muy urticante denuncia
de un modo de estirar la
dominación, leer atentamente
y sin pensar que es un caso único, rb
Bueno, ¿cuál es el sentido del universo? No empecé a leer los periódicos del domingo con esta pregunta en mente, pero después de tener que pasar penosamente por violaciones en masa en el Congo, bombardeos en Bagdad y la importancia de K-Fed [N. del T.: Kevin Federline, rapero estadounidense conocido por su matrimonio con Britney Spears] como padre, no podía esquivar por más tiempo la cuestión. Entonces, en medio de la sección de reseñas del New York Times Week –uno de los espacios más caros de la industria editorial– me encontré con un anuncio a doble página con el título “¿Tiene sentido el universo?”
El texto del anuncio lo componían las respuestas de doce tipos-con-aspecto-de-científico-y-filósofo, que iban desde que el universo no tiene ningún sentido (el bioquímico Christian de Duve) a que está dirigido con un sentido claro (Jane Godall) y el lamento total, como el del astrónomo Owen Gingerich: “Francamente, soy psicológicamente incapaz de creer que el universo no tiene sentido.” (Aguántate Owen, es el único universo que tienes). Me ofendió que no me pidieran contribuir con mi teoría de que éste es un universo de prueba que ha resultado ser defectuoso. Pero me sorprendió más todavía el patrocinador del anuncio: la Fundación John Templeton.
Hace un par de semanas la Fundación Templeton apareció en las noticias en un contexto bastante menos elevado. John Templeton Jr., el presidente de la fundación, resulta que es uno de los fundadores de Freedom Watch, el nuevo grupo de derechas que ha estado emitiendo anuncios pro-guerra en los que se mezcla a Al Qaeda con lo que sea contra lo que estemos luchando en Irak. Puede que hayáis visto uno en el que un veterano se queja de que detener la guerra ahora hará que la pérdida de sus piernas no tenga ningún sentido, como el universo mismo.
Esta no es la primera o la única incursión de John Templeton en la política de derechas. En el 2004 promovió el grupo Let Freedom Ring [Dejad que suene la libertad], cuyo objetivo era conseguir el voto de los cristianos evangelistas para George W. Bush. Recientemente se ha unido a la campaña de Romney National Faith and Values Steering Committee [Comité para la Dirección de los Valores y la Fe Nacional], un grupo que incluye a un activista anti-aborto y un compañero de la Heritage Foundation [N. del T.: uno de los más importantes think-tank conservadores estadounidenses].
Así que la verdadera pregunta es, “¿Cuál es el sentido de la Fundación Templeton?”
Fundada por el padre de John Templeton Jr., Sir John Templeton, el inversor, la fundación se proponía tender puentes entre la ciencia y la espiritualidad al mismo tiempo que promover –algo que obviamente nada que ver con lo anterior– la libre empresa. En sólo diez años se ha convertido en una fuerza considerable en el mundo académico, generalmente financiando cualquier cosa que sea sobre asuntos borrosos y confusos para estudios gubernamentales acerca de, por ejemplo, el optimismo, la felicidad, el carácter, el perdón y la fe. Este año, su Premio Anual Templeton, valorado en un millón y medio de dólares, fue a parar al filósofo canadiense Charles Taylor, quien afirma en la página web de la fundación que “necesitamos urgentemente una nueva manera de comprender la propensión humana hacia la violencia.”
Quizá debería haber empezado por preguntarle a John Templeton Jr. O quizá hubo un error, y la fundación no tenía la intención de darle el premio al filósofo canadiense, sino a Charles Taylor, el señor de la guerra de Liberia.
¿Y qué hay del proyecto más empalagoso de todos, una beca de 8 millones de dólares para crear el Instituto para la Búsqueda del Amor Ilimitado, que Templeton Sr. definió como “el amor completo y constante por cada persona sin excepción”? ¿Hay algún problemilla edípico entre los Templetons o es que el universo es demasiado complicado para mí?
Pero la criatura más famosa de los Templetons es el joven campo de la Psicología Positiva, propuesto por Martin Seligman, de la Universidad de Pennsylvania, después de que su hija de cinco años le acusase de ser un “cascarrabias” y decidiese cambiar su actitud. La Psi Po trata sobre todo lo que psicología común, con su inclinación hacia la patología, ignora, lo que es en sí misma una admirable ambición. Aunque en la práctica se desliza peligrosamente, para algo que se considera a sí misma una ciencia, hacia lo preceptivo. Si no eres feliz –o optimista, o alegre– mejor que te pongas a trabajar en ello ahora, y nosotros tenemos “entrenadores” para ayudarte.
Pon toda esa felicidad y optimismo junto con la agenda política de John Templeton Jr. y podréis obtener resultados paranoicos de lo más bonito: por ejemplo, que la Fundación Templeton es un complot para idiotizar a los americanos, convirtiéndolos en sonrientes conformistas con el status quo. ¿Y no seria una coincidencia que Templeton ayudase a financiar la reelección del presidente más optimista que hemos tenido desde Ronald Reagan?
Así que asistí a la Sexta Conferencia Anual Internacional de Psicología Positiva en Washington DC la última semana a ver de qué iba, y soy feliz –lo que me hace también optimista, esperanzada y casi positiva– de informar de que este grupo creado por Templeton sería probablemente incapaz de conspirar incluso para encontrar todos juntos la salida de una bolsa de papel. Las presentaciones que presencié fueron de una variedad que iba de la mediocridad a la tontería. En el nivel mediocre o sub-mediocre había una conferencia sobre los efectos de un campamento de verano cristiano en los adolescentes, en la que se sugería que mejoró en ellos virtudes como el autocontrol y la paciencia. En cuanto a la tontería, nada pudo superar un par de sesiones protagonizadas por “entrenadores” y consultores de gestión empresarial utilizando sus Power Ppoints para ilustrar cómo hacen que las corporaciones sean más “positivas” y “basadas en la fuerza.”
Lo más extraño de todo fue que el fundador de la Psi Po, Martin Seligman, apareció, para consternación de buena parte de la audiencia, para renunciar a toda su empresa, afirmando desde el podio que “había decidido que mi teoría de la psicología positiva está completamente equivocada, así que he avanzado hacia una noción diferente.” Todo lo que puedo decir es que la nueva noción expande la jurisdicción de la Psi Po para incluir a la antropología, la ciencia política y la economía, y parece estar basada empíricamente en el amor de Seligman por el bridge (1) –el juego de cartas, no el vínculo entre lo espiritual y lo científico. Más allá de esto, mis largas y detalladas notas no ofrecen ninguna explicación.
Cuando terminó la sesión, acorralé a un joven psicólogo que había estado designado por la Fundación Templeton para entregar el Premio Martin E.P. Seligman a la Mejor Tesis de Investigación en Psicología Positiva. “¿Qué me dice de la financiación de anuncios pro-guerra por parte de John Templeton?”, le pregunté. “Sin comentarios”, me contestó al final, mencionando de paso que ya le habían hecho la misma pregunta con anterioridad.
Y es muy posible. Los beneficiarios académicos de la Fundación Templeton no sólo son oportunistas y gurús de la auto-ayuda, sino científicos serios, y éstos necesitan disociarse de la belicosidad imprudente de John Templeton Jr. No estoy diciendo que deberían devolver sus becas, sólo meter la cuchara un poco en la generosidad de Templeton cuando ponga un anuncio a toda página en el New York Times, acompañándolo con un intrigante titular del estilo “¿Cuál es el sentido de la ciencia? Una pista: no es la guerra.” Charles Taylor, con su premio de un millón y medio de dólares, debería organizar la campaña.
NOTAS: (1) Juego de palabras intraducible entre bridge (“construir, tender puentes”) y bridge (el juego de cartas) [N. del T.]
Barbara Ehrenreich es una periodista norteamericana que goza de gran reputación como investigadora de las clases sociales en EEUU. Esta actividad investigadora le ha ocupado toda su vida desde que se infiltró disfrazada de sí misma en la clase obrera que recibe salarios de miseria en su ya clásico Nickel and Dimed [Por cuatro chavos], un informe exhaustivo de las enormes dificultades por las que pasan muchos estadounidenses que tienen que trabajar muy duro para salir adelante. Luego, años más tarde, repitió la operación centrándose en la clase media, pero esta vez, para su sorpresa, no acabó trabajando de incógnito entre trabajadores, sino que básicamente tuvo que tratar con desempleados sumidos en la desesperación de haberse visto apeados del mundo empresarial. El resultado de esta reciente incursión es otro libro, más reciente, Bait and Switch. The (Futile) Pursuit of the American Dream. [Gato por liebre. La (fútil) búsqueda del sueño americano]. Actualmente dedica mucho tiempo a viajar por todo el país con el propósito de contar sus experiencias a distintos públicos que comparten sus mismas vivencias, está muy implicada en poner en marcha una nueva organización dedicada a articular a los desempleados de clase media. Traducción de Àngel Ferrero.
Bueno, ¿cuál es el sentido del universo? No empecé a leer los periódicos del domingo con esta pregunta en mente, pero después de tener que pasar penosamente por violaciones en masa en el Congo, bombardeos en Bagdad y la importancia de K-Fed [N. del T.: Kevin Federline, rapero estadounidense conocido por su matrimonio con Britney Spears] como padre, no podía esquivar por más tiempo la cuestión. Entonces, en medio de la sección de reseñas del New York Times Week –uno de los espacios más caros de la industria editorial– me encontré con un anuncio a doble página con el título “¿Tiene sentido el universo?”
El texto del anuncio lo componían las respuestas de doce tipos-con-aspecto-de-científico-y-filósofo, que iban desde que el universo no tiene ningún sentido (el bioquímico Christian de Duve) a que está dirigido con un sentido claro (Jane Godall) y el lamento total, como el del astrónomo Owen Gingerich: “Francamente, soy psicológicamente incapaz de creer que el universo no tiene sentido.” (Aguántate Owen, es el único universo que tienes). Me ofendió que no me pidieran contribuir con mi teoría de que éste es un universo de prueba que ha resultado ser defectuoso. Pero me sorprendió más todavía el patrocinador del anuncio: la Fundación John Templeton.
Hace un par de semanas la Fundación Templeton apareció en las noticias en un contexto bastante menos elevado. John Templeton Jr., el presidente de la fundación, resulta que es uno de los fundadores de Freedom Watch, el nuevo grupo de derechas que ha estado emitiendo anuncios pro-guerra en los que se mezcla a Al Qaeda con lo que sea contra lo que estemos luchando en Irak. Puede que hayáis visto uno en el que un veterano se queja de que detener la guerra ahora hará que la pérdida de sus piernas no tenga ningún sentido, como el universo mismo.
Esta no es la primera o la única incursión de John Templeton en la política de derechas. En el 2004 promovió el grupo Let Freedom Ring [Dejad que suene la libertad], cuyo objetivo era conseguir el voto de los cristianos evangelistas para George W. Bush. Recientemente se ha unido a la campaña de Romney National Faith and Values Steering Committee [Comité para la Dirección de los Valores y la Fe Nacional], un grupo que incluye a un activista anti-aborto y un compañero de la Heritage Foundation [N. del T.: uno de los más importantes think-tank conservadores estadounidenses].
Así que la verdadera pregunta es, “¿Cuál es el sentido de la Fundación Templeton?”
Fundada por el padre de John Templeton Jr., Sir John Templeton, el inversor, la fundación se proponía tender puentes entre la ciencia y la espiritualidad al mismo tiempo que promover –algo que obviamente nada que ver con lo anterior– la libre empresa. En sólo diez años se ha convertido en una fuerza considerable en el mundo académico, generalmente financiando cualquier cosa que sea sobre asuntos borrosos y confusos para estudios gubernamentales acerca de, por ejemplo, el optimismo, la felicidad, el carácter, el perdón y la fe. Este año, su Premio Anual Templeton, valorado en un millón y medio de dólares, fue a parar al filósofo canadiense Charles Taylor, quien afirma en la página web de la fundación que “necesitamos urgentemente una nueva manera de comprender la propensión humana hacia la violencia.”
Quizá debería haber empezado por preguntarle a John Templeton Jr. O quizá hubo un error, y la fundación no tenía la intención de darle el premio al filósofo canadiense, sino a Charles Taylor, el señor de la guerra de Liberia.
¿Y qué hay del proyecto más empalagoso de todos, una beca de 8 millones de dólares para crear el Instituto para la Búsqueda del Amor Ilimitado, que Templeton Sr. definió como “el amor completo y constante por cada persona sin excepción”? ¿Hay algún problemilla edípico entre los Templetons o es que el universo es demasiado complicado para mí?
Pero la criatura más famosa de los Templetons es el joven campo de la Psicología Positiva, propuesto por Martin Seligman, de la Universidad de Pennsylvania, después de que su hija de cinco años le acusase de ser un “cascarrabias” y decidiese cambiar su actitud. La Psi Po trata sobre todo lo que psicología común, con su inclinación hacia la patología, ignora, lo que es en sí misma una admirable ambición. Aunque en la práctica se desliza peligrosamente, para algo que se considera a sí misma una ciencia, hacia lo preceptivo. Si no eres feliz –o optimista, o alegre– mejor que te pongas a trabajar en ello ahora, y nosotros tenemos “entrenadores” para ayudarte.
Pon toda esa felicidad y optimismo junto con la agenda política de John Templeton Jr. y podréis obtener resultados paranoicos de lo más bonito: por ejemplo, que la Fundación Templeton es un complot para idiotizar a los americanos, convirtiéndolos en sonrientes conformistas con el status quo. ¿Y no seria una coincidencia que Templeton ayudase a financiar la reelección del presidente más optimista que hemos tenido desde Ronald Reagan?
Así que asistí a la Sexta Conferencia Anual Internacional de Psicología Positiva en Washington DC la última semana a ver de qué iba, y soy feliz –lo que me hace también optimista, esperanzada y casi positiva– de informar de que este grupo creado por Templeton sería probablemente incapaz de conspirar incluso para encontrar todos juntos la salida de una bolsa de papel. Las presentaciones que presencié fueron de una variedad que iba de la mediocridad a la tontería. En el nivel mediocre o sub-mediocre había una conferencia sobre los efectos de un campamento de verano cristiano en los adolescentes, en la que se sugería que mejoró en ellos virtudes como el autocontrol y la paciencia. En cuanto a la tontería, nada pudo superar un par de sesiones protagonizadas por “entrenadores” y consultores de gestión empresarial utilizando sus Power Ppoints para ilustrar cómo hacen que las corporaciones sean más “positivas” y “basadas en la fuerza.”
Lo más extraño de todo fue que el fundador de la Psi Po, Martin Seligman, apareció, para consternación de buena parte de la audiencia, para renunciar a toda su empresa, afirmando desde el podio que “había decidido que mi teoría de la psicología positiva está completamente equivocada, así que he avanzado hacia una noción diferente.” Todo lo que puedo decir es que la nueva noción expande la jurisdicción de la Psi Po para incluir a la antropología, la ciencia política y la economía, y parece estar basada empíricamente en el amor de Seligman por el bridge (1) –el juego de cartas, no el vínculo entre lo espiritual y lo científico. Más allá de esto, mis largas y detalladas notas no ofrecen ninguna explicación.
Cuando terminó la sesión, acorralé a un joven psicólogo que había estado designado por la Fundación Templeton para entregar el Premio Martin E.P. Seligman a la Mejor Tesis de Investigación en Psicología Positiva. “¿Qué me dice de la financiación de anuncios pro-guerra por parte de John Templeton?”, le pregunté. “Sin comentarios”, me contestó al final, mencionando de paso que ya le habían hecho la misma pregunta con anterioridad.
Y es muy posible. Los beneficiarios académicos de la Fundación Templeton no sólo son oportunistas y gurús de la auto-ayuda, sino científicos serios, y éstos necesitan disociarse de la belicosidad imprudente de John Templeton Jr. No estoy diciendo que deberían devolver sus becas, sólo meter la cuchara un poco en la generosidad de Templeton cuando ponga un anuncio a toda página en el New York Times, acompañándolo con un intrigante titular del estilo “¿Cuál es el sentido de la ciencia? Una pista: no es la guerra.” Charles Taylor, con su premio de un millón y medio de dólares, debería organizar la campaña.
NOTAS: (1) Juego de palabras intraducible entre bridge (“construir, tender puentes”) y bridge (el juego de cartas) [N. del T.]
Barbara Ehrenreich es una periodista norteamericana que goza de gran reputación como investigadora de las clases sociales en EEUU. Esta actividad investigadora le ha ocupado toda su vida desde que se infiltró disfrazada de sí misma en la clase obrera que recibe salarios de miseria en su ya clásico Nickel and Dimed [Por cuatro chavos], un informe exhaustivo de las enormes dificultades por las que pasan muchos estadounidenses que tienen que trabajar muy duro para salir adelante. Luego, años más tarde, repitió la operación centrándose en la clase media, pero esta vez, para su sorpresa, no acabó trabajando de incógnito entre trabajadores, sino que básicamente tuvo que tratar con desempleados sumidos en la desesperación de haberse visto apeados del mundo empresarial. El resultado de esta reciente incursión es otro libro, más reciente, Bait and Switch. The (Futile) Pursuit of the American Dream. [Gato por liebre. La (fútil) búsqueda del sueño americano]. Actualmente dedica mucho tiempo a viajar por todo el país con el propósito de contar sus experiencias a distintos públicos que comparten sus mismas vivencias, está muy implicada en poner en marcha una nueva organización dedicada a articular a los desempleados de clase media. Traducción de Àngel Ferrero.
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