martes, 30 de octubre de 2007

374/Tendencias - Lo bueno y lo incierto del calentamiento global - Por: Hugo Beraldi*

Desde hace al menos tres décadas la gente ha percibido un cambio climático: las lluvias son más irregulares, las épocas de calor son más calurosas y las épocas de frío son más intensas, etcétera. Alrededor de 1980, la comunidad científica determinó que la temperatura global estaba aumentado desde comienzos del siglo XX, aunque estaba en duda si esto se debía al impacto humano o era un ciclo natural normal… tema aún en debate.
A raíz del calentamiento global, empresarios, políticos y científicos han insistido en los efectos negativos del calentamiento sobre el planeta: Derretimiento de hielos polares; desaparición de tundras, y más emisiones de CO2 a raíz de ello; altas temperaturas en océanos y continentes; desaparición de glaciares, icebergs flotantes que destruyen plataformas y modifican la temperatura y salinidad del agua a su paso (afectando también a la biota marina); inundaciones por tormentas más poderosas; huracanes más frecuentes; desaparición de costas de baja altitud debido al alza en el nivel del mar (con las consecuencias políticas, sociales, económicas y ambientales que ello conlleva); escasez de agua dulce; incendios masivos; rápida desertificación, severas sequías y hambrunas. Sin embargo, no sólo muchas predicciones de los efectos han resultado erróneas, sino que en realidad no se sabe con certeza si tales predicciones realmente ocurrirán. Ni siquiera se sospecha cuál podría ser la temperatura máxima a alcanzar. Por otro lado, nuevos datos han contradicho modelos previos o reforzado otros que no habían sido debidamente atendidos. En suma, la geología, hidrología, la atmósfera y biosfera, funcionan a través de mecanismos tan complejos y tan en sintonía unos con otros, que tratar de entenderlos es análogo a tratar de seguir el camino de un hilo a través de una madeja de hilacha tirando de las diferentes hebras.
El clima es originado, modificado y afectado por tantos factores que actúan al mismo tiempo, que es prácticamente imposible predecirlo. Incluso las predicciones a corto plazo tienen grandes rangos de error. Tan sólo hay que comparar los pronósticos de los centros meteorológicos con la realidad para cuantificarlo. Encima de eso, el tema del calentamiento se ha difundido en una tónica más bien apocalíptica, siendo que nunca se han evaluado los beneficios que los efectos de un cambio de tal magnitud pudieran traer consigo.
Otro ejemplo: la dilución de los océanos por el incremento de agua dulce proveniente de los hielos polares (tema de gran controversia) podría alterar profundamente la temperatura y densidad de las masas de agua, la dirección de las corrientes, las tasas de evaporación, la distribución y crecimiento-decrecimiento de la biota marina y, ultimadamente, el clima, incluidos los vientos y la distribución de agua atmosférica. Cómo serían alterados cada uno de estos factores y sus efectos en conjunto, es un misterio, y los modelos que existen sólo tratan de entender mejor la situación, pero no la explican ni la predicen con certeza. Entonces, uno puede pensar que de haber más agua dulce en los océanos, la evaporación sería más activa (dadas algunas de sus propiedades llamadas coligativas), y por tanto habría más agua atmosférica. El tiempo de residencia del agua en la atmósfera podría ser corto dado el efecto invernadero, pero al mismo tiempo podría significar que las lluvias fueran más frecuentes. Si esas lluvias frecuentes ocurrieran en zonas áridas (por ejemplo El Sahara), dichos ecosistemas, actualmente escasos en recursos, se convertirían en zonas habitables con suficiente agua para las poblaciones, su agricultura y ganadería. Para que esto ocurra, sería necesario que los vientos llevaran el agua acumulada en la dirección contraria a la que hoy tienen, hecho que resulta completamente imposible de predecir pero que cabe considerar.
Otro factor que podría incrementar la humedad global sería el alza del nivel del mar, pues al quedar inundadas muchas zonas costeras, aumenta la superficie del agua y, a mayor superficie, más evaporación (aunque las pérdidas de bienes serían incalculables). Este es un principio físico sencillo de comprobar con volúmenes de agua de igual densidad y salinidad, pero difícil de calcular cuando estos parámetros varían (especialmente a tan grandes escalas). Aún cuando pueden estimarse las extensiones de tierra que serían cubiertas por cada metro que el nivel del mar subiera, la variación de la salinidad del mar es controversial, y también la relación evaporación-humedad-lluvias. Recientemente se ha visto que a pesar del gran aporte de agua de los polos, la salinidad del Atlántico no ha disminuido según lo predicho, y no se sabe si es porque los ríos (que cada vez arrastran más sedimento dada la erosión en el continente) devuelven sales al mar, o si los hielos polares que se derriten son de hecho muy salinos. Aunado a ello, la concentración de sal aumenta con la evaporación, y aún no se han concebido modelos que contemplen todas estas variables. En otras palabras, el tema está totalmente abierto a la especulación, y la idea que han querido vendernos de un calentamiento global con consecuencias catastróficas no cuenta con fundamentos sólidos y pudiera no ser cierta. Para realmente asegurar que un cambio climático sólo augura acontecimientos negativos hacen falta muchos estudios y observaciones. Pensemos por ejemplo en la desertificación: es el clima la verdadera causa? o es la tala desmesurada, la entubación de ríos, el secado de mantos freáticos y la contaminación del subsuelo y cuencas hidrológicas? Pensemos en las olas de huracanes, las inundaciones, las sequías: tienen realmente su origen en la actividad humana, o son más bien procesos naturales? Hasta qué punto sabemos distinguir entre el impacto de la humanidad sobre el planeta y los inevitables procesos naturales? Qué tan directa o indirectamente la actividad humana influye en los procesos naturales?
Más aún, si todo esto lo ponemos en perspectiva y lo miramos a través del tiempo geológico, vemos que el nivel del mar, el volumen y la posición de las masas continentales, la distribución de la biota en cualquier lugar de la Tierra, la temperatura y el clima, han variado drásticamente a lo largo de millones de años (Ma). Por ejemplo, se han calculado temperaturas medias de 24° C en aguas superficiales hace 100 Ma, cuando la media actual es de 14° C... y no existían los humanos. Altas temperaturas en el pasado no están necesariamente relacionadas con extinciones. Las altas y bajas temperaturas se han registrado desde siempre y las causas son aún cuestionadas, y aunque se reconoce que cada día sabemos más y entendemos mejor, cuesta mucho tiempo y trabajo juntar la evidencia que convence. Por ejemplo, los astrónomos han venido diciendo desde el comienzo que la actividad solar aunada a las propiedades del campo magnético de la Tierra son los principales factores involucrados en la regulación del clima terrestre. Por su parte, los geólogos y oceanólogos argumentan que la actividad tectónica-volcánica y la cantidad y composición del agua son los factores determinantes. Quién tiene la razón? Mientras que para los científicos esto implica un reto intelectual y demostrativo, para los políticos y el resto de la población no son necesarios tantos argumentos y la manera para ellos de entender el cambio climático se da en un contexto más empírico, más directo: la Tierra se está calentando. Pero tal hecho no justifica que el calentamiento global vaya siempre acompañado con una etiqueta de desgracia. A nivel mundial se observan costosos esfuerzos publicitarios que pretenden concientizar a las masas de que ahorren recursos, reciclen, respeten a la naturaleza y no contaminen, esperando que ello frene el calentamiento, lo cual, en un juicio sano y realista suena totalmente incoherente. Más bien, esos principios éticos y morales deberían ser fomentados en todas las sociedades de manera rutinaria, en vez de ser motivados por miedo al calentamiento global.
Es verdad que el clima va cambiando, pero tal vez no sea tan malo como nos lo hacen ver. Lo que leemos, escuchamos y observamos, debería más bien empujarnos a ser más críticos y más cabales en todos los niveles personales, a bien aprovechar lo que hoy tenemos y a mejor planear lo que podríamos o no tener en el futuro. Es posible que analizando el calentamiento global desde la premisa de que algunas consecuencias pudiera


ser positivas, nos sea más fácil prepararle la llegada.
*School of Life Sciences, Arizona State University.

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