"Todo cuanto vemos esconde alguna cosa”, René Magritte
Según la mayoría de los analistas económicos internacionales, la explosión de la “burbuja inmobiliaria” norteamericana no se transformará en una crisis sistémica.
Será limitada, y no hará sino dañar la credibilidad de los Títulos y de los Fondos de segunda línea, engordados por el exceso de crédito y por la exuberancia especulativa de los inversores inmobiliarios norteamericanos. Además de esto, los Bancos Centrales de Europa, Estados Unidos, del Japón y Canadá reaccionaron en forma rápida y ordenada, y realizaron intervenciones superiores a las del 12 de septiembre de 2001.
Y lo que es más importante, la explosión de la burbuja ya era esperada hace mucho tiempo y ocurrió en un momento extraordinario de la economía mundial, con una previsión de crecimiento de su PBI de más del 5 por ciento y de su comercio cercano al 10 por ciento, aún en 2007. Hasta el momento, no existen grandes bancos en la línea de tiro, y casi todas las economías emergentes parecen a salvo, resguardadas por sus reservas acumuladas en el reciente periodo de crecimiento global. Finalmente, el Banco Central de China, y el propio Banco de Inglaterra, no participaron de la operación conjunta de inyección de recursos en los mercados con iliquidez; caracterizando una situación de estrés concentrado en el eje Euro-Dólar, donde llama la atención el papel decisivo que viene cumpliendo Alemania, como prestamista de última instancia. Asimismo, del punto de vista estrictamente financiero y bursátil, la nueva crisis parece que se circunscribirá a una turbulencia pasajera, de ajuste en los mercados que perdieron el sentido del riesgo.
Pero existe otra manera de mirar estos mismos acontecimientos, cuando se sabe que atrás de todo título o hipoteca, existe una deuda y una moneda, y que las monedas no son sólo un medio de pago o de cambio en el mercado. Y menos todavía, en el caso de las monedas de referencia de los sistemas Monetarios Internacionales, como la Libra, el Dólar o el Euro.
En realidad, las monedas nacionales son una creación y una imposición soberana del poder de los Estados modernos, y las monedas internacionales, siguen siendo monedas nacionales, que lograron imponerse fuera de sus fronteras junto con el poder de su Estados y de sus capitales privados. En este sentido, todas las monedas internacionales victoriosas, además de su papel básico, cumplen una función de "frontera” del territorio político-económico supranacional de sus Estados. Como consecuencia se puede hablar de la existencia de una jerarquía de monedas que corresponde más o menos a la jerarquía de poder de sus Estados emisores y de sus capitales de inversión. Y también se puede decir que las monedas son un instrumento de poder en la lucha entre las naciones por la supremacía mundial.
Por esto, su grado de aceptación externa, es siempre un buen indicador del poder internacional acumulado por su Estado emisor. Y por eso también, los sistemas monetarios internacionales, pueden ser leídos como un retrato bastante fiel de la correlación de fuerzas existentes, en un determinado momento, entre las grandes potencias.
Fue así en el caso del “patrón oro-libra”, y en el caso del sistema “dólar-oro” de Bretton Woods. Y sigue siendo así en el sistema monetario internacional “dólar flexible”, que se consolidó después de la Guerra Fría, basado exclusivamente en la “credibilidad” del poder americano. Desde este punto de vista, la crisis financiera de los últimos días puede tener una dimensión menos visible a primera vista, y menos relevante para los especuladores, aunque de efectos más prolongados. Si no, veamos: durante la década del ´90, en el auge de la globalización financiera, el dólar se transformó en una moneda internacional casi global o imperial. Sin embargo, desde 2003, el poder norteamericano vive una verdadera pesadilla, tras su fracaso en Oriente Medio.
De una sola vez, los Estados Unidos quedaron sin un proyecto estratégico para el Oriente Medio, y sin capacidad de imponer su voluntad –unilateralmente – en otros puntos conflictivos del escenario internacional. El mundo convive hoy sin el liderazgo de los Estados Unidos, y ya absorbió la idea de más de un año de inmovilismo del gobierno de Bush. Desde esta perspectiva, la gran novedad de los últimos días fue el descubrimiento de que una posible victoria demócrata, en las elecciones de 2008, no cambiará la agresividad y el belicismo de la administración republicana, y aumentará el proteccionismo económico, con relación al gobierno de Bush. Tal vez por eso mismo, se multiplican por todos lados, en este momento, las fuerzas y los países que ponen sobre la mesa, de forma cada vez más explícita, sus reivindicaciones expansionistas.
En el mismo día de la crisis de la burbuja inmobiliaria, la aviación rusa sobrevoló la base militar norteamericana de Guam, en el Pacífico, por primera vez desde el fin de la Guerra Fría. Y en la misma semana, colocó una bandera rusa de titanio en el lecho del mar Ártico, un gesto simbólico de disputa territorial, energética y militar con el Canadá, Noruega, Dinamarca y los Estados Unidos.
Casi a la misma hora en que Rusia anunciaba su decisión de reiniciar la carrera armamentista con los Estados Unidos, China, Gran Bretaña y Francia, y de forma menos explícita con Alemania y el Japón. Esta misma disputa territorial y de competencia energética y militar, se repite en este momento en Asia Central, en el Sudeste asiático, en África y también en América Latina. En una línea de deterioro de las relaciones internacionales que pasa por la crisis de las instituciones multilaterales y por la competencia y la militarización cada vez más por los territorios, mares y espacios.
Por ello, no sería de extrañar que esta competencia ya estuviese involucrando al mundo de las monedas internacionales. Alguien dijo alguna vez, que toda crisis monetaria esconde siempre una disputa entre varias monedas con pretensiones internacionalizantes, y que estas luchas monetarias, a su vez, esconden siempre el aumento de la tensión entre sus poderes emisores.
Para los economistas de los periódicos y de los bancos estos hechos no tienen mayor importancia, y no deben alterar sus previsiones e inversiones. Sin embargo, para los gobiernos y los economistas que piensan a largo plazo, sería bueno que prestasen atención a los desdoblamientos geopolíticos de la coyuntura actual, para no ser sorprendidos, como el célebre caso del ciudadano que estaba en el baño, en el momento en que estalló la bomba atómica norteamericana, y atribuyó la explosión y el hongo sobre Hiroshima, al ruido de la válvula sanitaria que acababa de utilizar.
José Luis Fiori, profesor de economía y ciencia política ne la Universidad pública de Río de Janeiro, es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.
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