viernes, 21 de septiembre de 2007

252/Polis - La cosa Vostra - Por Federico Fasano Mertens

Como "bussblogger" anticipó en la entrada 251,
estos son temas de "Polis" que calientan el ambiente.
Coincido con Fasanio, leerlo es un placer
complicado, casi rebelde, y
siempre "a confirmar", pero sin
duda actual, con todo lo que esto implica.
rb
¿El gobierno comunica mal?

"Noticia es aquella información que alguien en algún lugar no quiere que se publique"

Mucho se ha hablado sobre la incomunicación del gobierno progresista. El arsenal que ostenta la oposición y también buena parte de los frentistas sobre el tema, es monotemático: "lo que pasa es que no saben comunicar". Sabido es que gobernar es comunicar pero reducir el meollo a las artes de la comunicación es un sofisma que elude la cuestión central: la desigual distribución de la escritura, la palabra y la imagen en el país de los uruguayos. Y esa distribución que no refleja la realidad sociológica de nuestra formación social, no es un problema técnico sino un problema político.
¿Cuántas horas de televisión, cuántas horas de radio, cuántos centímetros de diarios y semanarios, son orientados por los trabajadores uruguayos o por la cultura progresista o por las fuerzas políticas del cambio, hoy la mitad más uno del país?
Es abrumador el poder de fuego del establisment conservador sobre una opinión pública maniatada ante el aluvión imparable de medios hegemónicos, muchos de ellos monopólicos que coordinadamente programan el consumo cultural y modelan gustos y conciencias a su antojo, vendiendo modos de vida, estilo de consumo, aspiraciones sociales, percepciones de sí mismos y del mundo y datos políticos para la organización vertical de la sociedad.
¿Dónde reside el poder?

El poder hoy reside en quienes informan.
Estos se erigen en el sistema nervioso del organismo social, constituyéndose en una fuente de educación y cultura tan importante como el sistema escolar, pero esta vez dirigida a domesticar y desmovilizar a una opinión pública urgida de cambios.
En Uruguay los medios no son representativos de las distintas fuerzas sociales que componen la Nación.
La cultura del cambio sólo cuenta con un solo diario (LA REPUBLICA), una sola radio (1410 AM LIBRE), un solo canal de televisión privado (TV LIBRE), tres semanarios, (Brecha, Caras y Caretas y Voces del Frente) y un periódico de 16 páginas que sale 5 días por semana y se vende sólo por suscripciones (La Diaria), amén de un puñadito de programas de radio y televisión que aprovechándose de las contradicciones dominiales exhiben cierto talante de independencia frente a los intereses de sus empleadores.
El resto, todos los canales privados de televisión, todas las radios y todos los diarios y semanarios, son dirigidos por sociedades anónimas de información férreamente orientadas a mantener el sistema de dominación y el lucro que ese sistema les proporciona, con excepción de CX 36 con la cual discrepamos en sus tácticas y estrategias pero no cometemos el despropósito de ubicarla como aliada del sistema dominante.
Decir entonces que el gobierno comunica mal es un eufemismo. Comunica lo que el 90% de los medios de comunicación en poder del adversario histórico desea que se comunique y en la forma y contexto que ellos eligen comunicar.

El gran ausente
Y como este tema ya se ha convertido en una obsesión en estos tiempos de cambios es que ocuparemos las contratapas de los viernes para intentar abordar el contexto de la situación política que rodea a los medios de comunicación uruguayos.
La información, pese a su inmenso poder e importancia, es el único sector de la vida nacional que carece de la más mínima regulación democrática.
La comunicación ha sido la gran ausente del proceso de democratización abierto en nuestra sociedad a la caída del proyecto autoritario. Este tema no ocupó más de uno de los párrafos en los documentos de la Conapro. En la mayoría de los programas partidarios diagramados de cara a las últimas elecciones nacionales ni siquiera figuraba el tema.
Virtualmente, la casi totalidad de la normativa legal vigente en materia de comunicación (prensa, radio y televisión) proviene del régimen de facto, que en la materia y en su peculiar estilo, fue prolífico al respecto. Al hundirse el sistema pretoriano, la democracia liberal que ocupó su lugar, estuvo omisa en la sustitución del modelo informativo propuesto.
Nos expediremos entonces, en esta serie de notas de los viernes, sobre la comunicación social, diagnóstico, problemas y salidas posibles. Dividiremos nuestras reflexiones en varias partes, a los efectos de contextualizar nuestras propuestas finales.
En primer lugar destacaremos la importancia del tema y su influencia en la vida de nuestra formación social.
Pasaremos a describir las características del modelo vigente en el sector y su fracaso en términos sociales, políticos y económicos. Definiremos el rol de cada uno de los actores que hacen posible el funcionamiento del modelo tal cual hoy existe (el Estado, los medios y la sociedad) reseñando las características especiales de cada uno en el sector.
Abordaremos la propuesta de cambio explicitando cada uno de los obstáculos que se oponen a la reforma. El éxito relativo del modelo de información que nos rige no devino como acto gratuito o donación consentida de una sociedad consciente. Está forjado y se asienta en sólidas redes culturales cuyos mitos procuraremos exhibir y desmontar. Una vez desnudadas las dificultades reales que se oponen al cambio, insistiremos en detectar las dificultades formales. El caos del aparato legal que le sirve de soporte al modelo vigente, lejos de ser neutral en la problemática que nos convoca, ha hecho una clara opción a favor de uno solo de los protagonistas del sector. Este tema no podrá ser ajeno a nuestras propuestas.
Las soluciones que abordaremos se proponen también descartar las iniciativas inviables y utópicas que en definitiva impiden todo cambio al tornarlo inalcanzable.
Para aproximar describiremos finalmente lo que entendemos como el único camino posible y transitable en el Uruguay del cambio democrático de hoy. Todo ello en el marco limitado y enunciador de una serie de notas periodísticas, como aporte al proyecto nacional aún pendiente.
Para aproximarnos a este objetivo es necesario descifrar las claves del modelo hegemónico en la comunicación y la información.
Comencemos por entender que el poder se ha desplazado de los gobiernos hacia la opinión pública.
"Si a mí se me concediera una esfera de influencia y no más de la política exterior, yo elegiría la del flujo de informaciones". La afirmación no fue realizada en los inicios del siglo XXI cuando el inmenso poder tecnológico ha convertido a los medios de comunicación en un cuasi perfecto gobernante de masas. Fue pronunciada en 1952, hace 55 años, cuando nadie imaginaba que en la historia de la humanidad hubiera tantas personas en tantos lugares que pudieran compartir en tal medida un sistema común de mensajes e imágenes.
Su portador no era un hombre ajeno al poder. La frase pertenece al entonces canciller norteamericano John Foster Dulles, de triste recuerdo como sustentador de la política de "guerra fría", que bien sabía lo que estaba diciendo cuando sacrificaba todo en aras de la información.

El poder se ha desplazado
Esta importancia de la información no ha sido sin embargo adecuadamente aquilatada en nuestro país.
Llama la atención la completa acefalía reguladora tanto en el plano legal como en el político y social en un sector sobre el cual ya nadie duda que representa el sistema nervioso del organismo social.
El poder decía McBride -se ha desplazado de los gobiernos hacia la opinión pública. La guerra entre Francia y Argelia se estrelló contra esa opinión pública. También la de Vietnam fue detenida por la opinión pública. Lo mismo en Irán, donde la opinión pública pudo con el ejército. Fue el hombre de la calle el que derrotó al hombre más fuerte del mundo. Y en Irak los nuevos pretorianos de Bush no han podido construir ni un 5% del consenso mundial.
Y si es verdad que la opinión pública pasó a ser el poder, quiere decir que el poder reside hoy en quienes informan.
Esta constatación debiera conducirnos a la necesidad de fijar pautas y políticas donde la sociedad, razón de ser de toda información y titular indiscutible del derecho a la información, estuviera protegida en sus necesidades noticiosas.
Hoy no lo está. Y sobre este diagnóstico de situación es que elaboraremos nuestras propuestas sobre el tema.
Pero el primer paso consiste en romper la indiferencia que campea en nuestra formación social, donde se ignora la importancia del sector o se lo considera un producto de consumo más en el mercado de ofertas.

El monopolio de la información pesa más que el de la propiedad
En nuestro país parece ignorarse que la comunicación social es una actividad económica de incidencia singular en la dinámica de la estructura productiva; campo de intensa renovación e innovaciones tecnológicas; sistema de operación de supuestos y consecuencias eminentemente culturales; servicio de difusión de informaciones de valor esencial a la vida de la Nación; práctica al alcance de todos; herramienta y fuente de poder con mayor significación que muchos aparatos políticos organizados.
Se ignora también que el progreso de la técnica ha cambiado las bases sobre las que se constituía el poder de unos hombres sobre otros: hoy el monopolio de la información pesa más que el de la propiedad.
La información se ha constituido en una fuente de educación y cultura tan importante como el sistema escolar.
Los medios se han transformado en verdaderas escuelas paralelas.
Ya Carlos Marx lo anticipaba hace 136 años cuando en su carta a Kugelman del 27 de julio de 1871 afirmaba que "hasta ahora se creía que el florecimiento de los mitos cristianos bajo el imperio romano no fue posible en tanto que la imprenta aún no había sido inventada. Todo lo contrario. La prensa diaria y el telégrafo que difunde instantáneamente cualquier invención a todo el planeta producen en un día mayor número de mitos de los que en otro tiempo pudieron producirse en un siglo".
El largo tiempo transcurrido desde aquella carta no ha hecho otra cosa, más que convertir muy sólidamente a los medios de comunicación en un instrumento y una manifestación de la distribución del poder en cada sociedad.
Y esa distribución desigual del poder es la que la sociedad uruguaya debe analizar con sensatez y justicia, para modificar un modelo que obviamente sirve adecuadamente a los intereses de la dominación.
publicado en La República.

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