viernes, 21 de septiembre de 2007

254/Polis - Cuatro blancos opinan - Lacalle, Volonté, Lessa, Posadas


El momento oportuno - Luis Alberto Lacalle

Con los países limítrofes es imperativo llevarse bien. Así lo dicta el sentido común, lo señala la conveniencia y lo ordena la prudencia. Todos ello sin desmedro de sentimientos y tradiciones comunes muy valiosas. Con la Argentina hemos tenido diversos conflictos que tuvieron como motivo la falta de delimitación fronteriza. Una vez que la misma se completó, tanto en el Plata como en el Uruguay, dejaron de existir, por lo menos en la magnitud que tuvieron en el pasado. El que hoy nos aflige es sin lugar a dudas infundado y carente de causa seria, pero allí está, enturbiando las relaciones, perjudicando nuestra economía y sembrando mala semilla en el surco del relacionamiento mutuo. Se han intentado todos los caminos y se ha acudido a todas las jurisdicciones, con muy poco adelanto. La solución es política y debe de provenir de una inteligente negociación conjunta, cuidando el prestigio de ambos países, encarando la salida como un éxito conjunto y no unilateral. Creemos que sobre eso debe de haber consenso. Pero una vez más lo difícil de la acción política es el “cómo” más que el “qué”.
Dentro de pocos días la nación vecina tendrá un nuevo gobierno electo, asunto privativo y exclusivo de los ciudadanos argentinos. Sea cual sea el resultado, aún el probable de la elección de la Sra. Fernández de Kirchner, se abre una nueva etapa y con ella se da vuelta una página, circunstancia siempre propicia para intentar destrabar situaciones. Nuestro gobierno debe de se muy consciente de este episodio, aprovecharlo para buscar una salida.
Hemos tenido al frente de nuestra embajada en Buenos Aires a un joven diplomático de carrera que ha actuado con la prudencia con que se deben mover los verdaderos profesionales, alejado de los histrionismos y la espectacularidad, buscando resultados. Ha sido digno de la confianza que tanto el Presidente Vázquez como el Senado le brindaron. La Cancillería parece finalmente haber encontrado el estilo y el tono necesarios. Los partidos políticos y muy especialmente el Partido Nacional, fiel a su tradición, se han puesto sin vacilaciones del lado del mejor interés nacional.
Todas esas fuerzas deben de operar en el momento que señalamos como propicio. Por un lado será un hecho irreversible que la planta de celulosa funcione a partir del mes que viene. También que habrá un nuevo gobierno argentino. Es la hora indicada para la racionalidad, para la conveniencia mutua, para que operen los intereses de ambos países que tienen más de una bisagra común. Es el momento oportuno.

O0o0

No confundamos interés con generosidad - Alberto Volonté Berro





Felipe González, cuando se refería a la pobreza en América Latina y a la necesidad impostergable de combatirla, decía que había que desarrollar políticas de inclusión social, terminar con las desigualdades y encontrar la forma de que América Latina se incorporara definitivamente al primer mundo. Recomendaba que esas políticas se desarrollaran por razones éticas, morales, por respeto a los derechos del ser humano -razones superiores que no son patrimonio de izquierdas ni de derechas-. Pero también reconocía que en las sociedades del primer mundo, hasta aquellos empresarios considerados ultradefensores de las teorías capitalistas, tenían interés –esa es la palabra clave- en combatir la pobreza y las desigualdades.
Importa tratar de eliminar esas injusticias sociales, para algunos, -entre los cuales nos incluimos- porque su conciencia social así lo dicta. Otros están interesados, en cambio, en que terminen las desigualdades en atención a sus propios intereses. Los empresarios venden, exportan o importan más, en la medida que crecen los mercados, prosperan las sociedades y, en consecuencia, hay mayor consumo.
En las relaciones internacionales es aún más notorio el predominio del factor interés sobre el de conciencia social.
Cuando el Presidente de Brasil Luiz Inacio “Lula” Da Silva dice que hay que ser generoso con los países menores dentro del Mercosur (Paraguay y Uruguay) y con esa generosidad hay que contemplar las desigualdades y las asimetrías en la región, está equivocado. No es con la generosidad de Brasil y mucho menos de Argentina, que la región va a crecer. No es con la generosidad –que tiene un sabor imperial y paternalista- que se van a solucionar las dificultades que Paraguay y Uruguay tienen hoy para acceder al mercado central brasilero o argentino. Es por el interés que el propio Brasil tiene en que las economías uruguaya y paraguaya funcionen a pleno y en que los productos de ambas naciones entren libremente en los grandes mercados de la región, en que se debe basar la terminación de las desigualdades y las asimetrías.
El presidente Lula, entonces, basa su política en un concepto equivocado, que atenta contra la integración. La integración es la conciliación de intereses comunes.
Por supuesto que uruguayos y paraguayos necesitamos de concesiones de las economías mayores de la región. Pero no concesiones basadas en la generosidad, sino en el interés.
Brasil podrá potenciar sus exportaciones si termina de definir cadenas productivas con los sectores industriales de los países del Mercosur. Podrá crecer y convertirse definitivamente en una potencia internacional comparable con las economías emergentes como China, India y México e incorporarse al G8 -selecto club integrado por las ocho naciones más poderosas del mundo- que pasaría a llamarse G12. Uruguay, integrando el Mercosur, se sentirá muy bien representado, en ese ámbito privilegiado, por un Brasil que comprenda que su fortaleza radica, precisamente, en liderar un Mercosur eficiente y poderoso; y que eso no se consigue por generosidad, sino en atención a sus propios intereses. El posible asiento en un Consejo de Seguridad y un espacio respetable junto a economías como las asiáticas y aún la sudafricana, lo ganará no sólo por su poder per se, en función de su poderío individual, sino liderando el Mercosur.
Todo líder debe cuidar que sus socios menores tengan condiciones de igualdad. Pero no por generosidad sino, reitero, para conciliar intereses comunes.
Recordemos que Europa, desde la Unión del Carbón y del Acero, que la integraban 6 países, la firma de la Carta de Roma en 1957, el Tratado de Maastricht en 1992, su pasaje de 6 a 15 países para terminar hoy en 27 –prácticamente toda Europa está integrada- nunca actuó en base a la generosidad de Alemania o de Francia respecto de las restantes economías. Las dos naciones responsables de la integración europea, siempre actuaron en base a su propio interés y vieron que el crecimiento y el acceso a la prosperidad de toda Europa, -incluidas las economías menores como Portugal, España, Grecia o Irlanda- iba a representar grandes beneficios para Alemania y Francia.
Próspero será brasil -y cumplirán los brasileños su sueño de estar entre las potencias mundiales de primer nivel- si sabe comprender que su interés está directamente relacionado con el crecimiento del Mercosur y, por lo tanto, de las economías de cada uno de los países que integran el bloque.

Oo00ooo

La ciudad es su gente - Enrique Lessa





Trabajé, a veces quitándole horas al descanso, en planes para un Montevideo del mañana, más nuestro, más alegre, y mejor; de esto hace ya algunos años. Ahora queremos, sin términos técnicos, traspasarle a la gente la esencia de esos planes; preguntarles si hemos sabido ser caja de resonancia para sus inquietudes; de eso al fin y al cabo se trata.
¿Qué ciudad queremos? Vamos a explicarnos con un ejemplo.
Allá por “el Colorado” pero tirando un poco hacia el Camino de las Tropas, había un almacén y despacho de bebidas, -corrientemente llamado boliche- Una casona antigua con puertas y ventanas de arco de medio punto, pintada de un rosado ensuciado por los años y el moho; en los pretiles asomaban unas plantas del campechano “palán - palán”.
Todo a lo largo del frente un terreno que se decía que era del fisco o del municipio, vaya uno a saber. Los vecinos habían construido allí una cancha de bochas a lo largo de una fila de paraísos; también unos bancos con troncos, un fogón o parrillera y una canchita de fútbol para los chiquilines.
Los fines de semana entre el ruido de los bochazos de las lisas y las rayadas, que no tenían dueño pero que alguien traía en una bolsa de aspillera, los gritos de los chiquilines reclamando penal, y el humito del asado con achuras, aquello tomaba la humilde vida vecinal, de alegrías sencillas y humor respetuoso. También había algún lío, ¿adónde no?
Alguno se pasaba de grapas, después aguantaba rezongos de la patrona; por alguna bronca pasajera, la renuncia siempre indeclinable de la Comisión -había Comisión, eso sí- pero siempre declinada al final; ¡esas cosas!
Un día llegaron, como tanques de un ejército invasor, las topadoras, los tractores, todos amarillos; “Caterpilars” dijo un vecino sabelotodo, que por eso a todos les rechinaba aunque nadie lo rebatió, por las dudas. Dijeron que harían una de las vías de la ruta de alta velocidad hacia Montevideo. De los paraísos quedó un solo tronco desgajado; la cancha de bochas murió bajo un montón de escombros; del Almacén y Despacho de Bebidas -más lo segundo que lo primero- Sólo quedó un trozo de pretil desolado que decía “Alma”; linda historia la de este boliche despanzurrado por el Ministerio de Obras Públicas, que pudo salvar el alma. Yo creo que los planes urbanísticos deben empezar, precisamente, por salvar el alma de los barrios; mantener los lugares de encuentro bajo los árboles bonachones y desde allí ir dando forma al resto de las ideas.
Es un camino inverso del que hacen los tecnócratas que desde altas y distantes oficinas resuelven el destino de los lugares y de la gente que en ellos vive, sobre planos inmaculados con lindos trazos de colores, en esos planos no hay vecinos, boliches, canchas de bochas ni árboles bonachones.
Allí no se da ni una pequeña inflexión al trazo para salvar cosas entrañables de la comunidad: un recuerdo que es de todos, un árbol con el tronco cavado de corazones con iniciales enlazadas, y sombras que sirvieron de refugio a los mejores contadores de cuentos del pago. Allí se analizan gráficas, estadísticas y fotografías aéreas, pero no se ven hombres de carne y hueso, ni caballos del carrito de los hurgadores pastando los pocos pastos que van quedando. Por suerte las rutas de alta velocidad van quedando sólo en los papeles de los burócratas.
Es cierto el conocido dicho de que los “árboles impiden ver el bosque;” pero también es cierto que “el bosque impide ver los árboles”; que no se conoce el bosque sin internarse en él, pinchándose con sus espinas, mirando uno a uno sus árboles, sus abras y paisajes, y hablando con sus moradores.
Ojalá que los planes urbanísticos, que sobre nuestras cabezas de simples moradores penden, recuerden estos consejos que desde las generosas páginas de este periódico nos atrevemos a dar.

Oo0oo

Candidatos y candidaturas - Juan Martín Posadas





Hace ya unos meses que en nuestro país se está hablando de candidaturas presidenciales. De hecho, en política, el tema de las candidaturas está siempre presente; la frase tan escuchada que dice no ser el momento de hablar de candidaturas es puro camuflaje de parte de alguien que, ciertamente, está con la cabeza en eso. Lo que habría que sostener frente a la ciudadanía es la idea que la política no es exclusivamente una cuestión electoral y que los partidos políticos son algo más que maquinarias para juntar votos. La política es la noble e inacabada tarea de construcción de la República.
El tema electoral, importante por cierto, se desnaturaliza del todo cuando, además, se pasa de lo electoral a las candidaturas. Esto no es un juego de palabras. Sólo una visión muy rudimentaria y primitiva de las cosas lleva a equiparar los dos términos o a pensar que se trata de lo mismo. Lo electoral refiere a una propuesta partidaria y la candidatura refiere a una persona.
Los partidos políticos uruguayos han adquirido con el tiempo una considerable “densidad” política: poseen tradiciones asentadas en muchos episodios acumulados, tienen generaciones de héroes y personajes ejemplares en sus memorias colectivas, se han enriquecido con enjundiosos anecdotarios, generaron leyendas, dieron vida a símbolos reconocidos por propios y ajenos. Todo esto es bueno y da dimensión a los partidos. Pero, como todas las cosas humanas, también acarrea sus problemas. El riesgo es que, al haber un sustento partidario fuerte el candidato eventual tiene menores exigencias: su partido lo sostiene.
Voy a aclarar lo dicho con un ejemplo. Es un ejemplo horrible, pero sirve a los efectos demostrativos. Cuando el joven Sendic dice que le da lo mismo quien sea el futuro candidato del Frente Amplio, está aludiendo en forma burda y burlesca a lo que desarrollé más arriba. Cuando él dice que el candidato puede ser un ropero o una heladera –además de mostrar en los hechos que, en su partido, pueden poner de director de ANCAP a cualquiera y que lo han puesto a él no para bien de ANCAP sino para que un hijo de Raúl Sendic no quedase en la palmera- este joven está mostrando que son pocas las exigencias requeridas para ser candidato, confiándose en que su partido “sostiene” cualquier candidatura.
Equiparar lo electoral a las candidaturas es bajar el nivel de las cosas. No es que los partidos políticos uruguayos sólo puedan tener candidato si encuentran un integrante que reúna las condiciones en grado excelso. Van a tener candidato siempre por lo que los partidos han llegado a ser en el Uruguay, como expliqué más arriba. En otros países sucede al revés: nacen partidos atrás de una candidatura. Es el caso de ese engendro argentino llamado Por la Victoria de la Sra. Cristina Fernández de Kirchner. No tiene estatutos, no tiene autoridades, no tiene nada: pero hay una candidatura que lo sostiene. (Digo, de paso, que el Frente Amplio adolece de algo de eso: la unidad que lo hace partido político es el candidato único que esté por encima de todas las fracciones que lo componen. Por eso es tan fuerte el desacomodo interno que produjo el anuncio de Vázquez de que no acepta la reelección).
Retomo el hilo; los partidos políticos uruguayos reúnen las condiciones como para sostener un candidato presidencial siempre, en cualquier elección. Eso no quiere decir, ni asegura, que el candidato sea bueno ni que resulte ganador. Pero va a tener una respetable cantidad de votos.
Muchas veces sucede que los aspirantes a candidatos –las más de las veces se trata, más bien, de los amigos del aspirante- consideran que tienen condiciones personales y fuerzas como para tirarse al ruedo y probar suerte. Pero la cosa no va por ahí (o si va por ahí no llega muy lejos). En el Uruguay, candidatos no es lo que falta. En concreto, pasando la mirada por todo el panorama político nacional, el lector advertirá que son varios los nombres que se están manejando, tanto en el Partido Nacional, como en el Frente Amplio, como en el Partido Colorado.
Lo que hace la diferencia, lo que podría despertar un entusiasmo cívico fuera de la rutina de la obligatoriedad del voto y más profundo que los entusiasmos mediáticos, lo que el Uruguay de hoy necesita para moverse del estancamiento político, es una propuesta. Un candidato con una propuesta (o una propuesta encarnada en un candidato).
Una elección es, en el fondo, una invitación al país. No es un candidato que pide: síganme a mí. Es una convocatoria a un destino nacional, a llevar al país a determinado lugar. ¡Vayamos hacia allá! Marcar una meta y un sentido para el esfuerzo colectivo. Candidatos no van a faltar Lo que no debe faltar son las propuestas. Si falta eso, pasarán las elecciones, votaremos y no habrá pasado nada. Absolutamente nada.




de La Democracia.

No hay comentarios: