jueves, 6 de septiembre de 2007

225/Actuales - Recursos y Energía versus Cambio Climático - Por Miguel Angel Llana


Conviene recordar que la energía fósil es el ahorro de la fotosíntesis de millones de años pero que ahora tan sólo una cuarta parte de la humanidad la agotará en un siglo. No hay energías alternativas capaces de suplir a estos yacimientos que nos aportan el 87% de la energía, pero sí hay soluciones, aunque forzadas: el ahorro, un nuevo modelo económico, un nuevo estilo de vida que propicie lo anterior y sobre todo una nueva cultura que nos enseñe a gestionar la demanda de los recursos y no la oferta.


La superficie firme de la Tierra es de 13.041 millones de hectáreas, de las que 4.155 no son cultivables, 3.869 son bosques, 3.487 pastos y 1.530 cultivables; sirva de referencia saber que a los 6.500 millones de habitantes les corresponden apenas un cuarto de hectárea cultivable, 2.354 m2.


Pero, se olvida con frecuencia que vivimos en este planeta que sólo cuenta con estos recursos y que su utilización y consumo está alterando irreversiblemente el equilibrio que hace posible la flora y fauna existente de la que vivimos y de la que somos una parte más. La enorme presión sobre estos recursos está ocasionando una modificación del ecosistema en tan corto espacio de tiempo que la recuperación y la aclimatación resulta difícil o imposible ocasionando deterioros irreparables.

Este consumo disparatado influye de dos maneras, por una parte deteriora los recursos disponibles de los que dependemos de modo que algo tan abundante y renovable en buena medida como el aire o el agua, están seriamente afectados lo mismo que las tierras y los cultivos por los múltiples residuos contaminantes o por la sobreexplotación que agota nutrientes y acuíferos originando todo ello una cadena de sucesos como la desertización, erosión, destrucción de marismas, humedales, etc. que modifican seriamente las condiciones de vida del ecosistema, aparte y además del cambio climático y de sus consecuencias.


En segundo lugar, como en un círculo vicioso, la parte sensible afectada es toda la flora y fauna de modo que desparecen miles de especies cada año y otras decenas de miles están ya en vías de extinción.


Todo esto es bien conocido pero no se valora adecuadamente que la pérdida de flora y fauna es algo muy grave. Por otra parte, el agotamiento de los recursos no parece afectar a nadie porque la respuesta dada frecuentemente es: ¡ya inventarán, a alguien se le ocurrirá una solución! porque ante la prioridad de seguir "creciendo" todo vale, incluso continuar con mayor ritmo de consumo y depredación. Algunos recursos pueden ser sustituidos pero otros no, o al menos no con facilidad. Algunos pueden renovarse como el aire, el agua, la madera, etc. pero no al nivel de consumo actual y mucho menos al ritmo con el que se pretende seguir creciendo. Otros, como los minerales y otras materias primas obtenidas en yacimientos tienen su límite, como se puede ver en las canteras y minas agotadas, pero hay un cuello de botella, hay un recurso concreto como es la energía que es mucho más complicado porque es insustituible y, su abuso, está incidiendo especialmente sobre el cambio climático, aunque el conjunto del problema no sea sólo una cuestión de clima.


La Revolución Industrial se basó principalmente en consumos crecientes de energía, lo mismo que la Revolución Agrícola. El modelo económico y la sociedad dependen de la energía cada vez más, el PIB va ligado a un mayor consumo. Pero cuando hablamos de energía: de petróleo, gas y carbón, tres energías fósiles obtenidas en unos yacimientos limitados que muchos ya se han agotado y otros están en vías de agotamiento, mientras los descubrimientos no cubren siquiera el incremento del consumo. Aún no se ha llegado al Peack Oil de Hubbert, es decir, todavía se puede incrementar la producción, pero desde hace ya unos años es a costa de las reservas porque crece más la producción que los descubrimientos, las reservas disminuyen, se están agotando.


El artículo “Energía y clima: un coro de soluciones” [1] no es nada afortunado cuando dice que "La humanidad se enfrenta hoy a dos retos nuevos, unidos e inauditos: producir energía suficiente a medida que disminuyen las reservas mundiales de petróleo".


El error y el problema es que no se puede sostener este modelo económico basado en consumos crecientes de energía, tampoco es un problema tecnológico; la energía exterior nos viene de las radiaciones solares (fotosíntesis, evaporación, viento, placas solares) o por la posición de la Luna que provoca las mareas, ambas tienen una característica común que es su escasa densidad energética por kilómetro cuadrado o por tonelada de agua a la hora de su aprovechamiento, comparado con un litro de gasolina. Conviene recordar que la energía fósil es el ahorro de la fotosíntesis de millones de años pero que ahora tan sólo una cuarta parte de la humanidad la agotará en un siglo. No hay energías alternativas capaces de suplir a estos yacimientos que nos aportan el 87% de la energía.

Pero, más incomprensible es cuando el artículo continúa y propone que " Experimentaremos electrolizando el agua y transportando hidrógeno por tuberías al mismo tiempo que gasificamos el carbón y bombeamos millones de toneladas de dióxido de carbono al interior de la Tierra". En esta propuesta no aporta ni una sola gota de energía sino precisamente más gasto energético: gasto para electrolizar, transportar, gasificar y bombear dióxido de carbono. En lo dicho no hay aporte de energía, pero menciona al Hidrógeno, como tantos otros autores, cuando el H2 no es fuente de energía sino sólo un combustible muy peligroso, difícil de almacenar, que no se encuentra libre en la naturaleza y que su obtención, por cualquier método, es siempre gastando más energía que la que nos aporta.


De la energía atómica de fisión, problemas aparte, sólo hay reservas de Uranio para unas décadas. La de fusión es un proyecto lejano; quedan décadas para que pueda ser usada, más de lo que puedan durar las energías fósiles, pero sí hay soluciones aunque forzadas: el ahorro, un nuevo modelo económico, un nuevo estilo de vida que propicie lo anterior y sobre todo una nueva cultura que nos enseñe a gestionar la demanda de los recursos y no la oferta, mejorando el uso de lo escaso que tenemos y no pensar que la oferta de los recursos es ilimitada, que no lo es.


Nota:[1] Thomas Homer-Dixon director del Centro Trudeau de Estudios sobre la Paz y los Conflictos y catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Toronto (Canadá). Rebelión 27-08-07

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