miércoles, 18 de julio de 2007

Papeles y cenizas - El país depresivo - Por Roberto Bussero.

Dicen nuestros mayores que el Uruguay de los 50, y un poco más, fue un país optimista, empapado – quizás enfermo – del síndrome de Maracaná, que seguramente era una manifestación batllista y gozaba de la meritoria dialéctica con el caminante Luis Alberto de Herrera.

Dicen que era el país de las vacas gordas y la sonrisa fácil, cuando no la carcajada constante, seguramente riéndose, inconsciente, de un futuro que creía sin muchas variantes.
Hoy Uruguay es el país de las dudas, de ir ganando dos por cero y esperar el inevitable empate – les pasó a nuestros jóvenes con España – o perder en los penales – el Canario García, el palo, Brasil que luego es el Campeón de América -.


Un colega – periodista y pensador – me comentó un día que el incomprensible, pero nunca ridículo, monumento al “Profe” Bengochea era un símbolo de la comprensión de ese ineluctable destino de fracasos, al igual que el festejo de segundos y terceros puestos deportivos, el superconformarse con bronces o el “se hizo lo que se pudo”.

Uruguayidad sin palo

Las estadísticas dadas a conocer por el Observatorio de Violencia y Criminalidad de Ministerio del Interior, en cifras comparativas que midieron enero a mayo de este año, indicaron que los suicidios duplican a los homicidios, las denuncias de violencia doméstica crecieron casi un 56% y los accidentes de tránsito fatales se elevaron un 18%, llegando a 206 siniestros.
No haría falta ´demasiada especulación para entrever que violencia doméstica y accidentes de tránsito, como la emigración sostenida, sobre todo de cerebros jóvenes, son formas colectivas de un suicidio nacional, que vuelve a plantear a la “uruguayidad”, más que a la difusa y situacional “orientalidad”, como problema y hasta como especie en extinción.

Si en lo que tiene que ver con los delitos contra la propiedad lo que más se destaca es la baja de un 2%, por primera vez en muchos años, del índice de rapiñas a nivel nacional (unas 150 rapiñas menos), y si se focaliza exclusivamente en Montevideo la baja de este delito ronda el 5%, también se podría pensar desde aquello de que “cada vez hay menos para robar”, hasta que ese tipo de delito se practica – consuma – como parte de esa locura colectiva tendiente a la autoeliminación.
Completando estos datos generales: siguiendo la tendencia manifiesta desde 2005 los delitos en general contra la propiedad descienden: los hurtos 3,7%, los copamientos un 38,7% y el abigeato un 20,7%. Mientras, en lo que refiere a los delitos contra las personas los homicidios bajaron un 25% y las lesiones un 7% aunque las riñas tuvieron un alza de 27%.

Materia no delictual

Para el sociólogo Rafael Paternain, director del Observatorio, los indicadores más preocupantes están localizados en situaciones de violencia no delictual como suicidios y accidentes de tránsito, acompañados de la violencia doméstica; tres tipos de hechos que no son materia exclusiva de la policía y que para hacerles frente se necesita de el trabajo de varias instituciones.
Por otra parte, el crecimiento exponencial en las denuncias de violencia doméstica ha frenado la baja en la masa total de los delitos, que venía rondando el 5%. En los primeros cinco meses de 2007 la masa total de delitos denunciados bajó sólo 1%. Las denuncias por violencia doméstica hasta mayo de este año alcanzaron a 4.370, en igual período de 2006 fueron 2.808.
Sin embargo, un aumento de 56% no debe leerse necesariamente como un aumento en los casos sino en las denuncias; para saber si lo que aumentó son los casos o es que ahora la gente los denuncia más, habrá que esperar a los resultados que se desprendan de las encuestas de victimización que realiza el Observatorio.
Sobre ese incremento del 56% en un año de un delito, Paternain arriesgó una hipótesis: "En el último año hubo casos resonantes de alto impacto en la población y los hechos que conmocionan arrastran en alza a las denuncias".
En el día Nacional de Prevención del Suicidio, también se reveló que las estadísticas indican un aumento de 11,5% de suicidios a nivel nacional. Si bien los suicidios consumados tuvieron una leve baja del 1,7%, las tentativas crecieron un 17%. El 60% de los casos son hombres y el otro 40% mujeres.
Las edades más comunes están entre los 35 a los 60 años pero las autoridades ven con preocupación que los casos están creciendo en los extremos de las franjas etáreas de 18 y 60 años.
Los episodios de violencia doméstica se mezclan bastante con suicidios. Si bien no hay datos sobre las personas que son víctimas y que en un lapso de depresión deciden quitarse la vida, sí se establecen claramente muchos casos en que el agresor luego de ultimar a la víctima se quita la vida. Paternain explicó que las razones económicas explican los picos de estos episodios, por ejemplo en 1982, 2002 y 2003, sin embargo Uruguay tiene una "tradición" en este tipo de hechos.
Pero, más allá de estadísticas, el problema es esa inocultable sensación nacional de que “nos seguimos yendo al carajo”, y eso no se arregló con el cambio de gobierno o el cambio de director técnico. Los muchachos que se van ya no son todos, son los que tienen dinero y capacidad creativa para irse. Esa es una sangría espantosa.
Los países receptores no aceptan a cualquiera, revisan y eligen.
Y el suicidio también elige, lo que sucede es que el universo potencial es cada vez mayor. Y no sólo el suicidio de estadísticas, está el dejarse estar, ir, morir en vida, incluso en la bonanza económica, sin recursos civilizatorios ni culturales, lo que es la autoeliminación moral y la pérdida ética más profunda para el país.

Así ni vale la pena ir a los penales.

La salida es profundizar una revolución – repito: civilizatoria, cultural. Moral, ética y también estética, como reconstrucción antropológica – que nos lleve a creer. Eso no lo puede decretar un presidente ni planificar un DT, tiene que surgir de un panliderazgo nacional del que, valga la redundancia, debemos participar todos.

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