Ante la pregunta, parece necesario abordar el tema desde otro ángulo, y con otra pregunta, vinculada también a los procesos de integración, pero pensando en lo que creo que es el meollo de esos procesos, esto es, su contenido económico y social.
Me refiero a la elaboración de un “proyecto alternativo global”, objetivo reiteradamente reclamado en los foros sociales mundiales, y cuya ausencia se destaca como una insuficiencia de la izquierda.
Cabe entonces la pregunta: ¿Es posible la elaboración de un proyecto alternativo de alcance global?. ¿Es esa la tarea?.
Por cierto quienes nos ubicamos en el pensamiento marxista tendemos a pensar, más que en un proyecto, en un objetivo: la superación del capitalismo, la construcción de una sociedad que resuelva la contradicción entre el carácter social de la producción moderna y del desarrollo de la ciencia y la tecnología, por un lado, y la propiedad privada de esos medios, la apropiación privada de los resultados del trabajo científico, por el otro, mediante la eliminación de esa forma de apropiación y su pasaje a la propiedad y la gestión social. Llamamos a ese objetivo, SOCIALISMO.
Si a esto pudiera llamársele “proyecto alternativo”, sea, ese sería nuestro proyecto.
Pero dista mucho de serlo, al menos por dos razones:
La primera porque sólo estamos definiendo el modo de producción del sistema a construir. Podemos incluso avanzar un poco y definir la orientación de las fuerzas productivas y su desarrollo, en el sentido de sustituir el carácter depredatorio e irracional del capitalismo por un desarrollo que proteja la naturaleza y apunte a satisfacer las necesidades vitales, el bienestar y la superación cultural de la humanidad toda, ajeno a los falsos consumismos generados por procesos productivos basados en la búsqueda de la ganancia del capitalista más que en las necesidades de la gente.
Pero, hablar de gestión social implica pensar en las estructuras sociales, implica pensar en el rol del Estado, en las formaciones políticas, en su interrelación. Implica imaginarse la conformación de nuevos sistemas jurídicos, de nuevas formas de la comunicación entre los hombres, de una nueva conciencia social, en fin, implica abordar el complejo mundo de la superestructura. Y el problema es que, como ya sabemos, estructura y superestructura se interrelacionan, no a la manera de una, la superestructura como puro reflejo en la conciencia social de las relaciones sociales generadas en otra, la estructura material de la sociedad, sino de manera dialéctica, causa y efecto de una sobre otra. En consecuencia, avanzar mas allá, a partir del objetivo, en la construcción de un proyecto alternativo, y máxime si se lo concibe de una manera global, no es otra cosa que fabricar una utopía. No esta mal construir utopías, pues ellas aportan ideas a la hora de abordar las tareas que la historia pone en manos de los hombres. Pero los marxistas no pensamos en utopías, nos proponemos transformar el mundo.
La segunda razón por su carácter “maximalista”, porque ignora la existencia de etapas, o, si se prefiere, el carácter de proceso en el que transcurre la historia de las sociedades humanas, y la variedad de caminos por los cuales ese proceso transcurre. Es así que, a partir del objetivo propuesto, las tareas a las que los hombres se abocan, no en la teoría sino en la práctica de la historia, responden siempre a las contingencias que las relaciones sociales generan, a la “realidad concreta”, de cada momento y de cada lugar.
Por otra parte, el mundo globalizado no es un mundo homogeneizado, las contradicciones afloran por doquier, y en el marco de los objetivos finalistas que cada uno asuma, o de los proyectos alternativos que cada uno se construya, aparecen tareas cuya no resolución ponen en tela de juicio incluso las posibilidades de futuros avances civilizatorios (los tiempos en que, al decir de Federico Engels, el hombre abandone por fin la prehistoria). Esas tareas, además, traen al orden del día el tema de las alianzas, de la acumulación de fuerzas que posibiliten abordarlas y resolverlas con éxito.
En este sentido, y más allá de abordar más adelante las posibles respuestas a la pregunta inicial, sin duda el tema central y prioritario hoy tenga que ver con el entronizamiento en el gobierno de los EEUU, la potencia militar más poderosa del planeta, de los representantes directos de los círculos más agresivos y guerreristas del imperialismo, afirmados en la cúpula del poder de ese gobierno, bajo la administración Bush.
Su hegemonía pone en peligro la paz mundial, destruye incluso el precario sistema de la ONU, el respeto por el derecho internacional, avasalla y destruye naciones, y las coloca en la disyuntiva de someterse o pasar a integrar el llamado “eje del mal”. La humanidad vive nuevamente los tiempos de la “raza superior” y el “espacio vital” de la locura hitleriana. Aislar y detener esa espiral de guerra y destrucción es un irrenunciable deber moral de la humanidad sensata. Potencialmente, las fuerzas de pueblos y gobiernos que ven con alarma este proceso son inmensas. Incluyen no sólo sectores populares, organizaciones sociales de todo tipo, sino también fuerzas gobernantes aún de potencias del primer mundo, que no quieren vivir subordinadas a la hegemonía de los círculos guerreristas y su política demencial. Trabajar por su coordinación, por efectivizar en hechos esa inmensa fuerza, es tarea que nos compromete por supuesto a todos quienes nos ubicamos en el pensamiento de izquierda.
¿Qué hacer entonces?. ¿Cómo trazar nuestra estrategia?
Creo que más que la elaboración de un proyecto alternativo, debemos desarrollar el concepto de vías de aproximación, concepto mas dialéctico y que los comunistas uruguayos, a partir de los trabajos teóricos de R. Arismendi, desarrollaron desde la década de los 60.
En realidad, no hay aquí nada nuevo. Se trata, como ya dijimos, del “examen concreto de la realidad concreta”, que concibe el marxismo como una guía para la acción y no como un dogma que contiene en sí mismo las respuestas a todas las situaciones. Por tanto ese estudio concreto, de la realidad concreta, imprescindible para fijar la estrategia política de avance en la dirección de los objetivos de liberación y de socialismo, implica el estudio del modo de producción, de las clases sociales, de sus contradicciones y de sus puntos de coincidencias, de la historia y la cultura, en fin, de los rasgos nacionales, formas institucionales, etc. Pero también el contexto regional y mundial y la correlación de fuerzas. Es una ardua tarea, pero ineludible.
Y esto ya nos coloca ante una disyuntiva: ¿cómo conciliar este estudio pormenorizado, meticuloso, de un lugar, con objetivos de carácter global?. No hay manera si lo que se pretende es construir un proyecto alternativo de tales dimensiones.
Pero pensémoslo desde otro ángulo. La experiencia de los comunistas uruguayos nos ayudará. En 1958 el PCU aprobó en su XVI Congreso una Declaración Programática que resumió aquel estudio concreto de la realidad concreta, de que hablamos. A partir de allí, delineó su estrategia, basada en la conformación de las fuerzas motrices de la revolución uruguaya, la alianza política y social capaz de abordar la transformación revolucionaria de la sociedad.
Además, a las clásicas etapas que ya Lenin trazara en “Dos tácticas...”: etapa democrática burguesa, (o de liberación nacional), y etapa socialista, se superpuso la noción de proceso que, de alguna manera, ya estaba implícita en la tesis leninista acerca de las posibilidades de pasar de una etapa a otra sin solución de continuidad.
Proceso, pues. Que como tal da idea de algo no predeterminado, estático, sino de caminos y alternativas que su propio desarrollo va generando (pues es verdad que “la teoría es gris y el árbol de la vida es siempre verde”). El arte de la política consiste así en saber apreciar en cada instante la riqueza potencial de cada alternativa, qué programa político emerge de ella, cómo consolidarla, cómo resolver de manera armoniosa la contradicción entre amplitud y profundidad, esto es, la contradicción entre la amplitud de las alianzas y la profundidad de los programas, como procesar nuevos avances. A eso llamamos vías de aproximación, que, para la realidad uruguaya, y repito, para la realidad uruguaya, se expresa en los conceptos de “avanzar en democracia”, alcanzar niveles de “democracia avanzada”, es decir, comenzar a delinear, en el seno de la sociedad pre-existente, algo así como esquicios o bosquejos de lo nuevo, comenzar a construir, frente a la hegemonía dominante, la hegemonía del mundo que comienza a nacer.
Aclaremos un poco más, vale la pena, que encierra el concepto de “democracia avanzada”:
En el transcurso de discusiones que los comunistas uruguayos realizaron en torno a este tema, se formularon dos afirmaciones básicas que vale la pena replantear:
La primera, que la democracia avanzada no es un simple cambio en la correlación de fuerzas. Es toda una etapa histórica, con modificaciones, por un lado, en la estructura productiva que, aunque básicamente sigue siendo capitalista, contiene una importante y creciente presencia del área estatal y del área social junto a la privada tradicional.
Y por otro lado, en la superestructura institucional, en la que, aun en el marco del régimen republicano representativo de gobierno, de la separación de poderes y de la plena libertad de expresión del pensamiento, así como la existencia de partidos y organizaciones sociales de todo tipo, se acentúa sin embargo el contenido participativo de la democracia y la presencia de las grandes masas populares en la deliberación y la toma de decisiones, en todo momento y sobre todos los temas, los que hacen al gobierno del país, a sus regiones, o a sus comunidades. Como se señaló más arriba, ir construyendo, frente a la hegemonía de las clases dominantes, la nueva hegemonía, generadora de la nueva sociedad.
La segunda afirmación básica es que para alcanzar los umbrales de esa etapa histórica en el proceso liberador de nuestro pueblo, se requería transitar con éxito una etapa previa –en definitiva la actual, signada por la victoria electoral del Frente Amplio y sus aliados y la conformación del gobierno progresista encabezado por Tabaré Vázquez-, en cuyo marco fuera posible consolidar y ampliar el proceso de unidad, de elaboración programática, de respaldo al proceso de cambios iniciado, y de búsqueda de los consensos políticos y sociales que permitan profundizar la democratización del Estado y de la sociedad, generar cambios económicos y sociales, etc. Toda esta etapa se sintetiza en nuestra propuesta de “avanzar en democracia”.
La década infame y después
Los años de elaboración teórica y de avance real en la dirección antedicha, y que condujeron a la construcción de la unidad política de la izquierda uruguaya en torno a un programa nacional, democrático y antiimperialista, construido en la experiencia concreta del movimiento social y popular, en particular del movimiento sindical, fueron brutal y trágicamente interrumpidos por la ola de golpes militares que sacudieron el Cono Sur americano en los años 70, y cuya génesis e inspiración son bien conocidas y escapan a este trabajo.
La salida de las dictaduras puso de relieve el objetivo común a todas ellas, que lo fue consolidar en la región el neoliberalismo, expresión del proceso de globalización capitalista bajo el predominio del capital financiero, con su regla de oro, apertura de las economías, desregulación del mercado de trabajo, de la entrada y salida de capitales, del acceso de las multinacionales, achicamiento del Estado y de los espacios democráticos, venta de las empresas estatales y de activos, etc.
20 años después, los resultados están a la vista. Pobreza y exclusión social, desocupación, retroceso en todos los índices de bienestar social, y una creciente brecha entre la inmensa masa de pobres y las minorías cada vez mas ricas, así como entre el conjunto de los países de la región y el mundo desarrollado. Y a manera de corolario, una deuda pública incalculable y unos niveles de corrupción en esferas del poder difíciles de calificar.
Pero el topo de la Historia siguió trabajando, y hoy América Latina genera nuevas realidades, ensayan los pueblos nuevas vías de aproximación.
Esta claro que en condiciones distintas y mucho mas difíciles que en aquellos 60.
En primer lugar, por el deterioro económico y social que las dictaduras primero, y los años neoliberales luego provocaron en toda la región, sin olvidar el asesinato de tantos jóvenes militantes sociales, cantera de futuro, que los años de plomo, la operación Cóndor, llevó a cabo. Somos mas pobres, la marginación social, la exclusión, ha destruido o debilitado mucho del entramado social, hay urgencias y prioridades ineludibles para atender y resolver. Arrancamos de mucho más atrás.
En segundo lugar, por el contexto mundial, en el que la desaparición del campo socialista debilitó objetivamente la lucha contra el dominio imperialista que los EEUU ejercen en la región, sin olvidar la profundidad de la crisis ideológica que tal desastre generó en el campo de la izquierda.
El predominio militar e ideológico de los EEUU, y el carácter de su actual gobierno, su desprecio por las normas del derecho internacional, su concepción de la guerra preventiva, tan similar al hitlerismo, hacen del mundo de hoy un lugar caótico, inseguro, en guerra permanente, que obliga a sumar fuerzas, con toda la amplitud posible, de gobiernos y de pueblos, en defensa de la paz y del derecho internacional, en la conformación de bloques de naciones, en lo regional y con regiones del mundo periférico de Asia, Medio Oriente y Africa. Ya he hablado de esto más arriba.
Nuevas tareas, nuevos desafíos, nuevas urgencias, nuevas realidades socio económicas. Todo ello implica que en esa concepción general de las vías de aproximación, los programas políticos concretos, los procesos de alianzas políticas, los ritmos del avance, no son ya los del 60.
En muchos lugares del continente el acceso al Gobierno reviste la forma de gobiernos progresistas, con mayor o menor presencia de estructuras político sociales claramente identificadas con la izquierda.
¿Tienen todos ellos un proyecto alternativo común?. Es claro que no. Es más, subsisten diferencias y contradicciones en no pocos temas Todos ellos apuntan sin embargo en direcciones esenciales coincidentes: integración regional, esfuerzos por encauzar las economías hacia desarrollos sustentables y con mayor atención al hombre, intentos de romper la dependencia y marcar políticas exteriores a favor de la paz y el derecho de los pueblos a la autodeterminación.
Ya he dicho que el concepto de vías de aproximación permite comprender mejor los procesos locales, evita la tendencia al traslado mecánico de experiencias distintas, y al mismo tiempo nos da modos de percibir grados diversos de avance, rasgos que contribuyen al desarrollo de la unidad. Y, porqué no, construyen en la vida, y no en los alambiques de la teoría, el, o más bien los, proyectos alternativos.
Cómo profundizar esos procesos, cómo avanzar en esas vías, sin rupturas, con la comprensión de las dificultades y del carácter de las alianzas y coyunturas que en cada lugar generaron estos procesos, pero también teniendo claro que no son procesos irreversibles, y que su consolidación depende del nivel de profundización democrática que se alcance, de su contenido participativo y de la construcción o desarrollo de estructuras políticas capaces de mantener la unidad en la diversidad, que sean sustento de los gobiernos progresistas pero no sustento pasivo sino que sean capaces de generar en sí mismas y en las grandes masas populares la conciencia necesaria para nuevos avances. En una palabra, que vayan construyendo una nueva hegemonía.
Una pequeña, modesta, pero necesaria tarea
En ese terreno, el intercambio de experiencias en la región resulta fundamental. Sin desmedro del Foro Social Mundial, sin contraposiciones, debiéramos promover un Foro Latino americano con la participación de dirigentes políticos y gobernantes de izquierda y progresistas, así como dirigentes de organizaciones sociales, para conocer experiencias, peculiaridades, dificultades y logros, que permitan conocernos mejor e ir delineando objetivos comunes.
En cuanto a los marxistas latinoamericanos, resulta imperioso que empecemos a vincularnos, a discutir los diversos, y a menudo contradictorios, enfoques existentes. Y no exclusivamente por la vía de los partidos de orientación marxista, que es deseable, sino de todos aquellos que a partir de concepciones marxistas, y estén donde estén, en el ámbito político o social en el que actúen, escriben y debaten en torno a los caminos de la liberación y el socialismo en la región. Nuestro pensamiento es, sin duda, una vertiente indispensable, necesaria, entre todas aquellas que hoy actúan y piensan en la región. Sería una ayuda invalorable si lográramos encontrar mayores niveles de coherencia. Los medios de comunicación hoy existentes hacen injustificable que lo que se piensa y escribe en un lugar, no se conozca en los otros.
Una simple secretaría, que reciba y circule lo que se le haga llegar sería suficiente. Ya se verá después si se pueden organizar debates sobre temas específicos, foros, etc., pero principio quieren las cosas.
Quien nos diga que alguna de las Instituciones o Fundaciones marxistas presentes, la propia anfitriona tal vez, no aceptara el desafío.
La propuesta queda hecha.
* Ingeniero. Ex Representante Nacional por el Frente Amplio. Miembro fundador de la CNT.
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