Tras mantenerse a lo largo de varias centurias (quizás miles de años, Herodoto ya hablaba de ellas) las pirámides de Egipto perdieron su lugar entre las siete maravillas del mundo
Semanas atrás en Portugal, las Siete Nuevas Maravillas, fueron proclamadas y profusamente difundidas por la prensa mundial.
Lo curioso es que las siete fueron casi unánimemente aceptadas, con algunas excepciones de peso, como la UNESCO.
Lo maravilloso es como la labor de prácticamente un hombre en solitario con el apoyo de l Internet ha logrado un apoyo de cien millones de clics en su web.
PELIGRO APASIONANTE
Este hombre es el millonario suizo canadiense Bernard Wilder, un cincuentón, que ha incursionado en el cine, dirige un pequeño museo dedicado a Le Corbusier y es un apasionado por la aventura en general y la aviación en particular.
El logro de Wilder es espectacular, y ya se habla de las corrientes turísticas que generará su lista, poniendo en peligro la conservación de aquellos lugares quiere preservar.
Es que estas listas y torneos son generalmente apasionantes, van desde el Oscar a “los peor vestidos”, del Nobel al Balón de Oro y del Príncipe de Asturias al Pichichi, aunque este último es el menos discutido pues “goles son amores y no buenas razones”.
Es que las buenas razones pueden ser discutibles, como la de dejar afuera, en forma elegante, a las pirámides de Egipto, algo que parecía deducirse de cierta rispidez de Wilder con las autoridades de ese país.
SIETE, SÓLO SIETE
Parece es también discutible limitar a siete las maravillas conocidas en siglo 21.
La lista anterior estaba limitada a un mundo mas pequeño, que San Pablo, transitaba frecuentemente sin más propulsión que su fe y hoy cualquier turista puede recorrer en un crucero de siete días. Si se quería mantener el número cabalístico, quizás debería haber sido setenta veces siete e incluir entre otros La Alambra, Angcor…
Y los Moais, los guerreros de Xian, Copàn sin contar museos, catedrales y plazas.
La lista, además de corta, es confusa, ya que parece mezclar lo estético con valores simbólicos, entornos geográficos o habilidades técnicas.
Si nos quedamos en la belleza, a la luz del concepto de valor cósico de Martín Heidegger, uno diría que en Roma se podría elegir Il Capidoglio y que en lugar del Cristo Redentor ,en el propio Brasil, uno se quedaría con los Apóstoles de Cogonhas do Campo.
Por nuestra parte, en una lista caprichosa, no nos olvidaríamos de la Plaza San Marco (Venecia), del Canal de Panamá, de la Capilla Rothko (Houston) del Jardín del MOMA, del puerto de Hamburgo, la rueda Fallkirk ( Escocia) o el Gran Buda y el templo de Kotokuin en Japón.
Sabemos que nuestra memoria y sensibilidad nos están haciendo cometer muchas injusticias. Pero no nos preocupa, Wilder ya está ofreciendo para el 2008 la lista de las Siete Bellezas Naturales. Sin duda tendremos listas para ratos.
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