Ocurre que, pienso, la música tiende a la amoralidad desde su estructura, creando un mundo instrumental perfecto, sólo herramienta y resultado.
No es que la música no tenga otro aspecto, que culmina cuando la letra permite entrar a la palabra, y hasta informar, creando mundos de afectos, emociones, intenciones, pretensiones y hasta saberes - que informan - y conocimientos - que explican -.
En cambio, la palabra, átomo del lenguaje y del habla - el idioma admite otras partículas mínimas - tiende a la moralidad y debe-ría expresar las ciertas coherencias y correspondencias de los mundos creados social e individualmente para expresar relaciones (en definitiva, infra o supraestructuralmente, todas sociales).
Esa es la actitud, definición y estructura moral que necesita de la Ética, entendida como teoría de las reglas y escalas morales.
En definitiva, y tomó a Jorge Semprún, en prinicipio el marxismo, luego las filosofías, y, en definitiva, la Filosofía, debe considerarse como debate. Un debate que se extiende desde una primera instancia, que es el "debate con el mundo", que es el que se produce con las fuerzas objetivas, naturales (Semprún agrega sutilmente: históricamente naturales). También: debate con los resultados de nuestra acción, que implica, o simplemente es, la práctica (marxista, filosófica, de la Filosofía; moral, Ética). Tercero: debate con los resultados de la acción de otras fuerzas
Segundo: un debate intra e inter ideológico, donde el centro es otro tipo de praxis, que llamaré crítica, que Semprún ejemplifica con la soberbia adecuada: "las armas de la crítica y la crítica de las armas".
Finalmente, el debate del filosofar (del cual el marxismo es alto ejemplo) consigo (mismo), que debe ser una "permanente y rigurosa puesta en cuestión de resultados y orígenes".
Por supuesto, hay filosofar, y filosofías - aunque no merezcan el nombre de tal -, que no incluyen ni admiten el debate; para el caso, el stalismo fue un marxismo sin debate.
Como consecuencia de lo dicho, y volviendo al inicio, la palabra sin praxis y la praxis sin debate terminan marchando hacia el pensamiento único, característico de las dictaduras (eufemismo: regímenes de facto, autoritarismos plenos, como si el autoritarismo pudiera graduarse).
En esa dirección funciona hoy cierta orientación de la crítica disfrazada de periodismo, confundiendo la función (misión) de informar con la explicación/interpretación. Esta confusión supone una expresión universal (¿por qué no "universitaria"?), superando la casuística y la creación, manejo e interpretación de hipótesis desde los datos "reales" - sabiendo que no son tales, sino simples indicios de vaya a saber qué -.
Por supuesto, el deber de la POSTCRÍTICA no sólo se debe dirigir a desenmascarar a esa crítica, creadora de ideología pura, sino de establecer el debate fundamental, que es una crítica (perdonen la iteración) de las estructuras sociales tendiente a establecer relaciones sociales de igualdad (necesidades), y luego de orden (capacidad, otra vez universitatis).
Por eso prefiero escuchar música instrumental, aparentemente desmoralizada, amoral, y encausar esa POSTCRÍTICA fecunda, fundamentada en un debate acerca del papel de los medios de comunicación, su exacerbación precrítica y su utilización ideológica, por tanto supraestructural, para mantener las condiciones infraestructurales vigentes y su férreo control de los cambios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario