miércoles, 20 de mayo de 2009

636 27-09 -Retinas -EL NORTE TAMBIÉN EXISTE (I Y II) - Fernando Caputi

(I)
Urbanización de la sierra donde los osos mandan

La escasez de agua corriente condicionaba la hora feliz de utilizar la ducha (regadera al decir de los lugareños). Y a propósito de regar: cada atardecer, desde sus camiones pipa los bomberos anegaban canteros en la alargada Macroplaza –paseo hiperpopular de enormidad comparable a Tiananmen (Beijing) o Plaza Roja (Moscú)– para saciar la sed de su ampulosa vegetación.
Con pedregullo se atenuaba la honda deformación por sobrecarga de automotores sobre la masa asfáltica plasticinada por un calor de bochorno, y en el lecho seco del otrora caudaloso Santa Catalina eran demarcadas canchas de fútbol soccer sin que nadie imaginase que, años después, a intervalos y por obra de algún indómito huracán excedente del Caribe, de improviso el río recobraría caudal con violencia homicida.
En ese tiempo, década de 1980, Monterrey, capital del norteño estado mexicano de Nuevo León, concentraba sus desvelos contra crudos rigores del desierto dictatorial, imponiendo una marca registrada de pueblo sufrida pero indoblegable.
Después, la ingeniería de reservas fue auspiciando un correcto suministro hídrico a la población y, tecnología incorporada en paralelo, el destinado a neutralizar el retaceo discriminatorio de la naturaleza sobre la explotación agropecuaria.
El invierno, poco húmedo y frío no mucho más que en albores y ocasos del día con alguna incidencia de nieve muy de vez en cuando, es sobrellevable como media estación, pero la inhóspita severidad del verano exige disponer de aire acondicionado, aquí denominado clima.
También son íconos emblemáticos de la ciudad, La Silla, formación de Sierra Madre semejante al aparejo para cabalgar, y –por sobre todo– el poderoso Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (Itesm o familiarmente Tec), emporio vanguardista dinámico y emprendedor creado (1943) sobre modelo y por acuerdo con su par de Massachusetts como respuesta a la displicente infraestructura universitaria estatal/estadual, inaceptable para nuevoleonés que se precie por aletargar al educando en el mínimo esfuerzo y, así, condenarlo a la mediocridad.
Abandonando el concepto inicial de élite, la institución fue plantando su red de 33 campus –algún día no lejano pisará fuerte en otros países, donde ya echó raíces con sedes y oficinas de enlace–, superando al presente las más de 100.000 matrículas entre alumnos efectivos y, dentro y fuera de México, virtuales. A unos y otros, graduarse en el Tec les reporta inmejorable tarjeta de presentación en el terreno laboral calificado o, de sobresalir su performance estudiantil, certeza de buen empleo en mercados oficial y privado inclusive antes de egresar.
Monterrey recuerda São Paulo por su eminente industrialización, contagiante empuje y hasta por la polución, si bien incipiente en comparación con los espeluznantes niveles del Distrito Federal, con cuyos habitantes (chilangos) existe sordo y recíproco celo a la manera del subsistente entre cariocas y paulistas.
Para arcar el incesante ensanche de su parque edilicio, la inquieta metrópoli debe escalar laderas que la acotan, menester oneroso en tanto requiere arrendar equipamiento y operarios especializados en perforar la roca antes de cimentar, así como, para manejar la plomada sobre plano inclinado, trasladar mano de obra, materiales y maquinaria por senderos escarpados o inexistentes.
Lo cierto es que asombra verificar cuántos regiomontanos han ido ganando esa semicondición de montañeses en los últimos cinco lustros, asumiendo el riesgo doméstico de toparse en la alacena del hogar con algún oso (de verdad, no hormiguero y mucho menos polar) que, no encontrando alimento suficiente en su boscoso hábitat, confunda residencia ajena con self service y la invada sin gestionar anuencia ni audiencia.

(II)
Como San Carlos, Monterrey tiene una red de redes

Uno de los barrios (colonias) pioneros en eso de recostarse sobre la Sierra Madre es Contry La Silla, nombre resultante de mexicanizar el vocablo inglés country y combinarlo con el símbolo orográfico de Monterrey, que corona el lugar como atalaya.
Disciplinado y prolijo, su vecindario se las ingenia para tornar suficiente una recolección municipal de residuos limitada a lunes, miércoles y viernes, tan eficaz como el barrido cotidiano de calles, por extensióm funcional a cargo tramo a tramo del personal de servicio alistado en cada hogar. Sobre espacios públicos subsiste, como máximo, un aderezo de desperdicios nada contaminantes, colillas y cajetillas de cigarrillos e infaltables envases vacíos de bebidas, papeles.
Paisaje y escenario son respetable/respetado patrimonio, libres de despojos los baldíos tanto se presenten in natura o cercados con postes metálicos e infranqueable tejido de alambre. Tampoco hay contenedores o cosa parecida como los destinados en Uruguay al manipuleo de desechos por profanadores, sino bolsones de grueso polietileno suspendidos a media altura, de tal modo que no los alcancen los canes en momentánea situación de calle por necesidad.
Entre quienes viven directa o indirectamente del reciclado puede ser vista, por ejemplo, una pulcra señora de fisonomía indígena que se limita a recoger envases de aluminio sueltos y los aplasta pisándolos para achicar el volumen de la reventa. Sin buscarlos entre inmundicias, los toma únicamente si están separados y a la vista. Los que recogen diarios viejos circulan en bicicleta munida de canastillo y a veces pequeño remolque, o –mayor estatus– circulando en pick-up, lo cual, aun siendo el combustible barato, sugiere que el negocio es redituable.
La arquitectura subestima bastante la herencia colonial, adoptando una cruza de estilos con resultados dispares –sobriedad y, por otro lado, pretendida o lograda suntuosidad–, uso generoso de madera y ladrillo visto, paulatino reemplazo de la frágil teja, hasta más de una decena de ambientes por vivienda y enormes parkings particulares semiabiertos para varios rodados nada anticuados en exhibición. Junto a esa flota, reservado(s) al chiveo del más juvenil o inmaduro de la familia, ruidosa moto y/o jeep modificado para todo terreno y/o remanente del viejo fusca o malena, apodo éste que en los 70 se aplicaba a los VW fabricados en México.
Aunque equivalga a pecado despilfarrar agua, sorprende el corto número de piscinas (albercas) que esta gente podría costear para un deleitable disfrute en estíos a 40 y tantos grados, pero atraen la atención curiosos detalles de construcción como un balcón con acceso desde el interior vedado por pequeño muro, mera decoración antojadiza o símil de utilería teatral inapropiada para Romeo & Julieta, apenas dejando margen para que, si acaso, alguna dama se esfuerce desde su recámara y agradezca una serenata ofrecida por mariachis contratados en romántica tradición.
En el pequeño parque aledaño Las Américas, sobre avenida del mismo nomenclátor, se alude a su inauguración (1996) “con el esfuerzo en conjunto de la Asociación de Colonos Contry La Silla a.c., Asociación de Residentes de Contry La Escondida a.c. y municipio”, denotando perdurable mancomunión entre comuna y civiles organizados. Area sobreprotejida muy verde, es interrumpida por dos pasos vehiculares donde los choferes priorizan al peatón que las debe cruzar si busca completar el quilómetro de pista aeróbica, señalizada y dotada de placas que aleccionan sobre cómo ejercitar brazos y piernas en aparatos instalados a ese fin.
A carteles de exhortación (Este parque es suyo. Cuídelo. Mantenlo limpio; o Por tu salud, recoge el excremento que haga tu mascota. ¡Es tu obligación!), se añaden buzones para sugerencias y destinados a pilas agotadas.
Ulilizar el circuito deportivo implica intercambiar saludos, que la reiteración cotidiana puede ampliar a breves pláticas, con otros concurrentes, invariablemente llegados en auto aunque residan a una cuadra, y, el suscrito en particular –no el resto– con humilde pero amistoso y educado señor asalariado (muy bajito; ¿le physique du rol?) para juntar del suelo cercano papeles y bolsas de polietileno que escaparon del proverbial sistema comunitario de aseo.
En su entorno, el parquecito es regado desde pequeños vehículos-tanque, y, por no ser tardía, la poda barrial es realizada a machetazo limpio por una yunta de funcionarios, no cuadrillas con séquito de siete u ocho integrantes ociosos como las que, por ejemplo, suelen ser despachadas en el lejano Montevideo para similar cometido y, tal vez, cobrar horas extra.
Contry La Silla está diagramada sobre unas 170 calles en su mayor parte identificadas con nombres de pintores. Muralistas mexicanos (Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros) se codean con derecho con los Vincent Van Gogh, Giotto Di Bondone, Domenikos Theotokopoulos (El Greco), Francisco de Goya y Lucientes, Miguel Angel Buonarroti, Jacopo Robusti (Tintoretto), Masolino da Pancicale, Ercole de Roberti, Guillermo Turner.
Caminar requiere utilizar la calzada (sin baches), pues cada estrechísima acera suele estar interrumpida por prolongaciones edilicias. Esta antigua forma de tracción a sangre humana está en fase de extinción entre colonos, y quienes por placer, recomendación médica o necesidad no la entienden obsoleta son, en un 99%, empleadas(os) domésticas(os), albañiles, electricistas, vigilantes, que así completan sus trayectos de ida y vuelta en autobuses (curiosamente llamados camiones) que en ningún caso ingresan a Contry. Los residentes sólo conciben movilizarse en sus coches o excepcionalmente en taxi, nunca en buses a compartir con aquellos usuarios humildes.
En sus incursiones diarias a pie, este forastero sentía tan desolada como la Brasilia de su primera época la escasa vida humana visible, hasta detectar, por detrás de puertas entornadas como al descuido o cortinas en movimiento no causado por el viento (inexistente), una tácita red de señoras curiosas a la manera de la que –se decía antiguamente– particularizaba a nuestra San Carlos maldonadense.
El tránsito de vehículos lo completan algunas unidades destinadas a mantenimiento/reparación infraestructural de servicios públicos y las que reparten a domicilio, envasadas, bebidas cola o agua purificada.

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