"Mirá, vos tenés que hacer un libro sobre la vida de Gerónimo Cardozo", me dijo una mañana Líber Seregni, en esas cruzadas matinales en las que el general iba a la rambla de Costa Azul, donde dialogaba algunos minutos con el horizonte.
Nunca escribí ese libro, aunque alguna vez conversamos con Gerónimo de esa posibilidad y creo que él llegó a redactar algo sobre sus andanzas de militar de izquierda.
Gerónimo Cardozo es el actual embajador uruguayo en Venezuela. Un embajador sin pinta de diplomático y con mucho de milico. En 1973 era capitán de la Fuerza Aérea. En 1976 se asiló en la Embajada de México. Integró el primer equipo de gobernantes de izquierda en la Intendencia Municipal de Montevideo, durante la administración de Tabaré Vázquez. Eso es parte del currículo oficial.
Pero ¿quién es Gerónimo? Sospecho que sé muy poco de él, aunque ya hace largos años que nos conocemos. Mi primer contacto a distancia con Cardozo fue cuando me asilé en el Consulado de México. Allí, luego de que me interrogó Vicente Muñiz Arroyo, el embajador mexicano, para saber si tenía derecho a asilo, me dijo que en la otra pieza tenía a unos militares demócratas, de la Fuerza Aérea.
"¿Conoce al capitán Cardozo?", me preguntó, a lo que respondí: "Ni idea". La verdad, no tenía la menor idea de la existencia de Cardozo ni de otros militares demócratas y seregnistas (yo era muy joven).
Luego nos encontramos en México, donde a los pocos días de llegar murió una de sus hijas, seguramente por el impacto de la altura, de las emociones y de sus problemas cardíacos congénitos.
Desde ahí en adelante creo conocer sus andanzas, aunque no todas, pero sin duda muchas. Sólo voy a decir que fue un activo y práctico solidario con la revolución sandinista, amigo de la revolución cubana y de militares progresistas y nacionalistas de América Latina, además de ser un incondicional del general Líber Seregni, aunque alguna vez los dos se hayan malhumorado.
Con Gerónimo, excelente jugador de fútbol con quien algunas veces nos encontrábamos en Oaxtepec para pasar un fin de semana familiar, establecimos una amistad que nunca fue perfecta.
Yo quería que se votara a Wilson en las internas de 1982 y Gerónimo, con Seregni, promovía el voto en blanco. Esa, no la única, fue una de las tantas diferencias que he tenido con este capitán frenteamplista de la Fuerza Aérea, que construyó amistades con los funcionarios de UTE cuando fueron militarizados, o algo así, durante el pachecato.
"Gero", así le decíamos en México, conoció durante nueve años de exilio a grandes personalidades del mundo, no sólo de izquierda, que promovieron miles de actividades en solidaridad con los uruguayos que luchaban contra la dictadura desde la clandestinidad, la cárcel o el insilio.
Por sus manos pasaron cientos de declaraciones contra la dictadura, pero también muchos apoyos financieros para mantener a los familiares de los presos y para construir las redes clandestinas en el paisito y solidarias en todo el mundo.
Nunca faltó un peso. Jamás.
Fue así que volvió al Uruguay con lo que tenía. Siempre sin un peso o con pocos. Ahora, desde una presunta izquierda enquistada en Fucvam, se solicita que se levante el secreto bancario de Cardozo, como si fuera un presunto delincuente.
¿Por qué le pegan y quién le pega? Le pegan porque la derecha y periodistas orgánicos de la derecha se desesperan por encontrar un corrupto en las "cortes" de Tabaré Vázquez.
Le pegan, también, algunos cooperativistas que se dicen de izquierda porque perdieron un buen negocio en Venezuela, como si los venezolanos fueran unos idiotas que comercian con cualquiera, sin importar costos, beneficios, eficiencia y productividad.
Le pega un grupo constituido por gente de izquierda que dedica su tiempo a expiar a los gobernantes de izquierda, porque ellos piensan que la dignidad y la ética les fue conferida sólo a ellos por un mandato de Dios.
Pero ante todo le pegan porque es un amigo del presidente Hugo Chávez, a quien recibió un día, en el restaurante del piso más alto de la Intendencia de Montevideo. Lo recibió cuando Chávez era sólo un personaje polémico y sin poder. Gerónimo Cardozo, nuestro embajador en Venezuela, es el que facilitó negocios, hace pocos días, por 430 millones de dólares con el país caribeño. De esos dólares, el embajador no se quedó con nada. Ni un peso.
Entonces, ¿dónde está la valija de Pandora? Frío, frío, la valija hay que buscarla allá y no acá, cantan los niños a la hora del recreo. *
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