martes, 4 de septiembre de 2007

211/ Papeles y cenizas - El piquete como ritual - Por Anabella Loy

De relaciones.

Los mitos, esas construcciones culturales características de las sociedades mal llamadas "primitivas" (mejor llamadas "etnográficas"), con frecuencia reaparecen en las sociedades históricas. En la nuestra, por ejemplo.
El mito trata de una historia sagrada que relata hechos de un pasado fundacional que se conoce por la revelación. El relato se vuelve actual
por el oyente y, a través del oyente, mediante el ritual. A la vez la recitación del mito tiene eficacia mágica, actúa como modelo ejemplarizante.

Ahora bien, a partir del mito etnográfico o clásico, y fundamentalmente a partir de la persistencia de la mentalidad mítica en nuestra sociedad, podemos comprender mejor algunos temas de actualidad si los consideramos como enmarcados en el funcionamiento mítico. Al respecto Joseph Campbell decía que el mito de la Humanidad actual sería un mito planetario que jerarquiza la defensa medioambiental.

Desde este punto de vista, la famosa "guerra de las papeleras" desatada en nombre de la "pureza ambiental perdida" (o eventualmente a perder) se revela como un hecho que pone sobre el tapete un claro contenido mítico.
Recordemos que el tema del "paraíso perdido" aparece, en variadas mitologías, como "Edad de oro" perdida, la que será recuperada al fin de los tiempos. Y esta guerra de hoy formula la pretensión de un mundo incontaminado, que aparece como referencia a un pasado remoto, previo a la industrialización, entendible como otra forma de aparecer del pasado mítico.


La acción de los llamados "ambientalistas", avalada por la acción política oficial en la orilla occidental del río Uruguay, se presenta como la acción heroica colectiva que, contra viento y marea, vencerá los obstáculos en el camino hacia el Orden, la Pureza, la reinstauración del Paraíso imaginariamente recuperado.
En consonancia, la acción del o de los héroes supone una aventura, un conjunto de pruebas que aporten una renovación interior a los protagonistas del viaje simbólico hacia la recuperación del Edén perdido. Y eso es justamente lo que la "Asamblea Ambiental" pretende exhibir, asumiendo una posición voluntarista: la prueba de una decisión ciudadana y soberana que tiene permitido desafiar técnicamente la autoridad del Estado, cortando puentes.
La tercera etapa, que sería la consolidación de un logro, todavía está
abierta y puede demandar mucho tiempo.


Recapitulemos algunos puntos de la teorización anterior: el mito se
conoce por revelación, y los discursos políticos favorables a la posición
reivindicativa de los ambientalstas han funcionado, en ese sentido, como revelaciones de verdades incuestionables.


Vivir en un mundo supuestamente racional no hace desaparecer los
mitos; en nuestra sociedad nacen mitos constantemente, algunos ingenuos y espontáneos, otros deliberados y racionalizados. La actitud mítica no se abandona por la demostración lógica de la falsedad de su contenido. Entonces, aun después de uno, diez o cien estudios de impacto ambiental que prueben que las plantas de celulosa no contaminan, los participantes en el mito seguirán cortando los puentes y sosteniendo lo que ellos saben como nadie: que las papeleras contaminarán el aire puro y el agua transparente. Es que si alguna vez se abandona la verdad que el mito sustenta, ello ocurre solo por desilusión.
La vigencia del mito no implica necesariamente bonanza real actual: la realidad puede negar lo que se afirma como verdad, como revelación, pero ello no desacredita la fe en el mito, sino que la reafirma.


Los reclamos medioambientales han hecho aflorar en la población
entrerriana algún tipo de comunión que antes no tenía, la irrupción de lo excepcional en lo cotidiano -característica del mito- a partir de la unión incuestionable de los vecinos, de la fusión de individuos y valores, ya sean espontáneos o políticamente y mediáticamente manipulados, que han posibilitado a la población de esa zona sentirse parte de un todo significativo. La irrupción de lo excepcional en el mito inaugura el binomio claridad y libertad.


La representación mítica se reviste (¿se trasviste?) de una apariencia racional, deformando los hechos a su gusto -desafiar el libre tránsito aparece aquí como un derecho que cualquiera puede autoatribuirse, en aras de un particular concepto de soberanía popular particular.


FUNCIONES DEL MITO

Tomando como ejemplo el caso considerado aquí, las anunciadas funciones pueden resumirse así:


1.Establecer normas ejemplares de comportamiento. En el caso que nos ocupa, mostrar modelos de acción a imitar. (Pero cuando el discurso oficial presenta contradicciones flagrantes entre lo que se predica hacia fuera y lo que se hace -o no se hace- hacia adentro, los modelos trasmitidos no expresan verdades reveladas sino oportunismo.)


2. Constituirse en un modelo sobrehumano, a través del ideal de pureza en este caso.


3. Colaborar en la instalación existencial del ser humano en el mundo, armonizarlo consigo mismo y con la realidad que le toca vivir. Instalarlo en un escenario de reivindicación permanente, en vez de hacerlo en otro que privilegie la tolerancia y el diálogo, desvirtúa la función original.


4. Encaminar a las personas, aportándoles bases de sustentación
vivenciales. La orientación está presente, desde el apoyo oficial a la protesta y el liderazgo oficial de la misma, aun cuando no exista una etapa a trascender para pasar a un nivel más elevado, que es lo que el
verdadero mito habilita.


5. Integrar: los participantes se transforman en una unidad duradera, basada en la identificación del contenido mítico. Sin palabras.

6. Movilizadora: el mito moviliza para la acción, aporta fe y
esperanzas. Eso es exactamente lo que deliberadamente se le aportó a los manifestantes, en el marco de la mitologización de la protesta. El gobierno argentino sabrá (¿?) qué hacer con lo que habilitó, en el momento en que deba encarar la recomposición de una relación normal entre los dos países.

7. Esclarecer: el mito permite a los participantes encontrar
caminos para vivir una vida armoniosa y en comunidad, a través del
aporte de esquemas esclarecedores de sentido. No parece que esta
función se haya desarrollado cabalmente, a menos que el concepto de
comunidad entre sustentadores de la repulse sea el más restrictivo imaginable: ellos mismos.

El mito se basa en la emoción, el sentimiento, la intuición, y a ellos
apela también el discurso político. En este caso se intenta liderar a
la opinión pública en función de criterios emotivos, centrados en la
nostalgia de la pureza ambiental y el derecho soberano a lograrla a
cualquier precio.


La palabra tiene poder, ya sea en sociedades tradicionales o en las modernas, y desencadena efectos a partir de su pronunciación. Veremos qué pasa.

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