Se vino de simpático, casi familiero. Su calva le impedía una imagen rockera, que seguramente deseaba. Y fue creciendo, cambiando de radio, impartiendo una supuesta antimoralina, que contiene mucho de machismo y aquello de ".mujer = objeto sexual descartable, siempre a punto para agradar al hombre".
Abandonó su apellido, judío, y se hizo italiano, como parte de una broma que multiplicaba apariencias y menoscabos. También adoptó un título universitario, como añorando algo que no se puede obtener oficiando de cómico.
Y siguió creciendo a caballo de una adolescencia perdida y de una especie de anarquía, más bien caos, desintegrador, anómico.
Formó su pareja luego de un poco comentado paso por el music halll que lo convenció que lo suyo no eran los escenarios.
Fracaso con programas televisivos de poco vuelo, escaso presupuesto y aun menor creatividad, y sólo logró que el televidente huyera de sus gritos destemplados y propuestas embrutecidas.
Finalmenter, ansioso de fama, redobló su apuesta in moral y anti fémina e hizo de sus "manos" un instrumento de persecución pro adulterio, casi prostibulario instrumento de un tipo de oyente que había descendido en segmento, educación y ética.
Se convirtió en un plancha más, con apariencia de posmoderno, un lujo para Lipovetski, un mundo en crepúsculo moral, con la moda de la chantada como norte y una especie de fascismo en el mal trato de quienes osan responderle con un corte o un no-va-más.
El licenciado Petinatti sigue golpeando en la tarde, encuentra quien le responda o le pide una mano, envuelve a viejitos y desprevenidos en bromas absurdas, mastica su rabia contra todo lo que se le resiste.
Mientras, consigue que una amante despechada se enfrente con la mujer de su ex, que una adolescente le pida a su amigo que le baje la caña, que una joven enrostre asu ya-no-va-más una mater paternidad no deseadas, y hasta que dos chicas se declaren fervorosas partidarias lésbicas y presas de mutuo enamoramiento que hasta ese momento no se habían confesado.
Pero en todo subyace homofobía, discriminación, burla resentida, falsedad pretendidamente consentida.
El licenciado sigue facturando, cosechando adictos y adeptos, y así se hace radio, ¡qué lástima!
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