La psicología social, ¿induce al desvarío?
Esta tarde, la audiencia de Radio Sarandí reaccionó con inmediata vehemencia y en masa pocas veces vista ante la sorprendente tesis de un psicólogo social de cuyo nombre –y parafraseo al manco genial para con aquel lugar de la Mancha– no quiero acordarme.
En síntesis, dijo el hombre al micrófono que los uruguayos “mentimos” cuando aludimos a nuestro origen europeo, no somos europeos y no nos parecemos a Europa; que, por el contrario, “no queremos reconocer” raíces afro (ni el candombe) e indígena, por las que somos, ante todo, latinoamericanos, especialmente afines con Brasil y Argentina pero con Erasgos étnicos comunes por entero a los otros pueblos de Sud América.
Revisionista a la ligera –moda falluta cuyos extraviados adherentes terminan ubicados en histórica falsa escuadra–, por alguna razón quizás política negó lo innegable y padeció la burda confusión de invertir, como si nada, las cifras de porcentajes veraces y abrumadores.
Desde el primer libro de Ildefonso Pereda Valdez sobre habitantes afro en el territorio nacional a los del irrebatible Lauro Ayestarán, que situó en términos exactos el aporte de la raza negra al país y su folclore, variedad de investigadores en serio vienen redondeando y dando ajuste a una historia de, afortunadamente, contadísimos desvíos de intolerancia y desintegración hacia las minorías, esos de los que abusan en incurrir Brasil y Argentina, sindicados como afines.
Como excepciones que confirman la regla general de una república modelo en la ética de convivencia, apenas si recuerdo el humor guarango del que decía no gustar de la discriminación ni de los negros, y siempre detesté como abominables, prejuicios de unos pocos compatriotas (incluso, morenos presa de complejos) en relación al color de epidermis.
Aleatoriamente, ser criollo ha pasado a significar sinónimo de idiosincracia uruguaya más que corriente racial de cuna rural o indígena e infinitamente menos influyente, en el todo resultante del democrático sistema de cruzas, que la sangre europea.
Pero es tan descabellado quedar de espaldas a la rigurosa verdad de que nuestros padres, abuelos y/o bisabuelos en mayoría tuvieron que cruzar el Atlántico para llegar a estas playas como sugerir que Sud o Latinoamérica son, en cuanto al tipo humano, un dechado de homogeneidad.
El psicólogo social llevado a la emisora, ¿ha viajado por el continente alguna vez?, ¿cree que el presidente Vázquez desciende de indios porque su nombre de pila es Tabaré?, ¿le encuentra semblante parecido al del mandatario de Bolivia Evo Morales?
Leo en una cartilla de la dependencia ministerial que organiza los Días del Patrimonio, al referirse a la edición 2007, denominada Culturas uruguayas, Martha Gularte-Rosa Luna, fijada para sábado 6 y domingo 7 de octubre: “Seguramente ni Ayestarán ni Pereda Valdés ni Vicente Rossi ni Pedro Figari pudieron imaginar que en los primeros años del siglo XXI las tradiciones afrouruguayas, representadas especialmente por el candombe (música y danza), hubieran alcanzado los niveles de popularidad y aceptación que tienen en la mayor parte de la ciudadanía uruguaya, que obviamente sigue siendo de origen europeo” (el subrayado es por mi cuenta).
No da para más que, como posdata, excusarme y confesar: nunca entendí bien qué significa ese diploma de psicólogo social. ¿Es que, acaso, por ventura o desventura, los otros psicólogos de profesión están discriminados y no son sociales?
Fernando Caputi (Viernes 28.8.07)
Esta tarde, la audiencia de Radio Sarandí reaccionó con inmediata vehemencia y en masa pocas veces vista ante la sorprendente tesis de un psicólogo social de cuyo nombre –y parafraseo al manco genial para con aquel lugar de la Mancha– no quiero acordarme.
En síntesis, dijo el hombre al micrófono que los uruguayos “mentimos” cuando aludimos a nuestro origen europeo, no somos europeos y no nos parecemos a Europa; que, por el contrario, “no queremos reconocer” raíces afro (ni el candombe) e indígena, por las que somos, ante todo, latinoamericanos, especialmente afines con Brasil y Argentina pero con Erasgos étnicos comunes por entero a los otros pueblos de Sud América.
Revisionista a la ligera –moda falluta cuyos extraviados adherentes terminan ubicados en histórica falsa escuadra–, por alguna razón quizás política negó lo innegable y padeció la burda confusión de invertir, como si nada, las cifras de porcentajes veraces y abrumadores.
Desde el primer libro de Ildefonso Pereda Valdez sobre habitantes afro en el territorio nacional a los del irrebatible Lauro Ayestarán, que situó en términos exactos el aporte de la raza negra al país y su folclore, variedad de investigadores en serio vienen redondeando y dando ajuste a una historia de, afortunadamente, contadísimos desvíos de intolerancia y desintegración hacia las minorías, esos de los que abusan en incurrir Brasil y Argentina, sindicados como afines.
Como excepciones que confirman la regla general de una república modelo en la ética de convivencia, apenas si recuerdo el humor guarango del que decía no gustar de la discriminación ni de los negros, y siempre detesté como abominables, prejuicios de unos pocos compatriotas (incluso, morenos presa de complejos) en relación al color de epidermis.
Aleatoriamente, ser criollo ha pasado a significar sinónimo de idiosincracia uruguaya más que corriente racial de cuna rural o indígena e infinitamente menos influyente, en el todo resultante del democrático sistema de cruzas, que la sangre europea.
Pero es tan descabellado quedar de espaldas a la rigurosa verdad de que nuestros padres, abuelos y/o bisabuelos en mayoría tuvieron que cruzar el Atlántico para llegar a estas playas como sugerir que Sud o Latinoamérica son, en cuanto al tipo humano, un dechado de homogeneidad.
El psicólogo social llevado a la emisora, ¿ha viajado por el continente alguna vez?, ¿cree que el presidente Vázquez desciende de indios porque su nombre de pila es Tabaré?, ¿le encuentra semblante parecido al del mandatario de Bolivia Evo Morales?
Leo en una cartilla de la dependencia ministerial que organiza los Días del Patrimonio, al referirse a la edición 2007, denominada Culturas uruguayas, Martha Gularte-Rosa Luna, fijada para sábado 6 y domingo 7 de octubre: “Seguramente ni Ayestarán ni Pereda Valdés ni Vicente Rossi ni Pedro Figari pudieron imaginar que en los primeros años del siglo XXI las tradiciones afrouruguayas, representadas especialmente por el candombe (música y danza), hubieran alcanzado los niveles de popularidad y aceptación que tienen en la mayor parte de la ciudadanía uruguaya, que obviamente sigue siendo de origen europeo” (el subrayado es por mi cuenta).
No da para más que, como posdata, excusarme y confesar: nunca entendí bien qué significa ese diploma de psicólogo social. ¿Es que, acaso, por ventura o desventura, los otros psicólogos de profesión están discriminados y no son sociales?
Fernando Caputi (Viernes 28.8.07)
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