Prevenir, un verbo hueco a rellenar con acciones
Vendiendo “bien” su cabaña de descanso en Esmeralda, Rocha, una familia de la vecindad montevideana demostró, más que capacidad comercial, tener cabeza. Porque, indirectamente, la transacción sólo fue posible por la invariable conducta de, cada vez que este núcleo de padres e hijos iba afuera, extremar la limpieza de boscosas áreas rurales inmediatas a la construcción.
Fue pura y exclusivamente debido a tal sistemático operativo, nunca dejado para después o mejor oportunidad, que un coyuntural incendio forestal de los ya habituales no arrasó con la casa como cíclicamente ha ocurrido en estas tierras y, por citar lo más reciente, enormes superficies de España, Portugal y Grecia desde que las cuatro estaciones ya no son aquéllas, agudizando el rigur de inviernos y veranos a dispasón de cambios climáticos mal o a medias explicados por los expertos.
Al uruguayo no le agrada seguir consejos aunque, como también constituye folclórica manía, los retrasmita en el erróneo supuesto de que estas cosas pueden pasarle al otro, nunca a uno. Pero más digno de circular que aquellas cadenas de antaño que multiplicaban las misivas y (teóricamente) daban lucro, la enseñanza que da el ejemplo de Esmeralda vale, sobre todo al advertir y aceptar que en la subregión platense el verano 2007/2008 está al acecho, tan cercano que es tiempo, sin dejarlo para después o mejor oportunidad –reiteración intencional, al igual que determinados fuegos–, de invocar hasta aturdir, si es preciso, todas las medidas capaces de cohibir estos siniestros mundialmente tan en boga.
El gobierno, ¿tiene en su agenda hacerlo? Si así es, ¿cómo y cuándo? ¿Cursando a los medios las recomendaciones contenidas en obsoleto prototipo de cartilla y distribuyendo otra por Caminera en los peajes a automovilistas que cubren el viaje al Interior ya olfateando el humo?
Este riesgo cierto es de zafra anual y tamaña incumbencia que impone una concientización planificada como nunca lo fue, convergente hacia una cultura de alcance y penetración total.
En la infraestructura de Estado, no basta –es al cuete– convocar de apuro al Sistema Nacional de Emergencias cuando la fogata está prendida y el viento cruza sus brasas sobre la carretera sino citarlo ayer, con tiempo suficiente y presencia asegurada de ministros de Estado y sus jerarquías clave dependientes –por lo pronto Interior, Turismo, Ganadería y Agricultura– e intendentes municipales con las suyas, para que de esa reunión de trabajo surja una serie de acciones concretas a multiplicar, no apenas un SOS de auxilio a países vecinos mejor preparados.
Terminar con invocaciones huecas de lo que debía haberse hecho y no se hizo, la conveniencia de instalar estratégocas torretas de observación en los bosques y disponer de aviones propios que descarguen agua sobre las llamas, situando en términos exactos la inclinación a culpar de cada desastre a pirómanos verdaderos (casi siempre inidentificables) o imaginados, históricamente tantos que al ranking de pasiones populares, donde figuran el fútbol, manguear y hacer huelga por mejoras salariales, la presunta tendencia a quemarlo todo podría disputar los primeros puestos.
Pero hay que actuar ya, no dejarlo para después o mejor oportunidad.
Fernando Caputi (23.9.07)
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