miércoles, 20 de mayo de 2009

637 28-09 - Polis - Las "dos izquierdas" - Moreira/Valenti

LO QUE NOS UNE - Constanza Moreira *
Durante estas últimas semanas, y en una suerte de teorización acerca de la competencia interna en el Frente Amplio, volvió a resurgir la tesis de las "dos izquierdas". Una izquierda responsable, y otra irresponsable. Una izquierda socialdemócrata y la otra populista (en Uruguay, se prefiere usar la palabra "pobrismo"). Una que sabe administrar bien el capitalismo, y otra que sólo produce desequilibrios. Una que negocia, y otra que impone. La competencia por la candidatura presidencial en el FA hoy, evidenciaría estas dos izquierdas en forma clara. Al parecer, y según los últimos datos de Bottinelli, también para la gente la diferenciación es clara: los pobres están votando el "pobrismo" y las clases medias educadas prefieren una administración responsable del capitalismo. No hay nada más racional que los propios intereses y, cuando la política los refleja, se vuelve más comprensible para todos.
Sin embargo, buena parte de la izquierda ha reaccionado contra la tesis de las dos izquierdas. Y es que estas calificaciones, en general, han tenido como objetivo legitimar una versión como la adecuada, y desechar otra. La izquierda siente que su unidad está en peligro, si se abonan tesis divisionistas. Y probablemente tenga razón, aunque el debate sobre la orientación estratégica del cambio no debe inhibirse porque esté en juego la unidad. Hay muchas maneras de ver las cosas, probablemente tantas como lugares existan. Desde el gobierno se ve de una manera. Desde los sindicatos, se ve de otra. Las "bases" del Frente Amplio, probablemente, la vean de otra. Y los ciudadanos tendrán la palabra, finalmente, a la hora de votar.
Hay cosas, sin embargo, comunes a todas las izquierdas. Su vocación de cambio, su representación de "los de abajo", y su oposición al status quo imperante.
Si algo ha caracterizado a las izquierdas, en toda América Latina, antes, durante y después de la guerra fría, es su postura desafiante ante el sistema político. Estos partidos y movimientos nuevos, vinieron a desafiar el status quo tradicional, y eso fue el peronismo en Argentina, Chávez en Venezuela, el Frente Amplio en Uruguay, el PT en Brasil, y Evo Morales en Bolivia. Como los sistemas políticos varían de país en país, las izquierdas varían de país en país. Sí, claro, no hay una sola izquierda, ni nunca la hubo. Las representaciones políticas de la izquierda toman forma dependiendo de tiempo y lugar.
Pero más allá de estas diferencias, la vocación de las izquierdas ha sido siempre de desafío al sistema. Son críticas de las instituciones políticas, cuestionan la "ideología dominante", y expresan, desde siempre, el inconformismo. Estas izquierdas, cuando son "exitosas" políticamente, cambian la faz del sistema de partidos. A veces, sin embargo, fracasan, y se adaptan de tal manera, que luego se vuelven irreconocibles del resto. Muchas veces no consiguen articular los apoyos necesarios, y se terminan adelgazando, volviendo puramente testimoniales. Muchas, muchas veces, han sido salvajemente reprimidas: y la larga historia política de la América Latina del siglo XX abunda en ejemplos.
La representación "de los de abajo" es mucho más antigua que el propio término "izquierda", y al menos, desde la república romana, existieron instituciones destinadas a representar a la plebe. Pero para la izquierda, esto ha sido un destino, una prueba, y una vocación.
Una parte de las izquierdas que conocemos, no empezaron representando a "los de abajo". Difícilmente hubieran sido una opción electoral para los más pobres, o los de menor educación relativa. En general, el núcleo de estas izquierdas (el PT en Brasil, o el FA en Uruguay) estaba en las grandes ciudades, en los más jóvenes, en los educados. No estaba en el campo, ni en los cordones suburbanos, ni era la favorita entre los que no habían llegado a secundaria.
Pero de un modo u otro, eso fue cambiando y, en la mayoría de los países donde hoy gobierna la izquierda, lo hace en buena medida porque conquistó el apoyo "de los de abajo". Los datos de diferenciación social del voto que escuchamos todos los días en las encuestas, nos muestran que, en nuestro país, eso se está dando en forma cada vez más acentuada. Los estratos socioeconómicos medios bajos, bajos, y muy bajos, votan mayoritariamente al Frente Amplio. En cambio, las clases medias altas educadas, y las clases altas, votan hoy, mayoritariamente al Partido Nacional. Esta diferenciación social (que expresa también una fractura social), cuando se vuelve política, ayuda a entender lo que une. Y no hay que olvidar que los más pobres, sólo tienen su voto. Las clases medias y medias altas, educadas, tienen otras miles de maneras de influir en la sociedad. El voto es sólo una más.
Finalmente, lo que une a las izquierdas es la vocación de cambio. Pero esto es lo más difícil de sostener, especialmente cuando la izquierda asume el gobierno. La administración de un país, de su burocracia, de sus cuentas públicas, de sus conflictos, de las relaciones con los vecinos, es tan pero tan difícil de gerenciar todos los días, que cualquier vocación de cambio se erosionará por el camino. Y esto es, hasta cierto punto, esperable. Lo muestran las experiencias de gobiernos de izquierda en algunos de los países de América Latina. Otros, en cambio, han sido más audaces. Y también, mucho más conflictivos.
Es difícil procesar cambios, sin aceptar el conflicto como inevitable. Y existen muchas razones para evitar el conflicto, el riesgo, los cambios de imprevisibles consecuencias. Las fuerzas conservadoras en la naturaleza humana, diría Maquiavelo, son enemigas de la innovación. Si podemos administrar las cosas sin conflictos, ¿no es mejor? ¿A quién le sirve el conflicto? Pero los conflictos son inevitables, si la representación de "los de abajo" tiene algún peso. Cuando no existe conflicto, o existe igualdad (muy improbable), o la desigualdad es tan absoluta, que los que más la padecen, la consideran "natural". En cualquier otra hipótesis, siempre existe conflicto.
En el Uruguay del siglo XXI, con una población relativamente educada, politizada, consciente, y un gobierno de izquierda que ha mostrado que podía administrar el país muchísimo mejor que cualquiera de los que le precedieron (y por ahora, nadie puede afirmar lo contrario, a la vista de los datos de que se dispone), la apuesta por el cambio sube. Pero cuando sube la apuesta por el cambio, también aumenta el riesgo.
Es entonces que "lo que nos une" debe estar más claro que nunca. Para que fortalezca lo nuevo frente a lo viejo, lo que debe cambiar, y lo que debemos dejar de lado, lo que debe nacer, y lo que debe dejar de ser.
* Politóloga. Universidad de la República.

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Dos izquierdas - Esteban Valenti

El ambiente se ha recalentado. Es justo y necesario. Hace tanto tiempo que en la izquierda uruguaya no discutimos muchos, demasiados temas. No creo que haya dos izquierdas, es una simplificación y es un error por eso no utilizo esa definición. Hay muchas izquierdas y hay principios y valores comunes que nos definen como de izquierda.
El concepto mismo no es nacional – no podría serlo – porque la izquierda tuvo y debe tener una vocación universal, aunque se exprese en forma diferente en los diversos países. Por lo tanto es imposible que exista una sola izquierda, habríamos borrado toda la larga y rica historia de la izquierda en el mundo.
Ahora está de moda tomar como referencia un país para sintetizar un proyecto de desarrollo, hubo épocas en que nuestras referencias eran partidos o fuerzas de izquierda. Tanto para elevarlos – a veces demasiado alto – como para precipitarlos – a veces demasiado bajo. La izquierda lleva implico el concepto de pluralidad de visiones.
Hubo tiempos en los que se disputaba la monopolio de la izquierda y se denostaba cualquier desviación, revisión o atrevimiento a los que se apartaban de determinados modelos. Unos ideologizados al máximo otros metodologizados también al mago, o al gatillo. No nos hagamos los olvidadizos.
Hoy estamos en otro mundo. Cayeron muros por todos lados, se levantaron otros y el mundo y la historia sigue andando. Y la izquierda dada por muerta o en total decadencia sigue cabalgando detrás de sus sueños, que tienen orígenes diversos, destinos diversos y métodos diversos. Por lo tanto hay diversas izquierdas. En el Uruguay también.
Lo más sabio de la izquierda o de las izquierdas uruguayas fue el proceso unitario. Haber logrado 38 años de unidad de izquierdas que venían del marxismo, del marxismo leninismo, el socialismo y sus variantes, el socialcristianismo, el nacionalismo, el anarquismo, el batllismo, sectores independientes y en el camino con desgarros y zurcidos incorporar sectores cuya definición básica y su surgimiento fue a partir de la lucha armada, eso es extraordinario. En mi enumerado seguramente me quedo corto. Tal fue la riqueza de la construcción del Frente Amplio.
La unidad en el Frente Amplio fue una respuesta política a dos grandes desafíos nacionales: a la profundidad de la crisis en el Uruguay y en la región y a la incapacidad que cada sector por separado tenía de enfrentar y sobre todo derrotar a los partidos tradicionales expresiones político-sociales del poder en el país.
La unidad no surgió sólo ni principalmente de un acuerdo entre dirigentes, aunque fue fundamental la visión, el gran sentido nacional y la amplitud de los dirigentes para que se concretara. Se fue construyendo a partir de diversas experiencias sociales y culturales. Sin el proceso unitario iniciado algunos años antes en el movimiento sindical, la unidad de la izquierda no se hubiera concretado.
Este conjunto de elementos es lo que comúnmente llamamos la acumulación de fuerzas, es decir la paciente, inteligente e impetuosa construcción del bloque social y político de los cambios, que fue conquistando espacios políticos cada día más importantes, espacios ideales y culturales crecientes. Y que culminó en una etapa fundamental en la conquista del gobierno nacional y de 8 intendencias.
Por primera vez en nuestra historia vamos a una elección desde el ejercicio del gobierno nacional. Y la prueba la hemos superado ampliamente y con creces. En lo social, en la economía, en las reformas estructurales, en amplios sectores de la actividad nacional. Nos queda mucho por hacer, y también hemos tenido retrasos en algunas áreas, lentitudes, errores y aprendizajes demasiado lentos. No sólo estamos inconformes por método, porque ser de izquierda implica querer, reclamar siempre más y mejor, también porque tenemos sentido crítico de nosotros mismos.
La otra gran diferencia con elecciones anteriores es que vamos a unas “internas” con tres candidatos que notoriamente tienen diferencias. No diferencias que surgieron a partir de las internas, sino que se manifestaron antes, durante el gobierno y que comienzan a expresarse ahora en los debates y en las propuestas. Pobre izquierda, si fuera a las elecciones internas simplemente porque hay diferencias de personalidades, de estilos, de apetitos de poder o de “clase”. Sería el principio del fin.
Vamos a las elecciones internas porque tenemos diversos enfoques sobre temas importantes y algunos quieran confundir la unidad con el silencio y la hipocresía o algo mucho peor: con hacer una parodia para consumo popular lejos del verdadero debate reservado a las cúpulas. El pueblo frenteamplista – aunque en algunos casos se sienta incomodo – debe tener todos los elementos para decidir su voto.
Hay un tercer elemento en estas elecciones que emerge de ese debate, de las posiciones expuestas, de los proyectos políticos de las diversas izquierdas agrupadas o dispersas que juegan en esta campaña: es una modificación radical de la correlación de fuerza dentro de las diversas izquierdas, y el predominio a todos los niveles de un bloque. Ese sería el cambio más radical y profundo desde que se formó el Frente Amplio.
Algunos consideran que decir esto es atentar contra la unidad. Me disculpo. Yo considero que la hegemonía en toda la línea, es decir en el gobierno, en el Frente Amplio, en el parlamento de un bloque compuesto básicamente por dos de los grupos del FA, es un cambio radical con el pasado.
¿Hubo otros grupos hegemónicos en el FA? Hubo grupos mayoritarios, incluso uno que llegó a tener el 48% de los votos y más del 60% de los delegados en un Congreso del Frente Amplio, pero que en ningún caso impuso su voluntad y sus decisiones a los restantes sectores. Negoció y siempre tuvo el contrapeso de los otros sectores y sobre todo de una presidencia del FA muy potente y decisiva.
Ahora ese bloque que disputa la hegemonía en el FA incluso nació a partir de fuertes contradicciones con el propio Presidente de la República. Y aunque hoy eso ya no se exprese cotidianamente, nadie puede negar esa realidad y ese origen.
Ese agrupamiento no se diferencia sólo por este proceso hegemónico que puede cambiar radicalmente al propio Frente Amplio, sino por sus propuestas, algunas de sus ideas que han circulado en estas semanas, por su manejo de las relaciones internacionales totalmente por afuera de las propias prioridades del gobierno nacional y muchas otras cosas y hasta por su propia visión antropológica del socialismo (que ya le dedicaremos el espacio necesario para polemizar con algunos exegetas) implican un corte abrupto con la historia construida en forma colectiva y común por las diferentes izquierdas. Y ese es el tercer gran desafío de esta elección.
En Bitácora publicamos la semana pasada un artículo enviado desde Argentina que tiene su propia interpretación del surgimiento de este proceso. Más allá de los exabruptos típicos de cierta la política argentina, acostumbrada a cortar grueso lo cierto es que intenta una explicación más de fondo de este bloque y su líder, sobre todo desde el punto de vista ideológico. Sería interesante conocer la visión de una de las componentes del bloque, el Partido Comunista, sobre esa interpretación nacionalista que pone en la misma bolsa al Che, Perón, Herrera, Rosas, San Martín, Artigas y Mujica.
Las teorías, las predicciones políticas tienen una sola forma de fracasar y dos de demostrarse correctas. Una es por las buenas, es decir evitamos este hegemonismo y su cambio radical en la tradición unitaria de las diversas izquierdas uruguayas o no logramos evitarlo y esperamos sus resultados y sus consecuencias. En este último caso espero desde lo más profundo de mi sensibilidad, desde mis 46 años de militancia que me equivoque. Que me equivoque en toda la línea.
(*) Periodista, escritor, coordinador de Bitácora. Uruguay PD. Dejo para cuando haya buen tiempo algunas polémicas con los que basan todo en el origen “protestante” y de Colonia Suiza (¿???) y a otros que la ven desde China. Mi Dios si a los chinos y su tradición campesina les hubiera dado por avanzar hacia el encuentro de los bosquimnos. Donde estaría el mundo.
En cuanto a la gentileza del compañero Fernández Huidobro cuando en un reportaje en La República afirma que "el error lo cometió su vociferante asesor Esteban Valenti, al cual creo que también lo van a tener que echar... Con todo el respeto que le tengo a Valenti, hay que decir que en este caso ha fracasado estrepitosamente desde el punto de vista profesional; él también tendrá que devolver la plata, o pedir prórroga (se ríe)...como hacemos los uruguayos” Menos mal que me tiene respeto... Lo que no tiene de que preocuparse es sobre asumir mis responsabilidades, lo hago siempre, cosas que no todos acostumbran. Plata no tengo que devolver porque yo lo hago como militante, dudo que sea lo mismo del otro lado. Reitero que no creo que haya dos izquierdas, pero no tengo dudas que yo no estoy en la izquierda que le hace las porquerías que le hicieron a Nicolini y las que le están haciendo ahora a Fernández Huidobro y sus compañeros de la CAP-L expulsándolo de las listas oficiales de la 609. Eso si, no vociferan, lo hacen de callados.

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