar al escucha -.
Así no va, chatura dura y pura, ronroneo sin futuro, agotador y tedioso, adoptando, incluso, la terrible moda de que los medios hablen de sí y de otros medios, para que otros medios levantes la pelea entre medios, mediáticos y figurines.
Así no va, porque el público – votante, ciudadano, vecino, lector, espectador – necesita de otra cosa y está en condiciones de exigirlo. De esta manera, no resguardamos identidades ni protegemos el civilismo, resultado civilizatorio y cultural de la interrelación social.
No defiendo, y menos propongo, un culto a la novedad, niego el sensacionalismo, la invención mediática y el facilongo recurso de la acumulación de epítetos, adjetivación sobre vacío, pero deseo un normal movimiento social, que suponga movilización, estar atentos y poder seleccionar, elección y rechazo donde se lubrica el rico juego democrático, que sólo daña a quien hace mal u omite.
El país merece otra atención profesional de sus dirigentes, de sus comunicadores y de su gente.
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