domingo, 23 de septiembre de 2007

258/Actuales - Por qué Bush puede atacar Irán - Por Jean Bricmont

Mucha gente en el movimiento antiguerra tratan de convencerse a sí mismos y de tranquilizarse: no es posible que Bush ataque Irán. No tiene los medios para hacerlo, o, tal vez, ni siquiera él es lo bastante loco para embarcarse en tamaña empresa. Se avanzan diversas razones particulares, como: si ataca, los chiítas en Irak cortarán las líneas de suministro de EEUU; si ataca, los iraníes bloquearán los Estrechos de Ormuz o activarán redes terroristas durmientes por todo el planeta; Rusia no permitirá un ataque de este tipo; China no lo consentirá: se deshará de los dólares; el mundo Árabe explotará.

Todo eso es dudoso. Los chiítas en Irak no se limitan a obedecer simplemente a Irán. Si no se sublevan contra EEUU cuando su propio país está ocupado (o si no se sublevan sistemáticamente), no es probable que se subleven contra EEUU si un país vecino es atacado. En lo tocante al bloqueo de los Estrechos o al desencadenamiento de una ola terrorista, no sería sino una ulterior justificación para seguir bombardeando Irán. Después de todo, un casus belli capital contra Irán es, aunque parezca mentira, que supuestamente ayuda a la resistencia contra los tropas norteamericanas en Irak, como si esas tropas estuvieran allí en territorio propio. Si eso puede funcionar como un argumento para bombardear Irán, entonces cualquier contramedida que Irán pudiera tomar no haría sino, simplemente, contribuir a "justificar" más bombardeos, posiblemente nucleares. Irán es fuerte, en el sentido de que no puede ser invadido; pero poco puede hacer contra bombardeos de largo alcance acompañados de amenazas nucleares.
Rusia está aumentando su arsenal militar (que ahora está a mucha distancia del norteamericano), pero no puede hacer nada más, y Washington estaría encantado de una reacción rusa, que le proporcionaría más argumentos para incrementar sus propias fuerzas militares.
China solamente se preocupa de su propio desarrollo, y no se desharía de sus dólares por razones que no fueran estrictamente económicas. El grueso de los gobiernos árabes, si no sus poblaciones, no vería con malos ojos un baño de humillación para los dirigentes chiítas iraníes. Esos gobiernos tienen fuerzas policiales suficientes para controlar cualquier oposición popular: después de todo, es lo que lograron hacer tras el ataque a Irak.
Con el cambio de Chirac por Sarkozy, y la casi completa eliminación de lo que quedaba de gaullismo (básicamente, a través de procesos judiciales sobre asuntos más bien triviales), Francia ha dejado de ser el país más independiente de Europa para pasar a ser el más sumiso (tal era, de hecho, el asunto principal que se dirimía en las recientes elecciones presidenciales, pero nunca se mencionó en campaña). En Francia, además, la "izquierda" laica es, en conjunto, hostil a Irán por las razones habituales (mujeres, religión). No habría manifestaciones masivas en Francia, ni antes ni después del bombardeo. Y sin el apoyo de Francia, Alemania –en donde la guerra es con toda probablidad muy impopular— siempre puede ser silenciada trayendo a la memoria el Holocausto, de modo que, de Europa, no vendría oposición significativa a la guerra (excepto tal vez de las poblaciones musulmanas, lo que daría un argumento más para probar su "atraso", su "extremismo" y su hostilidad a la "civilización democrática").
Todas las señales de un ataque a Irán están presentes. El país ha sido demonizado a consciencia porque no es amable con las mujeres, con los gays o con los judíos. Eso basta por sí solo para neutralizar a una buena parte de la "izquierda" norteamericana. El asunto, huelga decirlo, no es si Irán es amable o no de acuerdo con nuestros propios puntos de vista, sino si hay alguna razón jurídica para atacarlo, y no hay ninguna. Pero la ideología dominante de los derechos humanos ha legitimado, especialmente en la izquierda, el derecho de intervención, en cualquier parte y en cualquier momento, por motivos humanitarios, y esa ideología ha logrado un éxito apabullante en eclipsar como asunto menor el del derecho internacional.
Israel y sus fanáticos valedores norteamericanos desean un ataque a Irán por causa de los crímenes políticos de este país: por su apoyo a los derechos de los palestinos, o por su cuestionamiento del Holocausto. Los dos partidos políticos norteamericanos están por igual sometidos al lobby israelí, y lo mismo los medios de comunicación. El movimiento antiguerra está demasiado preocupado también por la seguridad de Israel para defender seriamente a Irán, y no se metería con los verdaderos arquitectos de esa guerra venidera –los sionistas— por temor a "provocar antisemitismo". Culpar a las grandes compañías petroleras en la guerra de Irak era cosa harto discutible, pero en el caso de Irán, puesto que el país sería bombardeado pero no invadido, no hay razón alguna para pensar que las transnacionales petroleras quieran la guerra, a diferencia de los sionistas. De hecho, las grandes petroleras probablemente se oponen radicalmente a la guerra, pero son tan incapaces de detenerla como el resto de nosotros.
En lo atinente a Israel, EEUU es una sociedad totalitaria de facto: resulta allí inaceptable cualquier oposición articulada. El Congreso norteamericano aprueba resoluciones pro-Israel una tras otra, con mayorías "estalinistas". A la población parece resultarle indiferente. Y si así no fuera, ¿qué podría hacer? ¿Votar? El sistema electoral está extremadamente sesgado en contra de la aparición de un tercer partido, y los dos grandes partidos están igualmente sometidos a la influencia sionista.
La única cosa que podría detener la guerra sería que los mismos norteamericanos amenazaran a su gobierno con una desobediencia civil masiva. Pero no ocurrirá tal cosa. Una buena parte de la izquierda académica dejó hace tiempo de informar a la opinión pública sobre lo que pasa en el mundo real, a fin de poder debatir si el Capital es un Significante o un Significado, o para ocuparse de sus Cuerpos y sus Yoes, mientras que los predicadores animan a sus rebaños para que se refocilen con cualquier nuevo signo de que el fin del mundo está cercano. Los niños iraníes no dormirán por las noches, pero la intelectualidad norteamericana de la izquierda liberal seguirá dando lecciones académicas al RDM (Resto Del Mundo) sobre los Derechos Humanos. De hecho, el que prevalezcan los "argumentos tranquilizadores" mencionados al principio prueba que el movimiento antiguerra está clínicamente muerto. Si no lo estuviera, confiaría en sus propias fuerzas para detener la guerra, en vez de especular con las vías por las que otros pueden lograrlo.
Entretanto, el vómito de una ingente cantidad de odio se habrá vertido sobre el mundo. Pero en el corto plazo, puede que aparezca como una gran "victoria" occidental. Como la creación de Israel en 1948. Como el derrocamiento de Mossadeq por la CIA en 1953. Como la anexión de la Alsacia-Lorrena, que pareció una gran victoria alemana tras la debacle francesa de Sedán en 1870. Mucho tiempo después del fin de la Administración Bush, se sentirán las consecuencias de esta guerra.

PS: Este texto no quiere ser una profecía, sino una (urgente) llamada a la acción. Nada me haría más feliz que ser refutado por los hechos.
Jean Bricmont, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de física en la Universidad de Louvain la Neuve, Bélgica. Es miembro del Tribunal de Bruselas. Su último libro acaba de publicarse en Monthly Review Press: Humanitarian Imperialism. Es sobre todo conocido en el mundo hispano por su libro –coescrito con el físico norteamericano Alan Sokal— Imposturas intelectuales (Paidós, 1999), un brillante y demoledor alegato contra la sedicente izquierda académica relativista francesa y norteamericana en boga en los últimos lustros del siglo pasado.
Traducción para
www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench

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