Post scriptum - (Para Daniel Banfi de su hermana.
Cuántas cosas te hubiese dicho, qué corto fue el tiempo....)
Cuántas cosas te hubiese dicho, qué corto fue el tiempo....)
Hoy, 9 de julio de hace tantos años, no puedo dejar de recordar algo que quedó en mi vida marcado a fuego; el último día que vi a Daniel, el Flaco (como le decían sus amigos), realmente era flaco, muy flaco...
Ese 9 de julio se organizaba en Montevideo la azonada en la Avenida 18 de Julio, el Flaco ya estaba en Buenos Aires en la clandestinidad, no nos podíamos ver, ni comunicarnos, sólo lo hacíamos muy pocas veces por carta, cartas que traía algún amigo, siempre llenas de amor y de esperanzas para este país.
Nos encontramos en nuestra casa paterna en Punta Gorda, en un almuerzo que hizo nuestra mamá. En el barrio donde nos criamos, jugamos y nos formamos, donde muchos amigos fueron detenidos, otros son desaparecidos y muchos hoy están en el gobierno.
Sólo recuerdos..., tengo imágenes, aromas, y palabras de ese momento. Daniel con una camisa a cuadrillé en rojo, vaqueros y su pelo oro; yo embarazada de nuestro primer hijo con Roberto, Alejo, ya de seis meses.
Él feliz de verme con ese hijo que venía en camino, pasamos juntos un rato corto, muy corto, quizás ahora que no está parezca mas corto aún. Porque uno en la vida no se da cuenta que hay momentos que no se pueden volver a tener.
Charlamos, de temas banales, o no tanto, de mi vida de casada, del hijo que venía, porque había temas – los políticos -que en nuestra casa no se entendían, o era que el Flaco no quería preocupar a mamá, una madre que se desvivía por ese hijo que poco después la vida, esa terrible vida delegando en individuos viles, abyectos, le arrancó.
La despedida fue fuerte como si supiéramos que nunca más nos íbamos a ver, nos fundimos en un largo abrazo, con una sonrisa y con las palabras de él: “Cuidate hermanita, cuidate y cuida a ese hijo que traes al mundo!!!, mi sobrino Alejo vendrá en un Uruguay mejor, por eso es la lucha, por eso es todo esto..."
Quise ir con él, pero no me dejó, como siempre me cuidó, me protegió.
Y es así que ese abrazo, esas imágenes y los aromas están marcadas en mi corazón a fuego...
Le pregunto, a los que hoy están vivos, aquellos amigos con los que jugábamos en la Plaza de Palestina y Rivera, aquellos que hoy son gobierno, y ocupan “los” sillones.
¿Valió la pena?
Ese 9 de julio se organizaba en Montevideo la azonada en la Avenida 18 de Julio, el Flaco ya estaba en Buenos Aires en la clandestinidad, no nos podíamos ver, ni comunicarnos, sólo lo hacíamos muy pocas veces por carta, cartas que traía algún amigo, siempre llenas de amor y de esperanzas para este país.
Nos encontramos en nuestra casa paterna en Punta Gorda, en un almuerzo que hizo nuestra mamá. En el barrio donde nos criamos, jugamos y nos formamos, donde muchos amigos fueron detenidos, otros son desaparecidos y muchos hoy están en el gobierno.
Sólo recuerdos..., tengo imágenes, aromas, y palabras de ese momento. Daniel con una camisa a cuadrillé en rojo, vaqueros y su pelo oro; yo embarazada de nuestro primer hijo con Roberto, Alejo, ya de seis meses.
Él feliz de verme con ese hijo que venía en camino, pasamos juntos un rato corto, muy corto, quizás ahora que no está parezca mas corto aún. Porque uno en la vida no se da cuenta que hay momentos que no se pueden volver a tener.
Charlamos, de temas banales, o no tanto, de mi vida de casada, del hijo que venía, porque había temas – los políticos -que en nuestra casa no se entendían, o era que el Flaco no quería preocupar a mamá, una madre que se desvivía por ese hijo que poco después la vida, esa terrible vida delegando en individuos viles, abyectos, le arrancó.
La despedida fue fuerte como si supiéramos que nunca más nos íbamos a ver, nos fundimos en un largo abrazo, con una sonrisa y con las palabras de él: “Cuidate hermanita, cuidate y cuida a ese hijo que traes al mundo!!!, mi sobrino Alejo vendrá en un Uruguay mejor, por eso es la lucha, por eso es todo esto..."
Quise ir con él, pero no me dejó, como siempre me cuidó, me protegió.
Y es así que ese abrazo, esas imágenes y los aromas están marcadas en mi corazón a fuego...
Le pregunto, a los que hoy están vivos, aquellos amigos con los que jugábamos en la Plaza de Palestina y Rivera, aquellos que hoy son gobierno, y ocupan “los” sillones.
¿Valió la pena?
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