miércoles, 20 de mayo de 2009

640 31-09 - Retinas - EL NORTE TAMBIÉN EXISTE (V) - Fernando Caputi

(V)
Vegas. De lo grandioso al vómito procaz

Las Vegas atiende de cero a 24 incluso domingos y feriados.
Visitarla, misión que por tanto no se ata a otras fechas que las convenientes para asegurar pasaje de avión, conlleva una expectativa emparentada con la cargada atmósfera de misterio imputable a Frank Sinatra & Clan S.C.I.I. (Sociedad de Comportamiento Irresponsable Ilimitado) y todos quienes armaron un mundo de fábula al acometer el emprendimiento audaz de derrotar por goleada al Desierto de Nevada.
De impresionante desarrollo que los años acentúan porque sus entrañas atesoran una inmejorable fórmula, menos secreta que el Código Da Vinci o el Arca Perdida, pero infalible si se trata de amasar dinero, la ciudad es imán para cualquiera por pacato que se sienta y sea, con lugares de timba hasta en el aeropuerto y quizás en algún gabinete higiénico también.
Se recomienda comparecer en Vegas sobre todo a los que a fuerza de golpes no hacemos excepción en la esperanza de recibir un martillazo más pero a la inversa –el de la fortuna, tan esquivo– que compense pesares y fracasos anotados en el currículum vitae más íntimo. Aunque, de seguir en absoluto vigor aquello de que quien apuesta por necesidad pierde por obligación, al menos valdrá la experiencia de haber conocido algo único.
Para verificar la fastuosidad y (des)proporción de Las Vegas que ilusoriamente se cree conocer por el cine o la TV, basta saber que alojarse en el Grand, uno entre nosécuántos hoteles de la MGM, requiere estudiar la ruta a seguir para, desde el lobby, con gente de todo el orbe el día entero aglomerada, o salas de juego inconmesurables como estancias pero urbanas, retornar al remanso de la habitación asignada, ¡una de 5.000!, utilizando un elevador que evite deambular quilómetros por pasillos todos iguales, en escala inherente a la cosmopolita amplitud que sólo el Primer Mundo sabe promover en esa asombrosa integración real de lo mejor de Disneyworld, estudios de la Universal y otros visitables de Hollywood, Nueva York a fin de año.
En los casinos se da una relación abrumadora –por cierto, el Fiódor Dostoiévsky de El jugador no la aprobaría– entre cantidad de maquinitas o slots que, gracias por no segregarnos, también admiten apuestas en centavos, y las tradicionales mesas de rula y afines.
Ciudadanos occidentales u orientales, pasando por jeques y toda variedad de prototipos de entremedio apuestan a lo bestia, siendo japoneses, serios y, no por la hora, con ojos entrecerrados, quienes para jugar aprovechan el vacío relativo de las siete a.m., que es cuando las inmensas mayorías se meten en la cama.
En compensación, a esa diversión hay que sumar otras mil y una, como lo muestra recorrer en subtes privados gratuitos el casco de este increíble babel o, a pie, avenidas y galerías. Y aprovechar la oferta de suprema calidad que formula, por ejemplo, le Cirque du Soleil en un teatro interno del hotel que recrea el diagrama interior del legendario Radio City Music Hall neoyorquino pero con dimensiones y avances técnicos multiplicados hasta lo increíble para la representación de ese prodigio que es Kã, un espectáculo que sublimiza el drama humano universal y lo acompaña de composición musical de hecho incorporada, como en su momento West Side Story, a lo más memorable de la ópera contemporánea/moderna.
Para fanáticos con reserva y no menos memorable precio en dólares, es posible acceder a recitales de una legión de luminarias, más o menos vigentes (como Elton John o Wayne Newton) pero asimismo otras démodés y por una para salir (Tom Jones), boxeo en vivo de alto nivel como el de los pesados Randy Couture versus Brock Lesmar por el título de la UFC, fiestas privadas.
En ese mundo, ¿algún uruguayo es notorio?
La prensa alude a Ignacio Torres, consagrado esos mismos días campeón mundial de fisicoculturismo en Las Vegas. Pero es mucho más nombrado –circuito interno de TV en el Grand Hotel– Rafael Viñoli, arquitecto cuyo proyecto estuviera próximo a ganar el concurso para suceder las Torres Gemelas, ahora creador de las Veer Towers (revolucionarias porque quiebran la ley de la verticalidad) en nuevo imponente complejo a incorporar que levanta la MGM con aporte inconmensurable del Sultán Ahmede Bim Sulayem, Chairman Dubay World.
En ese desfile humano incesante, ya no apenas de mexicanos sino centroamericanos y, de allá al sur, buen número de brasileños, la cuota de tristeza y dolor la causan grupos de muy jóvenes que marcan su presencia en territorio de juegos de azar con signos de histeria y falsa euforia. Llegan con el tanque lleno de combustible (no sé distinguir si el acicate es alcohol, droga o compartido) pero en afán inducido siguen consumiendo lo que sea, tropiezan y exclaman zoqueteras, si acaso vomitan sobre un cenicero que desborda o el piso, que estaba limpio y brillante.Claro. También están los apostadores comportados que cavilan cada paso a dar, renuentes a hacerse ver como, antítesis, las damas y damitas que exageran todo y, en especial, sus escotes, en luna de miel oficial u oficiosa, por tanto acompañadas de galán en compromiso legal o caballero exótico de todo color y billetera fácil, respectivamente

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