miércoles, 20 de mayo de 2009

638 29-09 - Retinas -EL NORTE TAMBIÉN EXISTE (III Y IV) - Fernando Caputi

(III)
Inquisición de cuño medieval en la 21ª centuria


A diferencia de otros muros de Monterrey enchastrados con denuedo, los de Contry La Silla sólo reproducen graffitis pagos por los propios dueños(as) de casa, de un mismo tenor. Así se lee, por ejemplo: No estoy solo porque Dios está conmigo, o Améis (debió decirse Amaos) los unos a los otros como yo ¡los he amado!, éste con una imagen de Jesucristo cuyos trazos tipo identi-kit no se vonculan a la búsqueda recomendada ni lo favorecen. Aquí se añade, en letra menor, “Textos Bíblicos”, crédito de la empresita ejecutora de las pintadas, y su dirección informática.
El último 23 de enero, un millón de regiomontanos conmemoró, en el lecho vacío del Santa Catalina, el 30º aniversario de la visita al mismo lugar de Juan Pablo II. Tres semanas después, el obispo auxiliar de la ciudad instaba públicamente a profundizar la vocación sacerdotal en el seno familiar, en tanto 23.000 voluntarios (bienhechores), alcancías en mano dedicaban un fin de semana ampliado a recorrer bancos, comercios y templos para, con la sumatoria de óbolos recabados, apoyar la Colecta Anual del Seminario de Monterrey y sus casi 300 discípulos actuales. Esperaban superar los $ 8.194.819 (a la sazón unos U$S 800.000) reunidos en 2008, presupuesto estimado para tres meses de subsistencia en la casa conciliar, mantenida el resto del año por la gracia divina de donativos terrenales adicionales.
Por vía de regla, objetos e impresos religiosos atiborran los hogares. Tanto es hábito adquirirlos para sí como darlos en obsequio, inapropiado si el destinatario no se afilia a este tipo de fe, y son oferta todo el año en, además de santerías, tiendas y farmacias de cadena, bazares, boutiques y ciertos supermercados.
Sanatorios (hospitales), inclusive oficiales, reservan lugar a capillas o altares porque la fe cristiana es rígida pasión unánime que algo guarda en común con el Uruguay que antecedió a las reformas de avanzada ocurridas un siglo atrás a impulsos de José Batlle y Ordóñez, pero con neta diferencia proporcional a los respectivos estratos de madurez democrática en cuanto a (in)tolerancia con los no creyentes o profesantes de otras religiones. Ser ateo o a-religioso –no es lo mismo pero unos y otros caen en la misma bolsa de teóricos impíos– despierta en Monterrey una réplica contestataria de fanatismo exteriozado vía subterfugio o simplemente a la sordina y, por ende, doblemente inusitado.
En un ámbito de absoluto respeto a los mayores vivos o in memorian, los dichos de los ancestros son repetidos con valor de sentencia. Esto es en sí plausible. Pero suena infeliz que esa tradición también se trasunte en unilateral doctrina religiosa que los adultos inculcan de oficio al prójimo más próximo, pretendiendo ingresarlo a la plantilla de su dogma. Para colmo, mucha gente menuda travestida de quasi agente inquisidor hostiga a sus compañeritos(as) de clase ajenos al rebaño, tentando amedrentarlos(as) con sonsonetes de segura remisión al infierno por no reconocer a Diosito.
La contradicción es flagrante, pues la Constitución vigente teoriza con que México no reconoce religión oficial y ampara la libertad de culto.
No sólo es cerrado y obsesivamente devoto el Norte del país. Por la Basílica Virgen de Guadalupe, del DF, desfilaron cinco millones y medio de fieles del 10 a 12 de diciembre último, cuando el calendario prescribe honrar expresamente a la patrona nacional.
En mayo, la suspensión de eventos dispuesta por prevención ante el suino-aviar-humano-etc. AH1N1 alcanzó a la Iglesia. Misas dominicales quedaron sin efecto en 211 templos de Monterrey, pero no en su catedral, donde apenas asistieron unas 40 personas entre integrantes del lobby litúrgico y prensa. La arenga fue trasmitida por TV.

(IV)
Intima cercanía e inesperado final de la conquista


El éxodo de mexicanos que, arriesgando la vida (a menudo, perdiéndola) atraviesa como mercadería de matute la larga frontera norteña en busca de dinero verde para, en negro, alcanzar una subsistencia que su país no garantiza, sigue resultando persistente y fluido a despecho del flamante muro tipo berlinés que interpone la tierra (no) prometida y a espera de que Barak Obama se defina sobre el derecho adquirido por esa masa de serviciales intrusos, decena y media de millones dribleadores de pertinaz control inmigratorio.
Diferente a la de tales promitentes chicanos, otra peregrinación, temporaria pero ésta sí bienvenida por los United States porque atrae divisas, es la de contingentes que han consagrado el hábito de recorrer a cortos intervalos la cercana franja meridional de la limítrofe tierra vecina y comprarlo todo para todo el año. Los más, procedentes de Monterrey, viajan con frecuencia que supera aquel intercambio Montevideo-Buenos Aires por mar y aire en tiempos de cambio monetario con ventajas alternadas para una u otra orilla. De preferencia utilizan holgada camioneta, tardan unas tres horas en llegar al cruce del Río Grande y, según época y hora, hasta otras cuatro de interminable cola para cumplir requisitos de aduana esgrimidos en general por agentes que son sus paisanos ya documentados, cuya condición policial les concede una autoridad que los ufana y torna ásperos, amén de valerse en exclusiva un inglés tan metálico y rudimentario que los sudacas no desasnados con ese idioma los entendemos sin recurrir a traductor ni intérprete.
Desde Nuevo León pero también procedentes del DF y todo México, estas incursiones lanzadas a la febril adquisición de bienes made in China, India, Hong Kong y a veces, sin triangulación, también made in USA, cruzan los pasos en Nuevo Laredo-Laredo, Reynosa-McCallen o Matamoros-Brownsville, sin contar otros ejes, más próximos al Golfo de California.
Internarse en el Gran País del Norte –para nosotros, a la sazón, al Norte del Norte– en la práctica representa continuar entre mexicanos. Los que imaginamos del pasado, fundadores de San Antonio, San Marcos o cualesquier otra ciudad donde la geografía no sustituyó denominaciones hispanas, y los de hoy, masivamente empleados en tiendas, restoranes y hoteles. A su vez, la prensa del Valle de Texas, respaldada en generosa publicidad y abundantes tiradas de distribución gratuita en castellano o inglés, contiene cuanto puede interesar al turista y de consuno destaca personalidades de una comunidad mixta que responde a una tercera y más añeja corriente, la de núcleos básicamente regiomontanos legal y prósperamente trasplantados a Estados Unidos en vieja data, como lo prueban apellidos de pura cepa ibérica –Garza, Castañeda, Cedillo, Cantú, Castilleja, Salinas, Treviño–, combinados con nombres de pila o apodos como Mary Ann, Ricky, Phil o Dorothy, de adopción preferida por generaciones más recientes.
De toda esa gente, las remesas en dólares como apoyo a familiares que permanecen en tierra latina alcanza fabuloso monto estimado, con reciente caída que alguien sitúa en el 12%, orden similar a la merma de las exportaciones mexicanas con relación a 2008, una y otra aparejadas por la crisis financiera promovida a su pesar por los EE.UU. y consiguientes desempleo en campo formal/informal y/o cortes en la remuneración. Como contrapartida preocupante para el gobierno de Felipe Calderón pero a favor de aquellos beneficiarios humildes, la razón de 10 pesos por dólar en que fuera mantenida por largo tiempo la moneda mexicana, por la misma causa incidental se fue desfigurando hasta, en un momento dado, orillar un 16/1.
Pero de facto se da una cierta compensación entre el dinero de ayuda familiar salido de Estados Unidos rumbo al sur inmediato y el que, a la recíproca, mexicanos dejan generosamente en la nación que visitan de manera compulsiva, donde prefieren no sólo comprar sino mirarse como si fuese espejo de panaceas, porque en el fondo parecen ansiar no sólo ese way of life, sino plagiar las costumbres yanquis por cierto sin nada en común con las de impronta de libreto europeo que respiramos los uruguayos. Como si el prototipo físico de raíces azteca-maya, radiante en morenas hermosísimas y la heroicidad de raza puesta de manifiesto en lacerante proceso bélico tras el que ambos países acomodaron su forma actual, tuviese que claudicar, consagrando fatalmente la culturización de uno sobre otro.

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