RETRATO ROBOT DEL XENÓFOBO ESPAÑOL
El 65% de los españoles aprecia la inmigración pero muchos quieren elegir colegio antes que los extranjeros.MADRID
Periódicamente ocurren sucesos similares al de esta semana desde que en 1992 el asesinato en Madrid de Lucrecia Pérez, inmigrante dominicana tiroteada por un grupo de cabezas rapadas, hiciera reflexionar por primera vez a los españoles ante este tipo de crímenes. La violencia que el tipo ejerció contra la pequeña inmigrante en ese tren, cómo la pateaba, los insultos que ella asegura que recibió, han escandalizado a muchos.
El vídeo publicado no cesa de aparecer una y otra vez en televisión como si ni nosotros mismos nos creyéramos que tal comportamiento pueda ocurrir en el siglo y condiciones en que vivimos.
Lo cierto es que son miles los inmigrantes -ya conforman el 9,9% de la población de España, país a la cabeza de la UE en este valor- que han sufrido en carne propia el desprecio racista y los llamados crímenes de odio. Las agresiones y los puros actos de racismo no se pueden cuantificar (dicen los sociólogos que no siempre se denuncian por puro miedo) pero la charla con cualquier grupo de inmigrantes hace surgir el recuerdo de los ataques recibidos.
"A mí me resbala, como dicen ustedes, pero cuando voy en el bus y oigo eso de ‘putos negros de mierda', la verdad es que duele, aunque sólo sea un momento", cuenta Marisleis, una dominicana de porte rotundo que el pasado jueves corría al trabajo por la mañana en el populoso barrio de Estrecho, en Madrid.
Su compañera de trabajo, española, asiente con pena a la queja de su amiga. Carmen, de 50 años, limpiadora como Marisleis, asegura que en su trabajo "donde las españolas somos minoría, no se habla de otra cosa desde que pasaron las imágenes por la tele". La mujer está enfadada: "A todas nos molesta eso... ¡pobre chica!... ¡qué culpa tiene!... ¿qué problema hay con que sea de fuera?", reflexiona Carmen.
"Excesivo número de inmigrantes""La sociedad española no muestra una tendencia racista", afirma la directora general de Integración de los Inmigrantes, del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. "Lo ocurrido en Barcelona es un hecho aislado que no se puede consentir, pero hay signos que muestran que la sociedad está asumiendo el hecho de la inmigración con madurez", continúa Rodríguez.
La última encuesta periódica Opinión de los españoles sobre racismo y xenofobia del Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia aporta luz sobre la postura de los ciudadanos ante el otro. Las respuestas son un tanto paradójicas en varios de los temas tratados. El 65,4% de los consultados valoran positivamente la presencia en la sociedad de personas de origen racial, religión y cultura diferentes. Al tiempo, un porcentaje muy similar (62,1%) cree que el número de inmigrantes es excesivo.
Ahora bien, la gran mayoría, el 74% de los encuestados, dice que se debería permitir la entrada de los inmigrantes que vienen aquí a ganarse la vida, siempre que hayan firmado un contrato de trabajo. Partiendo de que la sociedad acepta el hecho inmigratorio "aunque ordenado" y más allá de las agresiones físicas "puntuales", la directora general reconoce que existe un "racismo encubierto" en ámbitos como el del empleo y el acceso a la vivienda alquilada.
Osvaldo viene de Ecuador. Es de los inmigrantes con más experiencia en España porque llegó con la primera oleada significativa de migrantes ecuatorianos hace una década. Ahora es capataz en una obra y dice vivir bien, pero cuando aterrizó en Barajas con 25 años, sin papeles, tuvo que trabajar en puestos mal pagados con jornadas extenuantes.
"Recuerdo a un hombre muy maleducado para el que trabajé como ayudante de pocero. Me llamaba todo tipo de nombres y nunca me pagó lo que debía y eso que hacía 14 horas de jornada. Ese sí era un grandísimo racista, pero de ahí en adelante la verdad es que no he tenido quejas, todo el mundo me trata, y me paga, como a los demás", relata Osvaldo.
"Hay que detectar los casos de racismo, estudiarlos y cuantificarlos, y para eso hemos creado el Consejo por la Igualdad de Trato", explica Estrella Rodríguez. El Consejo de Ministros creó el órgano el pasado 21 de septiembre. En él se reunirán, aparte del Ministerio, las comunidades, algunos ayuntamientos y diversas ONG especializadas en este campo.
La novedad es que recibirá denuncias directas de los ultrajados por actos racistas que recibirán asesoramiento personal sobre cómo hacerles frente.
Ultras de barrios desfavorecidosEsteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia, alerta del cambio en el perfil habitual del ultra español. Los neonazis y xenófobos son los más violentos entre los racistas, asegura, pero muestran diferencias entre sí.
El neonazi es el que afirma la superioridad de la raza blanca. Y el ultra, el que "niega la presencia migratoria en nuestro país y afirma un nacionalismo exacerbado". Ibarra cree que los políticos se equivocan al interpretar el fenómeno racista "con parámetros de la transición, cuando partidos como Fuerza Nueva tenían un peso".
"El xenófobo de hoy está desarticulado políticamente. Los más violentos son jóvenes de extracciones medias y bajas que explotan los conflictos multiculturales que surgen por motivos religiosos, por la manera de vestir, o por la presencia de extranjeros en plazas y barrios que se convierten en guetos", aseguran en el Movimiento.
"Los detenidos hoy por estos actos ya no son los fachas del barrio de Salamanca, por simplificar la imagen, sino chavales de barrios más desfavorecidos que son los más agresivos", concluye Ibarra.
"¡Vete a la selva!"En el mercado de Ventas de la capital, cada día se concentran cientos de iberoamericanos para comprar en sus puestos porque "son los más baratos con diferencia", dice un tendero. En cuanto se suelta la pregunta, ¿son racistas los españoles?, se forma un corro junto a la pescadería que más vende. "A mí me ha costado mucho encontrar piso porque me decían que si iba a hacer mucho ruido, que si me iba a traer a la tribu... ¡imagínese!", arranca Dolores, peruana.
Otra mujer que sólo se identifica como "chilena, sin más", dice que sólo teme a "los jovencitos, esos blanquitos ignorantes que te chillan ‘¡vete a la selva!' sin venir a cuento".
Una de esas jóvenes quizá sea María, nombre ficticio de una chica de 18 años que se reconoce abiertamente como "racista" en la puerta de un instituto del centro de Madrid.
Aunque enseguida matiza: "No es que rechace a los negros ni nada, pero sí creo que nosotros tenemos más derechos que ellos, que acaban de llegar; los españoles tenemos que ir primero". Jonathan, amigo español de la chica, añade que a él nunca le han dado becas "y a los inmigrantes, siempre". "Te aseguro que tienen mucha más pasta que mi familia y mis vecinos, que tampoco las huelen", zanja, sin dar más datos que corroboren la afirmación.
La citada encuesta del Observatorio apunta en este sentido dos opiniones significativas. Tanto el porcentaje de españoles que aboga por la preferencia de los nacionales ante la elección del colegio de los niños (78,1%), como los que piden la primacía del español en el acceso a los puesto de trabajo (38,3%), no son desdeñables.
Caldo de cultivo del racismoLa competencia por los servicios públicos que han quedado escasos o saturados ante la rápida instalación de la población foránea es, según reconoce Rodríguez, "un caldo de cultivo para la extensión del racismo". La directora general niega que sea cierta "la idea de que se favorece a los inmigrantes en las políticas de vivienda o de becas" aunque reconoce que es "una sensación instalada en la opinión pública".
"Para evitar que los inmigrantes y los más favorecidos de los autóctonos compitan por los mismos servicios, lo que puede fomentar el racismo", el Gobierno dedicará 2.000 millones de 2007 a 2010 para "completar los presupuestos de comunidades y ayuntamientos en la prestación de servicios sociales", concluye la directora general.
Además de la falta de recursos públicos en barrios donde ha aumentado rápidamente la población, Begoña Sánchez, portavoz de SOS Racisme, en Barcelona, señala también otros ámbitos donde se favorece el racismo.
"Los campos de fútbol, por ejemplo, y la actitud y los mensajes de algunos políticos", enumera. "Las típicas frases de ‘llegan muchos inmigrantes' o ‘aquí no cabemos todos' que a veces profieren desde ciertos partidos, y no siempre de extrema derecha, hacen muchísimo daño, porque ese mensaje va calando en la gente", advierte Sánchez.
Tomado de diario Público
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