El materialismo dialéctico opera una revolución en la teoría del conocimiento. Los filósofos siempre se han interrogado acerca de cómo se relaciona el pensamiento con la realidad, o si se puede conocer la realidad tal como es. En el siglo XVII los racionalistas consideran a la razón como la base del conocimiento mientras que los empiristas sostienen que la base es la experiencia. Sin embargo, aunque ambos tienen una parte de la verdad, se equivocan en la elaboración de la teoría del conocimiento en su conjunto.
El proceso del conocimiento es complejo, compuesto de diversas etapas. Los fenómenos del mundo exterior objetivo inciden por medio de los órganos de los sentidos ( vista, oído, olfato, gusto, tacto). O sea que las sensaciones se reducen a un color, sonido, olor, etcétera. Pero la sensación es apenas un breve instante: en cuanto el cerebro la reconoce y registra se transforma en percepción. En efecto, percibimos cosas y no simples colores o sabores, y el percibir implica un hecho mental más complicado. Es decir, se perciben objetos fuera del sujeto, fuera de uno mismo, los que ocupan un lugar exterior. Es la etapa perceptual del conocimiento; éste comienza con la experiencia.
Ahora bien, al acumularse sensaciones y, con ellas, las percepciones, se produce un salto a la etapa del conocimiento racional, a la elaboración de conceptos. Esa nueva etapa del proceso del conocimiento conduce de la materia objetiva a la conciencia subjetiva, de las cosas a las ideas. Pero todavía no se ha probado que las ideas representen bien o mal el mundo exterior. El hombre, como los restantes seres vivos, tiene órganos sensoriales limitados y percepciones restringidas. Por ejemplo, el ojo humano no registra todas las frecuencias del espectro luminoso (infrarrojo, ultravioleta). Sin embargo, a pesar de sus limitaciones, el ser humano posee mayores facultades de conocimiento valiéndose de la razón, del pensamiento. Precisamente en la etapa de conocimiento racional el ser humano conduce su reflexión a captar la realidad y a actuar sobre ella. Teoriza, elabora leyes y crea instrumentos para mejor conocerla.
La comprensión y la acción transformadora se relacionan rápidamente. En la tercera etapa, la de la práctica, busca, por ejemplo, superar su capacidad visual hasta lograr inventar el microscopio o el telescopio. En general, especialmente en su lucha con la naturaleza, si obtiene éxitos es porque su pensamiento es correcto, y si fracasa, porque no lo es. En la sociedad, en cambio, a veces las clases explotadas tienen ideas correctas pero no pueden vencer hasta alcanzar cierto grado de fortaleza.
Cuando el conocimiento conceptual, racional, es llevado a la práctica, la observación y la experimentación son los criterios de la verdad. La práctica retroalimenta a la teoría, lo que el marxismo denomina praxis. Si se plantea la hipótesis de que el agua se compone de oxígeno y de hidrógeno, sólo la experimentación de combinar estos elementos y obtenerla, o al contrario, de descomponer el agua en oxígeno e hidrógeno, garantiza el acierto de ella. Por eso sólo la práctica es el criterio de la verdad. En términos políticos y sociales, sucede lo mismo. "Si se quiere adquirir conocimiento es preciso participar en la práctica de cambiar la realidad", "si se pretende conocer la teoría y los métodos de la revolución, hay que participar en la revolución", afirma Mao. Por último, si la práctica es el criterio de la verdad, ¿es posible un conocimiento exacto o absoluto? El conocimiento profundo requiere la adquisición de conocimientos relativos, menores, incompletos. La dialéctica entiende el conocimiento como una construcción permanente. El ser humano se acerca a la verdad manteniendo cierta incertidumbre. En la explicación de ciertos fenómenos físicos Einstein va más allá que Newton, pero sus teorías, aunque sean más aproximadas a la verdad, también contienen márgenes de imprecisión. Igualmente Marx y Engels superaron a anteriores socialistas, pero su teoría no es definitiva ni perfecta, lo que con agudeza le hizo decir a Marx que él no era marxista. Seguramente, la humanidad llegará a un estadio de conocimiento determinado, en el que el materialismo dialéctico será superado por concepciones más afinadas. El materialismo dialéctico, como la ciencia toda, reposa en la humildad, en la noción acabada de la relatividad de todo conocimiento. *
La alienación
Aspecto esencial y poco conocido del materialismo dialéctico es su teoría de la alienación, que analiza las relaciones entre "lo humano" y "lo inhumano". Por "lo humano" se entiende el conocimiento, la razón, la amistad, el amor, la dignidad. "Lo inhumano" designa a la injusticia, la opresión, la violencia, el sufrimiento. Pero la relación entre ambos ha sido interpretada de modo diferente. Por ejemplo, para Platón la materia y la vida son "lo otro" de la Idea, del Conocimiento, es decir, lo negativo. En el cristianismo todo, incluso " lo humano", está manchado por el pecado original. Para el materialismo dialéctico "lo humano" es indisociable de "lo inhumano" ya que el bien y el mal, lo bello y lo feo, son aspectos de la misma realidad. Y sólo la superación del conflicto en términos históricos, potenciará lo positivo y debilitará lo negativo.
El marxismo desarrolla que en el sistema capitalista los que tienen un puesto de trabajo sienten, en su inmensa mayoría, que el suyo es un trabajo penoso, en el que se mortifica el cuerpo y arruina la mente, para satisfacer necesidades extrañas a ellos. Por ende, el trabajo no es voluntario, sino forzado, lo que explica que huyan de él en cuanto cesa o escapen de la coacción a la que se les somete. Es forzado porque no es hecho por el individuo con satisfacción para sí, sino que su esfuerzo pertenece a otro. De esa forma, para la gran mayoría la vida transcurre sin sentido, tolerable en el mejor de los casos, y en el peor, convertida en tormento. El trabajador siente que se le castra la destreza, se le fuerza a la disciplina para extraer mayor plusvalía y que, cuanto más se automatice su labor, antes se le sustituirá por los peor remunerados, que hoy son inmigrantes, mujeres o niños. La intensidad del trabajo también degrada y desprecia la vida. "Tiempos Modernos", célebre sátira de Charles Chaplin, muestra esta realidad.
La burguesía se aferra al más grosero materialismo, en el sentido vulgar y no filosófico. La búsqueda del lucro es el sentido de su vida y para conseguirlo recurre a la mentira, la estafa, la corrupción, el servilismo. La sociedad que domina se convierte en selva, donde "el hombre es lobo del hombre" --según la expresión de Hobbes--, en la que cada uno se preocupa tan sólo de sí.
Cuando el ser humano no es capaz de elevarse hacia la búsqueda de alguna perfección, cuando la vida es monótona, rutinaria, es lógico que vastos sectores, fundamentalmente pertenecientes a las clases explotadas y oprimidas, busquen salir de la bestialidad, mediante estímulos también alienantes: el tabaco, el juego, la droga, el alcohol, la compra o venta de la relación sexual, la irracionalidad religiosa. Todo vale para escapar de una vida vacía, viviendo la de otros como en ciertos programas de televisión y páginas de sociales.
La alienación es teórica y práctica. Teórica ya que la metafísica, la religión y la moral derivada de ellas, alejan al hombre de sus verdaderos problemas. Práctica, porque además de la enajenación del trabajo, toda su vida social se disocia y deforma por la explotación de unas clases sobre otras. El trabajador constata que hasta sus hijos son objetos de uso para los patrones, y que no posee derecho a la cultura, a la educación, a la salud. Con la propiedad privada de los medios de producción y de cambio, el dominio del hombre sobre la naturaleza se transforma en exclusivo provecho de pocos. El dinero es amo y señor, y la acumulación de capital en escasos individuos y en pocas naciones se convierte en des-acumulación y empobrecimiento para las mayorías sociales y para el grueso de las naciones.
Creaciones del hombre como la mercancía, el dinero o el poder estatal, alcanzan una existencia propia e independiente a él. Hasta sus propias ideas le parecen de otros, fruto de espíritus o de dioses, que se transforman en fetiches a idolatrar, vivos y reales en tanto le dominan. El ser humano deberá separarse de ese "otro" dominante, incluyendo la alienación consumista que el capitalismo genera.
El conflicto se resolverá mediante la destrucción de los fetiches y la superación de la alienación, merced a la recuperación de la conciencia de su propio poderío, lo que requiere de la Revolución Socialista. Entonces, el trabajo como goce creativo, raro en el capitalismo, se generalizará. *
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