“La izquierda política corre riesgo de extinción”. Habla el sociólogo turinés, uno de los promotores de la manifestación del día 20 de octubre. “Es una política caníbal aquélla que lleva a que cualquier divergencia termine en el callejón sin salida del consejo de ministros. Reducir cualquier lucha a “gobierno sí gobierno no” es una aberración. Es preciso construir un puente entre las personas, los movimientos y la política”
Marco Revelli es uno de los firmantes del llamamiento publicado a comienzos de agosto por Il Manifesto, por Liberazione y por Carta. Para esta última revista le entrevistó Pierluigi Sullo. Publicamos un extracto aparecido en Il Manifesto el pasado 15 de septiembre.
Así, pues, Marco, ¿qué es lo que no te convence de la cita del 20 de octubre?
Sobre todo la canivalización a la que se la ha sometido. El secuestro del debate, sobre cómo hacerlo, y su repercusión “institucional”: un debate que ha sido verdaderamente devorado por otro interno –la palabra es desagradable- a la “clase”. Los secretarios de los partidos -unos más, otros menos- tratan el 20 de octubre como si fuese un juguetito en sus manos, o en la mejor de las hipótesis, un recurso para autopromocionarse en la mesa del gobierno. En medio de una negociación que se desarrolla en clave interior a los partidos se arroja sobre la balanza a algunas de decenas de miles de personas. Esto es, absolutamente, lo contrario de lo que yo imaginaba que debería haber sido esta manifestación: una brecha en el círculo cerrado de los profesionales de la política y un ejercicio libertad de palabra
(…) Estoy convencido –y así lo demuestra el propio desarrollo del debate durante estos últimos días- que lo que presenciamos no es una mera patología transitoria. Es algo mucho más profundo, sustancial y dramático. Creo que, lo que está ocurriendo ante nuestros ojos es ni más ni menos que, por decirlo brutalmente, el fin de la izquierda política. El punto final de una larga deriva que concluye con una ruptura devastadora. Italia es en ciertos aspectos un laboratorio
¿Nos quieres hablar de los limpiadores de cristales y de los denominados “alcaldes sheriff”//1?
No quiero conceder especial relevancia a la actualidad. Pero creo que debe ser interpretada en todo su calado “estratégico”, la guerra contra los pobres que se ha abierto como consecuencia de la construcción del partido democrático. Porque, no pretendamos ocultárnoslo, las dos cosas están estrechamente relacionadas: en esa desesperada búsqueda de una identidad que no existe, que no se puede encontrar, no han encontrado nada mejor que optar por la exhibición muscular contra estos últimos, cabalgar por encima de la oleada de descrédito del que la clase política se ha hecho merecedora mediante el expediente de halagar los peores sentimientos de la “gente” según ellos se la imaginan.Pues bien, esto no es un cambio táctico. Es, por el contrario, una operación directa en el propio código genético de una izquierda, que ciertamente se deslizaba desde hace ya tiempo por esta pendiente, pero que alcanza en el presente su punto final.
Estoy pensado en Giuliano Amato, que, reconfortado por la experiencia altamente “moral” de haber sido el brazo derecho de Bettino Craxi durante el peor periodo del partido socialista, abre el fuego contra los abogados decimonónicos que defendían a los mendigos, durante el debate que se produjo como consecuencia de su obscena entrevista en Repubblica, y que liquida así otro fragmento originario del patrimonio genético del socialismo italiano. No del revolucionario o maximalista. No Gramsci o Serrati. Del socialismo prampoliano//2, del humanismo socialista que se entreveraba con el catolicismo social al redefinir una antropología alternativa a los instintos animales de capitalismo naciente
(…) El lema inscrito en las banderas del partido democrático es “crecimiento y seguridad” y las dos cosas se avienen a la perfección, porque para asegurar el crecimiento es necesario un determinado clima social. Pero ¿la situación es tan dramática como para levantar semejante muro?
Tenemos dos posibilidades, no necesariamente coincidentes: una es reconstruir una izquierda que sea capaz de resistir esta deriva hacia el corazón mismo del sistema político. Y este es el tema sobre el que machacan todos los días Rifondazione comunista, en parte también Izquierda democrática, el PdCI…
La otra es encontrar las huellas de un nuevo humanismo en las luchas comunitarias o sociales. (…) En, teoría, una y otra cosa podrían concretarse en una ocasión como la que representa la manifestación del 20 de octubre
La aparición de una antropología distinta de la que, en tiempos, proclamaba la izquierda –una antropología trastornada por el cinismo que nace de la absolutización de lo real tal cual éste es- es un factor inmediato de aceleración de la construcción del partido democrático, y de esto hemos hablado ya largo y tendido en Carta. El Pd nace para ser una excavadora que debe aplanar el terreno a la cultura y a la antropología que absolutizan la realidad y hacen de ella un dogma. Pero también hay otra causa más general, una raíz más profunda: y es la crisis del mecanismo de representación. (…) La democracia es sin lugar a dudas, la forma de gobierno más deseable, pero debe funcionar, y el principio de representación es uno de los pilares de la democracia.
Si aquel se resquebraja, el propio mecanismo democrático comienza a funcionar al revés y genera oligarquías en lugar de juego democrático. Es el mecanismo de la representación lo que en la actualidad se ha hecho añicos, y se ha hecho añicos por razones muy complejas que no podemos zanjar mediante un arrebato de voluntad, volviendo a levantar con orgullo las banderas de tal o cual partido, de tal o cual grupo. La globalización, en primer lugar, ha actuado de manera que los procesos de toma de decisiones funcionen horizontalmente en el seno de grupos de poder transnacionales , y que chocan frontalmente con la relación vertical de la representación: de este modo dejan aislados a los territorios. Precisamente por eso mismo, la resistencia de los territorios se está convirtiendo en algo políticamente tan importante: porque trata de romper este mecanismo o construir una alternativa a las devastaciones que este proceso está produciendo.
(…) Todos recordamos el caso de Vicenza, en febrero//3: se descarga sobre los No dal Molin, o sobre los manifestantes en contra de la Guerra de Afganistán la responsabilidad de hacer caer o no al gobierno, de poner patas arriba el panorama político, de traer de nuevo, o poco menos, a Berlusconi, todo lo cual es una aberración. Lo mismo está pasando con el 20 de octubre. Si todo vuelve a terminar en el callejón sin salida que conduce al consejo de Ministros, si al final todo acaba reducido a “gobierno sí o gobierno no”… si los secretarios de los partidos de la izquierda radical continúan considerando la manifestación como cosa suya, la destruyen, la abrasan.
La política, si no tiene consciencia de los peligros que entraña, abrasa lo social. Lo utiliza como una variable subalterna de sí misma, y el peligro es que el 20 de octubre se vuelvan a encontrar ante la luz pública solo los autocares de Refundación Comunista, de los Comunistas Italianos, y de algunos verdes, y nadie más. Y sería una tragedia
(…) La manifestación del 20 de octubre apostaba por la posibilidad de crear un puente, de crear consciencia en la clase política sobre su propia fragilidad y la necesaria humildad, y a la vez por la de darles la posibilidad a los movimientos para encontrarse. Si, además, este encuentro sirve para favorecer también una, me temo que improbable, dinámica de aproximación entre las diversas fracciones políticas que se mueven a la izquierda del P. D., en el área denominada “cosa roja”, que aumente la masa crítica de la misma, y, con ello, la posibilidad de tener voz y ser escuchada de una izquierda no subalterna, capaz de constituir un valladar ante el deseo de liquidación y de hacer cuanto menos más lenta la deriva autoliquidadora de la izquierda política, la cosa no puede menos que complacerme.
NOTAS DEL TRADUCTOR: //1 Se refiere a esa forma de mendicidad encubierta que consiste en que, durante los breves momentos en que los automóviles permanecen detenidos en los semáforos, personas con instrumentos de limpieza tratan de lavar las lunas parabrisas de los mismos a cambio de una propina. //2 Camillo Prampolini, cofundador en 1892 del Partido Socialista italiano y representante de la corriente reformista, que viene perfectamente definida por Revelli a continuación. //3 Vicenza es una pequeña ciudad del noreste de Italia, en la cual existe, desde hace ya cincuenta años una base militar de los Estados Unidos. Actualmente los EEUU, en connivencia con el gobierno italiano pretenden abrir una segunda mega base militar, aprovechando para ello el actual aeropuerto civil –aeropuerto Dal Molin- de la ciudad, con el fin de mejorar las posibilidades de intervención militar en el Cercano Oriente y en el Norte de África. El asunto ha producido una movilización generalizada, en todo el país, en contra de ese proyecto. El movimiento se denomina “Movimiento No Dal Molin”.
Marco Revelli, antiguo militante del autonomismo obrero italiano y celebrado estudioso del fordismo y el postfordismo, es profesor de ciencia política en la Universidad de Turín. Sus dos últimos libros más debatidos son La sinistra sociale (una investigación muy importante sobre el tránsito del capitalismo fordista al postfordista y la evolución de las bases sociales de la izquierda) y Más allá del siglo XX (traducido al castellano y publicado por la editorial El Viejo Topo, Barcelona, 2003).
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