lunes, 29 de octubre de 2007

368/Ponencia - ¿Hacia un plan Sonora-Cochabamba? - Tierramérica











En memoria de Andrés Aubry (1927-2007)
Como nunca antes, los pueblos indígenas de América se están hablando, y al fin le han puesto un mismo nombre a su enemigo común: capitalismo. De Alaska y el helado norte de Canadá a Patagonia y Tierra del Fuego, los pueblos originarios la plantan la cara a los poderosos. En un par de casos, líderes legítimos suyos han llegado al poder nacional (Ecuador hace unos años, Bolivia hoy), y han cambiado, al menos parcialmente, el salvaje rumbo neoliberal y burgués que tenían esos, al igual que el resto de países (excepción hecha de Cuba y Venezuela, mas no los fiascos "socialistas" de Brasil, Argentina, Uruguay, Nicaragua y Chile).
En este panorama, donde por lo demás dominan los gobiernos de ultraderecha en América del Norte y la mayor parte del Centro y el Sur, la flamante Declaración Universal de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas fue recibida de maneras diversas en los territorios americanos. Rechazada por los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, y ninguneada por el de México, la ansiada y veinte años pospuesta Declaración no crea ninguna obligación a dichos Estados nacionales, que ven a la onu con la misma indolencia que dedican a, por decir, Greenpeace o Amnistía Internacional. Para ellos lo único vinculante y atendible son sus tratados de "libre" comercio, receta que ya se generaliza en el hemisferio.
Para países como Bolivia y Ecuador, en cambio, la Declaración representa un instrumento de potencial cambio. Sus gobiernos se encuentran en condiciones de convertir los buenos propósito de la onu en leyes nacionales. Eso explica que allá se festeje con entusiasmo el documento. Desde Guatemala, Perú, Chile o México, ya no digamos las potencias anglosajonas, los pueblos indios la reciben con escepticismo.
Este 12 de octubre, en dos distantes puntos del continente (Vícam en México, Chimoré en Bolivia) se celebraron sendos encuentros internacionales de singular importancia. El de Bolivia, respaldado por el gobierno de Evo Morales; el de México, a contracorriente del hostigamiento militar y policiaco, el cerco informativo y la manipulación gubernamental. Lo notable es que ambos arribaron a las mismas conclusiones, casi con las mismas palabras.
En el Encuentro de Pueblos Indígenas de América, convocado por el Congreso Nacional Indígena, el EZLN y la autoridad tradicional yaqui (que como quiera son parte del CNI), estuvieron representados los pueblos mayores: los diné, la tribu más populosa y cohesionada de Estados Unidos; los mohawk de dicho país y Canadá; los nahuas, zapotecos, mixtecos, tzeltales y tzotziles, los pueblos más numerosos de México; los quiché y keqchí de Guatemala; los kichwa de Ecuador. Y con ellos otros sesenta pueblos más, la mitad mexicanos. La elocuencia y claridad de todos fue histórica.
Rústico si se quiere, el cni se confirmó en Vícam como el espacio nodal de las luchas indígenas en nuestro país: independiente, plural, democrático, antigubernamental, fuera de los tianguis partidarios. Por su parte, pese a oposiciones razonadas desde dentro o desde cerca, los gobiernos de Evo Morales y Rafael Correa conservan legitimidad ante los pueblos indios pues no los han traicionado y avanzan en proyectos nacionales progresistas, antimperialistas y populares. Todo lo contrario ocurre con gobiernos como el de Felipe Calderón, Álvaro Uribe o Michelle Bachelet, entregados al capital internacional (y lo que queda de los nacionales) y en total sintonía con el imperio de Washington.
En estas tierras, la lucha indígena sigue en la calle (los campos, los caminos, las maquiladoras y las cárceles: Magdalena García Durán y Leonard Peltier son los dos grandes símbolos de la resistencia más allá de la represión y la injusticia criminal de los gobiernos).
En sentido literal, los pueblos indígenas representan la última barricada, por momentos la única efectiva, para defender y proteger el aire, la tierra, los mares, ríos, lagos, selvas y bosques, las vidas sobre las que avanza una inexorable guerra de destrucción y exterminio a nombre del "libre" mercado, el "desarrollo" arrasador y suicida, el negocio ilimitado de unos cuántos bandidos que pasan por empresarios, generales o políticos.
En este contexto, Ojarasca cumple 18 años de acompañar y observar a los pueblos, sus movimientos y luchas por la autodeterminación y el respeto a territorios, lenguas y culturas. Ése sigue siendo nuestro privilegio, y nuestro compromiso.
La declaración de Chimoré, Bolivia
Ante una nueva era
En Chimoré, Cochabamba, "desde el corazón de América del Sur", los delegados de los pueblos y naciones indígenas originarias reunidos en el Encuentro Mundial "Por la Victoria Histórica de los Pueblos Indígenas del Mundo", para celebrar la aprobación de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, expresaron: "A 515 años de opresión y dominación, aquí estamos. Hemos enfrentado y resistido a las políticas de etnocidio, genocidio, colonización, destrucción y saqueo. La imposición de sistemas económicos como el capitalismo, caracterizado por el intervencionismo, las guerras y los desastres socio-ambientales, que continúa amenazando nuestros modos de vida".
Por ello, demandaron a los Estados y gobiernos "construir un mundo basado en la Cultura de la Vida, en la identidad, filosofía, cosmovisión y espiritualidad milenaria de los pueblos indígenas originarios, aplicando los conocimientos y saberes ancestrales, consolidando procesos de intercambio y hermandad entre las naciones y respetando la autodeterminación".
También asumir decisiones "para salvar a la Madre Naturaleza de los desastres que está provocando el capitalismo en su decadencia, que se manifiesta en el calentamiento global y la crisis ecológica; reafirmando que la cultura indígena originaria es la única alternativa para salvar nuestro planeta tierra". Llamaron a "sustituir los actuales modelos de desarrollo basados en el capitalismo, la mercancía, la explotación irracional de la humanidad y los recursos naturales, el derroche de energía y el consumismo, por modelos que coloquen a la vida, la complementariedad, la reciprocidad, el respeto de la diversidad cultural y el uso sustentable de los recursos naturales como principales prioridades".
Se llamó a aplicar políticas sobre soberanía alimentaría como base de la soberanía nacional. El encuentro repudió los proyectos de generación de energía como el biocombustible y condenó las semillas transgénicas. Reclamó "transformaciones legales justas que garanticen el reconocimiento a los derechos a la comunicación e información de los pueblos", así como el respeto de los derechos a vida, salud y educación intercultural bilingüe. Se declaró el agua como derecho humano, y se demandó el uso de energías alternativas que no amenacen la vida.
Especialmente exigieron resolver las causas de la migración, "asumiendo políticas de libre circulación de personas para garantizar un mundo sin fronteras donde no existan discriminación, marginación y exclusión. No criminalizar las luchas de los pueblos indígenas, ni satanizar o acusarnos de terroristas, cuando los pueblos reclamamos nuestros derechos y planteamos cómo salvar la vida y la humanidad. Liberar de manera inmediata a líderes indígenas encarcelados en las diferentes partes del mundo".
Y concluyeron: "La lucha no se detiene, se acabó el resistir por resistir, llegó nuestro tiempo".
“¡Aquí estamos los indios!”

Karla Garza Martínez. Vícam, Sonora. El sol inmisericorde y cegador del desierto sonorense les hace los mandados. Será porque acostumbrados como están a los climas inhóspitos a los que la "civilización" los ha empujado, no les resultan ajenas estas brasas en la piel. Un desfile de sonrisas francas da cuenta del regocijo que este encuentro les produce, como el de una familia reunida después de muchos años, porque en eso están de acuerdo, son hermanos, se reconocen hijos de la gran Madre Tierra.
También están de acuerdo en que esa madre está siendo destruida por el capitalismo voraz. Y esa es la razón por la que llegaron hasta acá procedentes de muchos rincones del continente. Si se les pregunta, el horizonte que los sedujo es la oportunidad de una gran alianza para defenderla. El Encuentro de Pueblos Indígenas de América da inicio en territorio yaqui con la presencia de más de 570 delegados de 67 naciones y pueblos de 12 países.
Para dar por inaugurada la reunión están en el estrado el gobernador tradicional del pueblo anfitrión, representantes del Congreso Nacional Indígena (cni) y el vocero del ezln, subcomandante Marcos. Los comandantes zapatistas no están presentes pues habiendo emprendido el viaje fueron advertidos de un evidente acoso militar, por lo que volvieron a Chiapas desde Guadalajara, a pesar de lo cual, expresan en un mensaje, no se logró impedir "que se difundan nuestras palabras en todo el mundo".
El ezln esta vez no contará su historia, pues "sabemos" --dice el representante zapatista-- "que nuestros dolores serán nombrados en los dolores de otros hermanos y hermanas indígenas como serán nombrados también nuestros sueños y esperanzas y las luchas que a hacerlas realidad llevan". Y concluye: "que nuestro silencio sea saludo, homenaje, respeto y gratitud a quienes desde Canadá hasta Chile nos recuerdan que no nos vencieron, que la batalla continúa y que la victoria será vida en otro mundo, otro uno donde quepan todos los mundos que somos y seremos".
Juan Chávez, representante purhépecha, a nombre del cni también da la bienvenida a quienes se han reunido aquí para "construir un proyecto de vida contra el proyecto de muerte neoliberal". Bajo un techo de red que a un tiempo levantaron la noche anterior manos de muchas naciones, los casi tres mil asistentes se aprestan a hacer lo que mejor saben hacer entre ellos: escuchar.
Así comienza a sucederse en diferentes lenguas la misma palabra. Pues como si se tratase de una sola nación (una gran "nación roja" como la nombran los pueblos de Norteamérica) comparten una historia de dolor, resistencia y esperanza. Una lucha por la autonomía y el derecho a vivir, por el agua, los bosques, la tierra. Una historia que comenzó hace más de quinientos años.
Algunos se remiten a ese tiempo, cuando sucedieron los acuerdos a la guerra de conquista, y "ellos podían hacer su camino sin imponerse sobre nuestra soberanía, cultura y formas de gobierno". Pero la ambición de los colonizadores fue más allá y no les ha concedido tregua desde entonces.
De eso dan testimonio los mohawk, quienes hace dos años emprendieron de nuevo la defensa de sus tierras, ambicionadas por el estado de Nueva York, enfrentándose a la represión y la cárcel; las tribus hopi y navajo en conflicto por las fronteras trazadas por el gobierno canadiense en base a intereses de las trasnacionales; los dené que no han olvidado el horror de las escuelas residenciales que operaron hasta 1984, secuestrando a los niños para confinarlos a las paredes tras las cuales religiosos católicos los "civilizaban", los obligaban a olvidarse de su lengua y tradiciones y abusaban de ellos sexualmente; los achinawi (de la sierra norte de California), reducidos a 10 por ciento de su población gracias a la "fiebre del oro" en la que "contaminaron con mercurio nuestras aguas, arrasaron nuestra tierra, violaron a nuestras mujeres, asesinaron a nuestros hombres y niños y nos desplazaron al sur de San Francisco", y ahora invadidos por plantas de energía eléctrica, con seis casos en la corte por defender sus sitios sagrados en un país que "va por el mundo defendiendo los derechos humanos y viola nuestros derechos en nuestras propias tierras y la ley de la naturaleza"; los kiché y keqchí de Guatemala, desalojados de sus tierras con lujo de violencia para abrir el camino a las mineras canadienses; los lenka de Honduras (donde las minas se asientan en el 36 por ciento del territorio nacional), cuyos niños llevan ya cianuro en las venas. Cambian los nombres de la trasnacional y del funcionario que representa sus intereses, pero las historias se repiten como lo que son, un patrón de destrucción.
Ni qué decir de los pueblos de México, a quienes para hablar sobre "la guerra de conquista, despojo y explotación hacia nuestros pueblos" les sobraron los ejemplos.
De igual modo, sobran las historias de resistencia, organización, defensa del territorio, la cultura y los espacios. Desde las peleas en la corte hasta la autodefensa armada, pasando por bloqueos carreteros, protestas, marchas. No se confunden cuando se les acusa de quebrantar la ley, una ley extranjera, impuesta, hecha a modo para la explotación en beneficio de unos cuántos. Muchos se consideran "sobrevivientes de la ocupación de nuestra tierra". Los invasores son otros.
Como uno de los oradores reconoce, "hemos peleado batallas individuales, el enemigo nunca ha peleado contra todas las naciones indígenas juntas, la verdadera guerra vendrá cuando se unan todas". Y a esa unidad apunta este encuentro, quizá por eso las agresiones la víspera del mismo también abundaron. Entre ellos, abusos de autoridad y hostigamiento retén tras retén; agresiones físicas como las que mandaron al hospital a uno de los asistentes a la reunión preparatoria en Oaxaca, a quien además le robaron el coche; el despojo de 17 cajas de víveres en Sinaloa a los asistentes que viajaban desde Colima y Michoacán y hasta un operativo "antinarcóticos" que "visitó" a las familias del pueblo anfitrión una noche antes del encuentro.
Los vigilantes del poder estaban inquietos. Y con razón. Puede ser ésta la gran alianza que dé al agonizante capitalismo un tiro de gracia. Kiko, joven dominicano que se reivindica tahíno a pesar "del gran mito de nuestra extinción" sentencia: "cualquier sistema que da al hombre el dominio sobre la tierra está condenado a la destrucción".
Cuando el encuentro concluye, los asistentes han reconocido en cada historia la suya propia. Han compartido tamales, tacos, quesadillas, champurrado. Se han intercambiado saludos, direcciones, teléfonos y correos electrónicos. Han manifestado su determinación por lograr "la reconstitución integral de nuestros pueblos", su rechazo a "la privatización del agua, la tierra, los bosques, los mares y las costas", así como a la represión mediante la cual intentan llevarla a cabo. Refrendaron un compromiso asumido hace siglos: "Defenderemos con nuestra vida a la Madre Tierra".
Lo dicen estos pueblos que se rehúsan a morir, a "adaptarse" y dejar de ser lo que son, ver sus sitios sagrados convertidos en campos de golf, montañas de sky, minas o zonas residenciales. Estos pueblos que, a decir de un kichwa de Ecuador, proclamarán "con un solo corazón, un solo puño, una sola voz: ¡Aquí estamos los indios, carajo!"
"Para nosotras, el capitalismo no funciona y no va a funcionar"
Juan Trujillo Limones. Vícam, Sonora, 14 de octubre. El sol en territorio Yaqui cae fuerte. El Primer Encuentro de Pueblos Indígenas de América llega a su culminación exitosa. Los 570 delegados y delegadas de 67 grupos y naciones originarias de 12 países del continente se preparan para elaborar las conclusiones, propuestas y declaraciones conjuntas. Y mientras observadores, periodistas y militantes de la Otra Campaña preparan maletas, la pequeña Lisa juega, entre gallinas, con su madre Morning Star (Estrella de la Mañana), que pertenecen al pueblo achumawi. Ella es madre soltera y estudiante, vive con su pueblo al noreste del estado de California. Morning Star, así como Riel Manywounds (Muchas Heridas) de la nación dene, "en la llamada Columbia Británica", hablan sobre la situación y la lucha que enfrentan las comunidades y las mujeres.
El "progreso" y la "modernidad" en que está inmerso el pueblo de Morning Star dentro de la entidad estadunidense cuya economía es la cuarta del mundo, amenazan su sobrevivencia y dignidad. "El 98 por ciento de la población fue exterminada por la fiebre del oro, pues contaminaron nuestras aguas y asesinaron a nuestra gente, nuestras mujeres fueron violadas y nos despojaron de las tierras. Fue una política del gobierno". El manjar de empresarios, antropólogos y arqueólogos blancos parecen ser lo mismo: cerca de 450 sitios sagrados ceremoniales amenazados por la construcción de centros comerciales, y en la Universidad de Berkeley hay 40 mil restos de ancestros". Ese patrimonio sagrado no puede ser recuperado por sus legítimos herederos, pues la institución "dice que no podemos reivindicarlos. Eso es una falta de respeto a nuestros ancestros y a nosotros", explica la joven con indignación.
"En la sociedad dominante la mujer fue enseñada a ser competitiva para ver al otro como enemigo. La relación entre la niñez y la mujer ha sido una parte de nuestra cultura indígena de sobrevivencia. Es para que las mujeres sean capaces de apoyarse entre sí y ser ellas mismas. Si no fuera por el apoyo de mis compañeras, no podría hablar sobre mis sitios sagrados y conciencia, estoy agradecida de darle voz a esto", afirma Morning Star.
La toma de decisiones y la emergencia de formas de organización autónomas fueron importantes: "Hombres y mujeres estamos colonizados por una diferente forma de relación. Las mujeres decidieron que necesitaban respeto dentro del movimiento de los hombres, y crearon el Movimiento de Todas las Naciones Rojas. Es descorazonador que eso ya no está presente en muchas de nuestras comunidades".
Respecto al encuentro de Vícam comenta: "Ha sido bonito, realmente lo honro. Quiero agradecer a los miembros del colectivo zapatista Comandanta Ramona (de California) porque me proveyeron de medios para venir. Este encuentro es resultado de años de luchas de lo que nuestros ancestros habían soñado. Hay que asumir la responsabilidad de los mensajes de todas las luchas".
En diciembre próximo, las comunidades zapatistas recibirán a sus compañeras del mundo para realizar un encuentro de mujeres. La continuidad de la lucha, para la entrevistada, se centrará en ese tema: "Hemos planeando el viaje. Estamos aquí por un propósito: conectarnos con la tierra, con el otro, con nuestros objetos sagrados, para tener dignidad, espiritualidad. Y cada quién está conectado con eso en cada lucha que camina. Nosotros tenemos la pasión de hacerlo crecer porque es lo que nos mantiene juntos para hacer el cambio", finaliza.
Siguiendo la columna vertebral de las montañas en el horizonte de este pueblo yaqui hacia las montañas Rocallosas, Riel Manywounds también dice su palabra: "Pertenezco por parte de mi madre a la nación tsuu y por mi padre vengo de la nación nakazdli carrier dakelh. Mis ancestros provienen del pueblo dene".
Cuenta que antes de que llegara el hombre blanco, "la mujer tenía poder y tomaba decisiones. Nuestra gente migró a las montañas. Las mujeres sabían qué estaba sucediendo. Fue un genocidio, pero algunos sobrevivimos. Nos impusieron el alcohol, y tres cuartos de los Dene fueron asesinados por los blancos.
Una de las críticas constantes durante el encuentro, en especial del pueblo lakota omaha, fue la existencia de las reservaciones donde vive la mayoría de los indígenas. Estos espacios fueron calificados de auténticos campos de concentración. "El gobierno nos estrangula lentamente. A veces no puedes sembrar nada, no hay agua limpia. Hay gente que se mata entre sí o se suicida pues se sienten totalmente rodeados de blancos que nos odian. El capitalismo no funciona y no va a funcionar, es sólo para la gente privilegiada; esto es algo que la gente tiene que entender".
Otra situación ampliamente conocida de estos pueblos y naciones indígenas ha sido la instalación de casinos en sus territorios. Sobre el fenómeno, Riel expresa: "La idea es atraer mayor ganancia para la gente, pero el dinero no es la respuesta. Genera más problemas. Divide, la gente bebe y apuesta su dinero cada noche. Es la misma adicción al capitalismo".
Canadá no es el país pacífico que celebra la sociedad dominante. En todo su territorio hay cerca de mil mujeres desaparecidas y en los alrededores de la llamada Carretera de las Lágrimas han muerto 200, la mayoría menores de 25 años. Para la joven Riel, el fenómeno no es nuevo: "A Nosotras nos han reprimido. Cuando los varones consumaron el control del poder, se creyeron 'jefes' e instalaron el sistema de gobierno. Se emborracharon de alcohol y poder. Las mujeres no pudieron ya tomar decisiones libres, y además somos blanco de la policía desde el nacimiento".
Riel coordina junto con otros compañeros la revista Redwire, que tiene cerca de 70 mil suscriptores. Considera que con la publicación "hay más conciencia, pues hay más evidencias. La gente está viendo la realidad, el gobierno está en aprietos con esas muertes, y cada vez somos más. Tratamos de sacar la verdad a la luz para que la gente adquiera un pensamiento crítico".
Respecto a las victorias de la resistencia y al Encuentro de Vícam expresa: "La victoria es estar vivos y con este nivel de conciencia. Me llevo lo que aprendí del zapatismo: su disciplina y su belleza; enseña que el poder sirve para levantarse, hacer latir al corazón y luchar. Todas las luchas nos hacen más fuertes. Queremos ser nosotros mismos, reconocidos, celebrar y aprender nuestra cultura, conectados con nuestra madre tierra. Ésa es la victoria, la del futuro de mi gente. Doy gracias a mis ancestros que ofrendaron su sangre para nuestro destino. Mi sueño es ser conciente y que la demás gente también lo sea para su propio proceso".

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